domingo, 25 de abril de 2010

Capítulo XVIII: Halloween, pasión y recuerdos.

Amber se levantó esa mañana un poco intrigada, ya había pasado el sábado y la mañana del domingo y Uriel ni una llamada ni nada. ¿Estaba tan enojado así con ella?, no entendía por qué, hasta casi se besaban o bueno se besaron un poco pero ¿aquello contaba como un beso? Se duchó y fue a casa de Katy a prepararse para la fiesta.

Uriel recordó la fiesta de Halloween casi dos horas antes de que empezara. Se duchó y se arregló. La fiesta era de disfraces, así que no necesitaba uno; sólo se llevó una capa negra que era de su padre y que había conservado tantos años. Luego, bajó y vio a Caleb comiendo unas galletas de chocolate y un vaso de leche.

-¿A dónde vas? –le preguntó.

-A la universidad.

-¿Qué harás allá? Es Domingo. ¿Y qué haces con la capa de tu padre?

-Hay una fiesta de disfraces –sonrió, salió por la puerta, se subió a su auto y manejó hacia la universidad.

Amber y Katy ya estaban vestidas y arregladas para la fiesta; como era de disfraces, Amber decidió, por opinión de Katy, llevar un disfraz de vampiresa; Katy tenía muchas cosas extrañas para vestir en su casa.

El disfraz de Amber era de un vestido corto en picos negros que le llegaba hasta un poco más arriba de la rodilla, descotado, el cabello recogido en una coleta alta, una capa negra larga, maquillaje negro con los labios rojos carmesí y sin falta, los colmillos postizos.

Katy llevaba un vestido blanco corto y descotado como el de Amber, se alisó más el cabello y se lo dejó suelto, se puso sandalias plateadas altas parecidas a las negras de Amber, unas alas blancas en la espalda y maquillaje ligero plateado.

Salieron en el mini-couper de Katy y partieron al puerto para tomar el ferry a la Universidad.

Uriel llegó al estacionamiento al mismo tiempo que Lestat, ambos se saludaron y caminaron hasta el muelle.

-¿Qué hay, vampiro? –le preguntó con una sonrisa irónica.

-¿Qué hay de ti, perro?

-Nada aquí. Más tarde saco los colmillos –le susurró y luego sonrió.

-Igual yo –dijo Uriel despreocupado y luego se dio cuenta de que Amber y Katy llegaron en el mini-couper.

Amber y Katy salieron del auto, el frío era endemoniado, ya que como tenían vestidos ligeros. Amber ondeó su capa riendo.

-Por lo menos yo tengo con que abrigarme, ángelita -se rió de Katy

-Si, si... no te pongas tonta, porque después de que bebes eres aún peor, no quiero soportarte toda la noche

-Tch, si eres agua fiestas, te hubieras disfrazado de diabla sexy en vez de ángelita que quiere decir, estoy aquí tómenme .

Se carcajeó.

-¡Amber!

-¿Qué?

-Ahg, nada... sólo vamos.

Fueron en dirección al ferry sin notar a Uriel y Lestat.

Uriel se volteó a mirar hacia el lago y rogó por que llegara el ferry rápido.

-¿Qué? ¿Ahora no la quieres ver? –le preguntó Lestat.

-Sí la quiero ver… Sólo que no sé… Después de lo del bar ese, y luego de –bufó. –Ahg, olvídalo.

-Nah, dime. ¿Qué pasó?

-Casi la besé…, pero todo esto se siente extraño.

Lestat carcajeó tan estrepitosamente que casi todo el mundo volteó a mirarlo. Le dio un codazo a Uriel. –Acéptalo. Te acabas de enamorar de la bipolar.

-Claro que no… -medio se le quebró la voz al decir eso.

-Pareces un niño negando que te gusta una chica. Vamos, sé hombre. Acéptalo.

-Bien, bien –el ferry llegó y ambos subieron.

Amber y Katy subieron al Ferry, la brisa era intensa y tenían que estar pendiente de que no se les levantara el vestido por el fuerte viento.

-Joder con esta brisa - se quejó Amber.

Katy se carcajeó.

Llegaron rápidamente a la universidad y se fueron por el camino designado al salón de fiesta, la música sonaba con fuerza y la gente llegaba poco a poco muy bien disfrazada.

Cuando Uriel y Lestat aparecieron por la puerta del salón, mucha gente volteó a mirarlos. Ivan tenía puesto Fever for the flava de Hot action cop, batía sus pinchos mientras movía la cabeza y rockeaba.

Agnes, Amelie y los clones de ambas, quedaron embelezadas con el vampiro y el hombre lobo. Estos dos pasaron elegantemente y se dirigieron al grupo de Lestat; allí estaba Mara, Lancelot, Mikhael, Smith y otros más. Mara se vino disfrazada de vampiresa para llamar un poco la atención de Uriel, pero todos allí sabían que ella era una loba. Los demás estaban disfrazados de Frankenstein, Drácula, y muchos personajes de terror.

Amber y Katy se encontraron con algunos amigos de Amber y algunas chicas del Ballet, entre los amigos de Amber estaban Thony que había ido disfrazado de gótico, todo vestido de negro, hasta cargaba delineador negro y las uñas pintadas del mismo color.

-Hey, Ber. Hey, Katy -saludó.

-Thony, ¿qué hay?-saludó Amber.

-Hola -saludó Katy algo tímida.

-Vaya, chicas. Están hermosísimas -las elogió, Katy se sonrojó y Amber sonrió.

-Tu estás... diferente -comentó Amber sin saber qué más decir.

-Eso trataba -sonrió y se acercó a Katy mirándola de arriba a abajo -te queda bien ese atuendo, Katy. Se ve como tú pero mucho más sexy -le guiñó un ojo con picardía y Katy se sonrojó aún más.

-G... gracias -tartamudeó un poco.

-Ajam... bueno yo voy a buscar algo de beber -se excusó Amber al ver a Thony tan interesado en Katy y al parecer ella también estaba interesada en él -vengo dentro de un rato.

Uriel observó de lejos a Amber que se acercaba a la barra a buscar un trago.

-Ya vuelvo –le avisó a los demás.

-¿A dónde vas? –le preguntó Mara.

-Buscaré un trago –le contestó y caminó hacia la barra libre.

Una vez allí, vio el disfraz de Amber y sonrió. La música estaba buena, ahora era Come my lady de Limp biskit.

-Hola, vampiresa –la saludó poniéndose a su lado sin mirarla.

Amber se sobresaltó un poco al ver a Uriel.

-Hola..., vampiro -sonrió al ver su capa -no sabía que vendrías así, te queda muy bien. Se parece a ti -comentó animada.

-Gracias –le sonrió. –A ti también te queda muy bien ese disfraz… Pareces una autentica vampira –volteó hacia el barman y le pidió vodka.

-Mmm... No sé -se miró mejor -Katy me dijo que me lucía pero no sé, tenía ganas de disfrazarme de diabla -rió y pidió un vodka también -¿y cómo has estado?

-Aaah… -se encogió de hombros. –Bien, ¿y tú?

-Mmm... Bien supongo -respondió sonrojándose un poco -lo sabía, ese beso no significó nada -pensó mirando a otro lado.

-¿Y tú amiga Katy?

-¿Katy?, por allá con Thony -sonrió pícaramente -no es el mejor prospecto, pero estoy segura que le gusta -sonrió.

-¿Thony? –preguntó Uriel muy sorprendido. –Pensé que no querías que le hicieran daño a Katy –bufó.

-Jum... el me ha estado molestando mucho a mí, así que siento como una especie de alivio que se fije en Katy... lo prefiero a él a tu amiguito el lobo feroz -levantó una ceja.

-Amber… Creo que es exactamente lo mismo, sólo que Lestat no lleva un disfraz de oveja blanca puesto y tu amiguito sí.

-Mmmm... No vale, le conozco desde el instituto y es como un hermano, aunque la otra vez me robó un beso -dijo lo último en un hilito de voz casi inaudible -en fin, Katy necesita un novio que la ayude a "madurar", ella misma me lo dijo, pero te digo una cosa, si le hace algo malo a Katy, yo misma me encargaré de cortarle las pelotas -sonrió, el barman le dio el vodka y bebió fondo blanco, luego pidió otro.

-Pues, deberías ir buscando con qué cortárselas –sonrió con maldad. –Tu amigo me cae mal desde hace bastante –le dio un sorbo a su vaso de vodka.

-Mmmm... Como sea, creo que tú tampoco le caes bien... dice que eres demasiado perfecto casi das miedo -rió -tal vez tenga un poco de razón pero no veo que hay de malo con ser perfecto, yo ya me he acostumbrado a ti, tienes todo lo que no tengo yo y eso me agrada -bebió el otro vaso de vodka con rapidez y pidió otro.

