sábado, 26 de junio de 2010

Capítulo XXVI: Antes de la obra.

Ya había pasado el tiempo, y ya era costumbre para Amber llegar más temprano de lo normal a la Universidad para practicar con Nickolas todo lo que pudieran, se habían convertido en grandes amigos, él la consideraba su hermanita y mejor amiga, y ella su hermanote y mejor amigo gay; después del incidente con Uriel, éste se había buscado un novio y tenían una relación bastante buena, siempre le contaba a Amber sus intimidades y pedía su consejo, aunque esta no tenía experiencia en el amor gay, asumió que el amor es amor en donde sea y como sea.

Era la mañana del 24 de diciembre, había cogido el ferry de las 6 de la mañana, y se había disculpado con Uriel el cual siempre la acompañaba. Uriel con mucha paciencia le dijo que no se preocupara y siempre la esperaba en la salida para llevarla a su casa; lastimosamente su relación, luego de su cumpleaños, no había cambiado mucho, seguían siendo los mismos amigos, pero ya los dos estaban concientes de que sentían mucho más que una mera atracción por el otro, Amber se dio cuenta de que estaba enamorada de Uriel pero le avergonzaba decirlo y temía que si se precipitara, se dañaría su relación.

-Amber, tu passe esta muy fofo -se quejó Madame Angeliqué -sabes que esta noche es el estreno de la obra, ¿cómo puedes ponerte así luego de practicar tanto?

-Ahg, lo siento... es sólo que estoy un poco nerviosa...

-No tienes porque estarlo ballerina bella, estoy seguro de que lo harás de maravilla como siempre -le alentó Nickolas con una sonrisa tranquilizadora.

Amber suspiró -si, lo sé Nicko... haremos de hoy, una noche inolvidable, ¿verdad?

-Exacto -contestó éste y la cargó para empezar nuevamente con la rutina.

***

Uriel sólo asistió a la primera hora de clases de piano. Gabriel estaba orgulloso, porque a pesar de que el evento era esa noche, Uriel no se veía afectado por los nervios y tocaba como un Dios. Le entregaron un smoking negro, para que estuviese igual que los demás; tenía una corbata negra, una rosa roja en el bolsillo, chaleco largo y una camisa manga larga blanca.

-Profesor, ¿puedo irme temprano hoy? Necesito hacer algo urgente –le pidió a Gabriel.

-¿Los regalos? –Preguntó Gabriel con burla.

-¡Sí! Algo así…

-Bueno, está bien. Hoy has tocado de maravilla, así que no creo que haya problema. Nos vemos en la noche sin falta, ¿Está bien?

-Está bien –Uriel recogió todo y salió corriendo al muelle. Estaba pensando en el regalo perfecto para Amber. A Caleb le regalaría una pipa antigua que cada vez que la veía en una tienda la quería comprar. A Lestat no sabía qué regalarle porque lo tenía todo.

Subió a su auto y manejó a Los tapsoms. Amber le había dicho una vez que su padre vivía en la ciudad vecina, la cual era esa precisamente. El viaje era de tres horas en carro; así que necesitaba mucha paciencia para llegar allá. Quería encontrar al padre de Amber y convencerlo de que la fuese a ver esta noche durante el baile.
Amber y Nickolas lograron hacer la rutina a la perfección, era tan perfecta que a Madame se le salieron las lágrimas de orgullo y felicidad. Nickolas, como ya era costumbre, abrazó a Amber con mucha fuerza al terminar y ella le sonrió.

***

-Un día de estos me vas a venir matando -comentó ella tratando de recobrar el aliento.

-Lo siento es que me emociono mucho al verte bailar, es como... no sé todo fuera un sueño maravilloso.

Amber sonrió apenada -si exageras -susurró, y se fueron juntos a prepararse para la obra, todavía faltaba medirse por última vez los trajes, los cuales Amber detestaba, ya que su vestido era muy rosado, y luego tenían que practicar en el escenario con todo el elenco.

Uriel llegó a unas residencias, donde según un libro telefónico, vivía el padre de Amber; ella había dicho que su padre una vez tuvo problemas por poner el techo de rojo, cuando todas las demás casas lo tenían negro. Su nueva esposa era la que lo quería de ese color, por ende, Jerome, el padre de Amber, lo pintó; pagó una multa por ello, pero así lo dejó, así que Amber decía que si alguna vez iba a la casa de él, la primera casa que vería, sería la de él… La del techo rojo.

Manejó hasta la cima de una colina, donde vio que estaba la casa; se detuvo en el porche, se bajó y tocó el timbre varias veces.

Un señor de unos cuarenta años, abrió la puerta. Tenía el cabello castaño pero ya con muchas canas; la barba de tres días y los ojos azules grisáceos como los de Amber.

-¿Qué quiere? –Preguntó con voz ronca.

-Yo… -se sobresaltó al ver el gran parecido que tenía con Amber. –Soy… Me llamo Uriel –le extendió la mano.

El sujeto sólo vio la mano y volvió a verle la cara. -¿A qué vino? –Preguntó frunciendo el ceño. “Ojala sea el desgraciado que llamé para que me viniera a arreglar el piano”, pensó.

Uriel cerró la mano y escuchó sus pensamientos. –Vine a arreglar su piano. Usted me llamó.

-¡Ya era hora! ¡Llegas tarde! Pasa… -se hizo a un lado y dejó que Uriel pasara. La casa estaba muy bien amueblada, con muchas cosas modernas de colores; televisores último modelo y grandes ventanales con cortinas blancas.

-¿Dónde está el piano? –Preguntó Uriel.

-En mi sala de música. Venga, sígame.

Uriel siguió al hombre por un pasillo y llegaron a una sala donde habían varias estanterías llenas de libros; un piano clásico de color blanco, un escritorio con unas cuantas hojas regadas, un par de muebles color vinotinto y una ventana con vista hacia una montaña llena de pinos.

***

Amber y Nickolas se midieron los trajes, les quedaban perfectos y podía moverse fácilmente con ellos, pero a Amber no le agradaba tanto rosa y lentejuelas por todas partes, parecía una bola de Disco.

-Te ves hermosa -comentó al ver su último vestido que era el más llamativo, lleno de lentejuelas y de un rosa pálido -moldea muy bien tu figura, si no fuera gay, me enamoraría de ti sólo al verte -rió

-Ahg, no digas locuras... sabes que me incomoda tanta brillantes -contestó ella apenada frunciendo el ceño.

-Cuando Uriel te vea va a quedar anonadado y se le va a salir la baba -comentó él sonriendo.

-¿P... p... pero de qué hablas?, deja de decir tonterías o te golpeo -se sonrojó de pies a cabeza y entró en el vestidor para quitarse el traje dejando a Nickolas muerto de la risa.

***

Uriel vio el resplandeciente piano blanco y sintió que se enamoró. Caminó hasta él y lo revisó.

-¿Qué le sucede? –Preguntó sin dejar de contemplar el instrumento.

-Tiene un problema con una tecla… No quiere sonar bien.

-Tal vez tenga la cuerda floja.

-Eso pensé yo… Tengo mis propias herramientas para que lo arreglen, no me gusta que usen cualquiera con él. Uno nunca sabe por dónde han pasado –comentó buscando una caja de herramientas en un closet.

-No se preocupe. Sé cómo arreglarlo, me pasa todo el tiempo –Uriel acarició las teclas del piano.

-Aquí tiene –le dio la caja con las cosas –Tenga mucho cuidado… Lo que está tocando es como mi tercer hijo.

-¿Tercero? –Cuestionó Uriel con cautela mientras abría la tapa del piano.

-Sí… Tengo dos con mi esposa. Una niña y un niño. Deben andar por allí –hizo señas con el pulgar hacia la puerta.

-Son grandes ya… Supongo. ¿O aún son niños?

-Tengan la edad que tengan, siempre serán niños para mí. Claudia, la mayor, tiene 12 y Fabio el menor tiene 8.

Uriel se extrañó un poco, ¿será que se había equivocado de casa?... No podía ser, esa era la única casa con techo rojo. Lo miró -¿Sólo ellos dos? –Volvió su mirada a las cuerdas que estaba arreglando del piano.

-¿Qué? ¿Estoy tan viejo que pareciera que me hubiese casado 5 veces y tuviese otros hijos? –Frunció el ceño.

-No, señor –Uriel se apenó un poco.

-Sé que estoy viejo, pero no para tanto.

-¡Jerome! Querido, ven un segundo –la voz de una mujer se escuchó en otra parte de la casa.

-Ag… Esa es Krystal, mi esposa –le comentó a Uriel. –¡Ya voy! –Le gritó. –No toques nada a excepción del piano –le ordenó.

-Tranquilo.

Jerome salió de la habitación y subió las escaleras hacia otra parte. Uriel auscultó la habitación y vio un viejo álbum con polvo en una vitrina. Había fotos de Amber cuando era pequeña junto con su padre y su madre. En todas decía la fecha y algunas tenían títulos. Hubo una que le gustó mucho a Uriel de Amber comiendo un plato de sopa; tenía la boca llena de comida y sonreía a la cámara, sólo tenía un diente. El título decía “Amber a los 3 años”.

***

Amber y Nickolas habían terminado con la vestimenta, pero ahora tenían ensayo general con todos los del elenco, exceptuando a la banda sonora que ensayarían con ellos unas 3 horas antes del estreno oficial de la obra.

-¿Qué sucederá con Uriel que tiene el teléfono apagado? -Preguntó Amber mirando su celular con preocupación.

-¿Te molesta no saber dónde está tu novio? -Preguntó Nickolas sorprendiéndola desde atrás, Amber dio un respingo y le miró con el ceño fruncido.

-No es eso realmente, es sólo que no sé... es extraño que no conteste su celular.

-Si, como tú digas... si yo tuviera a un papacito de novio como el tuyo, lo mordería para que supieran que es mío.

Amber le miró extrañada.

-Tú estás loco de remate, pobrecito al que esté saliendo contigo ahora... ¿cómo era que se llamaba?

-Alex -él entornó los ojos -y no hago eso con él... todavía -sonrió pícaro.

-Es el que estudia artes plásticas, ¿no?

-Sí... mi amorcito quiere ser un gran pintor -sonrió orgulloso.

-Bueno, deberías marcarlo de una vez también para que cuando se vuelva famoso no lo persiga nadie más -comentó ésta y los dos se rieron a carcajadas.

-¿De qué se ríen ustedes dos? -preguntó Katy sentándose al lado de Amber.

-De nada -contestó Amber secamente frunciendo el ceño y se levantó -voy al baño.

-Está bien -contestó Nickolas y una vez solos, Katy que seguía impactada, le miró.

-¿Qué le ocurre?

-Está molesta contigo porque la cambiaste por tu novio flacuchento.

-P... pero, tengo que pasar tiempo con él... es mi novio.

-Ah, querida -suspiró -escucha, es natural que quieras pasar tiempo con tu novio, pero el problema es que desde que estás con él, has hecho de Amber un cero a la izquierda.

Katy estaba evidentemente enojada -¿Y tú qué sabes? -Preguntó despectivamente.

-Más de lo que crees, querida, pero con todo y eso, la bailarina bella sigue pensando en ti como la mejor de sus mejores amigas, después de todo, eres la única chica que es su amiga... yo soy gay pero no una chica -sonrió calmándola, Katy se entristeció un poco.

-Tengo algo que hacer ahora, dile a Amber que la veré después -dijo ésta.

-Vale -sonrió y vio a Katy irse, después de un rato llegó Amber.

-¿Y Katy?

-Se fue, dijo que luego te veía.

-¿Crees que fui muy dura con ella?

-Para nada, la gente tiene que sufrir a veces para darse cuenta de las cosas.

-Es verdad, estoy graduada con honores en ese ámbito -comentó cabizbaja recordando una dura experiencia en su niñez.

Tenía solo 12 años cuando eso, albergando la esperanza de una niña en su corazón, la cual pensaba en su padre como la persona más genial y a la que más quería en este mundo. Cogió un autobús hasta la ciudad vecina con todo el dinero que había ahorrado los últimos dos meses y había escapado del colegio sin permiso de su madre.
Completamente sola, armándose de valor, se subió al autobús el cual estaba vacío, el chofer la miró extrañado pero no dijo nada, partió y luego de casi 3 horas de camino llegaron a la ciudad vecina.

Era de un paisaje hermoso como Shanskville, pero con muchas más casas que edificios, su padre en la última carta de navidad que le mandó, le contó que su casa era la única que tenía el techo rojo en toda la ciudad, así que sería muy fácil encontrarla.

El autobús la dejó en la parada y caminó y caminó por unas dos horas hasta que por fin encontró la casa del techo rojo, era muy amplia, tanto así que ella pensó que podría albergar a unas 20 personas y aun así vivirían cómodamente.

Escuchó casualmente la voz de su padre, se emocionó tanto que su corazón empezó a latir con fuerza ansioso y sus manos le temblaban por los nervios. Corrió hasta la parte de atrás de la casa en donde había un pequeño jardín, divisó a su padre y quiso llamarle pero algo la detuvo.

Corriendo hacia él gritando a todo furor "papi, papi", estaba una niña de rubios cabellos y ojos grisáceos como los de su padre, él se agachó y la recibió con un gran abrazo de oso como le hacía a ella de pequeña y la cargó luego.

-Cariño, vas a aplastar a la pobre niña -comentó una mujer muy parecida a la niña muy alta y de facciones delicadas, llevaba a un bebé en brazos, se acercó a él besándole en la boca.

-Tranquila, a mi estrellita no le pasará nada -comentó sonriéndole a la niña la cual rió -¿y cómo esta mi niño querido? -le preguntó a la mujer pero mirando al pequeño bebé en sus brazos.

-Perfectamente, esperando para empezar a caminar y jugar al fútbol contigo.
-Los dos lo esperamos con ansias.

Tanto la mujer como su padre rieron, Amber sintió que su corazón se encogía de dolor y las lágrimas brotaron de sus ojos como cascadas, corrió por la ciudad hasta que llegó a la misma parada de bus donde la habían dejado, esperó casi dos horas más mientras lloraba y trataba de aclarar su mente.

-Ya papá se olvidó de mí, justo como dijo mamá -murmuró llorosa, llegó el mismo autobús en el que se había montado pero desde la dirección contraria, se subió secándose las lágrimas y el chofer al verla se preocupó un poco.
-¿Algo te ocurre, niña? -preguntó éste.

-No... No pasada, sólo me di cuenta que hay que sufrir un poco para que uno se de cuenta de las cosas -trató de sonreírle y éste le sobó la cabeza.
-Es parte de crecer -comentó él.

-Quisiera no haber crecido nunca entonces -murmuró con lágrimas en los ojos.
-Tranquila, tranquila... ya después todo estará mejor, sólo tienes que buscar tu felicidad por ti misma.

-Trataré de hacerlo entonces -se sentó en el asiento de atrás del conductor y se quedó dormida por el cansancio, no soñó nada, fue la primera vez en su vida que su mente estaba tan abarrotada de pena que no soñó nada a pesar de siempre haber soñado cosas maravillosas y fantásticas.

El conductor le llamó al llegar a Shanskville, ella le dio la gracias y se fue a su casa, al llegar recibió un buen castigo de parte de su madre por haber llegado tan tarde, pero Amber nunca le contó que había ido a ver a su padre; sin decir nada, aceptó el castigo y jamás volvió a hablar de su padre enfrente de su madre.

-¿Amber? -la voz de Nickolas la volvió a la realidad -¿qué te pasa estás llorando?
Amber se enjuagó los ojos y le sonrió -no es nada, sólo me acordé de una estupidez que me pasó cuando estaba chiquita.

-Debió haber sido muy malo para que llores aún ahora.

-La verdad que sí, pero me abrió los ojos -sonrió de nuevo tranquilizándolo -ahora vamos, tenemos que ensayar de nuevo -se levantó, Nickolas hizo lo mismo aunque un tanto preocupado aún.

***

Uriel se detuvo bruscamente cuando estaba viendo las fotos porque escuchó un ruido, así que volvió al piano y lo reparó.

-Entonces, señor… -Jerome había vuelto a la habitación.

-Uriel…

-¡Eso! No aparenta tener tanta edad para hacer el trabajo al que se dedica –le entregó un vaso de jugo de naranja.

-Tiene razón… Acabo de cumplir 25 años.

-¿25? –“Amber ya debe tener unos 22 o 23”, pensó.

Uriel solamente lo miró. –Sí…

-Entonces debe tener un piano.

-Casi toda mi vida he tenido uno, señor.

-¿Y sabe tocar? ¿O sólo los repara?

-Toco muy bien.

-Amante de la música clásica…

-Completamente –Uriel ya estaba seguro de que no se había equivocado. Aquel hombre enfrente de él, era el padre de Amber. Ya bastante viejo y un poco arrugado para cuando se tomó las fotos con ella.

-¿Piensa casarse?

-Tal vez… Algún día.

