domingo, 25 de abril de 2010

Capítulo XVII: Cita en el bar.

La reunión había culminado; Uriel se había comunicado con su padre y se sentía mal. Creyó que más nunca volvería a saber de él, hasta que se le apareció por primera vez.

-¿Estás bien, muchacho? –Le preguntó Mikhael dándole unas palmadas en el hombro.

-Creo que sí.

-Uriel, vamos a salir por ahí. Es viernes en la noche. Necesitas relajarte después de esto –le propuso Lestat.

-Sí, salgamos.

-¿Vamos en tu carro; en el mío o en los dos?

-En los dos.

-Bueno, vámonos. Papá, nos vemos luego –se despidió con la mano. –Y el resto, fue un placer trabajar con ustedes.

-No llegues temprano, hijo.

-No lo haré –dijo Lestat sonriendo y se llevó a Uriel.

Amber y Katy ya estaban listas para una noche de tragos y fiesta. Katy tuvo que prestarle a Amber ropa; una camisa negra descotada hasta la parte alta de la cintura, sin mangas y cuello en una “v” grande que exaltada sus atributos; una falda hasta más arriba de las rodillas, negra y unas sandalias altas negras. Se maquilló y se arregló el cabello.

Katy llevaba un vestido negro corto en picos, en forma de top que exaltaba su blanca piel, unas sandalias negras un poco más altas que las de Amber. Ella la ayudó a maquillarse y se hizo una coleta alta, dejando al expuesto su nuca.

Se fueron en el Mini-couper de Katy hasta un bar llamado “Copa Cabanna”, que quedaba cerca de la plaza principal de Shanskville.

Uriel y Lestat iban en sus autos. Lestat iba en su camioneta escuchando Trance a todo volumen; escuchaba Zombie de DJ Tiesto y DJ gered. Uriel lo seguía por la carretera con los vidrios abajo.

Llegaron al bar “Copa Cabanna”; Lestat se bajó de su flamante Chevrolet Equinox como si fuese lo mejor que haya podido aparecer en ese lugar, mientras que Uriel se veía frustrado. Lestat frunció el ceño al verlo y le propinó un buen golpe en la espalda. Uriel ni se movió.

-¡Quita esa cara de ano!

-¡Cállate, Lestat! Me siento mal –bufó.

Lestat se percató del Mini-couper negro con detalles fucsia de Katy. -¿La Virgen María en un bar? –se extrañó.

Ambos entraron al lujoso bar, y Uriel distinguió a Katy. –Y con una minifalda…
A Lestat le provocaron sus piernas, pero luego puso mala cara. –Parece un zancudo con patas blancas…-le llamó más la atención la chica que estaba a su lado y le preguntó a Uriel sobresaltado: -¿¡Ésa no es la bipolar!?

Amber y Katy estaban en la barra haciéndose las indiferentes; se les acercó un chico, quizás de su edad o mayor y se sentó al lado de Amber.

-Hola, preciosuras –saludó galante, creyéndose la gran cosa. -¿Quieren que les invite algo?

Amber se mordió el labio inferior, miró a Katy y luego al hombre.

-Está bien; pero sólo si no nos dices más así. Somos Amber y Katy –se presentó Amber, Katy saludó con la mano sonriendo.

El sujeto sonrió emocionado y pidió al barman dos Martini para ellas y un whisky con soda para él. –Soy Andrew por cierto –Amber que estaba muy poco interesada en él, sólo le sonrió; ella nada más quería que le invitaran los tragos, seguro que al rato ni se acordaría del nombre del tipo.

-Sí, esa es Amber –afirmó Uriel frunciendo el ceño cuando vio que se le sentó al lado un chico.

-Bueh, está en lo suyo… Sentémonos –ambos se sentaron al otro lado de la barra. Uriel pidió ron y Lestat un tequila. –Creí que la bipolar era importante para ti.

-Sí, algo…-dijo Uriel despreocupado.

-¿Por qué no le montas un numerito aquí? El bar está aburrido…, así pasará algo interesante –dijo sonriendo y luego se bebió todo su vaso.