Uriel rió. –Cuidado, no te emborraches tan rápido. Mira que hay varios lobos por ahí y vampiros que pueden hacerte muchas cosas mientras no estés consiente –bebió su vaso de vodka de un solo trago.

Amber rió -si es así, ¿tú me protegerías? -preguntó con picardía.

-Tal vez, pero quizás sea el primero que te ataque.

-Ya veremos -sonrió pero luego se le borró la sonrisa con algo que hizo que expresara profunda molestia -ay no, lo que me faltaba -bebió fondo blanco el vodka y miró a Uriel.

-¿Qué pasó?

-Aquí viene una de mis pestes personales -suspiró.

-¿Quién? –preguntó Uriel extrañado y mirando hacia todas partes.

-Hey, vampiresa -saludó un chico alto de cabello negro en forma de cresta y ojos verdes -¿cómo has estado?

-Hola, Brian -saludó Amber hastiada -estaba bien gracias, este es mi amigo Uriel -presentó Amber acordándose de él -Uriel este es... Brian.

-Mucho gusto –Uriel le extendió la mano despreocupado y sonriendo normal.

-¿Sólo Brian? -preguntó el muchacho sonriendo.

-Si, sólo Brian -contestó Amber y pidió otro vodka.

-Ah, si... igual -le estrechó la mano a Uriel y después volvió su atención a Amber -¿podemos hablar un momento, cielo?

-No me digas cielo, que yo no soy nada tuyo.

“Uriel, cálmate… Sólo le dijo cielo, más nada, no lo mates. Mientras no le haga nada a Amber, tú tranquilo”
, se dijo a sí mismo y pidió otro trago.

-¿Podemos bailar mientras hablamos? -preguntó Brian con cara de no tirar ni una piedra.

-Ahg -suspiró Amber -sólo una pieza, terminas de decirme lo que tienes que decir y me dejas ¿bien?

-Bien -respondió él -pero voy a hacer que vuelvas conmigo como sea -pensó con malicia.

Uriel escuchó los pensamientos de Brian y casi le dice cualquier barbaridad, pero se quedó tranquilo y sólo observó.

Lestat llegó a la barra y se puso a su lado. -¿Qué ves?

-Ese –Uriel hizo un gesto con la cabeza hacia Brian. –Es un ex de Amber.

-¡Ja! Cuidado, donde hubo fuego, cenizas quedan –dijo riendo.

-Lestat, ¿puedes dejar de hacer el papel de mi conciencia por unos minutos?

-Mmm… Haré lo posible –sonrió maléficamente.

Brian llevó a Amber a la pista de baile. La música era suave, así que la cogió por la cintura, ella suspiró y colocó su mano en el hombro de él.

-¿Y bien? -preguntó Amber molesta por la cercanía.

-Sólo quería saber si... bueno, ¿quieres volver conmigo?

-¡Ja! ¿Estás drogado acaso? -se bufó Amber.

-No, Amber. Cielo, de verdad tú me importas mucho, amor... de verdad he cambiado, tú eres la única.

-La única bailarina que conoces será -respondió con sarcasmo -seguro también tienes una que pinta, otra skater o graffitera.

-Pero Amber en serio, tú eres la única para mí.

-Ah, y se me olvido la vecina esa tuya... ni me acuerdo el nombre .

-Se mudó.

-¡Vaya!, se mudó, qué malo ¿verdad?, así no tienes una que te abra las piernas cuando estés en tu casa fastidiado.

-Cielo, cielo... tranquila -le acarició la mejilla con ternura, rió -siempre eres así de explosiva, me encanta eso de ti.

-Se, se... como tú digas -suspiró molesta y miró en dirección a donde estaba Uriel, deseó que en vez de Brian fuera Uriel con el que estuviera bailando.

Uriel escuchó cada palabra. –Cielo –refunfuñó.

Lestat se cuajó de la risa. -¿¡Estás celoso!? –siguió riéndose.

-Seh, seh… Pero, ¿sabes qué? Amber desea que sea yo quien esté con ella –dijo muy orgulloso.

-Más egocéntrico y te mueres.

-Bueno, tengo razones para serlo.

-¿Qué harás si la besa o algo?

-La pregunta es: ¿qué no le haré? –frunció el ceño y siguió mirando a Amber y a Brian.

-Amber, cariño, ¿entonces, volvemos? -preguntó Brian deteniéndose en medio de la pista, Amber le miró fastidiada.

-No lo creo -respondió con desgano.

Brian frunció el ceño y la besó sin previo aviso, ella se sorprendió y no le dio tiempo de reaccionar a lo que hizo Brian.

Uriel vio la escena y se puso como un energúmeno. –Lo mato –tomó lo que quedaba de su vodka y empezó a caminar hacia la pista.

-¡No, Uriel! ¡Aquí no! Recuerda: somos “normales” –Lestat lo retuvo.

-Pero… -frunció el ceño.

-Déjalo tranquilo. Si ella se da su lugar, le dará una bofetada.

Amber lo empujó lo más fuerte que pudo para retirarlo.

-Eres un maldito bastardo -le gritó y le lanzó una patada en la ingle que lo dejó fuera de combate -no te me vuelvas a aparecer enfrente jamás en tu vida o la próxima vez que te vea no sólo te quedas sin bolas..., ¿oíste? -Se fue caminando furiosa hasta donde estaba el barman, pidió un vaso de vodka y se lo tomó fondo blanco limpiándose los labios -maldito, maldito -murmuró frustrada.

-Uuuh… Lo castró –comentó Lestat después de ver la patada que lanzó Amber.

-Se lo merece.

-Sabe defenderse sola.

-A veces. No siempre.

-Ve y límpiale los labios –le aconsejó riéndose.

Uriel sonrió pícaramente. –Esta vez te escucharé, pepe grillo.

-Eso, conquístala –Lestat rió y Uriel caminó hacia Amber.

Amber bebió dos vasos de vodka seguidos mientras murmuraba que ¿cómo había podido fijarse en ese imbécil?, ya estaba borracha y refunfuñaba sobre cada cosa que se le pasaba por la mente, vio que Uriel se acercaba y suspiró -por lo menos después de ese desgraciado, viene en camino el que siempre me rescata -pensó sonriendo.

A Uriel casi se le escapa una carcajada al oír su pensamiento. Se sentó al lado de ella y le sonrió. –Esta vez no tuve que rescatarte –le comentó.

Amber sonrió y negó con la cabeza -descubrí que esa es la mejor manera de dejar a un hombre fuera de combate, la hubiera aplicado el viernes -suspiró y bebió vodka -ese tipo era imposible. Brian, es imposible, es de lo peor.

-¡Ja! Ojala nunca tengas que hacerme eso –se rió.

-No lo creo, pero si te lo buscas, sabes que no dudaré -rió -no puedo creer que Brian haya sido el que se llevó mi no tan dulce inocencia -pensó y suspiró.

A Uriel le chocó ese pensamiento de Amber en la cabeza como si el parachoques de cinco camiones hubiese chocado contra él.

-¿Qué tan importante fue? –preguntó con cautela.

-¿Quién? -preguntó distraída.

-El tal Brian.

-Amm... él... mmm... ponlo así como mi primer amor, pero nunca sentí más que mera atracción por él.

“Mmm… quizás yo sea lo mismo para ti”, pensó decepcionado. –Bueeh… a uno le toca vivir unas cosas –suspiró y miró hacia otro lado.

-Sí, tienes razón -Amber bebió un poco de vodka -no puedo creer que en toda mi vida sexual sólo tuve un mísero orgasmo -pensó -y fue la segunda vez que lo hice con él, pero la primera vez sentí como si me moría, no quise tener sexo más nunca con nadie.

Uriel se sobresaltó y no pudo evitar verla tan sorprendido. “No has estado conmigo”, pensó y se rió de su picardía.

-Quisiera enamorarme, aunque sea sólo una vez -comentó Amber casi en un susurro -quiero saber qué se siente.

Uriel sonrió. –Ven, bailemos –le extendió la mano.

Amber se dejó llevar por Uriel, empezaron a bailar al ritmo de la música electrónica. El sudor empezó a recorrer sus cuerpos y reían mirándose con picardía el uno al otro. Luego Uriel sacó un pañuelo blanco de un bolsillo de su traje y le secó la frente sudada a Amber.

Ivan detuvo la música y habló por micrófono. –Ahora una balada para los enamorados y para los que están en proceso –rió y colocó And then you de Greg Laswell. –Disfrútenla.

Uriel le dedicó una sonrisa a Amber, y como en los viejos tiempos, se inclinó y volvió a extenderle la mano.

Amber sonrió divertida; hizo una reverencia con el vestido como las damas de antaño y tomó la mano ofrecida de Uriel, inmediatamente sintió el cuerpo de él muy cerca del suyo. Normalmente le asqueaba el contacto con otras personas pero con Uriel sintió que su corazón se aceleraba vertiginosamente y un calor placentero le recorría el cuerpo.