-Está bien –rió- Tenga cuidado, las mujeres de ahora son muy exigentes.

-Yo sé –Uriel empezó a tocar las teclas. –Está desafinado –dijo al mismo tiempo que Jerome.

-¿Sabe afinarlo?

Uriel rió con incredulidad. –Por supuesto que sí –se fijó en el afinador sobre el piano y comenzó; luego de eso, tocó una melodía que se llamaba “El canto del loco”; recordó que esa fue una de las primeras sinfonías que tocó en piano.

-Eso es para bebés –comentó Jerome y se sentó a su lado en la butaca. –Escucha esto –tocó la sinfonía número 40 de Mozart. –Eso es música.

Uriel rió. –Lo que toqué era un simple recuerdo.

-Espero que así sea –sonrió.

-¿Papá? –Un niño rubio entró y lo primero que hizo fue ver a Uriel; sintió miedo porque era un poco más alto que su padre.

-¿Qué pasa, campeón? –Jerome se le acercó y lo cargó.

-Tengo que hacer una tarea…Mamá dice que me ayudes. Ella está ayudando a Clau.
-Vamos entonces –miró a Uriel. –Sácame la cuenta de lo que te debo, ya vuelvo. Y como te dije antes: No toques nada.

Uriel esperó a que cerrara la puerta y volvió a ver el álbum. Los padres de Amber junto con ella se veían muy felices… Deseó que en el tiempo que él nació, hubiesen existido cámaras para tener más recuerdos de él y su padre, sobretodo recuerdos de su madre… Ya había olvidado un poco cómo era ella.

Sólo había dos álbumes. Cuando iba a la mitad del segundo, Jerome entró a la habitación cerrando la puerta; Uriel se había desconectado un poco de planeta y dio un respingo cuando escuchó la puerta.

-Le dije que no tocara nada.

Uriel dejó rápidamente el álbum donde estaba y volteó a mirarlo.

-Disculpe, es que…

-¿Quién eres?

Uriel se sorprendió por la pregunta tan repentina. –Yo…

-Acaba de llamarme el señor que venía a arreglarme el piano para decirme que está enfermo. ¿Quién es usted y a qué vino? –Frunció el ceño.

-Yo… Soy amigo de Amber. La conozco. Me llamo Uriel; ya se lo había dicho.

-Quiero que se largue de mi casa ahora.

-Señor, yo no vine a causarle ningún problema, sólo quería…

-¡He dicho que se largue!

Uriel salió de la habitación un tanto molesto. Jerome prácticamente lo empujaba por las escaleras, hasta que llegaron a la puerta y se detuvo.

-¡Yo sólo quería convencerlo de que la viera! –Gritó al fin.

-¿¡Y usted quién se cree!? ¿¡El cupido de las familias, ah!?

-No…, la he visto sentirse mal porque usted no está. Aún con lo grande que es. ¡Tiene 22 años, no 23!

El padre de Amber se extrañó; hasta donde él sabía, aquello sólo lo había pensado.

Uriel bufó. –Sé que no soy nadie para venir aquí y decirle qué hacer… Le prometí a Amber que le daría un buen regalo en navidad. Y pienso que el mejor presente que puedo darle es éste, que usted vaya a verla.

-Pues vaya buscándole otro regalo porque no me moveré de aquí.

Uriel frunció el ceño; ahora se había enojado. -¿¡Qué clase de padre deja a su hija y no la ve más!? ¿¡Acaso a eso se le puede llamar padre!? ¡No lo creo!

-¡Como usted dijo: usted no es nadie para venir aquí y decirme qué hacer!

-Amber ha sufrido mucho sin usted… Quizás ni usted ni yo imaginamos cuánto. Su madre la tenía prácticamente olvidada, y eso que vive con ella. ¡He visto cómo aguanta las ganas de llorar por usted! Se supone que a una hija hay que cuidarla como si fuese una muñeca de cristal… Hoy en día es una bailarina talentosa, ¿y sabe por qué? ¡Porque era lo que usted quería! Su sueño se convirtió en el de ella… Hoy… Hoy seguro se verá como la mujer más hermosa que no he visto jamás, ¡incluso usted! Es la protagonista de “El cascanueces”… Le apuesto a que no sabe cuánto odia esa obra.

-¿Para qué me dice eso, señor Uriel? ¡Amber es mi pasado! A lo igual que su madre. ¡Ella se quedaron allá! ¡Yo estoy aquí con mi nueva familia! ¡No me importa la vida que llevaron ni la que lleven ahora! ¡Ése es su problema! No el mío… Ya yo tengo suficientes.

-¡Debería importarle! Es la primera hija que tuvo. No puede olvidarla así como así…-se le quebró la voz al decir esto último. -¿Sabe qué? Hay gente que no sabe apreciar lo que tiene hasta que lo pierde. Aproveche que usted aún vive y ella está en la flor de su vida. ¡Véala cómo crece! Y cómo se convierte en la mejor bailarina del mundo… ¡Vaya y dígale que la quiere todas las veces que no se lo ha dicho en estos años! Yo tenía un padre; murió hace mucho ya… No me gustaba decirle que lo quería, incluso antes de morirse no se lo dije. ¡Él quería que fuese como él! Y yo quería ser diferente, pero me convertí en alguien muy parecido a él, y agradezco que sea así, porque ahora lo veo como la mejor persona de éste mundo… Amber cree que usted es genial; y con sólo tocar el piano apuesto que sí lo es, ya hasta me cae bien –sonrió a duras penas. –Aproveche lo que le queda para estar con ella. No la pierda. No termine como mi padre… enfermo, tirado en una cama y con un hijo que no le decía que lo quiere ni por equivocación. ¡Búsquela! Está a tiempo… Así pensaré que no vine a perder mi tiempo –Uriel vio la cara inexpresiva de Jerome y se montó en su auto. Manejó de vuelta a Shanskville.

***

Ya había culminado el ensayo general, Amber y Nickolas se habían ido a almorzar, eran casi las tres, habían pasado toda la mañana con los retoques de la obra y Amber estaba exhausta, sólo quería dormir o que Uriel estuviera con ella allí, estaba muy preocupada, no contestaba su celular y el perrito le dijo que no lo había visto en toda la mañana.

Katy se sentó con ellos, pero Amber no le dirigió la palabra, en realidad no hablaba en absoluto, ni siquiera con Nickolas.

-¿Ballerina bella?... ¿Te sucede algo? -Preguntó Nickolas.

-¿Ah?... ammm... no nada, sólo estoy preocupada.

-¿Por la obra? -Preguntó Katy.

Ella negó con la cabeza.

-Está preocupada por Uriel, es que no le contesta el teléfono ni nada.

-¿Por el chupa sangre?... pero, ¿por qué?

-Bueno, es su no... -Amber le calló la boca a Nickolas para que no dijera nada, Katy no sabía de la mentirilla blanca que le habían dicho para que Nickolas dejara a Uriel, y si decía que eran novios en ese momento, Katy se pondría energúmena porque sabía que no son nada.

-Es sólo que bueno... que no lo hemos visto hoy, ni siquiera el perrito -completó Amber fingiendo una sonrisa.

-Ammm.... -dijo Katy extrañada -Amber, ¿puedo hablar contigo a solas?

-Ah, sí claro.

-Las dejo, chicas para que resuelvan sus problemas -comentó Nickolas sonriendo y levantándose con su bandeja vacía -voy a buscar a mi esposito para marcarlo.

-Pfff -Amber se rió y le asintió a Nickolas.

Amber miró a Katy suspirando y ésta le observaba nerviosa.

-Amber... quiero pedirte disculpas.

-¿Por qué?

-¿Cómo que por qué?... Estos días no he sido una amiga para nada, casi no te veo y te he echado a un lado.

-No soy un perro.

-Si, bueno... tú me entiendes... es que me volví estúpida, sabes que Anthony es mi primer novio y bueno... supongo que me volví un poco tonta por eso.

-¿Sólo un poco?

-Esta bien... mucho, mucho muy tonta.

-Mejor -sonrió -te perdono sólo porque eres mi mejor amiga y porque Nicko es gay, no una chica y no me entiende del todo.

-Eso mismo me dijo él.

-Bueno, él sabe lo que dice, supongo, ahora sigamos comiendo...

-Si -sonrió y siguieron con su comida y charlaron avivadamente como antes.

Uriel iba manejando en la carretera. No podía creer que el padre de Amber fuese tan cruel; aunque él no podía hablar mucho, porque quizás la persona más cruel y malvada de éste mundo fuese él mismo, aunque se arrepentía.

Revisó su celular y vio varios mensajes de Amber cuando lo encendió; se los envió a las 12 y eran las 3 y 30 de la tarde; seguramente llegaría a las 6pm. Le repicó.
-¿Hola?... ¿Uriel? -contestó Amber con sorpresa.

-Eeeh, sí… ¿Qué pasó? Tengo varios mensajes tuyos.

-¿Dónde carajo estabas?... estuve preocupada, pensé que te había sucedido algo -le reprendió enojada.

-Tranquila, tranquila. A mí no me puede pasar nada. Estaba fuera de la ciudad haciendo unas cosas. Ya voy en camino de regreso. Llego como a las 6 más o menos.

-Ahs... está bien, entonces nos vemos... recuerda que el ensayo general con la orquesta es a las 8... y otra cosa…

-¿Qué?

-Cuídate, ¿si? -dijo apenada y luego colgó.

Uriel sonrió y escuchó los pitos de que había trancado. –Tú también cuídate –trancó el teléfono y manejó hacia su casa.

Amber sentía que su corazón latía como loco, ahora no podía negar para nada lo que sentía por Uriel, incluso con sólo escuchar su voz por teléfono, se sentía avergonzada y su corazón se aceleraba estúpidamente.

-¡Amber! -la voz de Katy la sobresaltó -¿qué te pasa luces alterada?

-Oh, no nada -sonrió -¿ahora qué hacemos mientras comienza el ensayo con la orquesta? tenemos unas cuantas horas.

-Bueno, primero que todo deberíamos ir a bañarnos y tu luces cansada, deberías dormir un rato, la obra se estrena a las 12.

-Si, yo sé -suspiró -me voy a bañar en las duchas de la facultad y luego me voy a dormir un rato en el jardín.

-Por cierto Amber, ¿qué harás luego de la obra?

-Mmmm... Irme a dormir a mi casa, mamá se fue de viajes de negocios de todas formas así estuviera ella, no somos de las que celebran esta fecha tan melosa.

-Bueno ¿y qué te parece venir a mi casa?

-¿A tu casa?

-Sí, a celebrar navidad conmigo y mi familia -sonrió.

-E... eso sería maravilloso -sonrió aliviada, ella no había celebrado navidad desde hace muchos años, y que Katy le invitara le hacía sentir muy feliz –iré.

-Perfecto, mamá quería que fueras también, sabes que le caes muy bien.

-¿Si?

-Sí, ella dice que le recuerdas a ella de más joven, aunque no lo creas, no me imagino a mamá tan loca como tú.

-Hey, no estoy tan loca -rió -bueno, quizá un poco.

-Estás de loquero.

-¿Quieres morir?

Katy sonrió y se fueron juntas a las duchas de la facultad, de allí irían a el jardín a dormir un poco para luego alistarse para la obra.

***

Uriel llegó decepcionado y exhausto por el largo trayecto, casi creyó que le daría sueño. Eran las 6pm; el auto de Caleb estaba en el garaje, eso quería decir que estaba allí y que había almuerzo.

Uriel caminó hacia la puerta arrastrando los pies, abrió y entró.

-¿Dónde andabas? –Le preguntó Caleb al verlo.

-Fuera de la ciudad reparando un piano –bufó.

-¿Y eso que ahora te pusiste a reparar pianos?

-Aah… Para tener algo qué hacer en mi tiempo libre.

-Bueh… Recuerda que hoy es la obra esa, báñate, arréglate y aliméntate… No quiero que llegues allá pálido.

-Tranquilo, papá. Lo haré –le sonrió y fue directo al baño.

Después de haberse bañado, cogió una afeitadora que estaba dentro del gabinete de su espejo de baño y se rasuró el candado que estaba alrededor de su boca. Ahora parecía más joven; su barbilla había quedado suave. Salió del baño y recibió una llamada de Lestat.

-¡Uriel!

-¿Qué pasó, Lestat?

-¿Dónde andabas hoy? Tu novia andaba preocupada por ti, preguntándome dónde carajo estabas, hasta Agnes me preguntó por ti.

-Andaba… Haciendo una serie de cosas importantes.

-¡Bien! ¿Vas a mi casa después de la obra?

-¿Para qué?

-Para la fiesta de noche buena, tarado.

-Ah, ah… Sí, sí voy.

-Bueno, dale. Nos vemos en la universidad. Adiós –trancó.

Uriel dejó el celular a un lado y se acostó es su cama por unos minutos. Estaba agotado, no tenía ganas ni de respirar. La pereza se lo estaba comiendo vivo.
Amber terminó de bañarse y Katy le prestó algo de ropa y se fueron al jardín en donde se encontraron con Nickolas y su novio.

-Hey Nicko, hola... novio de Nicko -saludó Amber sonriendo.

-Hola, chicas -saludó Nickolas –querido, ¿recuerdas a las chicas de las que te hablé?
-Amm, si -sonrió este -es un placer chicas, soy Alex.

-Ammm, un placer Alex -sonrió Amber sentándose a su lado -soy Amber y ella es Katy.

-Hola -saludó ella un poco apenada y se sentó al lado de Amber.

-Nicko, si no te molesta, dormiré un poco estoy exhausta.

-Tranquila, ballerina bella, nosotros te despertamos a una hora prudente para que vayamos a alistarnos -Amber apoyó la cabeza de las piernas de Katy y se quedó dormida.

Uriel había cerrado los ojos y pensó en todo lo que vivió ese día, en los problemas que se pudo haber metido y en lo mucho que le gustaba Amber. Para cuando volvió a la Tierra, se dio cuenta que eran las 7:30pm. Puso los ojos como platos y enseguida se vistió con el smoking que le dio Gabriel y se perfumó.

Recordó las partituras en su cabeza una y otra vez mientras se peinaba, luego fue al banco de sangre de la habitación de al lado y se alimentó por diez minutos. Cuando ya estaba listo faltaban 15 para las 8; Caleb lo esperaba en la entrada y lo apuraba.
-¿Llevas todo?

-Creo que sí.

-¿Te echaste perfume?

-Sí.

-¿Llevas las partituras?

-Sí.

-¿Comiste?

-Sí, sí. Ya vámonos –corrió al auto, ambos se subieron y Uriel manejó lo más rápido que pudo a la universidad.

Amber, Katy y Nickolas ya se habían vestido para el ensayo general con la orquesta, luego de eso se tenían que vestirse para la obra, tanto jaleo le molestaba a Amber pero así eran las cosas en un día como ese.

Habían dejado al novio de Nickolas en el jardín luego de que despertaran a Amber de dormir para irse a preparar, ya todos los músicos estaban en su sitio, solo faltaba Uriel para que empezaran, éste llegó algo apurado a la sala de conciertos y se sentó en su lugar, Amber que estaba en el escenario le saludó sonriendo.

Uriel le devolvió la sonrisa y esperó a que todos estuviesen listos para empezar a tocar. Ya se sabía todo, estaba listo… Sólo faltaba que la obra comenzara.

viernes, 25 de junio de 2010

Capítulo XXV: Sólo por hoy.

Uriel se sentó en una mesa del comedor; estaba furioso. “No lo puedo creer… Es que nada más a mí y al pato Lucas”, pensó. Le dio un golpe a la mesa y se sobó las sienes. Lestat llegó de la nada y se sentó a su lado.

-¿Qué hay? ¿Por qué la cara de ano?

-¿Que por qué? ¡Ag! No me molestes ahorita –frunció el entrecejo.

-Uuff… ¿Qué te hizo la bipolar? Te conozco como si te hubiese engendrado. ¿Qué pasó?

-Nada.

-Dime.

-¡Ag! Otro se me adelantó.

-¿Quién te manda a ser lento?

-Es que… Ayer –tomó aire- ayer la recibí en mi casa, la cuidé, vimos película, le di mi ropa para que se cambiara, y hasta la besé. Hoy que decido dar un paso más, la veo dejándose manosear por el nuevo bailarín, el que va a ser el protagonista de la obra de “El cascanueces” con ella. Le tocaba casi todo lo que yo le toqué ayer y besé. Aún no puedo analizar lo que vi… -gruñó.

-Estás pasado de cuaima. ¡Búscate otra! ¡Sé un hombre!

Uriel lo agarró por el cuello de su camisa. –No me hagas mandarte al fondo del lago, ¿entendiste?

Lestat se rió un tanto nervioso. Había olvidado lo agresivo que podía ser Uriel si le provocaban.

-Tranquiiilo…Tranquiiiilo. Seguro el tipo es gay –le quitó la mano de su camisa lentamente. –Todos los bailarines son gays.