-No, déjala tranquila… No somos –Uriel se dio cuenta de que el tipo que estaba al lado de Amber, le tocó una pierna. Los celos lo atacaron, y de la rabia, rompió el vaso de cristal que estaba en su mano de tanto apretarlo.

-Como dije, ve y móntale una escena.

El barman comenzó a limpiar y Uriel reaccionó. –Disculpe, si quiere se lo pago.

-No importa. Pasa todo el tiempo. Ya le traigo otro trago.

Amber se sobresaltó cuando el hombre le tocó la pierna, le molestó muchísimo pero no lo zarandeó como haría la mayoría, más bien quitó su mano con delicadeza y sonriendo calmadamente le dijo: -Si vuelves a tocarme, vas a salir de aquí sin bolas –se terminó de beber el Martini y agarró a Katy por la muñeca. –Vamos, Katy –se levantó junto con ella que bebió rápidamente el Martini para no desperdiciarlo. –Adiós, gracias por los tragos –se despidió Amber del chico que quedó pasmado, y luego se fueron al rincón más lejano del bar a esperar su próxima victima.

-Yo ya hubiese terminado con ella –dijo Lestat. –Además, todas quieren contigo –observó a las dos damas yéndose a un rincón del bar. -¡Ja! Ahí van a buscar a otro. La Virgen María como que quiere tener un niño Jesús.

-Me sabe a mierda –Uriel se había bebido tres vasos de ron sin darse cuenta. –He llegado a una conclusión –comentó-: tratas bien a las mujeres y te patean el culo, pero si las tratas como la peor escoria, ahí las tienes a tus pies.

-Empieza a tratar mal a la bipolar –le aconsejó Lestat.

-¡Nah! Creo que ni debo tratarla. Hoy fui de lo más educado, diciéndole que no la podía llevar a su casa y se puso como la propia cuaima… Lo peor del caso es que no podía decirle por qué no la podía llevar.

-¿¡Y qué!? ¿Acaso eres marido de ella para que le estés diciendo hasta cuántas veces orinas en el día?

-¡No! –Uriel suspiró. –Tienes razón.

-Te presentaré a unas cuantas chicas –le dijo Lestat señalando a cuatro mujeres rubias y bien atribuidas mientras bebía. –Dos para cada uno –sonrió.

Amber y Katy se vieron rodeadas de dos hombres; parecían de 26 o 30 años pero no importaba, Amber necesitaba urgentemente quitarse de la cabeza que Uriel era algo suyo; no podía molestarse porque saldría con la oxigenada esa.

El que se sentó al lado de ella le invitó un trago y le comenzó a hablar, pero ella no le prestaba atención; miró distraídamente por el bar, vio que Katy hablaba con el otro, luego vio al abusador que la tocó ligándose a otra y después… Vaya sorpresa, Uriel; y no estaba solo sino muy bien acompañado por un par de rubias oxigenadas.
Lestat había llamado a las rubias y se las presentó a Uriel. Eran Pamela, Sandra, Roxana y Jennifer. A Uriel no le llamó la atención ninguna. Pero como eran “amigas” de Lestat, debió suponer qué clase de mujer eran.

Roxana y Pamela, quienes aparentaban ser las más hermosas, se le pusieron una de cada lado; mientras que Sandra se sentó en las piernas de Lestat y Jennifer le hacía masajes.

Uriel veía que el tipo que hablaba con Amber se le acercaba cada vez más, luego se percató de que ella lo observaba, él dejó de mirarla y le prestó mucha atención a Roxana.

-¿Y cómo se llama éste amigo tuyo, Lestat? –Le preguntó Roxana mientras acariciaba a Uriel.

-Ese es Uriel. Lo conozco desde hace muchos años.

-Te ves interesante –le susurró Roxana a Uriel muy cerca de la oreja; después le lamió la pata de ésta.

A Uriel le dio un poco de asco y cosquillas, por lo que se limpió disimuladamente son su hombro. –Gracias –fingió una sonrisa. –Tú te ves preciosa –miró de reojo a Amber quien lo veía con ganas de matarlo.