Uriel puso una mano en la cintura de Amber, después acercó su cara hasta su cabello que olía, como siempre, a lavanda. Sonrió y empezó a guiarla por la pista mientras bailaban.

Amber como era más pequeña que Uriel, se sintió chiquita ante él, un sentimiento que nunca había tenido antes, apoyó la frente del pecho de Uriel, olía a algo exquisito, un perfume quizás; el caso era que el olor la atraía más y más hacia él, haciéndola sentirse feliz y excitada a la vez.

Uriel podía oír claramente cada cosa que pasaba por la mente de Amber. Quería besarla pero sabía que no era el momento ni el lugar. Empezó a tararear la canción y de vez en cuando hacía que Amber diera giros suaves. Su vestido se levantaba y bailaba junto con ella; pero cuando regresaba a Uriel, él disimuladamente la abrazaba por unos segundos y luego seguía bailando.

Amber estaba como drogada, suspiraba de satisfacción mientras se dejaba llevar por Uriel y la suave música, sentía como si todo a su alrededor hubiera desaparecido y sólo quedaran ellos dos allí. Cada vez que Uriel la tocaba, sentía escalofríos y su piel se erizaba. Su corazón latía tan fuerte que pensó que se le saldría del pecho; su cabeza daba vueltas por los tragos y por el exquisito aroma de Uriel, sintió ganas de besar y ser besada por él, y cada roce a su piel dejaba una marca de calor excitante.

Uriel había dejado que Amber diera una última vuelta y cuando llegó a él, la canción acabó y todos los observaban.

-Creo que nos están mirando –le comentó sonriendo y sin dejar de mirarla.

-Eso es porque somos geniales en la pista -ella le devolvió a sonrisa mirándolo de igual manera.

Uriel quería decirle lo que él era, pero no sabía si tendría el valor para hacerlo.

-Te invito otro trago –le dijo sin prestarle ni la menor atención a los demás.

-Bien, quiero un Martini, ya estoy cansada de tanto vodka -sonrió y se fueron hasta donde estaba el Barman; Amber echó una ojeada rápida hasta donde estaba Katy que bailaba con Thony, le alegró que se llevaran bien, pero por ahora sólo tenía cabeza para Uriel.

-Tal vez me esté equivocando con tu amigo. Se lleva bien con Katy –miró a la pareja y después buscó a Lestat, cuando lo ubicó lo vio bailando comprometidamente con tres chicas. “Éste no aprende”, pensó Uriel y negó con la cabeza.

-Y tu amigo el lobo feroz anda en lo suyo como siempre -comentó con ironía -por cierto Uriel, ¿desde cuando se conocen ustedes?, porque parecen amigos de toda la vida.

-Ah…, estudiamos juntos desde preescolar. Tenía tiempo sin verlo. Antes era muy tímido, ahora míralo… –mintió.

Amber carcajeó -seguro que la que le quitó la virginidad era una fiera salvaje.

-¡Ja! En realidad fue al revés. La fiera era él, pero no lo sabía hasta que tuvo la primera chica.

Amber carcajeó tratando de pensar en la pobre chica que le tocó como primera mujer -pobre chica entonces.

Uriel rió. –Sí, se parecía mucho a Katy. Bueno… es que cada vez que Lestat se enamoraba, siempre era una chica tímida. Pero, luego de que él las hacía unas expertas en todo lo que tenga que ver con cama, lo dejaban, así que decidió ser lo que es hoy en día.

-Pobrecito, ahora el plantado es él, si Katy se convierte en una máquina de sexo, no creo que sea tan zorra como cualquiera, conociéndola, sólo se lo guardará a la persona que de verdad ame -suspiró -amor, un sentimiento desconocido para mí, quisiera poder decir lo mismo que Katy –pensó.

A Uriel le preocupaba ese pensamiento de Amber. Le venía una y otra vez. Pero él se sentía como el indicado para demostrárselo. Sería capaz de mostrarle qué era amar a alguien y sobre todas las cosas, qué era ser amado; no le importaba que a la final se aburriera de él y lo dejara.

Uriel carcajeó. –No creo que Katy llegue a ser zorra sinceramente –pidió dos Martini para ambos.

-Yo tampoco lo pienso -rió -por cierto, Uriel, ¿no tienes mamá? ¿Sólo vives con tu padre?

Negó con la cabeza, más porque no tenía a ninguno de los dos que por no tener madre. –Caleb me ha cuidado desde que yo era pequeño, así que es como mi padre –sonrió. –Mi padre murió cuando yo tenía… -recordó la última y única vez que tuvo 23 años. –Cuando yo tenía 20 –mintió. –Y mi madre murió cuando yo nací.

-Ah, lo siento. Toqué un tema delicado -se apenó un poco, pensó que no debió haber tocado el tema, ya que ella misma odiaba que hablaran de familia y todo lo que tenga que ver con eso.

Uriel le sonrió y la acarició. –No te preocupes. Para mí ya no es difícil hablar de eso.

Amber cerró los ojos al sentir las caricias de Uriel, recordó cundo estaban bailando y lo extraña que se sentía por oler su perfume, sintió un leve hormigueo en el estómago y nuevamente su corazón palpitó acelerado.

El barman trajo los tragos, Amber miró a Uriel sonriente maquinando algo divertido. -Te propongo algo -le dijo ella sonriente.

-¿Cómo qué? –preguntó Uriel levantando una ceja.

-Vamos a hacer una pequeña competencia -sonrió y levantó su copa -el que resista más tiempo sobrio gana, ¿va?

-¡Dale! ¿Qué bebemos?

-Mmmm... -pensó por un momento y luego se le ocurrió -Tequila -dijo sonriente.

Uriel hizo una mueca. -¿Segura?

-Absolutamente, empieza a pedir rápido que me muero de ganas por empezar -parecía una niña con juguete nuevo.

Uriel se encogió de hombros. –Ok –llamó al barman y pidió dos vasos más y una botella de tequila. Le sirvió a Amber y luego se sirvió a sí mismo. –Salud.

-Salud -chocó el vaso con el de Uriel y bebió fondo blanco, se estremeció un poco ante el sabor pero luego sonrió satisfecha.

Uriel hizo lo mismo y se rió del gesto de Amber. -¿Otro? –comenzó a servir sin escuchar la respuesta, sabía que sería “sí”.

Ella afirmó y cuando su vaso estuvo lleno bebió fondo blanco nuevamente.

-Cuidado te ahogas –le advirtió Uriel y luego bebió hasta la última gota de su vaso.
Amber tosió un poco, se aclaró la garganta y le tendió su vaso a Uriel para que se lo llenara, ya empezaba a sentir los efectos del alcohol pero no le importaba; era divertido estar y beber con Uriel.

Una hora después iban por el noveno vaso de tequila. A Uriel sólo le ardía un poco la garganta y tenía un muy leve mareo, pero del resto estaba normal.

Amber estaba que ya no podía con su alma, pero trataba de disimularlo enfrente de Uriel o sino perdería la competencia, no le decía nada porque ni ella misma entendería sus palabras de lo borracha que estaba, empezó a sentir sueño y pesadez en el cuerpo; pero le hizo caso omiso a su sentido común y siguió bebiendo.

-Amber…

-¿Mmmm?... -trató de ver a Uriel, pero sus parpados estaban pesados, así que decidió cerrar los ojos.

-Nosotros estamos haciendo esta competencia… está bien, pero ¿qué ganamos? ¿Y qué hará el que pierda?

-Mmmm -se restregó los ojos -carajo, no pensé en eso -pensó -el que gane... -le dio hipo -perdón... tendrá un beso del perdedor.

Uriel rió. –Me parece perfecto. ¿Te sirvo otro? Estoy casi seguro de que te ganaré.

Le dio hipo nuevamente y se tapó la boca con la mano -no estés tan seguro -le tendió el vaso y éste lo llenó hasta el tope, ella vio el vaso dudosa y se lo bebió con mucha dificultad pero lo terminó, sintió que se le iban los tiempo por un segundo pero se sostuvo fuertemente de la mesa.

Uriel tuvo un ataque de risa al verla y golpeaba la mesa mientras se reía de la cara que puso Amber. –Si quieres recordar lo que pase hoy mañana, te recomiendo que no bebas más.

-Tu sólo quieres ganarme, pero no te voy a dejar -le tocó la frente con su dedo índice, justo en medio de las cejas.

-Si tú lo dices… -sirvió tequila en los vasos y bebió a fondo blanco mientras esperaba que Amber hiciera lo mismo o vomitara.

Amber sintió un poco de náuseas al ver el vaso, pero respiró hondo y se le quitó, cogió el vaso y mientras se lo llevaba a la boca la mano le temblaba, cerró los ojos con fuerza y rápidamente se lo bebió completo pero después de eso no supo más de si.