-¡Bah! Por supuesto que no es gay –se cruzó de brazos y vio a Amber entrando al comedor con Nickolas agarrados de la mano. -¿¡VES!?

Amber estaba siendo arrastrada por Nickolas al comedor como un perrito con corre.
-Nicko, estás haciéndome daño -protestó ella.

-Oh, lo siento, ballerina bella -se disculpó y la soltó, miró a su alrededor visualizando a Uriel -mira, mira... allí está.

-Pero Nicko, Uriel no... -trató de hablar pero Nickolas hizo caso omiso y la volvió a arrastrar hasta la mesa donde estaban Uriel y Lestat.

-Ho... hola de nuevo -saludó Nickolas y se sentó al lado de Uriel y obligó a Amber a sentarse a su lado.

-Hola -suspiró Amber sobándose las sienes.

Uriel lo miró extraño y Lestat aguantó las ganas de reírse. Al parecer todo el mundo se daba cuenta de la clase de “hombre” que era Nickolas menos Uriel.

-Hola –dijo Uriel con un tono un tanto escéptico.

-¿Cómo estás? -preguntó Nickolas algo nervioso, Amber entornó los ojos -va a ser más difícil de lo que creía decirle esto -pensó mirando a Uriel.

Uriel escuchó los pensamientos de Amber y enfureció pero trató de disimular lo mejor que podía. –Bien…

-¿Cuál es el interés en mi amigo Uriel? –Preguntó Lestat tratando de revelar las verdaderas intenciones de Nickolas.

Nickolas se sintió un poco inquieto -ah bueno yo... me tengo que ir -se levantó súbitamente y cogió a Amber de la muñeca -a... adiós, nos vemos luego -Amber se sobresaltó y Nickolas se la llevó arrastrando.

-Espera... tengo hambre, no podemos irnos sin comer, sino me desmayo -se quejó ella tratando de zafarse de la fuerte mano de Nickolas.

-Lo siento, lo siento. Te compro algo en el camino, es que estoy muy nervioso y él otro chico me interroga de pronto, ¿serán pareja?

-Ehh, no lo creo Lestat es un perro y, además a Uriel...

-¿No son pareja?, eso es muy, muy bueno para mí -sonrió y siguió arrastrando a Amber que bufó resignada.

Lestat dejó escapar una carcajada mientras que Uriel permanecía como un niño regañado cruzado de brazos.

-¡Te cambiaron por un gay! ¡NO LO PUEDO CREER! –siguió riéndose.

-¡Ja! ¡Ja! No le veo la gracia.

-¡Ag! Vamos, Uriel. Nickolas no es un hombre, es un gay de pies a cabeza.

-¿Ahora qué? ¿Te gustan los gays que los olfateas y los distingues de lejos?
-No, es que se le nota claramente.

-¡Ag! ¡Claro que no es gay! Amber pensó en que tenía que decirme algo… Seguro me dirá que empezó a salir con el tipito ese.

-Ah, qué bien… ¿Te vas a poner cuaima?

Uriel bufó. –Nah… Es mejor que lo deje así. No voy a intentar nada.

-Yo que tú, reclamo lo que es mío.

-Es que ese es el detalle: Amber no es absolutamente nada mío.

-Bueno, entonces te jodiste –Lestat sonrió ampliamente.

-Seh… ¿Qué más da? –Miró su reloj. –No quiero ir a la clase de francés.

-Mmm… Deberías entrar, tu profesor no vino hoy porque tuvo un accidente. Madame Angeliqué, la que le da clases a la chica bipolar y a la Virgen María, fue a verlo porque bueno…, ellos tienen una cosa rara; así que nos dará clases mi profesor de francés.

-Yo no acostumbro a desearle mal a nadie, pero gracias a Dios que el tipo ese no vino. Hoy estoy amotinado y él me saca de mis casillas… -bufó- no quiero reventarle el cuello.

-Por cierto, tenemos un Quiz.

-¿Quiz?

-Sí, una prueba. Es sorpresa… Oí a Madame y a mi profesor hablar sobre eso.

-Bueh… Pan comido.

-Para nosotros sí. Pero, cuidado con distraerte en clases con la bipolar; seguro estará allí con Nickolas –se burló.

-Ni me lo recuerdes –Uriel suspiró y ahora menos quería ir a clases.

Amber se dejó arrastrar otro poco más hasta que llegaron a uno de los jardines del campus -bueno, bueno... serás muy buena gente y todo pero cuando tengo hambre me molesto mucho y ya me estás sacando de quicio.

-Ahg, discúlpame, bella. Lo hice de nuevo; soy verdaderamente impulsivo cuando alguien me gusta -la soltó y se sentó en uno de los bancos.

-Tranquilo, te entiendo. Soy casi igual -se sentó a su lado -más te vale que me compres algo, me sacaste del comedor y quiero comer antes de que empiece la clase de francés, al parecer tendremos que ver clases todos juntos.

-¿Uriel va a estar allí?

-Sí, y lamentablemente el lobo feroz también.

-¿Quién es ese?

-El otro que estaba con él.

-Ah, ya si es verdad que me dijiste que era muy perro... bueno, espera aquí ya te traigo algo.
Nickolas se levantó y corrió hasta dentro del edificio de la escuela de artes culinarias. Al rato regresó con dos bandejas cerradas –toma, aquí tienes.

-¿Cómo conseguiste esto? -Amber se sorprendió por lo que había adentro, todo un almuerzo de carne, pasta, jugo y de postre, un pudín de chocolate.

-Tengo un amigo en la clase de artes culinarias, allí tienen una cafetería propia y me facilitó estas dos bandejas.

-Bueno, bon appétit -comenzó a comer con los cubiertos que le dio Nickolas, éste al verla sonrió y comenzó a comer también.

Luego de que acabaron, Amber guardó el pudín en su mochila para después, se fueron a la clase de francés donde se encontrarían con Uriel, Lestat y Katy.
Uriel y Lestat estaban en el pasillo fuera del salón de clases de francés; Uriel frunció el ceño al ver a Amber llegar con Nickolas, así que miró hacia otro lado, mientras que Lestat se distrajo viendo las piernas de una chica, que pare su sorpresa, era Katy con una falda y tacones negros con plateado.

-Virgen María –le saludó sonriendo.

-Perrito, ¿cómo estas? ¿Qué es de tu vida? -contestó sonriendo, algo que sorprendió a Amber al verla -¿así de feliz esta con Thony? -pensó.

-Muy bien, no te pregunto por ti porque veo que estás perfectamente –movió sus cejas con picardía.

-Si, estoy muy bien -no entendió la indirecta y le pasó por un lado para saludar a Amber y Nickolas -Amber, Nicko... pensé que se iban a saltar las clases hoy para practicar a solas.

-Ah si, bueno, es que después nos regañan por hacer eso y no quiero de Madame me coma viva, debe estar muy preocupada por el marido así que bueno...

-Bueno, entremos -sonrió y los tres se adentraron a la clase.

Nickolas se sentó cerca de Uriel, Amber al lado de Nickolas y del chico en silla de ruedas y Katy adelante a Amber.

Lestat se sentó al lado de Katy, no estaba acostumbrado a verla así; sólo la había visto una vez con ese tipo de falda y fue en el bar. Agnes apenas vio a Uriel entrar al salón, hizo de todo para poder sentarse a su lado. Uriel no tenía cabeza para pensar en nada; decía que ya había freído las últimas neuronas que le quedaban planeando cómo declarársele a Amber, para que a la final ella estuviese con Nickolas.

-Hola, Uriel –saludó Agnes con voz seductora y acariciándole un brazo.

-Hola, Agnes –dijo sin mirarla.

-Me dijeron que hoy es tu cumpleaños.

-No te mintieron…

-Entonces –se le recostó del hombro y le habló al oído. –Feliz cumpleaños –le besó la mejilla y se enderezó en su puesto.

A Uriel no le había afectado aquel cariño; ya estaba empezando a acostumbrarse a que cada vez que Agnes lo viera, se le lanzara encima.

Amber estaba distraída tratando de pensar cómo decirlo sin herir sus sentimientos, después de todo no quería romper el corazón de un amigo.
Uriel escuchaba los pensamientos de Amber, y era como si le clavaran varias estacas en la espalda lentamente. “Amigos, ¿estás escuchando bien? AMIGOS, nada más”, pensó y frunció el ceño.

-Hola, chica bailarina -saludó el chico en silla de ruedas al lado de Amber ella, no se había dado cuenta de que estaba allí, así que se sobresaltó un poco.

-Hola, ¿qué más?

-Todo normal, ¿y tú?

-En este momento las tengo difícil.

-¿Te encontraron tirando por allí?

-Ja, no... Es sobre un amigo, no sé cómo decirle algo importante y estoy segura de que heriré sus sentimientos.

-Pues, sólo díselo, nada puede ser peor que guardarse las cosas para uno, es mejor dejar que los demás sufran.

-Ammm... no lo creo, soy ruda pero no cruel.

-Entonces has como que no me has escuchado.

-Eso haré.

-Hey, ballerina bella, la clase ya va a empezar -le advirtió Nickolas desde el otro lado sonriéndole.

-Sí, ya sé, ahg pero me da fastidio. Debimos habernos ido a bailar en vez de estar aquí.

-Madame Angeliqué se molestará con nosotros si hacemos eso.

-¿Y qué importa?

El profesor entró, Amber lo había visto pero no lo conocía, al parecer era un renombrado director de orquesta retirado, y ahora daba clases de francés.

Uriel escuchó la conversación de Cedric con Amber y casi le da un patatús. “Es que nada más a mí pues”, pensó tomando aire. Lestat lo miró y le dio mucha gracia su cara de frustrado; pero siguió mirando las piernas de Katy, hasta tal punto, que llegó a incomodarla.

-¿Puedes dejar de mirar? -preguntó en voz baja Katy a Lestat molesta.

-Mmm… No. Por algo te la pusiste; para que te miraran –le sonrió.

-Pero no precisamente un perro como tú -frunció el ceño.

-Bueno, cálatela. Nadie te mandó a ponerte provocativa para éste lobo.

-¿Quieres que te lance el libro por la cabeza? -amenazó frustrada.

-¡Hazlo y te agarro una pierna!

-Hazlo, y busco una forma legal de matarte -frunció el entre cejo, se levantó y se colocó en el asiento que estaba detrás de Amber el cual estaba vacío.

Lestat rió y la siguió con la mirada hasta el sitio donde se sentó.

Uriel apoyó la frente de la madera de la mesa; los pensamientos de Amber lo dejaban más muerto de lo que ya estaba.

Amber no prestaba atención a lo que decía el viejo, de pronto una hoja se tendió sobre su mesa, al parecer era un quiz sorpresa, algo fácil para ella pero muy molesto.

A Uriel le entregaron la hoja del quiz; la vio como si le estuviesen diciendo un chiste tonto, lo contestó como si estuviese sumando dos más dos y lo devolvió. Agnes lo miró impresionada.
Amber contestó rápidamente le examen y lo entregó, se dio cuenta de que Uriel también lo estaba entregando, pero no le sorprendió, después de todo, el extraterrestre sabía como 10 idiomas.

Uriel se dio cuenta de que Amber lo miraba; la miró por un segundo y luego volvió a mirar hacia delante con el rostro serio. “Ag, ya qué carajo. Que me diga lo que me tenga que decir y ya. No me voy a mortificar”, pensó y miró el examen de Agnes; parecía que estuviese contestando chino mandarín en vez de francés.

Amber pasó por el lado del pupitre de Agnes y tuvo que contener una carcajada –lo que tiene de perra lo tiene de bruta -pensó tapándose la boca y sentándose en su puesto.

Uriel sintió lastima al ver las burradas de Agnes-Eso no va así…-le dijo tratando de ayudarla.
Agnes se detuvo y lo miró. -¿Cómo va?

-No me mires, sigue viendo la hoja –Uriel bufó y le explicó cómo debía responder mientras hablaba entre dientes y veía al pizarrón.

-Gracias –dijo ella sonriendo y entregó el quiz.

-De nada.

-Ahg, Uriel si es buena gente -pensó Amber-, yo la hubiera dejado que raspara por perra.
Después de una hora, la clase acabó y el profesor salió antes que todos. Lestat le habló a unos cuantos sobre la reunión que le haría a Uriel y les pidió que se quedaran; muchas chicas que estaban locas por Lestat y Uriel, aceptaron quedarse sin pensarlo dos veces, los amigos de él se quedaron y algunos profesores. Vio a Katy saliendo casi corriendo y la tomó del brazo.

-¿Qué? -preguntó secamente y sacudiéndose para que la soltara.

-Hey, Virgen María. Quédate para la reunión que le haré a Uriel. Amber y mucha gente se quedará.

-Mmmm, yo sé, me quedaré pero tengo que ir a buscar a Thon.

-Bueno. Dale, ve y busca a tu palillo de dientes. Te veo allá –le sonrió.

-Por lo menos no es un perro como tú -se volteó y se fue.

-¡Eso crees tú! –Le gritó y se burló. Luego detuvo a Amber y a Nickolas, quienes iban saliendo del salón. -¡Hey! Quédense para la reunión que le haré a Uriel.

-Ok, así podré hablar con Uriel sobre algo importante -le dijo y miró a Nickolas preocupada.

-¿Qué? ¿Terminarás con él? –Preguntó riendo.

-Nunca hemos empezado -frunció el ceño sonrojándose un poco.

Lestat carcajeó. –Debiste decir que sí –vio a Uriel saliendo del salón y dirigiéndose hacia otro lado. –Los veo luego. Ahí salió el amargado.

Nickolas que se había distraído con otra cosa no escuchó su conversación –Nicko, vamos a la casa del lobo feroz para la fiesta de cumpleaños de Uriel, ¿quieres venir?

-Claro, claro, ¿cómo no voy a ir? -sonrió animado.

-Como sea, no te me pierdas que te vas conmigo.

-No me separaría de ti por nada, bella.

-Sí…, vamos a esperar que el perrito nos diga dónde queda su casa.

Lestat antes de alcanzar a Uriel, se regresó hasta Amber y Nickolas y les entregó una tarjeta con su teléfono y dirección. –Si se pierden, me llaman.

-Si, bueno... entonces nos vemos allá, perrito. ¿Sabes para donde se fue Katy?

-Ah, sí. Fue a buscar a su maridito.

-Ahg, lo que me faltaba -entornó los ojos y cogió a Nickolas de la muñeca -vente vamos a buscarlos, ella es la única que nos puede llevar porque no tengo carro -se fueron a buscar a Katy en la escuela de arte callejero donde Thony veía clases.

Uriel caminaba molesto sin saber a dónde. Lestat logró alcanzarlo y lo detuvo.

-¡Hey! ¿Adónde se supone que vas? ¿Recuerdas que te haré una reunión en mi casa?

-Iba a mi casa… Estoy obstinado. Escucho los pensamientos de las mujeres, y la que me gusta, no la entiendo. ¿Puedes creerlo?

-Relájate. Seguro no es lo que crees…

-Nooo… Si no me dice que le gusta Nickolas y que tiene algo con él, me dirá que es lesbiana y que le gusta Katy. Una de esas dos.

-Pero tú si exageras.

-Tengo motivos –frunció el ceño y siguió caminando.

-Vamos a mi casa… Hay gente esperándote. Podrás beber lo que quieres y olvidar todo este lío –le puso un brazo sobre los hombres.

Uriel bufó. –Bueno, vamos.

Caminaron hasta el muelle y se montaron en el ferry.

Amber y Nickolas consiguieron a Katy y Thony; se montaron en el ferry juntos, luego de eso, como pudieron, se metieron en el mini-couper de Katy, Thony se quejaba de lo pequeño que era y Amber le reclamaba a él.

-¿Acaso este carro es tuyo, muchacho jodedor? -le dio un manotazo por la nuca.
-Ahg, Ver. Eso duele.

-Pues no te quejes... si tanto te molesta cómprale un autobús.

-Ya no peleen, llegamos -suspiró Katy y se estacionó frente a la enorme mansión de Lestat, la cual estaba completamente rodeado de los autos de la gente de la universidad.

-Es pedazo de lobo, conociéndolo seguro que la mitad de la gente que invitó ni conocerá a Uriel -bufó Amber, Nickolas rió y se adentraron a la casa.

Se escuchaba la canción de Verano azul a todo volumen. La supuesta reunión, había terminado siendo una gran fiesta, retumba ventanas. Todos bailaban en la gran sala con las luces apagadas; sólo se veían unas pequeñas luces que hacían unas máquinas y había mucho humo. Unos cuantos se bañaban en la piscina y otros se atragantaban de comida.

Lestat ligaba con muchas chicas a la vez y Uriel sólo bebía en el minibar.

Amber y Nickolas se separaron inesperadamente de Katy y Thony que desaparecieron al entrar en la masa de gente, ellos dos no se separaron porque Nickolas cogió a Amber por el brazo para no separarse; Nickolas miró a Uriel en el bar.