Amber no podía creer lo que veía, Uriel era un perro más zángano que el mismo Lestat; dio gracias a Dios, a pesar de no ser religiosa, porque su piel no se pigmentaba del color de sus emociones o sino estuviera de un verde fluorescente de celos y un rojo intenso de furia.

-Con que esas tenemos –murmuró y miró al tipo a su lado que le hablaba cada vez más de cerca; no era s tipo pero le daba igual. Se acercó a él inclinándose hacia delante para mostrar más sus pechos, se mordió el labio pícaramente y se le acercó a la oreja para susurrarle algo muy coqueto que hiciera que el hombre se interesara más en ella.

Uriel observó la atrocidad que hacía Amber y casi se levanta a patearle el trasero al sujeto que estaba con ella.

-¿Qué quieres que te hagamos? –preguntó Pamela con picardía y le abrió dos botones de su camisa.

-Lo que tú quieras –le contestó Uriel sonriendo.

-¡Así se habla! –Celebró Lestat y luego besó a las dos fieras que le coqueteaban.
Amber sintió ganas de matar a golpes a la tipa que le había desabrochado la camisa a Uriel pero se contuvo, el hombre a su lado estaba insoportablemente cerca de ella, tanto que le asqueaba, pero tenía que aguantar. Katy estaba sorprendida por lo que hacía Amber y luego e dio cuenta de el par de dos que estaban también en el bar; el perro de Lestat con dos mujerzuelas operadas y el chupa sangre en las mismas condiciones. –Que de lo último –pensó- con razón Amber se está comportando como una regalada.

Amber suspiró y esquivó disimuladamente el intento de beso que le quiso dar aquel hombre; bebió un trago a fondo blanco y miró de reojo a Uriel nuevamente.
Pamela y Roxana sintieron una gran tentación de besar a Uriel. Su colonia embriagaba a ambas; sentían que el cuerpo y los labios de él las llamaban.
Uriel se sentía extraño, algo en él no era como siempre había sido; un nuevo poder se le despertaba, uno que hasta los momentos, desconocía su existencia.

-Uriel, bésame –le pidió Pamela.

-¡A mí también! –rogó Roxana mientras se aferraba a su brazo.

-¿Qué les hiciste? –preguntó Lestat riéndose y dejando de besar a Jennifer.

-Nada… que yo sepa.

-Se supone que nosotros le roguemos a ellas. No ellas a nosotros, pero bueh… Como dije –le dio un sorbo a su trago –: todas quieren contigo –le sonrió pícaramente y esta vez besó a Sandra.

-Tienes razón –Uriel estuvo a punto de cumplir el deseo de una de sus esclavas, pero frunció el ceño al ver que el sujeto que estaba con Amber trataba de propasarse con ella.

Amber ya no aguantaba más, había tentado demasiado a su presa y ahora ella era la cazada. El hombre se acercaba más y más, y ella no hallaba qué hacer; él le tocó la pierna y ella se quejó molesta.

-No me toques, por favor –pidió Amber con voz calmada pero autoritaria, el tipo rió y le sostuvo la mano con fuerza.

-¿Y por qué? –preguntó sonriente y acercándose tanto que casi la besa a la fuerza.

-Dije que no me toques, bastardo –Amber forcejeó pero él era más fuerte que ella –¡Suelta! –exclamó.

A Uriel se le subieron los humos a la cabeza, y su agudo oído empezó a escuchas a Amber quejándose y al otro tratando de convencerla, tanto fue así, que dejó de prestarle atención a las otras dos.

-¿Qué pasa? –Le preguntó Lestat.

-El tipo se está propasando con Amber –frunció más el entrecejo.

-Déjala. Ella se lo buscó.

Uriel terminó su trago y continuó observando.

Amber se levantó irritada y se fue al baño huyendo del tipo, pero éste la siguió, y lo peor era que no había ni un alma e ése baño; cuando el hombre entró, cerró la puerta con seguro y cogió a Amber del brazo con fuerza.