Uriel sostuvo a Amber antes de que cayera al piso desmayada. La cargó y salió del salón. Buscó un sitio donde nadie los viera; quería llegar rápido al auto para dejar a Amber en su casa, así que levitando, llegó a su One-77. Abrió la puerta del copiloto y allí dejó a Amber, luego se subió él para manejar y condujo hacia Dagalesth.

Amber reaccionó poco a poco mientras estaban en el auto de Uriel, tenía mucho frío y la piel bajo la ropa se le erizaba. -¿Dónde estamos? -le preguntó a Uriel un poco mas lúcida.

-En mi auto. Te llevaré a tu casa.

-Ahg -cerró los ojos de nuevo y se enrolló sobre sí misma -me duele todo.

Uriel la abrigó con el mismo suéter de lana de siempre y le bajó un poco al aire.

–Ya vamos a llegar –le avisó.

-Ajamm -ella se enrolló en el suéter -¿y quién ganó?

Uriel sonrió. -¿De verdad quieres saber?

-Noooooooo -se quejó -sé que perdí como una perdedora.

-No, te dejé ganar. Ganaste, Amber.

-No te creo, eres bueno pero no para tanto -suspiró y luego bostezó -como que mañana no voy a clases, no me interesa quién se moleste, soy una bailarina.

-Tu madre postiza se molestará.

-¿Cuál de las dos?

-Las dos… -rió.

Amber rió -sí, lo más seguro es que me asesinen, pero no importa... estoy segura que mañana no me voy a poder parar de la cama.

-Posiblemente. Y si te paras, no podrás ni dar una vuelta cuando bailes.

-Ahg, no me hables de vueltas ahorita, de sólo pensarlo siento que vomitaré y no quiero manchar tu lindo auto.

Uriel carcajeó. –Tranquila, bailarina.

Amber sonrió y cerró los ojos -¿Por qué eres siempre como un ovni? -le preguntó ella -tan fuera de lo común.

-No soy un ovni, Amber –sonrió. –Soy un vampiro.

-Lo sé, yo también soy una, pero una vampiresa bailarina, una bailarina.

-Lo sé. Sé que eres una bailarina. Pero, la verdad es que soy un vampiro.

-Y yo soy una bailarina... ¿un vampiro como los de las películas?

-Sí, como esos.

-Vaya, que genial -bostezó -¿y chupas sangre del cuello de las doncellas? Porque si es así, yo no te serviré, yo dejé de ser una hace mucho tiempo –rió. -Tal vez Katy sí, pero si le haces algo, te golpeo.

Uriel fingió una sonrisa ante el comentario. –A nosotros los vampiros no nos importa si eres doncella o no; sólo nos interesa que tenga sangre tibia –saboreó la sangre de Amber por un momento.

-¿Y la mía es buena?, ¿la has probado sin que yo me diera cuenta?

-La he probado, pero no de ti. No te haría daño.

Amber sonrió -eres muy lindo, por eso es que me gustas tanto -se le escapó sin que se diera cuenta.

Uriel sonrió y estacionó el auto. –Ya llegamos a tu casa –se bajó y le abrió la puerta a Amber. -¿Crees que puedas caminar tú sola? ¿O prefieres que te cargue?

Amber entreabrió los ojos y suspiró -no sé, cárgame; me duele el cuerpo.

Uriel la cargó cuidadosamente, cerró la puerta y le puso la alarma al auto. Caminó hacia el porche y se detuvo. -¿Tienes la llave?

-No, se la dejé a Katy -sonrió -pero debajo de esa maseta hay unas copias, algunas veces me sucede esto.

-Ah, es bueno saberlo. Sino, te iba a llevar a mi casa, allí si hubieses tenido que temer por tu sangre –bromeó y buscó la llave en la maseta, después abrió la puerta y entró con ella en brazos. -¿En qué piso vives?

-En el 7, allí también hay una copia de las llaves pero están debajo del extinguidor.

-Rayos –se quejó Uriel. Luego se teletransportó hacia el piso 7. No le importó si Amber lo veía, estaba demasiado embriagada como para darse cuenta o recordarlo al día siguiente. Buscó las llaves y se detuvo antes de abrir. -¿Y tu madre?

-Si no está en el trabajo..., debe estar en la casa de su nuevo novio, casi nunca la veo en casa -sonrió -así que pasa, no importa.

-Bueno… -Uriel abrió la reja y luego la puerta. Después cerró ambas con llave y llevó a Amber hasta un pasillo. -¿Cuál es tu cuarto?

-El que está al fondo -rió -te queda muy pequeña mi casa.

Uriel carcajeó. –Sí. En la mía puedes perderte –abrió la puerta y vio su cama. Se acercó y cuidadosamente la acostó.

Amber enrolló sus brazos en el cuello de Uriel, su calor corporal le atraía, no quería separase de él -no te vayas -le dijo -quédate conmigo.

Uriel estaba apoyado sobre sus manos del colchón de la cama. Sus ojos se perdían en los grises de Amber. – ¿Cuál de los dos quieres que gane la competencia de hace rato?

-Tú ganaste, así que te tengo que dar un beso -Amber tomó a Uriel de su camisa y levantó un poco su dorso, sus labios se rozaron en un tibio beso, luego lo besó con más intensidad, el sabor a tequila era intenso en el beso, pero más embriagante era deseo que el mismo alcohol.

Uriel sentía como su aliento dejaba de ser de él y era de Amber, a lo igual que el de ella era suyo ahora. Le soltó y le acarició el cabello; se inclinó sobre ella para que no se cansara, así la podía besar con toda la pasión que quisiera mientras ella estuviese cómoda.

Amber sintió que su corazón se aceleraba estrepitosamente, acarició el cabello de Uriel con sus manos mientras le besaba, su deseo aumentó tanto que cada parte que tocaba Uriel se tornaba ardiente de deseo, sintió que su vientre llamaba a las caricias de él mientras éste la tocaba tiernamente.

Por otro lado, Uriel por más pasión que sentía, deseaba su sangre, tanto que si le hubiese dado la gana, mordería su cuello y la mataría sólo para alimentarse de esa sangre que tenía tanto tiempo sin beber, pero le había dicho que no le haría daño; y era la verdad, no se atrevía a dañarla. Fue hasta su cuello y en vez de morderla como tanto deseaba, sus labios la besaron como si quisieran mordisquearla.

Amber tenía la mente en blanco y con los labios entreabiertos jadeaba mientras que Uriel le besaba el cuello y luego se dirigía hasta su clavícula, contuvo las ganas de decirle que fuera más allá, que no se detuviera.

Uriel quería cumplir cada deseo que pasara por la mente de Amber, sabía que no se atrevería a decirle que llegara más allá; así que con un ligero roce de la yema de sus dedos, bajó un poco el escote de su camisa y la besó tiernamente desde su barbilla hasta donde el descotado lo detenía.

Amber empezó a gemir de placer mientras jadeaba con aún más intensidad, nunca se había sentido así con nadie, ella que era de piel sensible, nunca alguien la había hecho sentir de esa manera sólo con unos besos aquí y allá, quería seguir explorando ese nuevo placer, quería que Uriel la tocara mucho más.

Uriel volvió a sus labios para interrumpir uno de sus gemidos, pero luego olvidó que la besaba. Su mente viajó, no como viaja la mente de un adolescente que está aprendiendo a experimentar sino de otra forma muy pero muy distinta. Amber era esa mujer quien él estaba buscando, esa por la cual lo arrastraron a la miserable y eterna vida, era ella a quien quería matar desde que comenzó a buscarla en ese siglo. Amber era Amelia. Apartó sus labios de ella, jadeó y la miró extraño.

-¿Qué pasa, Uriel? ¿Por qué te detienes? –le preguntó casi ahogándose con sus jadeos.

Uriel se levantó de la cama de un brinco y dando traspiés. –Eres Amelia –dijo horrorizado.

Amber se extrañó un poco y jadeando le dijo: -no te detengas... -hasta que cerró lo ojos y quedó profundamente dormida.

-No puedo seguir –Uriel salió corriendo de su casa y se montó en su One-77. Manejó como alma que lleva el diablo por la carretera y llegó a su casa. No quería saber de Amber pero al mismo tiempo sí. Su cabeza era un mar de recuerdos mezclados con la actualidad.

Capítulo XVII: Cita en el bar.

La reunión había culminado; Uriel se había comunicado con su padre y se sentía mal. Creyó que más nunca volvería a saber de él, hasta que se le apareció por primera vez.

-¿Estás bien, muchacho? –Le preguntó Mikhael dándole unas palmadas en el hombro.

-Creo que sí.

-Uriel, vamos a salir por ahí. Es viernes en la noche. Necesitas relajarte después de esto –le propuso Lestat.

-Sí, salgamos.

-¿Vamos en tu carro; en el mío o en los dos?

-En los dos.

-Bueno, vámonos. Papá, nos vemos luego –se despidió con la mano. –Y el resto, fue un placer trabajar con ustedes.