-Ahí está, ahí está -se emocionó un poco.

-Ahg, Nicko. Hay algo importante que tengo que decirte, verás...

-Me lo dices luego, vamos -arrastró a Amber por el brazo hasta donde estaba Uriel.

-Ho... hola -saludó este.

-Epa, Uriel -saludó ella.

Uriel miró a ambos de arriba abajo. “¿Por qué carajo tiene que venir a restregármelo en la cara?”, pensó. –Hola –saludó y luego volteó a ver a la gente mientras bebía.

-Parece molesto -le susurró Nickolas a Amber al oído.

-Es que hay mucha gente y a el no le agrada tanto bullicio -le contestó ella igualmente al oído.

Uriel escuchó el cuchicheo que tenían ambos. -¡Ag! –Gruñó y frunció el ceño. Se terminó su trago y caminó entre los dos, haciendo que se separaran bruscamente, mientras él buscaba a alguien con quien bailar o que fuese conocido.

-¿Estará molesto conmigo? -se preguntó Amber en voz alta.

-No sé, quizás hiciste algo que lo molestara.

-No sé, tendré que hablar con él para ver qué le pasa -suspiró -espérame aquí, Nicko -se fue detrás de Uriel y al alcanzarlo entre la multitud, le haló el brazo -Uriel, espera...

-¿Qué? –Preguntó secamente.

-¿Estás... molesto conmigo? -puso cara de preocupación -¿hice algo que te molestara?

Uriel rió con incredulidad. -¿Yo? ¿Molesto contigo? ¿Por qué lo estaría? A ver… Dime una razón.

-Ah... bueno, no sé -frunció el ceño al ver la altanería de Uriel -y sí, pareces molesto.
Maldita sea, sólo mírate... -Se cruzó de brazos suspirando.

Uriel bufó. –Sí, estoy molesto, ¿Feliz? –Le dio la espalda y siguió caminando. Quería salir del sitio.

Amber lo siguió. –A mí no me des la espalda, carajo -lo siguió hasta que llegaron a un balcón a solas de la casa de Lestat -espera, tu... estúpido, idiota...

-¿Si no qué? –Preguntó él, dándose la vuelta de repente.

-Si no... Si no, no te doy tu regalo de cumpleaños -fue lo único que se le ocurrió.

-¡Bah! –Movió la mano con fastidio. -¿Y qué? ¿Qué me darás? ¿Me dirás que el tipo con el que andas es tu novio? ¿Ese es tu regalo?

-¿Qué?, ¿tú te volviste loco?, ¿cómo Nicko va a ser mi novio?

-¿Cómo que cómo? Desde que llegó, te dejas abrazar por él, caminan de mano y ahora hasta te toca –dijo casi gritando por el volumen de la música y por la rabia.

-Eso... eso fue porque me estaba sacando las medidas para el estúpido vestido de la estúpida obra, además él es gay... -casi lo gritó -sino, no lo hubiera dejado.

-¿¡Que qué!? ¿Gay…? –Dijo un poco confuso. Lestat se lo había advertido-¿Y cómo estás tan segura de que es gay? ¿Y si hace todo sólo para estar contigo y tocarte?

-¡COÑO, PORQUE QUIERE CONTIGO! –gritó.

-¿¡AH!? ¿Que quiere con…? –Uriel hizo una mueca de asco.

-Si, está perdido por ti y no me ha dejado explicarle que eres heterosexual; eso me está frustrando, y para más colmo, tú estas todo estúpido también. Él es un buen amigo y no quiero que se decepcione tanto -se sobó la sienes mientras caminaba de un lado a otro -entonces me ha estado arrastrando toda la tarde de un lado a otro persiguiéndote... pero habla tanto que no me deja decirle casi nada... ahg, ¡MALDICIÓN!

Uriel quedó atónito y luego sonrió. –Ah, era eso…


-Si, es eso... y tú que no ayudas en nada y vienes y te molestas conmigo como si yo tuviera la culpa de que el sea gay y de que le gustes.

-Pff, ¿y qué rayos iba a saber yo que ese pobre loco es gay?

-Pues es obvio, ¿no me digas que no te diste cuenta?, sólo con verte, se le parte la galleta y eso que normalmente es tan serio...

Uriel suspiró. –Diablos…, no, no me di cuenta. ¿Y ahora qué carajo hago para quitármelo de encima?

-No sé, he tratado de decirle que no eres de ese equipo toda la tarde pero no me escucha -suspiró con él y se apoyó de la baranda del balcón.

-Bueno, tendré que buscarme una novia por hoy para que crea que tengo a alguien y deje de molestarme –comentó poniéndose a su lado y apoyándose de la baranda.

-Me acabas de dar una idea, aunque es un poco descabellada... ¿Y si yo soy tu novia por hoy?-sonrió con picardía.

Uriel sonrió. –Mmm… ¿Se vale besar?

-Mmmm... Supongo que sí, tenemos que ser lo más realistas posibles.

Uriel rió. –Bueno… -permaneció un momento en silencio y luego habló. –Amber, ¿quieres ser mi novia por hoy? –Le preguntó sonriendo.

-Será un placer -contestó ella devolviéndole la sonrisa.

-¿Quieres ir a bailar o tomar algo?

-A bailar sería lo ideal, ¿no crees?

-Sí… Vamos a bailar –Uriel la tomó de la mano como si fuesen “novios” y la llevó hasta la sala donde los invitados bailaban.

Justo cuando entraron a la pista de baile empezó a sonar una suave música, Amber colocó los brazos rodeando el cuello de Uriel y éste la cogió por la cintura -parece que el DJ, está de nuestra parte -comentó sonriendo.

Uriel sonrió ampliamente. –Parece que sí –le acarició el cabello.

Amber fijó sus ojos en los suyos y comenzaron a bailar despacio, Nickolas les observaba desde la barra un poco preocupado, Amber se sentía un poco mal por tener que demostrarle de esa manera que Uriel no era de ese equipo, pero algo en su interior no le impedía tener remordimiento alguno.

Uriel no dejaba de observar los ojos grises de Amber y sus labios; quería besarla, ella ya le había dado permiso, y no quería hacerlo sólo por sacarse al gay de encima, sino porque lo deseaba. Extrañaba lo suave que eran y su dulce sabor debido al brillo labial de fresas.

Amber anhelaba los labios de Uriel, ella le había dicho que podía besarla pero tenía un poco de temor de dar el primer paso, la música se detuvo y como un fantasma Nickolas se apareció a su lado.

-Hola, chicos. Veo que se arreglaron -comentó este un tanto preocupado.

-Si, algo así... verás Nicko hay algo... -trató de decir Amber.

-No sabía que bien bailabas Uriel, eres maravilloso -interrumpió Nicko dirigiéndose a Uriel.

Uriel tomó la mano de Amber y la besó. –Sí, ya nos arreglamos –dijo sonriendo y volteó a ver a Nickolas. –Gracias por lo de que sé bailar.

Amber quedó en shock por un segundo y Nickolas palideció -Oh sí, ya veo -se volteó y se fue.
-Ahg, ahora me va a odiar... Espérate aquí un segundo que ya vengo -soltó la mano de Uriel y fue tras Nickolas.

Uriel dejó que ella fue tras Nickolas y fue a buscar a Lestat; éste estaba besando a una chica y no quiso interrumpir; luego distinguió a Katy con Thony, que parecían que se iban a comer vivos.

Amber logró alcanzar a Nickolas a duras penas, parece que esa noche ha estado corriendo detrás de los demás, le cogió por el brazo y este al verla con rostro preocupado le sonrió con vergüenza.

-Supongo que eso era lo importante que tratabas de decirme -le dijo.

Amber suspiró -lo siento -fue lo único que pudo articular.

-No tienes porqué, yo me confié demasiado, además tú trataste de decírmelo y no te escuché... cuando me emociono, a veces hablo demás y no escucho a nadie.

-No quiero que me odies por esto... eres el único amigo varón que tengo en esto del ballet, los demás los odio repudio tanto que me provoca escupirles.

Nickolas se carcajeó -Tranquila, todavía somos amigos y de los mejores, después de todo, ¿dónde más voy a encontrar a la pareja de baile perfecta para mi?, eres tan directa y tan genial, que creo que te puedo considerar mi mejor amiga.

-Pero... sólo te conozco un día y eso que al principio me caías de la patada.

-Lo sé, ¿pero que te puedo decir? -rió y la abrazó -cuando me consiga un novio así de guapo como el tuyo, a ti será a la primera que se lo diré.

-Eso me honra -rió y le devolvió el abrazo, mucho más feliz y relajada.

Uriel se recostó de una pared esperando a que Amber apareciera. De la nada le apareció Agnes y él se sobresaltó.

-Gracias por ayudarme hoy –dijo ella sonriendo.

Uriel fingió una sonrisa. –De nada…

-¿Qué haces? Estás aquí solo… Puedo acompañarte.

-De hecho, estoy esperando a alguien.

-¿A quién? –Se le inclinó casi invadiendo su espacio.

-A Amber –respondió con dureza.

-¿Para qué? Ella está loca.

-Me gusta así.

-¿Y una como yo no te gusta?

Amber caminó hasta Uriel pasando por el público, Nickolas le dijo que no quería interrumpir su tiempo con Uriel y se había ido a buscar amor entre algún invitado de la fiesta, al ver a Agnes con Uriel sintió que se ponía de todos los colores por la furia y más al escuchar la pregunta que le hizo ésta a él como una "novia" reclamando lo que es suyo; se acercó a ellos, colocó su brazo rodeando la cintura de Uriel y miró a Agnes.

-Las zorras no les va muy bien -dijo con una sonrisa en los labios.

-¿Cómo que zorra? –Repitió Agnes frunciendo el ceño y con ganas de matar a Amber.

-Hola, mi vida –la saludó Uriel con una sonrisa y luego la besó en los labios repentinamente.

-Ya regresé -sonrió Amber luego de que Uriel la besara -el asunto está arreglado -ignoró a Agnes completamente como si no estuviera allí.

-Qué bueno –dijo Uriel riendo. -¿No lloró? –Se le había olvidado de Agnes seguía allí.

-No, es más, me considera su mejor amiga -sonrió con orgullo -Tengo mi primer amigo gay, eso es bueno -rió.

Uriel carcajeó. –Y tu primer novio “chupa sangre” –le dio un beso en el cuello. Agnes vio horrorizada y se fue echando chispas.

Amber se carcajeó al verla tan amotinada -No sólo te sacaste de encima a Nicko, también a los seres no deseados -dijo refiriéndose a Agnes.

-Sí, de lo único de lo que no me quiero deshacer es de mi novia por un día –comentó sonriendo, esperando que Amber captara su indirecta.

-Por cierto, ¿conoces a toda esta gente? -preguntó Amber sin captar la indirecta y cambiando totalmente de tema.

Uriel se decepcionó un poco y vio al gentío que bailaba. –A algunos… El resto son puros amigos de Lestat.

-Ese perro nunca cambia, se supone que es tu fiesta -comentó con el ceño fruncido.

Uriel rió. –Él ahora es el único que me hace algo en mi cumpleaños. Por eso no me quejo.

-Ah, por cierto, te tengo un presente -Amber hurgó en su bolsillo y sacó una pequeña cajita -ten, es muy pequeño ya que, como sabes, estoy en quiebra. Pero espero que te guste.

Uriel miró la pequeña caja. –Gracias… -Dijo extrañado. –Bueno, aunque todo lo que venga de ti, me gustará –comentó mientras abría la caja.

Al terminar, vio un collar con un muñequito extraterrestre colgando. Uriel sonrió al verlo. “Típico de Amber”, pensó. –Gracias, Amber –le sonrió y se acercó para besarla en la mejilla; pero más deseaba besar sus labios, así que se acercó hasta ellos, pero temió por la reacción de Amber; no quería que se sintiera extraña.

Amber esperó el beso pero al parecer Uriel se había incomodado, así que decidió empezar a hablar -qué bueno que te gustara, lo vi y me dije, ese es Uriel, así que bueno... lo compré.

Uriel se mordió los labios y se echó para atrás. –Sí… Igualito. Verde y todo como cuando me pega el Sol –lo último lo dijo casi en un susurro.

-Verde... -rió -bueno no es tu culpa ser alérgico al Sol, aunque es una enfermedad poco conocida, por lo menos no te afecta tanto, he leído que hay gente que ni puede salir de día, justo como los vampiros, pobres.

Uriel carcajeó. –Yo también lo he leído… ¿Qué te puedo decir? Soy extraño en todos los aspectos.

Amber rió -bueno, yo tampoco soy un ser humano normal después de todo, así que quizás sea extraterrestre también y nunca lo supe.

-Tal vez. Uno nunca sabe… -miró el reloj de su muñeca. –Me quiero ir, ya ni sé dónde está Lestat. ¿Quieres que te lleve a tu casa?

-Ah -suspiró -si, tengo una práctica especial con Nicko desde temprano hasta la tarde... y yo también me quiero ir, este gentío me molesta.

-Entonces vámonos –Uriel volvió a agarrarla de la mano y pasó entre la gente. Llegaron al auto y le abrió la puerta como siempre, y luego se montó él.

Amber le gustaba mucho estar en el auto de Uriel, era como si se relajara cada vez que estaba en él, y por supuesto con Uriel a su lado, todavía más.

Uriel manejó por la oscura autopista, para llegar al edificio donde vivía Amber. Se detuvo y la vio medio dormida en el asiento de al lado. Le acarició la mejilla -Ya llegamos a tu casa.

Amber suspiró porque ya habían llegado, el camino se le hizo muy corto miró el reloj en el tablero del auto, las 11:55 –bueno, entonces hasta mañana -se iba a bajar del auto pero luego se volvió y lo miró fijamente.

-Hasta mañana… -le respondió Uriel un poco extraño porque ella no le dijo buenas noches, o gracias por traerme, ni le dio un beso en la mejilla. Se extrañó aún más cuando se devolvió. -¿Qué pasó?

-Nada -se acercó a él y le colocó la mano en su mejilla -nada de nada -susurró y le besó, un beso intenso como el que se habían dado hace unos días en su casa, lleno de deseo y anhelo, pero sólo eso, un beso; luego de un rato se separó de él y se mordió el labio esperando alguna reacción de su parte.

Uriel tardó un poco reaccionar; luego vio el reloj: 11:57pm. –Aún sigo siendo tu novio –sonrió y la besó mientras acariciaba su mejilla. Fue tan intenso, que hubo un momento que se quedaron sin aire y él sólo separó un poco sus labios de los de ella, pero después volvió a besarla con tanta fogosidad que la hizo gemir.

Amber sólo deseaba que el reloj se averiara y que no llegara a las 12, se sintió como la protagonista de su cuento favorito de niña, la cenicienta, pero bastante más pervertido.

Uriel la besó por su barbilla y luego bajó despacio hasta su cuello. Cuando vio en el reloj las 11:59, lo tapó con la mano y saboreó la sangre de su cuello; la mordió despacio mientras acariciaba su cabello.

Amber sonrió cuando Uriel hizo eso -es como si siempre leyera mi mente -pensó y se dejó acariciar mientras trataba de controlar sus impulsos de jadear.

Uriel se detuvo sólo unos segundos para dejarla tomar aire, pero cuando volvió a besarla, el reloj de su muñeca empezó a sonar y a prender una luz azul que avisaba que eran las 12:00am. Separó poco a poco sus labios de los de Amber y le sonrió mientras la miraba fijamente.

–Cenicienta, debes bajarte antes de que te quedes encerrada dentro de esta calabaza… No porque se vaya a convertir, sino porque el conductor te va a secuestrar.

-Rayos, maldito sea el tiempo -pensó y fingió una sonrisa pero estaba muy decepcionada de que tuvieran que parar allí –bueno, hasta mañana -arrastró esas palabras con molestia, pero le besó la mejilla antes de bajarse del auto.

-Hasta mañana –le sonrió y arrancó hacia su casa. Se sentía un poco cansado y lo único que quería hacer, era acostarse un rato.

Amber llegó a su casa, su madre estaba sentada en el sillón y la vio entrar; Amber le miró un segundo, se había preparado mentalmente para hablar con ella luego de lo que pasó con lo de su novio, pero en ese momento sólo pudo decir -buenas noches -y empezar a caminar a su habitación.

-Espera, Amber... -dijo su madre deteniéndola, ella se paró pero no dio la vuelta -¿Podemos hablar?

Amber suspiró y se fue a sentar en el sillón al lado del suyo - dime, ¿de qué quieres hablar?
Su madre se quedó en silencio por un momento, Amber se sentía muy nerviosa -¿por qué estas llegando a esta hora? -dijo y Amber se sorprendió.

-Ammm... ¿y por qué te interesa? -Preguntó Amber molesta y se levantó.

-No, no, no espera... eso no era lo que quería decir... ahg, he perdido mi facultad de madre.

-Vaya, eso es un progreso, pero es como tarde para que te des cuenta.