-¿¡Qué haces!? –Amber forcejeó pero éste la apretó por la cintura. –Suelta, maldito bastardo –Amber empezó a golpearlo con toda su fuerza pero a éste no le importaba; la besó con brusquedad para que acallara sus gritos.

Uriel se levantó de un salto, estaba que incendiaba lo que tocaba. –Denme un momento –le dijo a las rubias y a Lestat.

-¿Adónde vas?

Uriel sólo movió la mano y se dirigió al baño de damas. Trató de abrir la puerta pero tenía seguro. Su ira se incrementó y de una patada la abrió; vio al sujeto tratando de desvestir a Amber. Lo agarró por el cuello de la camisa con una mano y lo bateó contra la puerta del baño.

Amber había caído al suelo luego de que Uriel halara bruscamente al hombre y lo estampara contra la puerta, vio cómo el sujeto se incorporaba y arremetía contra Uriel que lo frenaba y le golpeaba. El tipo trataba de defenderse pero Uriel era demasiado fuerte y lo golpeaba tanto que Amber temió por la vida del hombre. Se levantó rápidamente y cogió en vano el fuerte brazo de Uriel.
-¡Uriel, detente! ¡Lo matarás!

Uriel hizo caso omiso a la súplica de Amber y agarró al otro por el cuello, lo levantó y le dijo: -No debiste ni mirarla –lo soltó contra el suelo y se llevó a Amber por un brazo. Luego la sacó del bar.

Katy vio cómo Uriel se llevaba a Amber afuera del bar, no se había dado cuenta de lo sucedido, y con el que había estado hablando hace un minuto, se fue cuando accidentalmente mencionó su virginidad; se quedó bebiendo un poco más, no quería meterse en problemas matrimoniales.

Uriel halaba tan fuertemente a Amber que la maltrataba. -¡Uriel! ¡Suelta! ¡Me las timas! – se quejó y él se detuvo al llegar afuera del bar. La miró furioso y ella sintió un poco de miedo, pero se le enfrentó sin desviar la mirada. -¡He dicho que sueltes!

Uriel la soltó al tiempo que ella batía su brazo y miró molesto hacia otro lado. No quería decirle nada, cualquier cosa que dijera, le delataría lo importante que era ella para él, y eso lo llevaría a convencerse totalmente de que estaba enamorado de ella. –Sólo a ti se te ocurre… -murmuró sin mirarla.

-Eso… eso no fue mi culpa –se excusó cruzándose de brazos y desviando la mirada a otro lugar. -¿Qué iba a saber yo que el muy maldito era un lunático pervertido?

-¡Por favor, Amber! ¿¡Qué otra cosa puedes encontrar en un maldito bar!? ¿¡Un ángel de la guarda, ah!?

-Yo sólo quería beber un poco porque, bueno… Estaba triste –pensó en lo de la zorra de la clase de francés. –Además, ¿tú qué hablas?, si tenías de a dos –reclamó furiosa nuevamente.

-¿¡Y!? ¿Acaso estoy diciendo que eran un par de inocentes? ¡No, ¿verdad?! –le gritó.

–¡Además, tú andabas dejándote tocar por cualquiera! ¡Por eso dejé que Lestat me las presentara! –se dio cuenta de lo que dijo y maldijo mil veces. “Maldita sea, no debí decir eso”, pensó y puso una mano en su frente.

-Yo no me dejé tocar, es sólo que como… -se detuvo antes de continuar, pero pensó –es sólo que como te vi con las oxigenadas esas, me puse verde de los malditos celos y empecé a coquetear con el otro bastardo. –Suspiró y pensó que él tal vez también estaba celoso, pero no lo creía. –Ahg, nada –bufó.

Uriel escuchó sus pensamientos y no quería creerlo; se negaba rotundamente. –Ahg, no sé qué diablos te pasó hoy cuando te dije que no podía llevarte. ¡Coño! ¿Acaso te lo dije mal? –suspiró. –No te lo dije porque vendría para acá. De hecho, no tenía planeado venir a éste sitio… Lo hice porque Lestat me invitó y… -recordó lo de su padre. Respiró hondo. –Nada, olvídalo.