-No llegues temprano, hijo.

-No lo haré –dijo Lestat sonriendo y se llevó a Uriel.

Amber y Katy ya estaban listas para una noche de tragos y fiesta. Katy tuvo que prestarle a Amber ropa; una camisa negra descotada hasta la parte alta de la cintura, sin mangas y cuello en una “v” grande que exaltada sus atributos; una falda hasta más arriba de las rodillas, negra y unas sandalias altas negras. Se maquilló y se arregló el cabello.

Katy llevaba un vestido negro corto en picos, en forma de top que exaltaba su blanca piel, unas sandalias negras un poco más altas que las de Amber. Ella la ayudó a maquillarse y se hizo una coleta alta, dejando al expuesto su nuca.

Se fueron en el Mini-couper de Katy hasta un bar llamado “Copa Cabanna”, que quedaba cerca de la plaza principal de Shanskville.

Uriel y Lestat iban en sus autos. Lestat iba en su camioneta escuchando Trance a todo volumen; escuchaba Zombie de DJ Tiesto y DJ gered. Uriel lo seguía por la carretera con los vidrios abajo.

Llegaron al bar “Copa Cabanna”; Lestat se bajó de su flamante Chevrolet Equinox como si fuese lo mejor que haya podido aparecer en ese lugar, mientras que Uriel se veía frustrado. Lestat frunció el ceño al verlo y le propinó un buen golpe en la espalda. Uriel ni se movió.

-¡Quita esa cara de ano!

-¡Cállate, Lestat! Me siento mal –bufó.

Lestat se percató del Mini-couper negro con detalles fucsia de Katy. -¿La Virgen María en un bar? –se extrañó.

Ambos entraron al lujoso bar, y Uriel distinguió a Katy. –Y con una minifalda…
A Lestat le provocaron sus piernas, pero luego puso mala cara. –Parece un zancudo con patas blancas…-le llamó más la atención la chica que estaba a su lado y le preguntó a Uriel sobresaltado: -¿¡Ésa no es la bipolar!?

Amber y Katy estaban en la barra haciéndose las indiferentes; se les acercó un chico, quizás de su edad o mayor y se sentó al lado de Amber.

-Hola, preciosuras –saludó galante, creyéndose la gran cosa. -¿Quieren que les invite algo?

Amber se mordió el labio inferior, miró a Katy y luego al hombre.

-Está bien; pero sólo si no nos dices más así. Somos Amber y Katy –se presentó Amber, Katy saludó con la mano sonriendo.

El sujeto sonrió emocionado y pidió al barman dos Martini para ellas y un whisky con soda para él. –Soy Andrew por cierto –Amber que estaba muy poco interesada en él, sólo le sonrió; ella nada más quería que le invitaran los tragos, seguro que al rato ni se acordaría del nombre del tipo.

-Sí, esa es Amber –afirmó Uriel frunciendo el ceño cuando vio que se le sentó al lado un chico.

-Bueh, está en lo suyo… Sentémonos –ambos se sentaron al otro lado de la barra. Uriel pidió ron y Lestat un tequila. –Creí que la bipolar era importante para ti.

-Sí, algo…-dijo Uriel despreocupado.

-¿Por qué no le montas un numerito aquí? El bar está aburrido…, así pasará algo interesante –dijo sonriendo y luego se bebió todo su vaso.

-No, déjala tranquila… No somos –Uriel se dio cuenta de que el tipo que estaba al lado de Amber, le tocó una pierna. Los celos lo atacaron, y de la rabia, rompió el vaso de cristal que estaba en su mano de tanto apretarlo.

-Como dije, ve y móntale una escena.

El barman comenzó a limpiar y Uriel reaccionó. –Disculpe, si quiere se lo pago.

-No importa. Pasa todo el tiempo. Ya le traigo otro trago.

Amber se sobresaltó cuando el hombre le tocó la pierna, le molestó muchísimo pero no lo zarandeó como haría la mayoría, más bien quitó su mano con delicadeza y sonriendo calmadamente le dijo: -Si vuelves a tocarme, vas a salir de aquí sin bolas –se terminó de beber el Martini y agarró a Katy por la muñeca. –Vamos, Katy –se levantó junto con ella que bebió rápidamente el Martini para no desperdiciarlo. –Adiós, gracias por los tragos –se despidió Amber del chico que quedó pasmado, y luego se fueron al rincón más lejano del bar a esperar su próxima victima.

-Yo ya hubiese terminado con ella –dijo Lestat. –Además, todas quieren contigo –observó a las dos damas yéndose a un rincón del bar. -¡Ja! Ahí van a buscar a otro. La Virgen María como que quiere tener un niño Jesús.

-Me sabe a mierda –Uriel se había bebido tres vasos de ron sin darse cuenta. –He llegado a una conclusión –comentó-: tratas bien a las mujeres y te patean el culo, pero si las tratas como la peor escoria, ahí las tienes a tus pies.

-Empieza a tratar mal a la bipolar –le aconsejó Lestat.

-¡Nah! Creo que ni debo tratarla. Hoy fui de lo más educado, diciéndole que no la podía llevar a su casa y se puso como la propia cuaima… Lo peor del caso es que no podía decirle por qué no la podía llevar.

-¿¡Y qué!? ¿Acaso eres marido de ella para que le estés diciendo hasta cuántas veces orinas en el día?

-¡No! –Uriel suspiró. –Tienes razón.

-Te presentaré a unas cuantas chicas –le dijo Lestat señalando a cuatro mujeres rubias y bien atribuidas mientras bebía. –Dos para cada uno –sonrió.

Amber y Katy se vieron rodeadas de dos hombres; parecían de 26 o 30 años pero no importaba, Amber necesitaba urgentemente quitarse de la cabeza que Uriel era algo suyo; no podía molestarse porque saldría con la oxigenada esa.

El que se sentó al lado de ella le invitó un trago y le comenzó a hablar, pero ella no le prestaba atención; miró distraídamente por el bar, vio que Katy hablaba con el otro, luego vio al abusador que la tocó ligándose a otra y después… Vaya sorpresa, Uriel; y no estaba solo sino muy bien acompañado por un par de rubias oxigenadas.
Lestat había llamado a las rubias y se las presentó a Uriel. Eran Pamela, Sandra, Roxana y Jennifer. A Uriel no le llamó la atención ninguna. Pero como eran “amigas” de Lestat, debió suponer qué clase de mujer eran.

Roxana y Pamela, quienes aparentaban ser las más hermosas, se le pusieron una de cada lado; mientras que Sandra se sentó en las piernas de Lestat y Jennifer le hacía masajes.

Uriel veía que el tipo que hablaba con Amber se le acercaba cada vez más, luego se percató de que ella lo observaba, él dejó de mirarla y le prestó mucha atención a Roxana.

-¿Y cómo se llama éste amigo tuyo, Lestat? –Le preguntó Roxana mientras acariciaba a Uriel.

-Ese es Uriel. Lo conozco desde hace muchos años.

-Te ves interesante –le susurró Roxana a Uriel muy cerca de la oreja; después le lamió la pata de ésta.

A Uriel le dio un poco de asco y cosquillas, por lo que se limpió disimuladamente son su hombro. –Gracias –fingió una sonrisa. –Tú te ves preciosa –miró de reojo a Amber quien lo veía con ganas de matarlo.

Amber no podía creer lo que veía, Uriel era un perro más zángano que el mismo Lestat; dio gracias a Dios, a pesar de no ser religiosa, porque su piel no se pigmentaba del color de sus emociones o sino estuviera de un verde fluorescente de celos y un rojo intenso de furia.

-Con que esas tenemos –murmuró y miró al tipo a su lado que le hablaba cada vez más de cerca; no era s tipo pero le daba igual. Se acercó a él inclinándose hacia delante para mostrar más sus pechos, se mordió el labio pícaramente y se le acercó a la oreja para susurrarle algo muy coqueto que hiciera que el hombre se interesara más en ella.

Uriel observó la atrocidad que hacía Amber y casi se levanta a patearle el trasero al sujeto que estaba con ella.

-¿Qué quieres que te hagamos? –preguntó Pamela con picardía y le abrió dos botones de su camisa.

-Lo que tú quieras –le contestó Uriel sonriendo.

-¡Así se habla! –Celebró Lestat y luego besó a las dos fieras que le coqueteaban.
Amber sintió ganas de matar a golpes a la tipa que le había desabrochado la camisa a Uriel pero se contuvo, el hombre a su lado estaba insoportablemente cerca de ella, tanto que le asqueaba, pero tenía que aguantar. Katy estaba sorprendida por lo que hacía Amber y luego e dio cuenta de el par de dos que estaban también en el bar; el perro de Lestat con dos mujerzuelas operadas y el chupa sangre en las mismas condiciones. –Que de lo último –pensó- con razón Amber se está comportando como una regalada.