-Si... -suspiró -yo, lo... siento -Amber quedó como en shock, por inercia se sentó en el sillón nuevamente.

-Creo que estoy alucinando, ¿dijiste lo que dijiste?

-Si, hija...

-¿Y me llamaste hija?, definitivamente esto es una clase de sueño, debo estar durmiendo todavía en el auto de Uriel -susurró lo último pellizcándose.

-Hija, de verdad siento ser así, pero después de que ese hombre nos dejara, digamos que... cambien un poco.

-Mamá, no fue un poco, fue un cambio tan drástico como un terremoto, tengo suerte de no ser una drogadicta o prostituta.

-Oh, Amber. No exageres, no pude haber sido tan descuidada contigo estos años.

-Madre, lo creas o no han pasado 13 años desde la última vez que nos sentamos así, y creo que esa última vez fue para decirme que papá no iba a volver a pisar esta casa.

-Ammmm, este.... mmm... bueno, si tienes razón... yo.... ahs, volviendo al tema, es que lo siento, ¿si?, no he sido una buena madre, ni siquiera he sido madre.

-Está bien, mamá. Te perdono, no te tienes que esforzar por tratar de ser una buena madre ahora, sólo sigue siendo mi madre -le puso la mano sobre la suya tranquilizándola y luego se levantó del sillón para irse a su cuarto -y mamá... te quiero.

Su madre sonrió aliviada y a punto de romper a llorar -yo también, hija, yo también.

***

Uriel llegó a su casa y entró a hurtadillas por la puerta trasera. “Seguro que si Caleb me ve llegando a ésta hora, me golpeará con un sartén”, pensó y subió las escaleras, pero una crujió antes de él pisarla.

-¿Qué coño haces tú llegando a esta hora? –Era Caleb.

-Bueno… Me hicieron una reunión por mi cumpleaños y me quedé un buen rato en casa de Lestat…

-¿Y estas son horas de llegar? No me llamaste, no me diste chance de felicitarte, y me dejaste despierto toda la noche esperándote para picarte un tonto pastel de frutas, porque no había de otra cosa en la pastelería y de paso, la vendedora me atendió mal. ¡Yo hubiese sabido esto, y no compro un carajo!

-Lo siento, papá… Creí que llegarías tarde del trabajo.

-¡Y sí! Llegué tarde, pero fue buscándote la torta que a ti te gusta –frunció el ceño. -¿Sabes qué? Desde que se te apareció la tal Amelia, no tomas en cuenta a uno. Me voy a dormir –Caleb fue caminado tranquilamente a su habitación y Uriel lo siguió.

-Hey, de verdad lo siento… Pero, es que… -frunció el ceño. -¡Ella ya no es Amelia! ¡Es Amber! Quisiera que entendieras eso… Sigue siendo el mismo físico y la personalidad loca, pero no es la persona que me atormentó tanto.

-Bueno, como sea… ¡Me has tenido toda mi vida buscándola para matarla, y ahora te enamoras de ella!

-Yo no elegí enamorarme –bufó Uriel y bajó la mirada.

-Bueno, no sé. Ese es tu problema ahora… Buenas noches –Caleb cerró la puerta y no le dio chance a Uriel de que le dijera que lo perdonara una vez más. Éste se fue directo a su cama a “descansar”.

domingo, 6 de junio de 2010

Capítulo XXIV: Una confesión y otro amor inesperado.

Uriel se secó, se vistió antes de que Amber saliera del baño y pasará algo más cuando él se quitará la toalla y ella aún no estuviese vestida. Se puso unos jeans, una camisa negra manga larga y una chaqueta de cuero. Justo cuando Amber iba saliendo, él se estaba echando perfume.

Amber dio un suspiro de alivio, había aprovechado el momento para lavarse la cara y cepillarse los dientes; se acostó nuevamente sobre la gran cama de Uriel mirando al techo -¿vas a la universidad? -le preguntó.

-Sí. Tenemos que ir. “Debo practicar”, según Gabriel…

-Entonces, por favor antes de que te vayas, ¿me podrías dejar en mi casa?, no es que no vaya a ir a la universidad, pero necesito un cambio de ropa -rió -sería extraño si fuera con la tuya.
Uriel carcajeó. –Yo sé. Van a saber que estabas conmigo –se le sentó al lado y le acarició la mejilla.

-Por cierto Uriel, ¿y mi ropa? -preguntó Amber aun acostada en la cama.

-Buena pregunta. Bajaré a ver dónde la dejamos. Espera –Uriel bajó al primer piso y vio a Caleb planchando su bata de médico. –Buenos días, papá –e dijo con una sonrisa en el rostro.

Caleb sólo levantó la mirada. –Buenos días.

Uriel pasó disimuladamente a su lado buscando la ropa de Amber.

-¿Buscas esto? –Levantó la camisa que llevaba Amber el día anterior. La había planchado.
Uriel no podía articular palabra.

-¿De quién es? –se la lanzó y Uriel la atajó.

-Es… Es de una amiga de Lestat.

-¿Ah, sí? ¿Y qué hace su ropa aquí?

-Es que vino ayer para acá y como llovió, se le mojó la ropa y me pidió una.

-De casualidad, ¿esa amiga de Lestat no se llama Amelia o Amber?

-Noo… -fingió mirarlo extraño. –Se llama… -se acordó del nombre de una de las rubias- Roxana.

-Mmm… Bueno, ahí está su ropa.

-Gracias, padre. Tengo que llevársela.

-Claro, claro.

Uriel corrió a su habitación y le dio la ropa a Amber.

Amber agarró la ropa, fue hasta el baño y se cambió, muy bien podía ir con ella a la Universidad pero Katy seguro la regañaría y más si la ve llegar con Uriel. Salió del baño y se encontró con Uriel que la esperaba -¿más o menos cómo vamos a salir de aquí sin que tu padre se entere?

-A escondidas –sonrió. –Por la parte de atrás de la casa.

-OK, no hay problema, tú sólo guíame.

Uriel abrió la puerta con cautela y vio que Caleb agarraba sus cosas para irse. –Tenemos que esperar a que salga de la casa.

-OK, ¿pero no vas a llegar tarde?, a mí no me molesta tanto, ya estoy acostumbrada a que me reprendan.

-Pff… Es clase de piano. Y tengo que practicar las partituras de la obra esa. Ya me las sé de memoria.

-Ahg, a mí seguro me arrancan la cabeza y se la dan de de comer a los perros, tengo que practicar con el tipo ese... ¿cómo era que se llamaba?

-Háblame de que no me acuerdo –dijo riendo.

-Ammm... mmmm... -se puso pensativa -¿Nelson?, es algo con N, pero no recuerdo -rió.

-Sí, creo que es Nickolas la cuestión.

-Ese mismo, ahg... sólo espero que no sea demasiado molesto -suspiró -no me agrada la gente molesta.

-Cualquier cosa, me avisas.

-¡Uriel, me fui! ¡Ojala que Roxana no esté aquí cuando llegue! –se escuchó la voz de Caleb desde el piso de abajo y luego cerró la puerta.

Amber frunció el ceño -¿quién es Roxana?

-Según yo, es la dueña de tu ropa. Caleb la lavó y la planchó; tenía que inventar algo.

Amber rió a carcajadas -bah, si inventas cosas raras.

Uriel carcajeó. –Eso o me sacan de mi propia casa… Creo que ya podemos salir.

-Bueno, ¿y saldremos por la puerta principal o por la trasera?

-Vamos a la puerta principal. Si veo que está mi padre ahí todavía, nos vamos por atrás.

-OK -bajaron por las escaleras y fueron con cuidado directo a la puerta principal.

Uriel abrió la puerta y vio que Caleb apenas estaba encendiendo su escarabajo, aunque debería llamarlo mula, porque si iba muy rápido de recalentaba de una vez.

-Vamos por la de atrás –Uriel guió a Amber hasta la puerta trasera que era de cristal. Al abrirla, pudieron contemplar el inmenso jardín de la casa. Cada arbusto tenía flores de muchos colores; había árboles y pinos altos. Al final del jardín, estaba un lago de agua cristalina con cisnes y grandes montañas después de éste.

Amber quedó boquiabierta al ver tal paisaje, era espectacularmente hermoso, sólo había visto cosas así en películas, cuentos de hadas y sueños locos que tenía cunado dormía -vaya -dijo en un susurro.

-¿Te gusta? –Preguntó Uriel sonriendo.

-¿Que si me gusta?... psss, pues... es increíble, maravilloso -dijo anonadada -es como mágico, seguro te lo trajiste del planeta del cual viniste.

Uriel carcajeó. –No lo traje de otro planeta. Sólo lo he cuidado bien desde un principio.

Caminaron hasta el auto después de que vieron que Caleb se fue. Uriel puso la radio y manejó hasta la casa de Amber.

Al llegar a la casa de Amber, a pesar de su miedo por encontrarse con su madre, salio corriendo hasta arriba, le dio gracias a Dios al no ver a su mamá por ningún lado, se cambió poniéndose lo primero que vio en su armario y luego bajó a toda prisa donde Uriel la esperaba para ir a clases.

Uriel pisó el acelerador y en menos de diez minutos, ya estaban en el estacionamiento de la universidad. Aparcó el carro y dejó que Amber se bajara para ponerle la alarma. Habían llegado justo a tiempo para montarse; la fila comenzaba a moverse. Uriel visualizó a Lestat por un lado y a Katy con su nuevo novio por otro.

-Amber -saludó Katy, estaba cogida de la mano con Thony.

-Hey, Ber, ¿qué tal? -saludó Thony levantando la ceja al verla.

-Hola -le dijo a los dos y comenzó a arreglarse el cabello.

-Hola, Katy –saludó Uriel alegremente; luego miró a Anthony. –Hola, amigo de Amber.

-Hola, chupa sangre -saludó Katy, Thony sólo saludó con la mano.

-¿Katy, por fin te vas a cambiar a danza contemporánea este trimestre? -preguntó Amber de pronto.

-Oh... aún no estoy segura Amber.

-Pues piensa rápido porque ya se acaba este trimestre.

-Si... estem, es que Thony no quiere que me cambie.

-Pff... ¿Tú estás loca? -bufó Amber y miró severa a Thony.

-Es que... -trató de excusarse.

-¿Acaso tú decides el futuro de los demás, estúpido idiota? -le regañó Amber.

-¡Amber! Tranquilízate un poco, ¿sí? -dijo Katy.

-Ahg, Katy, ¿sabes qué?... voy al baño -fue lo único que se le ocurrió para irse de allí -ya vengo -frunció el ceño.

Uriel miró a la pareja negando con la cabeza; “¿Por qué diablos se deja influenciar por el palafito ese?”, pensó. Quiso buscar a Amber pero cuando fue en camino, Lestat lo alcanzó.

-Entonces, tú. ¿Ya son novios tú y la bipolar?

-¿Ese es tu nuevo saludo?

-Sólo quería averiguar porque hay unas cuantas chicas locas por ti por ahí. Aunque yo siendo tú, si fuese novio de la bipolar, no me importaría andar con otras.

Uriel rió. –Lo que pasa es que tú eres un perro de naturaleza, yo no.

-¡Ag! Casi me dices que vas a llegar virgen al matrimonio, payaso.

-Eso lo perdí hace muchísimos años déjame decirte…

-Seeh… Por cierto, ¿dónde anda la bipolar?

-Fue al baño. Creo que se molestó con su amiga Katy.

Ambos miraron hacia el baño de chicas y Amber venía saliendo.

Amber salió del baño con molestia, vio a Katy con Thony y decidió no estar con ellos por un rato para no patearle el trasero a Thony por estar decidiendo por Katy, no quería problemas con ella, después de todo, era su única amiga -ahg diablos, esto apesta -dijo en voz alta mientra que apoyaba los antebrazos de la baranda del ferry.

Uriel se le colocó a un lado y Lestat se puso al lado de éste.

-Hola, chica bipolar –le saludó Lestat mientras Uriel la miraba preocupado.

-Hola, perrito -saludó esta con sarcasmo.

-Mmm… yo venía a decirle algo a uno de ustedes dos o a los dos… -Lestat se puso a mirar por la baranda mientras hacía memoria. -¡Ah, sí! ¡Feliz cumpleaños, chupa sangre! –le dio unas palmadas en el hombro a Uriel.

-Gracias, licántropo.

-¿Cuántos son? ¿60 y qué?

-25 –lo miró con reprobación.

-Ah, verdad.

-Ahg, verdad que cumplías hoy. Estuve contigo toda la mañana y no te lo dije, feliz cumple Uriel -Amber sonrió mirando a Uriel.

-Gracias, Amber –Uriel le devolvió la sonrisa.

-Hey, ¿cómo que toda la mañana? ¿De qué no me enteré? –Preguntó Lestat con picardía.

-Nada, Lestat –bufó Uriel.

-Por cierto, chica bipolar, dile a Katy que recuerde que yo gané la apuesta. Pero, que si su novio no es bueno en algo que ella sabe, dile que mi propuesta sigue en pie. Ella sabe de qué hablo.

-Lo siento, me dispuse a guardar distancia con Katy por ahora, para no tener que barrer el piso con su novio y mi casi hermano -suspiró- así que si quieres decirle algo sobre alguna apuesta, díselo tu en persona perrito.

-Es que a mí también me cae pésimo ese noviecito de ella, y creo que no lo suelta ni para cagar… Y no quiero hacer que tenga problemas con él por mí, tú sabes, alguien como yo enfrente de ese flacucho… Puede pensar que se la quiero robar.

-¡Ja!, sí que tienes el ego por las nubes, cuidado te lleva un carrito de helados -contestó Amber con sarcasmo -pues yo no me voy a meter en sus problemas, si tú quieres cobrar una deuda, tendrás que hablar con ella, ¿quedó claro esta vez?, ¿o te lo explico con manzanitas?

-¿No me lo puedes explicar con otra cosa? ¿Con melones puede ser? –Miró hacia su camisa y Uriel lo miró frunciendo el ceño. –Ay, si es verdad que eres novia de este.

-Nosotros... -levantó la voz enojada por un momento pero luego lo dijo casi en un susurro como si le doliera decirlo -no somos novios -culminó a regañadientes y mirando a otro lado.

-Es cierto. Sólo somos amigos –Uriel seguía con el ceño fruncido. –Pero igual la tienes que respetar, sea mi novia o no.

-Cuidado pues –miró a otra parte. –Nos vemos después de clases en el comedor. Tengo algo para ti –le pico el pecho a Uriel con su dedo índice.

-¿Qué?

-Ya sabrás. Nos vemos –se fue sin decir más.

Amber suspiró -¿Cómo lo soportas?, cada vez que le hablo siento que estoy a la defensiva.
Uriel carcajeó. –Mmm no sé, créeme que yo también me pregunto lo mismo –dijo mientras arreglaba un mechón del cabello de Amber.

-Vaya que día, y eso que apenas comienza, creo que desde lo de mi madre no me he sentido a gusto con el entorno -miró a Uriel desanimada -y te estoy arrastrando a mis problemas, lo siento, soy una máquina de problemas andante.

-Nah, eso no importa. Sin problemas la vida es aburrida. Tú le das diversión a la mía –dijo sonriendo.

Amber rió -¿Soy tu entretenimiento? -levantó una ceja -eso me confirma que soy más loca de lo normal y que tú eres muy rarito.

-No eres un entretenimiento. Eres algo así como lo que… Como lo que me faltaba. Y sí, estás loca y yo soy raro, ¿qué te puedo decir? Somos una mezcla muy peculiar.

Amber se carcajeó -deberíamos hacer un dúo de comedia, ganaríamos mucho y seríamos famosos; "la bailarina bipolar y el pianista extraterrestre" -rió hasta que el estómago le empezó a doler.

Uriel carcajeó junto con ella y no dejó de observarla; le encantaba como se le ponían los ojos más claros durante el día.

Amber miró el paisaje por un rato en silencio, ya se sentía mucho mejor, Uriel le había ayudado a relajarse.

El ferry llegó como siempre al muelle. Amber y Uriel bajaron; cada uno debía ir en una dirección diferente otra vez: el a piano, y ella a ballet.

-Bueno –comenzó a decir Uriel- te veo en el almuerzo.

-Si, nos vemos luego -le dio un beso en la mejilla y se fue.

Uriel la siguió con la mirada hasta que no logró verla más por la gente, así que también se fue hacia su salón de clases. Subió con pesar por las escaleras; no podía andar volando por ahí como si fuese algo común. Llegó y la clase ya había empezado; se sentó en el mismo puesto de siempre. Gabriel lo obligó a practicar para la obra, esta vez no puso peros y lo hizo; aunque no lograba concentrarse del todo porque su cabeza nada más pensaba en Amber.

Amber llegó a su clase algo fastidiada, aunque por fin logró estar con Katy sin el pegoste de Thony y le pudo preguntar con más cuidado por qué hacía lo que él decía.