-Claro, si te ibas a ver con la bicha esa de la clase de francés –se le escapó –además, i que tú fueses marido mío. No necesito que me expliques qué estabas con el otro perro también –se volteó con intención de irse.

-¿¡Qué!? –La agarró por la muñeca. –Sabes perfectamente que no me gusta Agnes –frunció el ceño y luego lo relajó. -¿Por eso te pusiste así?

Amber se sonrojó intensamente y miró a otro lado para que él no notara su sonrojo. –No –contestó mientras le empezaba a erizar la piel por el frío de la noche.

-¡Rayos! No sé cómo reaccioné así –bufó. –Hubiese sido otra y dejo que se la violen en el baño. –Soltó a Amber.

Amber no podía ni mirar a Uriel, así que estaba de espaldas a él y cruzada de brazos para soportar el frío. -¿Entonces qué soy para ti? –pensó con pesar sabiendo que su relación no llegaba más allá de ser meros amigos, o menos que eso, conocidos.
“¡Maldita sea! ¡Maldita sea!”, Uriel cerró los ojos con fuerza y tomó aire. Volteó hacia ella. –Amber –la llamó.

Ella al escuchar su nombre se sobresaltó un poco. –Dime –fue lo único que pudo responder.

-Amber, mírame –le ordenó pero ella hacía caso omiso. -¡Amber! –volvió a decir su nombre.

-¿¡Qué!? –gritó ella frustrada volteando, estaba un poco sonrojada y le miraba apenada.

Uriel nada más esperó a que terminara de gritarle, para sostener el rostro de ella y besarla. Ya no le importaba si se negaba, si lo seguía, se lo empujaba, si lo cacheteaba después de que la besara o si se daba cuenta de lo que sentía por ella. Rozó sus labios y quiso más, pero su buen amigo Lestat y Katy, habían salido a buscarlos.

Amber y Uriel se separaron. Ella estaba un poco ruborizada, con el corazón aceleradísimo y maldijo hasta la última célula que mantenían vivos a Lestat y a Katy.
-Maldita sea –musitó Uriel y negó con la cabeza.

-¿¡TÚ ERES LOCO, MALDITO LOCO!? –Le gritó Lestat. -¿¡Cómo carajo se te ocurre golpear a alguien así!? ¿¡Sabes que por eso pueden negarme la entrada, hijo de tu grandísima madre!?

-Iba a abusar de Amber –se excusó.

-¿¡QUÉ!? –Exclamó Katy acercándose rápidamente a Amber. -¿Ese tipo? ¿Al que le coqueteabas?

-Algo así –suspiró Amber. –Uriel me salvó.

-¿¡Te salvó!? ¡No me jodas! Casi asesina al tipo ese en el baño. Cuando salió, la gente se volvió loca. Obviamente no dudé en que fue obra de Uriel. –respiró profundo. -¡Y… Y! ¡Y ustedes causan tanto alboroto y están aquí besándose de los más tranquilazos!

Amber se coloró sintiendo el rostro caliente y las manos frías. –Creo que… deberíamos irnos, Katy.

-Sí, ya vámonos. No soporto al tipito este –señaló a Lestat con el pulgar y frunció el ceño.

Uriel quería matar a Lestat y a Katy. –Me voy –dijo frunciendo el ceño y caminó hacia su One-77.

-¿Adónde vas? –le gruñó Lestat.

-No es tu problema -. Le quitó la alarma al carro, abrió la puerta y miró a Amber quién estaba muy sorprendida. –Tienes razón, Amber –bufó. –No soy tu marido –subió al auto y arrancó hacia su casa.

Todos intercambiaron miradas.

-Y me dices a mí bipolar…-le dijo Amber a Lestat.

Lestat negaba con la cabeza y tenía las manos en la cintura. –Hay que ver que lo bipolar se contagia –suspiró y éste también se fue.

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