Amber suspiró y esquivó disimuladamente el intento de beso que le quiso dar aquel hombre; bebió un trago a fondo blanco y miró de reojo a Uriel nuevamente.
Pamela y Roxana sintieron una gran tentación de besar a Uriel. Su colonia embriagaba a ambas; sentían que el cuerpo y los labios de él las llamaban.
Uriel se sentía extraño, algo en él no era como siempre había sido; un nuevo poder se le despertaba, uno que hasta los momentos, desconocía su existencia.

-Uriel, bésame –le pidió Pamela.

-¡A mí también! –rogó Roxana mientras se aferraba a su brazo.

-¿Qué les hiciste? –preguntó Lestat riéndose y dejando de besar a Jennifer.

-Nada… que yo sepa.

-Se supone que nosotros le roguemos a ellas. No ellas a nosotros, pero bueh… Como dije –le dio un sorbo a su trago –: todas quieren contigo –le sonrió pícaramente y esta vez besó a Sandra.

-Tienes razón –Uriel estuvo a punto de cumplir el deseo de una de sus esclavas, pero frunció el ceño al ver que el sujeto que estaba con Amber trataba de propasarse con ella.

Amber ya no aguantaba más, había tentado demasiado a su presa y ahora ella era la cazada. El hombre se acercaba más y más, y ella no hallaba qué hacer; él le tocó la pierna y ella se quejó molesta.

-No me toques, por favor –pidió Amber con voz calmada pero autoritaria, el tipo rió y le sostuvo la mano con fuerza.

-¿Y por qué? –preguntó sonriente y acercándose tanto que casi la besa a la fuerza.

-Dije que no me toques, bastardo –Amber forcejeó pero él era más fuerte que ella –¡Suelta! –exclamó.

A Uriel se le subieron los humos a la cabeza, y su agudo oído empezó a escuchas a Amber quejándose y al otro tratando de convencerla, tanto fue así, que dejó de prestarle atención a las otras dos.

-¿Qué pasa? –Le preguntó Lestat.

-El tipo se está propasando con Amber –frunció más el entrecejo.

-Déjala. Ella se lo buscó.

Uriel terminó su trago y continuó observando.

Amber se levantó irritada y se fue al baño huyendo del tipo, pero éste la siguió, y lo peor era que no había ni un alma e ése baño; cuando el hombre entró, cerró la puerta con seguro y cogió a Amber del brazo con fuerza.

-¿¡Qué haces!? –Amber forcejeó pero éste la apretó por la cintura. –Suelta, maldito bastardo –Amber empezó a golpearlo con toda su fuerza pero a éste no le importaba; la besó con brusquedad para que acallara sus gritos.

Uriel se levantó de un salto, estaba que incendiaba lo que tocaba. –Denme un momento –le dijo a las rubias y a Lestat.

-¿Adónde vas?

Uriel sólo movió la mano y se dirigió al baño de damas. Trató de abrir la puerta pero tenía seguro. Su ira se incrementó y de una patada la abrió; vio al sujeto tratando de desvestir a Amber. Lo agarró por el cuello de la camisa con una mano y lo bateó contra la puerta del baño.

Amber había caído al suelo luego de que Uriel halara bruscamente al hombre y lo estampara contra la puerta, vio cómo el sujeto se incorporaba y arremetía contra Uriel que lo frenaba y le golpeaba. El tipo trataba de defenderse pero Uriel era demasiado fuerte y lo golpeaba tanto que Amber temió por la vida del hombre. Se levantó rápidamente y cogió en vano el fuerte brazo de Uriel.
-¡Uriel, detente! ¡Lo matarás!

Uriel hizo caso omiso a la súplica de Amber y agarró al otro por el cuello, lo levantó y le dijo: -No debiste ni mirarla –lo soltó contra el suelo y se llevó a Amber por un brazo. Luego la sacó del bar.

Katy vio cómo Uriel se llevaba a Amber afuera del bar, no se había dado cuenta de lo sucedido, y con el que había estado hablando hace un minuto, se fue cuando accidentalmente mencionó su virginidad; se quedó bebiendo un poco más, no quería meterse en problemas matrimoniales.

Uriel halaba tan fuertemente a Amber que la maltrataba. -¡Uriel! ¡Suelta! ¡Me las timas! – se quejó y él se detuvo al llegar afuera del bar. La miró furioso y ella sintió un poco de miedo, pero se le enfrentó sin desviar la mirada. -¡He dicho que sueltes!

Uriel la soltó al tiempo que ella batía su brazo y miró molesto hacia otro lado. No quería decirle nada, cualquier cosa que dijera, le delataría lo importante que era ella para él, y eso lo llevaría a convencerse totalmente de que estaba enamorado de ella. –Sólo a ti se te ocurre… -murmuró sin mirarla.

-Eso… eso no fue mi culpa –se excusó cruzándose de brazos y desviando la mirada a otro lugar. -¿Qué iba a saber yo que el muy maldito era un lunático pervertido?

-¡Por favor, Amber! ¿¡Qué otra cosa puedes encontrar en un maldito bar!? ¿¡Un ángel de la guarda, ah!?

-Yo sólo quería beber un poco porque, bueno… Estaba triste –pensó en lo de la zorra de la clase de francés. –Además, ¿tú qué hablas?, si tenías de a dos –reclamó furiosa nuevamente.

-¿¡Y!? ¿Acaso estoy diciendo que eran un par de inocentes? ¡No, ¿verdad?! –le gritó.

–¡Además, tú andabas dejándote tocar por cualquiera! ¡Por eso dejé que Lestat me las presentara! –se dio cuenta de lo que dijo y maldijo mil veces. “Maldita sea, no debí decir eso”, pensó y puso una mano en su frente.

-Yo no me dejé tocar, es sólo que como… -se detuvo antes de continuar, pero pensó –es sólo que como te vi con las oxigenadas esas, me puse verde de los malditos celos y empecé a coquetear con el otro bastardo. –Suspiró y pensó que él tal vez también estaba celoso, pero no lo creía. –Ahg, nada –bufó.

Uriel escuchó sus pensamientos y no quería creerlo; se negaba rotundamente. –Ahg, no sé qué diablos te pasó hoy cuando te dije que no podía llevarte. ¡Coño! ¿Acaso te lo dije mal? –suspiró. –No te lo dije porque vendría para acá. De hecho, no tenía planeado venir a éste sitio… Lo hice porque Lestat me invitó y… -recordó lo de su padre. Respiró hondo. –Nada, olvídalo.

-Claro, si te ibas a ver con la bicha esa de la clase de francés –se le escapó –además, i que tú fueses marido mío. No necesito que me expliques qué estabas con el otro perro también –se volteó con intención de irse.

-¿¡Qué!? –La agarró por la muñeca. –Sabes perfectamente que no me gusta Agnes –frunció el ceño y luego lo relajó. -¿Por eso te pusiste así?

Amber se sonrojó intensamente y miró a otro lado para que él no notara su sonrojo. –No –contestó mientras le empezaba a erizar la piel por el frío de la noche.

-¡Rayos! No sé cómo reaccioné así –bufó. –Hubiese sido otra y dejo que se la violen en el baño. –Soltó a Amber.

Amber no podía ni mirar a Uriel, así que estaba de espaldas a él y cruzada de brazos para soportar el frío. -¿Entonces qué soy para ti? –pensó con pesar sabiendo que su relación no llegaba más allá de ser meros amigos, o menos que eso, conocidos.
“¡Maldita sea! ¡Maldita sea!”, Uriel cerró los ojos con fuerza y tomó aire. Volteó hacia ella. –Amber –la llamó.

Ella al escuchar su nombre se sobresaltó un poco. –Dime –fue lo único que pudo responder.

-Amber, mírame –le ordenó pero ella hacía caso omiso. -¡Amber! –volvió a decir su nombre.

-¿¡Qué!? –gritó ella frustrada volteando, estaba un poco sonrojada y le miraba apenada.

Uriel nada más esperó a que terminara de gritarle, para sostener el rostro de ella y besarla. Ya no le importaba si se negaba, si lo seguía, se lo empujaba, si lo cacheteaba después de que la besara o si se daba cuenta de lo que sentía por ella. Rozó sus labios y quiso más, pero su buen amigo Lestat y Katy, habían salido a buscarlos.

Amber y Uriel se separaron. Ella estaba un poco ruborizada, con el corazón aceleradísimo y maldijo hasta la última célula que mantenían vivos a Lestat y a Katy.
-Maldita sea –musitó Uriel y negó con la cabeza.

-¿¡TÚ ERES LOCO, MALDITO LOCO!? –Le gritó Lestat. -¿¡Cómo carajo se te ocurre golpear a alguien así!? ¿¡Sabes que por eso pueden negarme la entrada, hijo de tu grandísima madre!?

-Iba a abusar de Amber –se excusó.