-Escucha, no es que esté mal que estés con Thony, es mi amigo también, pero me parece estúpido que vayas a dejar pasar la oportunidad de cambiarte sólo porque él no quiere.

-Yo valoro mucho su opinión, Amber.

-Pues valora la tuya también, ni que te fueses a casar con él, por el amor del cielo.

-Bueno, una nunca sabe -respondió con un poquito de vergüenza.

Amber entornó los ojos y bufó, comenzó con su rutina de baile, Madame le dijo que Nickolas llegaría antes del almuerzo para empezar con la rutina en pareja, a ella no le interesaba mucho, no tenía ganas de bailar esa estúpida obra de todas formas, se guardó su opinión y siguió bailando a la perfección.

Gabriel se preocupó un poco, Uriel tocaba fuera de tono.

-¿Qué te sucede? Esa pieza es más rápida. No me digas que la olvidaste.

Uriel se detuvo y suspiró. –Claro que no la he olvidado…

El timbre sonó y la clase acabó. Todos recogieron sus cosas rápido y Gabriel les recordó que estudiaran, pero no dejó que Uriel se fuera.

-¿Entonces? Estás tocando como no es y lo sabes.

-Es que hoy no quiero tocar.

-¡Pero tienes que!

-Usted y yo sabemos perfectamente que toco piano casi desde la edad de piedra. Desde que se creó el piano, he amado cada sonata, cada pieza, cada sinfonía, y me las he aprendido de memoria. Tengo piano en mi casa, puedo practicar cuando quiera. La obra del cascanueces me la sé de atrás para adelante y viceversa; pero estoy harto de tocarla. Hoy no quiero practicar.

-Pero estás fuera de tono.

-Yo sé, pero es porque no tengo toda mi atención en esto.
-Pues ponla.

-Eso intento…, pero no puedo.

-¿Por…?

Uriel se puso de pie y pasó la yema de sus dedos por el piano mientras caminaba hacia la ventana.

-No sé… -respondió pensando en Amber. –Es extraño, pero amo todo lo que tenga que ver con el piano.

-¿Eso a qué viene?

Uriel siguió hablando como si conversara con él mismo y no con Gabriel. –Amo cada tecla, cada sonido que emite, las sinfonías, su historia…

-Las bailarinas que danzan al ritmo… -Comentó Gabriel con cautela.

Uriel volteó a mirarlo. –Sí, las bailarinas.

-Tal vez una en específico –se acercó a él. –Quizás se llama Amber… Primeramente conocida como mi Lady Amelia.

-¿La reconociste?

-¿Cómo no reconocerla? Era tu ex esposa, ¿no?

-Sí…

-¿No te sientes raro con eso?

-Mucho… La asesiné.

-¿Y por qué hasta ahora no lo has vuelto a hacer?

-Buena pregunta. Pero creo que sabemos perfectamente por qué.

-Te interesa. ¿Sabes que esto puede dar un cambio muy drástico más adelante después de todo lo que viviste, no?

-Seh… ¿Pero sabe qué? No me importa.

-Si tú lo dices. ¿Qué esperas para tener algo con ella?

-Mmm, tiene razón. Voy a buscarla ahora mismo –Uriel recogió sus cosas y corrió al salón de ballet donde practicaba Amber.

Justo en ese momento, Nickolas entró en el estudio, su presencia era como la de un príncipe encantado y todas suspiraban por él excepto Amber, Katy y Madame; Amber sólo entornó los ojos y le saludó.

-Hola -dijo ella amistosa.

-Hola, princesa -éste sonrió y ella puso los ojos en blanco, al verla él se carcajeó.

-Omite la palabra princesa para mí, por favor, es ridículo -se quejó Amber.

-Está bien, entonces ballerina bella, comencemos a bailar -invitó éste; a Amber no le hizo gracia tanta confianza pero no importó, sólo quería empezar a bailar para terminar con eso.
Con la guía de Madame, comenzaron el baile. Nickolas era muy fuerte y levantaba a Amber sin dificultad alguna, como si fuera una pluma, Amber pudo sentirse mucho más relajada una vez que comenzaron a bailar, Nickolas era muy bueno y la hacía sentir cómoda, se dejaba guiar por él y hacía su mayor esfuerzo por estar a la altura de sus expectativas.

Uriel iba de camino al salón, estaba pensando en cómo decirle a Amber que fuese su novia. Cuando estaba a punto de llegar al pasillo donde era el estudio, se detenía y daba vueltas tratando de pensar. “Es muy simple, Uriel. Sólo tienes que llegar, decirle algo lindo y después le dices ¿quieres ser mi novia? Y ya, es pan comido. Lestat la ve como tu novia, y parecen que fuesen eso más que nada. Ve y dile que la quieres”, pensó y volvió a caminar hacia el salón, pero antes de llegar, otro pensamiento se le atravesó: “¿Y si no quiere ser mi novia? ¿Y si me rechaza y me dice que nada más seamos amigos? ¡Rayos!”, se devolvió a dar vueltas de nuevo.

Amber y Nickolas siguieron bailando como si todo a su alrededor hubiera desaparecido, cada movimiento era perfecto y estilizado justo como si ya hubieran ensayado desde hace muchos años, justo como si se complementaran; Amber elogió en su mente lo habilidoso que era Nickolas y éste estaba fascinado con lo maravillosa que era Amber bailando.

Al terminar de bailar, volvieron a la realidad, todos a su alrededor aplaudieron maravillados, Madame estaba casi llorando de la felicidad, Amber le sonrió a Nickolas y éste le devolvió la sonrisa y la abrazó con fuerza.

La cabeza de Uriel no paraba de dar vueltas, estaba a tan sólo unos pocos metros del estudio. “Vamos, párate y camina. Dile lo que sientes, que es perfecta para ti, que te complementa, dile lo primero que se te ocurra”, pensó. –Sí, pero cuando llegue allá, se me va a olvidar cualquier pendejada que haya pensado –habló solo. “La gente va a pensar que me estoy volviendo loco. Ahora hablo solo…”

Desde ese momento Amber y Nickolas empezaron a hablar con más confianza, Amber le elogiaba y éste la admiraba como si nunca antes hubiera bailado con alguien así, y sólo fue la primera vez. La clase terminó y todos salieron excepto Amber y Nickolas que se quedaron un rato más practicando.

-Eres impresionante, Amber querida, nunca había bailado con una chica tan talentosa como tú.

-Ni yo con un chico tan genial -rió -la verdad todos con los que he bailado son unos estúpidos idiotas que creen que bailan muy bien pero sólo son unos pendejos.

Nickolas rió -Bueno, los hombres tienen sus manías, sólo hay que saber entenderlos -rió- somos muy simples, pero prefiero a los músicos que a los bailarines. Tienes razón son muy odiosos.

Amber quedó por un segundo en shock, quizás había escuchado mal o quizás no, era algo de un 50 y 50 -disculpa que te pregunte tan directamente pero... ¿Eres gay?-preguntó Amber.

-Mmmm, digamos que sí, pero soy muy reciente, no es que haya descubierto mi preferencia sexual hace mucho, salí del "closet" hace un año.

-Oh vaya, ya decía yo que eres muy confianzudo conmigo -rió -si no bailaras tan bien, te hubiera noqueado de un puñetazo por haberme abrazado.

Nickolas rió -Me lo esperaba, la verdad me sorprendió mucho que no lo hicieras, ahora ven... -la ayudó a levantarse del suelo y la sostuvo de las manos -si no te molesta, necesito tus medidas exactas para los trajes de la obra... Estoy a cargo también del vestuario porque tengo un fuerte sentido de la moda.

-Aaahhh -ella asintió y este empezó a tocarla con las manos -¿No necesitas una cinta métrica para eso?

-Lo siento, es que es más preciso con mis manos, por eso te pregunté antes... si te molesta, lo dejo de hacer.

-No te preocupes, sólo hazlo -suspiró Amber, Nickolas volvió a lo que hacía, palpando con precisión su cintura y muslos.

“Amber, eres importante para mí. Desde que te conocí, me di cuenta que eres especial, y que no eres como las demás… Eres indispensable para mí, completas mi vida… ¿Quieres ser mi novia?”, Uriel memorizaba las palabras una y otra vez. Cuando estuvo listo, respiró hondo y caminó hacia la puerta del estudio; el corazón le latía fuerte, pensó que le daría un paro, nunca antes había hecho esto; siempre le llegaban las mujeres fácilmente. “Vamos, ya estás aquí. No te vas a echar para atrás”, vio el reflejo de Amber en el vidrio de la puerta y entró.

-Amber… -la llamó, pero cuando vio como el tal Nickolas la tocaba tan comprometedoramente y ella se dejaba tranquilamente, todo lo que había pensado se le borró de la mente.

-Oh, hola, Uriel. ¿Qué haces aquí?, pensé que nos veríamos en el almuerzo -Preguntó Amber tranquila mientras que Nickolas seguí en lo suyo, pero éste cuando se iba voltear a verlo para saludarle, se alejó de Amber nervioso y se coloró como un tomate.

-Ho... hola -saludó y Amber le miró extrañada.

A Uriel le pasaron por la cabeza un millón de historias menos lo que era. Quedó estupefacto en la puerta y no hallaba cómo reaccionar.

-Hola –le dijo a Nickolas. –Tienes razón, Amber. Quizás nos veamos en el almuerzo –su voz fue seria y más fría que el hielo; se dio la media vuelta y caminó rápido por los pasillos.

“Ahí tienes. Tenías que hacer esto cuando pudiste, ¿por qué esperaste tanto? Ella es bella, puede tener a cualquiera cuando le dé la gana, y tú perdiste el chance”, pensó frunciendo el ceño. “Y qué descaro tuvo. El otro metiéndole mano de lo más tranquilo, ella dejándose y saludándome como si nada”
, se sintió mal por un momento, “¿Ves? Eres un simple amigo… Nada más, menos mal que no le dijiste nada”.

Amber se quedó sorprendida por lo que acababa de ver, primero Nickolas reaccionó como un gatito asustado cuando miró a Uriel y segundo, Uriel llegó de la nada y les habló con un tono terrible, quizás esté enojado por algo y no pudo decírselo porque no confiaba en Nickolas -tendré que preguntarle luego -pensó y se acercó a Nickolas -¿Se puede saber qué te pasó?, es como si cambiaras de personalidad súbitamente.

-Si, lo siento es que yo... emmm... -le miró apenado -es que ese chico Uriel, es muy sexy.

-Ya va, ¿no me digas que te enamoraste de Uriel? -preguntó Amber aunque ya sabía la respuesta.
-Digamos que no enamorado, pero sí me gusta -contestó un poco sonrojado.

Amber le miró como si no entendiera y después, con efectos retardados, empezó a carcajearse de tal manera que la hubieran escuchado en el comedor, se rió tanto que le dolió el estómago y aun así no podía dejar de reírse.

-No le veo la gracia -dijo Nickolas un poco molesto y despeinándola.

-Lo... jajajaja... sien... jajajajajaja... lo siento -trató de respirar profundo para calmarse y se limpió las lágrimas de los ojos -Lo siento Nicko, es que es muy cómico.

-Ahg, como digas ballerina bella, tch... aunque sé que soy guapo, no estoy muy seguro que yo le guste -dijo éste un tanto cabizbajo.

-Si bueno es que...

-Pero no me rendiré, y si es heterosexual, se puede cambiar -interrumpió a Amber con un cambio de tristeza a determinación, Amber pensó que echaba chispas -ahora vamos ballerina bella, tenemos que ir a almorzar, él dijo que estaría allí.

-Ah, bueno -rió -como sea -Amber le miró con un poco de lástima, después de todo Uriel era un hombre hecho y derecho, o eso era lo que le había demostrado hasta ahora a ella. Pensando en eso se sonrojó un poco -qué mal que sólo somos amigos -murmuró en voz baja.

-¿Dijiste algo, bella? -Nickolas interrumpió su cadena de pensamientos -¿Estás bien?, tienes la cara un poco roja.

-No dije nada... y estoy bien, es sólo que tengo un poco de calor -mintió al final sonriendo.

-Ah bueno, entonces vamos -cogió la mochila de Amber y la de él, le dio su chaqueta y la tomó de la mano saliendo rápidamente del estudio, la llevaba casi a rastras pero era sólo porque estaba emocionado por ir a ver a Uriel.

Capítulo XXIII: “De la familia y del sol, mientras más lejos mejor”.

Uriel miró sorprendido la escena; no sabía cómo actuar, ni qué decir.

La madre de Amber y el chico de la otra vez estaban en pleno apogeo, se tapó los ojos al escuchar el gritillo ahogado de su madre, pero luego recordó a Uriel y le tapó los ojos con la mano.

-Madre, ¿qué se supone que es esto? -preguntó Amber enojada.

-Es lo que ves mocosa estúpida, ¿no deberías estar en clases?

-¿Y tú no deberías estar en el trabajo?, yo ya salí de la universidad... ¿No habíamos hecho un trato de nada de venir a fornicar a la casa? -gritó Amber enojada, el chico le miraba sonriente mientras se ponía los pantalones.

-No me interesa, esta es mi casa. Si no estuvieras tú aquí estorbando, no habría ningún problema -gritó la madre aun más fuerte -y veo que tú venías a lo mismo, pequeña zorra -miró a Uriel con altanería.

-Eso no es así, es sólo un amigo -contestó Amber enojada, su madre se le acercó y le apuntó con el dedo índice.

-Pues yo hago lo que se me de la gana en mi casa, y mientras tú vivas aquí, tendrás que acostumbrarte.

-¿Acostumbrarme a qué?, ¿a qué no tengo madre? ¿O a qué solo soy una molestia para ti? -preguntó Amber su madre frunció el ceño, ésta miró al chico, le besó en la boca y le despidió, éste salió por la puerta como si nada hubiera pasado; luego miró a Uriel con molestia.

Amber había dejado de taparle los ojos a Uriel. Él estaba tan perplejo que no sabía si irse o quedarse allí con Amber; pero como el otro chico se había ido. Ahora todo iba a ser un problema entre “madre e hija”, cosas de familia, algo que a él no lo incluía.

-Amber… Si quieres yo me voy –logró decir.

-Ahg, lo siento, Uriel por esta escenita -se lamentó Amber -nos vemos mañana, ¿si? -Amber estaba afligida, sabía que un gran problema se avecinaba luego de que Uriel saliera por la puerta.

-Tranquila. Llámame si me necesitas –Uriel bajó por las escaleras, no creyó que podría ser capaz de esperar el ascensor. Al llegar abajo, encendió su auto y se fue directamente a su casa.

Amber empezó una avivada discusión con su madre, ésta llevaba tanto tiempo sin hablar con ella, que Amber había olvidado el sonido de su voz y al igual que ahora, la última vez que habló con su madre fue durante una terrible discusión.
Duraron un rato en una discusión casi sin sentido, su mamá sólo sacaba a relucir los defectos de Amber (que eran muchos), y daba a entender que su sola existencia era una molestia para ella.

-Está bien, ¿entonces crees que yo soy sólo una carga para ti? -preguntó Amber en un momento dado.

-Claro, sólo eres una carga, una molestia, si no fuera por ti, tu padre no me hubiera dejado por otra y estaría todavía conmigo -gritó su madre, Amber ya sabía aquello pero era la primera vez que su mamá se lo decía tan directamente, Amber sintió una gran punzada de dolor en el corazón, justo como si le hubieran clavado mil cuchillos; su madre al darse cuenta de sus palabras se sintió un poco apenada pero no dijo nada, Amber no contestó, sólo bajó la mirada y salió de la casa sin decir nada más.

Uriel llegó a la casa, se dio cuenta de que Caleb aún no había llegado. Estaba preocupado por Amber, quería saber cómo estaba, si le había pasado algo, si fue muy ruda la pelea con su madre, o lo que más temía, que estuviese llorando. Revisó su celular varias veces y no había ningún mensaje; entonces se sentó en el mueble de su sala a esperar, no tenía cabeza para nada más.

Amber corrió desde su casa sin rumbo definido, había comenzado a llover un poco antes, pero parecía no notar la lluvia que se precipitaba sobre ella, sólo sentía ganas de seguir corriendo y corriendo hasta que toda su ansiedad y molestia se esfumara, pero por más que corriera, nada en su interior desaparecía, sólo el dolor se incrementaba. Se detuvo en un momento dado y se dio cuenta de que había llegado a la puerta principal de la casa de Uriel, estaba dudosa, no sabía si tocar al timbre o no, pero al final se arriesgó y tocó el timbre sólo una vez.

Uriel dio un respingo y corrió hacia la puerta; la abrió y se dio cuenta que Amber se estaba dando la vuelta para irse.

-¡Amber! –le gritó y notó la fuerte lluvia que caía.

A Amber se le aceleró el corazón al escuchar la voz de Uriel a su espalda, se volteó y le miró, fingió una sonrisa y se acercó a él –bueno, yo... siento venir tan repentinamente -dijo tratando de sonreír, pero el dolor de su corazón era muy fuerte, y por inercia, se abalanzó sobre Uriel abrazándolo con fuerza.

Uriel recibió su abrazo con los brazos abiertos y la apretó fuerte contra su pecho mientras acariciaba su cabello; retrocedió para hacerla pasar aún estando en sus brazos y cerró la puerta. -¿Qué pasó? Sé que no estás bien.

-Yo... ella... nosotras... -se le resquebrajó la voz, se mantuvo callada para que las lágrimas de sus ojos, que hasta ahora no le habían amenazado en salir, se precipitaran sobre su rostro, su orgullo era demasiado y no quería que Uriel la viera llorar, pero no pudo evitar empezar a sollozar.

A Uriel se le partió el alma cuando sintió que Amber empezaba a llorar en su pecho. Habían quebrado a su bailarina y eso le afectaba mucho. La guió hasta una de las salas y la sentó en un mueble.

-Tranquila, ¿sí? –le besó la frente. –Estás conmigo, no dejaré que nada te pase –le acarició sus mejillas y le secó las lágrimas con sus pulgares.

Amber sentía vergüenza de mirarle a los ojos, llorar en frente de alguien era algo que no había hecho en mucho, mucho tiempo, pero Uriel tenía ese efecto de hacer que su corazón se ablandara y dejara que sus sentimientos se desbordaran, levemente sonrojada lloraba mientras que el acunaba su cara y le enjugaba sus lágrimas con los pulgares.

Uriel acercó el rostro de Amber hasta su pecho y la abrazó mientras apoyaba su barbilla sobre su cabeza. –Amber… no sé qué te habrá dicho tú mama, tampoco sé qué pasó, pero, sabes que puedes contar conmigo. Si no quieres ir a tu casa, puedes quedarte aquí.

Amber deseaba aquello con todas su alma, jamás volver a ver a su madre en su vida, porque cada vez que la vería, sentiría nuevamente esa punzada de dolor; aún retumbaban en su cabeza las palabras de su mamá y pensaba que si ella no hubiera nacido, nunca habría traído esa infelicidad a su madre y padre, sólo era una carga y quería dejar de serlo.

Para Uriel, los pensamientos de Amber eran como una escena de película de terror; veía a su madre gritándole, Amber respondiéndole y su corazón destrozado por las palabras que le decía su propia mamá.

-Amber, yo no sé qué es tener una madre, tampoco sé lo que se siente discutir con ella. Pero, aunque peleen y discutan tanto, no deja de ser la mujer que te trajo al mundo, y la que te crió. Tu padre se fue, y ella quedó con todo el peso de mantener la casa, la comida y a ti; tal vez por eso cree y te dice que eres una carga, pero no lo eres. Si algún día te llegara a pasar algo, Dios no quiera, seguro se preocupará mucho, y será la primera en estar contigo, aparte de mí.

Amber se relajó al escuchar las palabras de Uriel pero no dijo palabra, solo sintió un gran alivio en el pecho, el cual estaba casi asfixiándola del dolor, dio un largo suspiró, se alejó de él un poco para limpiarse las lágrimas de los ojos y luego sonrió un poco, estaba vez mucho más animada que antes.

-¿Ya estás bien? –Le preguntó Uriel devolviéndole la sonrisa -¿Quieres beber algo?

-Un poco mejor, gracias. Y si es posible un whisky, si es en las rocas mejor, necesito algo fuerte -contestó Amber y apoyó la cabeza del mueble.

Uriel fue a buscar la botella de whisky, y dos vasos con mucho hielo. Luego regresó a la sala y le sirvió a Amber. Le entregó el vaso en la mano.

-Aquí tienes.

Amber le recibió le vaso -gracias -lo meneó un poco y luego bebió fondo blanco haciendo una mueca extraña por el fuerte licor y sintió un escalofrío por la espalda -sírveme otro y no bebo más.

Uriel carcajeó. -¿Debo creerte? –le sirvió el otro vaso y se lo entregó.


-Lo prometo, no quiero volverme nada en tu casa, le tengo algo de miedito a tu papá, es como un perro rabioso... además, me acabo de dar cuenta de que como estaba empapada de agua de lluvia, mojé todo incluyéndote a ti -meneó el vaso nuevamente e hizo lo mismo que la primera vez incluyendo la mueca y todo.

-Eso se seca –le sonrió de lado y bebió el whisky de su vaso.

-Si no es molestia, me podrías traer una toalla para secarme el cabello, si me enfermo estoy acabada.

Uriel se apenó un poco por no haberle ofrecido eso antes. –Te traeré una toalla y dejaré que te pongas una camisa mía y un pantalón… Si te quedas con esa ropa empapada, también te puedes enfermar –se puso de pie y subió al primer piso en busca de la camisa, el pantalón y la toalla.

Amber se quedó en la sala sentada mirando para todos lados impaciente, detallaba cada cosa, aun creía que la casa de Uriel era extraordinariamente enorme, incluso esa sala, tenía una gran variedad de pinturas y esculturas hermosas que lucían caras, meneaba los pies ansiosa y algo incómoda por estar en ese estado en una casa ajena.

Uriel bajó con todo en la mano y apareció en la sala. Se acercó a Amber. –Amm, puedes vestirte en el baño que está por allá –primero se pasó la mano por el cabello y luego le señaló una puerta de madera que estaba en el pasillo fuera de la sala.

Amber asintió y se fue directo al baño, se desvistió lentamente, hasta su ropa interior estaba mojada, pero eso no se lo podía quitar, intentó secarlo un poco con la toalla, se secó el cabello y se lo desenredó con la mano. Luego se vistió con la ropa de Uriel, la camisa le quedaba enorme y el pantalón gigantesco, así que tuvo que agarrar el pantalón con las manos para que no se le cayeran, y a su pesar la ropa interior empapada, mojó un poco la ropa que se acababa de poner, sobre todo la camisa en la parte de los pechos, salió del baño arrastrando el ruedo del pantalón y agarrándolo para que no se cayera, miró a Uriel divertida por el asunto

Uriel se carcajeó al verla. –Lo siento, no había una talla más pequeña –la miró de arriba abajo sonriendo.

Amber rió -¿No tendrás algo como una correa?, no puedo sostener el pantalón siempre, en algún momento se me olvidará y se me verán las pantis -se sentó en el mueble e improvisó un ruedo al pantalón con torpeza hasta su rodilla.

“Sería lindo volverte a ver así”
, pensó Uriel. –Sí, aunque creo que no te servirá de mucho. No tienen muchos agujeros –Uriel volvió a subir en busca de un correa, bajó y se la entregó a Amber.

Amber se levantó sosteniendo el pantalón, se colocó la correa y la rodó hasta el ultimo hueco, esto le sostenía mucho mejor los pantalones a la cintura pero aún se le caían un poco, decidió no prestarle mucha atención, ya que como la camisa le quedaba muy larga esta cubriría su trasero si en algún momento se le bajaba un el pantalón -gracias -le dijo sonriendo.
-A la orden –le sonrió tiernamente. Hacía frío, así que decidió prender la chimenea y buscó el control de la tv. Se sentó cerca de Amber y comenzó a cambiar de canal. “Qué bien, puras películas románticas…”, pensó Uriel con sarcasmo. -¿Cuál quieres ver? –le preguntó a Amber.

-Mmmm... No se, la que tú quieras -contestó arreglándose un poco el cabello -al parecer sólo están pasando películas melosas.

-La elegiré al azar –Uriel entró en el menú de los canales, se tapó los ojos y escogió una película con el control. Al abrir los ojos se dio cuenta de que era una película que le gustaba. –El diario de Noah –le comentó a Amber.

Ella asintió interesada, Katy le había comentado lo buena que era pero nunca tuvo la oportunidad de verla -déjala, la quiero ver -dijo y se acurrucó sobre el mueble agarrándose las piernas con las manos.

Uriel le sonrió y dejó el canal. Al parecer, apenas estaba comenzando; iba por la parte donde los protagonistas se acuestan en medio de la calle por donde pasan los autos y comienzan a hablar de cualquier cosa, hasta que de repente casi un auto los atropella; ellos se levantan y después de allí, empiezan a salir.

Amber rió entre dientes luego de que el carro casi los atropellara, los protagonistas rieron en esa parte y eso le dio gracia, siguió observando como pasaban los días mientras ellos salían -amor de jóvenes, amor de verano, un amor que no durará mucho y más porque ella es rica y el un pata en el suelo como yo -pensó -ya veremos qué pasa.

Uriel aguantó una carcajada al oír sus pensamientos, así que solamente se medio rió aprovechando la escena de la película.

La película prosiguió como Amber había predicho, al final del verano terminaron por las diferencias de clases sociales, algo muy triste, pensó ella; pasaron los años, la segunda guerra mundial les afectó, él se volvió un lunático con una enorme casa que construyó con sus propias manos y ella se comprometió con un soldado sobreviviente de la guerra, más tarde se volvieron a encontrar, ya adultos, descubrieron que aún se amaban como antes o incluso más -ahg, eso sólo pasa en películas -pensó Amber absorta en la historia.

Llegó una parte en donde estaban navegando en uno lago cerca de la casa del protagonista, habían muchos cisnes alrededor y comenzó a llover a cantaros, luego de eso, entraron a la casa y tuvieron sexo hasta decir basta. Amber miró a Uriel disimuladamente por un segundo en esa escena, le recordaba cuando estaban en el prado -¡ahhh! ¿Qué estoy pensado? Soy una pervertida -pensó sonrojándose.

Uriel sonrió ante el pensamiento y el rubor de Amber, así que quiso molestarla. -¿Te pasa algo? –le preguntó con voz muy suave y seductora.

Amber dio un respingo y se sonrojó aún más -n... no, nada de nada -desvió la mirada a la película aunque ya no se podía concentrar -¿qué me pasa?, de repente tengo ganas de abalanzarme sobre él como una fiera en celo -intentó alejarse un poco de él con disimulo pero sus deseos no cambiaban para nada, más bien se intensificaban -
¡aaaahhh, estoy convirtiéndome en una pervertida! -pensaba desesperada.

Uriel sentía que algo ardía dentro de él. Le agradaba lo que pensaba Amber y lo que deseaba como loca; él deseaba exactamente lo mismo: convencerla a punta de besos y caricias y después sentir su cuerpo estremeciéndose debajo del de él. Tomó un largo respiro al ver que se alejó un poco y se dijo: “Ahora somos amigos, ¿recuerdas?”, el pensamiento lo frustró y trató de concentrarse en ver la película, aunque no podía porque los pensamientos de Amber lo desequilibraban.

Amber sentía el vientre caliente y la cabeza le daba vueltas, se estremecía sólo de pensar en Uriel dentro de ella, de sentir sus besos y caricias; sólo pensar eso la hacía sentir muy caliente, no lo soportaba más, quería besarlo, quería abrazarlo, sentirlo, quería violarlo si era necesario. Se sobó las sienes mientras pensaba en un modo de atacarlo sin que él se negara, ¿y si se negaba?, ¿y si ya no la deseaba?, bueno ella lo obligaría, porque no podía soportarlo más.

Uriel volteó a mirarla, sus ojos dejaban ver claramente que la deseaba en ese instante. “No me tientes, Amber”, trató de decirle con la mirada.

Amber miró a Uriel con impaciencia y se encontró con sus ojos, sintió que su deseo aumentaba a niveles que ella nunca había podido imaginar, ya nada le importaba, sólo quería que él estremeciera cada célula de su cuerpo y lo quería ya.

-¿Segura que no te pasa nada? –Uriel se acercó tanto a Amber, que casi invade su espacio personal.

Amber empezó a respirara con dificultad, Uriel estaba a sólo unos centímetros de ella y ya podía sentir su calor corporal en su cuerpo, no pudo resistir el impulso y besó a Uriel en los labios.

Uriel emitió un leve gruñido y mordió el labio inferior de Amber; luego continuó besándola como si se la quisiera comer entera. Sus manos se aferraron a las caderas de ella y le acarició la espalda debajo de la camisa.

Amber sintió un gran alivio en su interior y sus deseos por Uriel aumentaron drásticamente -bésame, bésame más -dijo jadeando, cada parte de su cuerpo que Uriel tocaba, se encendía ardiente de pasión, quería más, así como una droga, no podía controlarse.

Uriel sin mucha molestia, quiso cumplir su deseo; la acostó en el sofá y se colocó sobre ella, se deshizo del cinturón que le prestó y le subió la camisa hasta mucho más arriba de su ombligo, y quería deshacerse ya del resto. Besó sus labios con más intensidad y bajó hasta su cuello, su tentador y dulce cuello, que deseaba morder y absorber de él hasta la última gota de su sangre. Continuó besándola hasta su vientre. No podía esperar verla gritar.

Amber sentía cada célula de su cuerpo agitarse más. -Bésame -susurró en un hilo de voz, temblaba bajo el tacto de Uriel y su corazón estaba tan acelerado que pensó que en algún momento se detendría súbitamente.

Uriel quiso dejarse llevar, pero algo en su interior no lo dejó, se sentía extraño; era lo mismo que había sentido cuando estuvo en el bar y el par de rubias le pidieron que las besara, así como hacía Amber ahora. Era su nuevo poder, uno que nunca había reconocido sino hasta ese momento.

En algún instante de su vida, había luchado contra un vampiro, uno de raza Incubo; éste tipo de vampiros, se alimenta teniendo relaciones sexuales con sus víctimas, también pueden hacer que los deseen, con la mente pueden hacer que sus víctimas se imaginen teniendo sexo con ellos, y también pueden lograr que les rueguen por más. Uriel después de haber peleado con el vampiro de esa clase, absorbió sus poderes; así que prácticamente, lo que hacía con Amber en ese momento, era en contra de la voluntad de ella.

Se detuvo despacio; no quería hacerlo pero era lo que debía hacer. La miró un poco triste y se apartó de ella. –Lo siento, Amber… Esto no debe volver a ocurrir.

Amber jadeaba y miraba a Uriel con los ojos entrecerrados. -¿Qué?, ¿por qué? -susurró molesta, pero luego sintió que todo le daba vueltas y perdió el conocimiento.

Uriel se asustó al ver que Amber perdió el conocimiento; pero luego se dio cuenta de que sólo la cansó y que se había quedado dormida. Escuchó que Caleb abría la puerta principal; así que la cargó y se teletransportó hasta su habitación, si Caleb los veía, lo obligaría a matarla, y eso era lo que menos quería hacer. La acostó sobre su cama y la arropó; después bajó inmediatamente para distraer a Caleb.

Caleb apenas estaba cerrando la puerta, cuando se dio media vuelta, vio a Uriel al pie de las escaleras. Lo miró extraño. -¿Tú? ¿Aquí en la casa? ¿Y temprano?

-Ah, jeje. Sí, aunque no lo creas, aquí estoy –alzó los brazos y le sonrió.

Caleb miró todo el pasillo, la cocina y las salas con detenimiento. -¿Qué hiciste o qué quieres?

-¿Yo? Nada… ¿Por qué? –lo único que le faltaba era la aureola flotándole sobre la cabeza.

-Porque estás temprano aquí y saliste a recibirme.

-Aah… Esta es mi casa, ¿no? Puedo llegar temprano cuando yo quiera –fingió una sonrisa.

-Claro… -Caleb empezó a subir las escaleras.

-¿Ya no te puedo recibir? –se le apareció al final de los escalones.

-Sí… pero nunca lo haces. Por eso supongo que hiciste algo malo y quieres hacer cualquier cosa buena antes de decirme.

-Pero no he hecho nada.

-Si tú lo dices –abrió la puerta de su habitación y entró a cambiarse.

Uriel corrió hasta su cuarto, puso el seguro y se sentó al lado de Amber para ver cómo seguía.

Amber se despertó sobresaltada, se dio cuenta de que estaba en la habitación de Uriel; se había quedado dormida en algún momento y no se había dado cuenta. Recordó lo que había echo y pensó fervientemente que era un sueño mientras se rascaba la cabeza -Dios, estoy demasiado pervertida. Últimamente sueño muchas cosas raras con Uriel -susurró.

-Te estoy escuchando… -le musitó Uriel mientras estaba a su lado y miraba hacia la puerta. –No fue un sueño.

Amber dejó escapar un grito ahogado de desesperación al escuchar las palabras de Uriel se tapó los ojos por la vergüenza y luego se escondió bajo las cobijas -aaahhh, ¿qué he hecho?, ¿qué he hecho? -pensaba con desesperación -soy una pervertida, Uriel debe pensar que soy una regalada.

Uriel le quitó la almohada. –Hey, no te apenes, ¿si? Yo me dejé llevar por el momento también… -se sonrojó y dejó de mirarla para volver su mirada hacia la puerta. –Me detuve porque recordé… -cerró los ojos con fuerza y luego los abrió- recordé que quieres que seamos amigos, y eso intento. Hasta donde yo sé, los amigos no hacen cosas así. También me detuve porque no quería que a la mitad de todo me rechazaras otra vez. Ya peleamos por esto y ni siquiera supimos cómo tratarnos, por lo que no pienso pasar por lo mismo, y tampoco quiero perder la amistad que tengo contigo.