-¿¡QUÉ!? –Exclamó Katy acercándose rápidamente a Amber. -¿Ese tipo? ¿Al que le coqueteabas?

-Algo así –suspiró Amber. –Uriel me salvó.

-¿¡Te salvó!? ¡No me jodas! Casi asesina al tipo ese en el baño. Cuando salió, la gente se volvió loca. Obviamente no dudé en que fue obra de Uriel. –respiró profundo. -¡Y… Y! ¡Y ustedes causan tanto alboroto y están aquí besándose de los más tranquilazos!

Amber se coloró sintiendo el rostro caliente y las manos frías. –Creo que… deberíamos irnos, Katy.

-Sí, ya vámonos. No soporto al tipito este –señaló a Lestat con el pulgar y frunció el ceño.

Uriel quería matar a Lestat y a Katy. –Me voy –dijo frunciendo el ceño y caminó hacia su One-77.

-¿Adónde vas? –le gruñó Lestat.

-No es tu problema -. Le quitó la alarma al carro, abrió la puerta y miró a Amber quién estaba muy sorprendida. –Tienes razón, Amber –bufó. –No soy tu marido –subió al auto y arrancó hacia su casa.

Todos intercambiaron miradas.

-Y me dices a mí bipolar…-le dijo Amber a Lestat.

Lestat negaba con la cabeza y tenía las manos en la cintura. –Hay que ver que lo bipolar se contagia –suspiró y éste también se fue.

martes, 20 de abril de 2010

Capítulo XVI: Advertencias.

Ha pasado un tiempo desde que Uriel y Amber se conocieron. Corría el mes de Octubre; el frío estaba casi insoportable y la fiesta de Halloween se acercaba.

Uriel se levantó por la mañana, se duchó, se cambió y fue a buscar a Amber como ya se le había hecho costumbre.

Amber se levantó esa mañana con pereza, como de costumbre, Uriel la buscaría y por eso trataba de apurar el paso. Como sucedía siempre, su madre había olvidado encender el calentador, y se tuvo que bañar con agua terriblemente fría.

-Me voy, madre –su mamá estaba desayunando en el comedor, la miró como si no le importara, pero asintió con la cabeza. Amber pensó en lo extraño de la situación, y que debido a ese simple asentimiento, iba a ser un buen día.

Salió corriendo por las escaleras del edificio, y en la entrada ya estaba Uriel con su One-77 negro esperándola.

Uriel le sonrió y esperó a que subiera para saludarla. Cuando ella subió quiso besarle la mejilla; Amber quiso lo mismo, pero como que tuvieron la intención de besar el mismo lado y casi se besan en la boca.

Amber quedó pasmada y luego miró colorada hacia otro lado.

Uriel sólo sonrió y siguió manejando hacia la Universidad. Le abrió la puerta a Amber como siempre y caminaron hasta el muelle.

El día estaba nublado y frío, Amber tiritaba un poco, ya que había olvidado la chaqueta y maldecía para sus adentros mientras trataba de aparentar normalidad frente a Uriel.

Uriel se dio cuenta de que temblaba y le ofreció el mismo suéter que le prestó una vez. –Póntelo –le sonrió.

-Ah…eh, gracias –sonrió un poco apenada y se colocó el suéter. Miró el paisaje nublado, estaban en otoño (su estación favorita); sonrió al acordarse de su buena niñez antes de que su padre se fuera, pasaba horas y horas jugando con él entre las hojas cuando era niña.

-Amber… ¿Hace cuánto no ves a tu papá?

-¿Mi papá? –se sorprendió un poco porque le preguntó algo que pensaba. –a él no lo veo desde… mmm… creo que fue hace como 10 años la última vez que lo vi, y fue porque me hicieron hacer de la niña que reparte las flores hasta el altar, pero él me llama en mi cumpleaños, aunque creo que éste año no lo hizo.

-¿Cuándo es tu cumpleaños?

-El 29 de Febrero –rió.

-¡Ja! Año bisiesto… Qué raro. En toda mi vida, no había conocido a alguien que cumpliera ese día.

-Sí –rió –todos me dicen lo mismo, es decir, que cumplo cada cuatro años –carcajeó –entonces en realidad tengo… como 6 años.

-¡Rayos! –“Así si soy más que un asalta cuna. Soy… soy un asalta matriz”, pensó. –Bueno, pero supongo que los años que no son bisiestos, te celebran el cumpleaños el 1º de Marzo, ¿no?

-Sí, o el 28. Todo depende de mi humor, aunque Katy siempre me lo celebra el 28 desde que la conozco. A mí me da igual qué día elijan los demás.

-Es mejor un día después que un día antes. Bueno, eso decía mi padre.

Ella sonrió. -¿Y eso por qué? A mí en realidad me da lo mismo.

-Mmm… La verdad no sé, siempre le pregunté y sólo me decía que es malo o de mala suerte.

-Como sea. No le presto mucha atención a eso, de broma y me acuerdo que cumplo porque Katy me lo recuerda.

-Si te hubiese conocido antes, te hubiera dado un buen regalo.

-¿Cómo cuál?

-Algo muy bueno –habían subido al ferry y hablaban mientras contemplaban el paisaje desde la baranda. –Te lo puedo adelantar para el 31 de Diciembre, a menos que quieras esperar hasta tu próximo cumpleaños.

-Mmm… vamos hacer algo, me das el regalo de éste año el 31, y el próximo me lo das el día de mi cumpleaños, ¿va? –sonrió como una niña esperando su respuesta.

Uriel carcajeó. –Está bien –le apretó suavemente la mejilla.

Amber dio un respingo y luego se dejó acariciar; le encantaba el tacto de Uriel, era como la suave seda y sentía que las partes que él tocaba se ponían cálidas.

Llegaron a la universidad, y Uriel no quería separarse de Amber, pero ella tenía clases de ballet y él tenía que ir a tocar piano.

-Amber –volvió a tomarla de la mano y se sintió tan extraño como la otra vez. Sonrió al sentir que su mano estaba fría y suave; la acarició y luego le dijo: -¿Almuerzas hoy conmigo?

-Siempre –le contestó ella haciendo circulitos con el pulgar de su mano en las de él. –Nos vemos –le dio un leve beso en la mejilla, y con pesar, se empezó a alejar de él.

Uriel se desvió al baño antes de llegar al salón, después fue a lavarse las manos en uno de los lavabos.

-¿Dónde está mi hijo? –preguntó una voz familiar.

Uriel había olvidado el tema sobre su padre hasta ese día. Tenía pánico de voltear a mirarlo, pero el espejo que estaba frente a él rebeló su reflejo y el de su padre moribundo. Quedó petrificado en el lavamanos mientras que veía la figura de su padre acercándose a él arrastrando los pies.

El espíritu puso una mano pesada en su hombro y volvió a preguntarle: -¿Dónde está mi hijo?

Uriel comenzó a temblar y no pudo dejar de mirarlo. El fantasma se dio la vuelta y se perdió en la puerta del baño.

***

Amber corrió hasta el salón, ya que pensó que llegaría tarde, y se dio cuenta al llegar que no había nadie más que ella y Madame Angeliqué.

-¿Y todo mundo? –preguntó sorprendida.

-Se fueron a ensayar sus papeles en el auditorio, así tú y yo podemos dedicarnos a la parte que no te termina de salir.

-Ahg, bueno –empezaron a practicar y por fin salió perfecto todo.

-Excelente, ma cherí.

-Por fin, ya me estaba hartando.

-Eso es porque no le pones corazón.

-Yo le tengo todo, todo a éste estúpido baile y soy la mejor, pero me fastidia.

-Por eso mismo, cherí. Te fastidia, por eso no te salía bien. Tienes que ponerle corazón.

Amber suspiró y siguió bailando.

***

Uriel logró calmarse y se dijo a sí mismo que debía hacer algo lo antes posible, y Lestat debía ayudarlo.

“Me ocuparé de eso después de clases”
, pensó. Luego fue a su salón, y se dio cuenta que Gabriel había empezado a dar algo nuevo.

-Bueno días. Siento llegar tarde –se excusó.

-Toma asiento –contestó Gabriel muy sereno y sonriendo.

***

Terminó el ensayo con Madame, le dio el resto del día libre, pero no podía faltar a la clase de francés que tenía luego del almuerzo. Se consiguió con Katy en el camino y se fueron a la cafetería.

La hora de la clase se había acabado. Gabriel le recordó a Uriel que debía practicar las partituras para “El cascanueces”. Uriel sólo asintió y se dirigió al comedor; allí vio a Lestat rodeado de un círculo de mujeres y lo apartó halándolo de un brazo.

-Lestat, tengo que hablar contigo.

-Estaban dándome sus números –se quejó Lestat.

-¿Y a mí qué? Vi a mi padre de nuevo. La otra vez dijiste que me ayudarías y te hiciste el loco.

-No me hice el loco. Es que tú no me lo recordaste.