-Ahg, lo siento Uriel, soy de la peor calaña que te puedes conseguir -susurró Amber con pesar, tapándose el rostro con las manos –de veras lo siento mucho.

-No, Amber –le quitó las manos de la cara y la abrazó. –Eres lo mejor que me he podido conseguir.

Amber se resistió al principio pero después le abrazó; él también era lo mejor que le pudo haber pasado pero tenía miedo de herirle con su egoísmo y dudas con todo, él era demasiado genial y ella sólo una chica retorcida y loca.

Uriel dejó de abrazarla, le sonrió y le acarició la mejilla. Volver a besarla fue como volver a nacer; y eso era algo que no podría sentir más nunca en su eterna vida. Observó el intenso rubor acumulado en las mejillas de Amber y le pareció tierna. “¿Qué no daría por volverte a besar, Amber?”, pensó y luego se escucharon unos golpes en la puerta.

-¿Uriel? –sin duda era Caleb. -¿Qué andas haciendo? –movió la manilla.

Miró a Amber con preocupación. –Escóndete en el baño –le ordenó.

Amber abrió los ojos de par en par -¿por qué? -preguntó alarmada.

-Porque… -se sobó las sienes. –Porque él no sabe que estás aquí. Anda amargado, no quiere a nadie en la casa, y no quiero que la agarre contigo.

Amber asintió escéptica e hizo rápidamente lo que Uriel le ordenó, obedientemente se dirigió al baño y se sentó dentro de la enorme tina que estaba allí, al parecer estaba hecha de un mármol muy bien pulido -debe costar una fortuna -pensó Amber sorprendida.

Uriel le quitó el seguro a la puerta y Caleb entró.

-¿Qué haces? Nunca te encierras con seguro.

-Es que… Iba a bañarme y me había quitado todo –inventó.

-Claro. ¿Desde cuándo no comes? Hoy me dieron una bolsa de sangre O negativo.

Uriel puso los ojos como platos y empujó a Caleb fuera de su cuarto; luego cerró la puerta.

-¿Qué demonios te pasa? –le gritó Caleb con el ceño fruncido.

-¿Dónde está la bolsa?

-Si te comportas, te la doy… -comenzó a bajar las escaleras. Uriel vio un momento la puerta de su habitación, la abrió, le puso el seguro y trancó. Después bajó y siguió a Caleb.

Amber se quedó sentada por largo rato en la tina esperando a que Uriel le dejara salir o que por lo menos le avisara algo. Se puso a pensar en sus cosas, su madre, su padre, el novio de su madre, Uriel y todo eso. Estaba muy enredada con todo aquello, quería desconectarse de ese mundo y huir, pero no podía hacer eso aún, tenía que graduarse primero por lo menos y así conseguirse un trabajo en el exterior, así comenzaría su vida de nuevo, lejos de lo que conocía, pero así estaría mucho mejor.

Caleb le lanzó la bolsa a Uriel y este la atajó. –Aliméntate, vampiro.
Uriel le hizo un agujero y chupó hasta la última gota. Se pasó la lengua por los labios y botó la bolsa. -¿De quién era? –preguntó.

-No sé. La depositaron hoy; sólo vi el tipo de sangre y te la traje ya que, es tu favorita.

-Ésa persona tendrá que cuidarse… -comentó.

Caleb lo observó horrorizado. -¿Qué dijiste? Más te vale que no ataques a ninguno de mis clientes. ¡Ni se te ocurra matar a alguien otra vez, Uriel! Para eso te traigo la sangre. A la única que puedes matar es a la reencarnación de Amelia.

Uriel recordó que Amber estaba en su baño. –Ya hablamos de eso…

-Eres imposible. Sinceramente –Caleb sacó un paquete de pasta y comenzó a prepararse su cena. -¿Quieres cenar o algo?

Uriel pensó en Amber; posiblemente tendría hambre. –Sí. Ya vuelvo –subió a su habitación y abrió la puerta del baño.

Amber estaba completamente sumergida en sus pensamientos, se había acostado completamente en la tina y si nadie se asomaba no sabrían que estaba allí, ni siquiera notó la puerta que se abrió, ni la presencia de Uriel acercándose con un poco de preocupación.

Uriel se acercó hasta Amber y le tocó el brazo. -¿Estás bien?

Amber se sobresaltó tanto al escuchar la voz de Uriel, que pegó la nuca contra la tina de mármol y se quejó por el dolor -si.... estoy bien, creo -respondió robándose la nuca con la mano.

Uriel se rió y también le sobó la nuca. -¿Tienes hambre?

-Mmm, sólo un poco -sonrió -ahora lo que más quiero es darme una ducha, siento que apesto, ¿no te parece?

-No me había llegado ningún olor hasta que lo mencionaste –comentó riendo. –Te dejaré sola para que te bañes. Después te subo la comida para que mi padre no te vea.

-Ok, perfecto... por cierto ¿qué ropa me pongo luego?, ahg debí pensar en traer una muda de ropa antes de venir para acá pero cuando salía de allí no pude pensar en nada trivial.

-Será otra camisa y otro pantalón mío… Como verás, aquí no viven mujeres.

-Bueno, será. Discúlpame por ser tan despistada, es que desde un principio no planeaba llegar hasta aquí, mis pies se movieron solos como por inercia -confesó Amber con un suspiro.

-Tranquila –Uriel caminó hasta la puerta. –La llave que está pegada a la pared es la tibia, y la otra es la de agua fría. Ahí tienes un paño –le sonrió. –Nos vemos más tarde –trancó la puerta y le buscó la ropa.

Amber dobló con cuidado la ropa que le había dado Uriel y se metió a bañar en la gran tina de baño llenándola hasta el tope, sintió como cada fibra de su cuerpo se relajaba al meterse en el agua caliente, era justo como un baño de aguas termales, algo que siempre había querido probar. Se hundió completamente para lavarse el cabello que estaba sucio por el agua de lluvia, se enjabonó con algo que parecía jabón y tenía buen aroma, olía a Uriel, eso la hizo suspirar profundamente y se lavó el cabello con algo que olía como a rosas o lavanda, no sabía exactamente que era pero el aroma era exquisito como un campo de flores.

-Aaahh -suspiró -quisiera vivir en un lugar así -dijo en voz alta y continuó con un largo baño, no le importó que sus dedos se arrugaran como pasitas.

Uriel fue al baño de Caleb a darse una ducha y luego vestirse con ropa cómoda para dormir. La última vez que Amber se había quedado en su casa, él tenía sólo los jabones y los champú que él usaba; dejó uno de sus jabones en el baño de su habitación para que Amber se bañara, un champú y un acondicionador con olor a lavanda como el que ella usa para que no se sintiera incómoda usando productos de hombre. Después bajó a la sala y Caleb le servía la comida.

-¿Cuánto quieres que te sirva? –preguntó Caleb de espalda mientras servía la pasta en un plato hondo.

-No mucho…-dijo Uriel pensando en el apetito de Amber.

-Si es verdad que eres vampiro y no comes. ¿Quieres que le eche sangre en vez de salsa? –preguntó con burla.

Uriel hizo una mueca de asco. –Salsa.

Caleb sirvió los platos y le echó bastante queso. –Aquí tienes.

Uriel le sonrió y se encaminó hacia las escaleras.

-¡Hey! ¿A dónde crees tú que vas a comer? –frunció el ceño.

-Quiero comer en mi cuarto.

-Definitivamente no.

-¡Ja! Hasta donde yo sé, la casa es mía.

-También es mía. Puedes ensuciar algo.

-Lo limpiaré si pasa.

-Ahg, has lo que te venga en gana, chico –se fue hasta el comedor.

Uriel terminó de subir las escaleras y siguió hasta su habitación.

Amber seguía sumergida en el agua a excepción de la nariz para arriba; respiraba con calma para no crear hondas en el agua que parecía imperturbable -espero que lo que sea que me traiga de comer tenga queso -pensó y luego se distrajo al recordar las palabras de Uriel luego del asunto de su madre, él pensaba que ella no era una carga que era importante para este mundo y no un estorbo, eso le hacía sentir alivio aunque no creyera que su madre pensara así del todo.

Uriel llegó arriba sólo con el plato; recordó que no le trajo nada de beber y fue hasta la cocina a buscar un vaso de té de durazno. Luego volvió a subir y puso todo en una bandeja; después le tocó la puerta, no quería pasar de repente y molestarla con su imprudencia si no se había vestido.

-¿Uriel? -preguntó Amber algo tímida, claro que era él, ¿pero y si era el otro señor cascarrabias?, Amber se acababa de salir de la tina y estaba envuelta en la toalla con el cabello mojado amarrado en un cola en forma de cebollita.

-Sí, soy yo. Te traje tu cena. ¿Estás vestida?

-Pasa, pasa no hay problema -le dijo, de todas formas estaba envuelta en la toalla, no estaba desnuda del todo.

Uriel entró a la habitación con la bandeja y se quedó pasmado al verla nada más en toalla. –Amm… Si… si quieres te dejo la comida aquí y vuelvo cuando te vistas.

-Oh, bueno como quieras, por cierto, ¿esta es la ropa que me voy a poner? -preguntó señalando la camisa y el pantalones doblados sobre la cama.

-Mmm, sí. Esos son –dejó la bandeja de plata sobre la cama y se regresó hacia la puerta. –No quiero que te sientas incómoda si me quedó aquí.

En realidad a Amber no le importaba, pero de repente se acordó lo de esa tarde y se sonrojó como un tomate desde las orejas hasta los pies, pero no le dijo nada a Uriel cuando salía por la puerta, luego de eso simplemente se vistió aunque estaba verdaderamente incómoda con los pantalones ya que, le quedaban incluso un poco más largos que los últimos, así que sólo se colocó la ropa interior y la camisa blanca que le había dado Uriel, le llegaba hasta un poco más arriba de la rodilla, estaba bien a su criterio; se secó el cabello con la toalla y deseo que Uriel apareciera de pronto con algo con que desenredarse el cabello.

Uriel volvió a la habitación y abrió la puerta sin ver hacia adentro. –Amber, en la gaveta de mi mesa de noche hay un peine, por si lo necesitas…

-Ah, oh... gracias, de verdad lo necesitaba -respondió -este tipo definitivamente tiene que estar leyendo lo que pienso -pensó mientras hurgaba en la gaveta, sacó el peine y se comenzó a peinar -puedes pasar, ya estoy vestida -dijo sentándose sobre la cama, tenía el cabello verdaderamente enredado y eso le frustraba.

-Aah –Uriel cerró la puerta detrás de él y volteó a verla. Casi le da algo al verla nada más con su camisa puesta. “Definitivamente… Ésta lo único que quiere es torturarme. Ya es bastante con su sangre”, pensó y luego bufó. Se sentó al borde de la cama enfrente de ella. –Si tienes alguna queja de la comida, que conste que yo no cociné. Todo lo hizo mi padre –miró sus piernas por unos segundos, sacudió la cabeza y le fingió una sonrisa.

Amber que todavía no había empezado a comer asintió mientras trataba de desenredarse el cabello -ahg, esto es molesto me voy a rapar el pelo como Britney Spears -bufó molesta.

Uriel frunció el ceño. –Ni se te ocurra. Sólo tienes que cuidarlo.

-Ayúdame allí ¿quieres?, estoy que lo dejo así -le tendió el peine esperando que lo recibiera.

Uriel le sonrió y agarró el peine; se puso detrás de ella y comenzó a desenredarle su cabello con sumo cuidado. El olor a lavanda y su sangre lo tenían embriagado.

Amber sentía como Uriel el trataba con extremo cuidado, no se había acordado que el que le peinaran o que jugaran con su cabello le daba mucho sueño, después de todo, eso era sólo una manía que tenía de pequeña cuando su abuela la peinaba, pero al parecer había durado hasta ahora; se empezó a sentir soñolienta y a bostezar.

Uriel terminó de alisarle el cabello y guardó el peine en la misma gaveta otra vez.

–Tienes que comer –le dio un beso en el cuello.

Amber bostezó una vez más antes de agarrar el plato y comenzar a comer, comió todo sin decir palabras, después de todo en muchas ocasiones el sueño podía más que el hambre, así que comió rápido para irse a dormir.

-No tan rápido. Te atragantarás –le advirtió Uriel.

Amber solo dejó emitir un leve quejido y comió más despacio, así acabó de comer, se bebió el té despacio y luego miró a Uriel con los ojos entreabiertos.

Uriel le sonrió. –Duerme. Yo me llevaré esto –le dio un beso en la frente y recogió todo lo que había en la bandeja.

Antes de que se fuera Amber lo haló de la camisa, apenada bajó la cabeza -¿puedes acariciar mi cabello para dormirme más rápido?

-¿También quieres que te lea un cuento? –le preguntó bromeando. –Está bien. Déjame llevar esto abajo y regreso.

Amber se enrolló en las cobijas esperando con impaciencia a Uriel, quería dormir pero sentía que no podía hacerlo si él no le acariciaba el cabello -me estoy comportando como una mocosa rara -murmuró apenada -bah, pero esto no es todos los días.

Uriel había bajado, fregado y guardado los platos.

-¿Y esa rareza? –le preguntó Caleb.

-¿Cuál?

-Ah, que andas ahí lavando platos.

-Es sólo por hoy.

-Claro… ¿Seguro que no estás haciendo algo por ahí y no me quieres decir?

Uriel suspiró. -¿Tengo cara de estar metido en algún problema? -se señaló el rostro mientras sonreía.

Caleb sólo entornó los ojos. –Buenas noches –se fue a dormir.

Uriel subió y vio a Amber dando vueltas tratando de dormir. Cerró la puerta, apagó la luz y se acostó a su lado.

Amber sintió cuando Uriel se acostó al lado de ella, quiso acurrucarse al lado de él pero no era capaz, era demasiado atrevido de su parte, ya estaban durmiendo en la misma cama y eso la avergonzaba un poco, sólo esperaba por Uriel para que le empezara a acariciar el cabello como a una niña pequeña.

La luz de la Luna se asomaba por la ventana de la habitación de Uriel y alumbraba el rostro de Amber; la hacía parecer como una muñeca de porcelana delicada. Uriel colocó suavemente una mano sobre su cabello y comenzó a acariciarla levemente mientras la observaba.

Amber se sintió soñolienta de nuevo, ya tenía los ojos cerrados pero podía sentir que Uriel la observaba; eso le avergonzó un poco pero luego no le prestó atención, le gustaba que le complaciera y que la mimara como quisiera, nunca nadie había hecho eso por ella y estaba feliz de que fuera Uriel el que la hiciera sentir así.

Para Uriel, estar con Amber así, le hacía sentir que podía dormir igual que antes; sintiendo su calor y su olor al lado de él, sentía una gran paz estando con ella, aunque a veces no se explicaba cómo podía soportar tenerla allí y no matarla, en otra ocasión lo hubiese hecho sin ningún problema y sin dudar; ahora la idea le aterraba. Sólo se preguntaba cómo resistía no besarla o hacerle cualquier otra cosa que complaciera a ambos. “¿Por qué tenemos que ser amigos? ¿Por qué no algo más?”, pensaba mientras la observaba.

Amber quedó dormida pensando en lo maravilloso que era estar allí con Uriel y deseando que esa amistad... No supo más de si hasta la mañana siguiente.

Uriel no se había dado cuenta en qué momento se le fue la noche; le pareció muy corta. Observó los labios rosa de Amber entreabiertos y deseó poder despertarla todas las mañanas con besos; pero tal vez ella no quería lo mismo. Se levantó y fue a darse una ducha. Cuando salió, sólo se había amarrado una toalla en la cintura y fue hasta su closet a buscar ropa.

Amber se levantó de la cama, había dormido espléndidamente esa noche, pero no sabía que se encontraría con Uriel medio desnudo, juró por un segundo que estaba soñando pero al pellizcarse la cara se dio cuenta de que no era así.

Vio su espalda contorneada y musculosa, su trasero firme que daban paso a unas largas piernas fornidas, sintió que se sonrojaba y se mordió los labios -Señor ¿por qué me tientas? -pensó y se enrolló otra vez en las cobijas completamente sonrojada.

Uriel escuchó los pensamientos de Amber; se volteó y la miró extrañado. –Pensé que aún dormías… -glosó.

-Me acabo de levantar -se excusó apenada acostada con la cobija cubriéndola.

Uriel rió. –Entonces…-, se acercó hasta ella y le besó la mejilla –bueno días.

-B... b... buenos días -contestó sonrojada, miró el dorso bien trabajado de Uriel y un pensamiento pervertido le cruzó por la cabeza -y... yo, yo voy al baño -se levantó precipitadamente y corrió hasta el baño desesperada y con el corazón acelerado.