-Bueno, necesito hacer algo pronto.

-Esta noche no tengo nada qué hacer. ¿Lo hacemos hoy?

-Sí. Tendré que decirle a Amber que no puedo llevarla a su casa esta noche –se sobó las sienes.

-¡Ahg! ¡Por Dios! Ni que fuesen ¿qué? Tú no tienes que andar diciéndole todo lo que haces.

-Ahí vienen –dijo Uriel al ver a Amber y a Katy.

-Hey –saludó Amber con entusiasmo, Katy saludó con la mano mucho menos animosa.

-Hola –saludó Uriel sonriente más que todo por Amber que por Katy.

-Hola, Virgen María y chica bipolar.

Katy entornó los ojos y se sentó al lado de Amber que no le prestó mucha atención a Lestat cuando le dijo bipolar; ella se sentó al lado de Uriel sonriendo y luego empezó a comer.

-Se acerca la fiesta de Halloween. Tengo que escoger la música. Pueden darme algunas ideas. Las chicas decoraran el salón, Ivan y yo nos encargaremos del resto –comentó Lestat.

-Yo escucho rock, música clásica y romántica –glosó Uriel.

-Puedo mezclar rock con reggae y rock con música electrónica.
-Mmm, me gusta el reggae y el rock… -comentó Amber. –El clásico sólo cuando bailo, también algo de electro punk estaría bien –siguió comiendo sin decir más.

-A mí me gusta algo alternativo –prosiguió Katy. –La combinación de reggae y rock sería estupenda; algo de electro punk como dijo Amber, no estaría mal. Todo depende del DJ que haga mezclas.

Lestat se sorprendió. -¡Caramba! No sabía que para antes de Cristo se escuchara buena música.

-Lestat… -Uriel lo miró con reprobación.

-Tranquilo, chupa sangre. Yo no hago caso a palabras necias, y menos de un ser tan bajo como ése –comentó Katy cogiendo un pedazo de su ensalada. –No voy a escatimar mi energía en él.

-¿Escati qué? –preguntó Lestat con un hilo de voz mientras Uriel se burlaba de él.

Amber se carcajeó y Katy sonrió un poco pero son mirar maliciosamente a Lestat; ella no quería humillarlo, pero tampoco quería que un tipo como él la molestara.

-Bueno, Uriel. Tú me ayudarás a escoger la música. Pregúntales a varias personas sobre canciones y cosas así para darle las mezclas a Ivan.

-OK, está bien.

-Ustedes también pregúntenle a la gente para tener más variedad –se refirió a Katy y a Amber.

Asintieron, aunque Katy se sorprendió un poco de que también la mencionara a ella.

-Por cierto, Amber. Hoy Madame me dijo que no podía darnos la clase de francés…

-¡Qué bien! Así me voy temprano a mi casa.

-No, chica. Dijo que verás clases con el profesor Pierre Alesh.

-¿El marido de ella?, ahg qué molesto; ese tipo es pesadito.

-Ni que lo digas… Tú por lo menos tienes que verlo hoy nada más, en cambio yo lo veo todos los días –bufó Uriel.

-¿Ves clases con el maridito? Digo… ¿con el profesor Alesh? –preguntó Amber sorprendida y emocionada a la vez.

-Sí…, la otra vez me hizo leer una lectura ahí en francés. No sé…, como que quería hacerme pasar pena, pero no pudo.

-¿Sabes francés, chupa sangre? –preguntó Katy sorprendida.

-Italiano también –comentó Amber.

-Ah, sí. Sé hablar francés, italiano, inglés, alemán, japonés y eslovaco nada más –respondió despreocupado.

-¿No sabías griego antiguo también? –le preguntó Lestat.

-Ah, sí. Y griego antiguo.

Amber quedó boquiabierta y Katy con los ojos como platos. –Definitivamente éste tipo es raro –pensó Amber –todo un extraterrestre. Sabe más que el Papa y eso que yo no soy religiosa.

Sonrió irónicamente. –Cualquiera podría pensar que no soy normal.

-Es que no eres normal. Sólo a ti se te ocurre estudiar tantos idiomas –dijo Lestat.

-Era lo que mi padre quería, y a mí me parecía bien –mintió de cierto modo. Cuando era normal y su padre estaba vivo, él quería que estudiara francés e italiano.

-Como sea, el caso es que no eres normal –comentó Amber –eso te hace aún más interesante –le dijo con una pícara sonrisa.

“¡Carajo! La bipolar le está echando los pitbull a Uriel”
, pensó Lestat y le dio un codazo a Uriel para que reaccionara.

Uriel se sonrojó un poco y luego sonrió. –A mí se me hace interesante tu forma de ser.

-Bien bueno pues. Katy, dejémoslos solos –propuso Lestat.

-A mí me toca clases de francés con el Prof. Romeo Cartier, así que me voy yendo –comentó Katy, se levantó y se despidió de todos.

-¿No vas a ver clases conmigo? –preguntó Amber extrañada.

-No, a mí me tocó con el Prof. Cartier.

-¡Ja! Él me da clases –comentó Lestat sonriendo y mirando de arriba abajo a Katy.

Katy frunció el ceño y suspiró. –Nos vemos –empezó a caminar.

-Voy contigo, así no te perderás –Lestat la siguió, le guiñó un ojo y le puso un brazo sobre los hombros.

Katy se apartó rápidamente. -¿Acaso yo soy mueble tuyo? –espetó enojada y apresuró el paso.

Lestat frunció el ceño. -¡Deja de ser tan gruñona! Ni que me estuviese poniendo sobre ti –mucha gente los miró extraño. Amber y Uriel intercambiaron miradas y se encogieron de hombros.
Katy le dio un leve golpe en el brazo antes de salir del comedor.

-Parece que se llevan bien –comentó Amber.

-Tal vez terminen juntos. Siempre dicen que los que pelean, se “aman” –sonrió.

-Pero como te dije antes: él no me gusta para ella.

-Uno no decide esas cosas –Uriel miró su reloj. –Ya va a empezar la clase. A ese loco le gusta comenzar 10 minutos antes –tomó el bolso de él y el de Amber.

-Ah, sí –Amber se levantó y se fueron juntos hasta la clase.

Entraron al salón y los dos puestos vacíos que quedaban estaban al lado de Agnes y del paralítico.

Agnes se emocionó al ver a Uriel y se abrió un poco su camisa. El chico de la silla de ruedas frunció el ceño. Pierre entró rápido al salón y trancó la puerta con fuerza. Amber y Uriel ya se habían sentado.

-Soy el Prof. Pierre Alesh, se lo repito a los que ya me conoces, y a los que no, dense por enterados –dijo sin mirar a nadie y buscando una tiza en su maletín.

Amber observó el salón y se dio cuenta que estaban Amelie y algunas de sus clones nada más; lo más seguro es que las otras estuvieran con Katy. Le molestó la actitud del maridito pero no dijo nada.

-Definitivamente pega con Madame. Los dos son la reencarnación del Diablo –pensó algo aburrida.

-¿Verdad que es insoportable? –le preguntó Uriel.

-Es peor que la peste –le susurró Amber. –A mí nunca me ha caído bien.

Ambos se rieron entre dientes y el profesor le dio un golpe a su escritorio.

-¡Dejen de andar susurrando! Pareciera que están rezando. Esto es clases de francés, no de religión –gruñó y Amber entornó los ojos sin decir nada.

Uriel suspiró. Luego arrancó la hoja de un cuaderno y le pasó una nota a Amber. “Quiero cenar contigo un día de estos”, le escribió.

Amber sonrió al ver la nota y escribió rápidamente: “Si tú invitas, puedo cenar contigo todas las noches que quieras”, le pasó la nota.

A Uriel casi se le escapa una carcajada al leer lo que Amber puso y le respondió: “Puedo invitarte una que otras veces a buenos restaurantes, pero el resto tendrá que ser en mi casa.”

Agnes vio el secreteo que tenían ambos por el pedazo de papel y estaba intrigada por saber lo que se decían, entonces maquinó un plan.

“Por mí no hay problema”, escribió Amber. “La comida es buena donde sea que me lleves. Tienes buen gusto.”

Uriel iba a responderle pero Agnes le agarró la mano y le susurró: Hola, Uriel. Hoy no me saludaste.

-Es que el amigo está un poco insoportable –hizo un ademán con la cabeza hacia Pierre.

-Sí, algo. Quiero salir contigo esta noche –le sonrió pícaramente.

Amber quedó boquiabierta al ver a la zorra en acción molestando a Uriel, pero no dijo nada. –Él no es nada mío para detenerle. Que salga con quien le abra las piernas cuando sea; eso no es problema mío –pensó y miró a otra parte. Había un chico paralítico al lado de ella que la miraba con el ceño fruncido.

-¿Qué? ¿Se te perdió una igualita? –le preguntó enojada más por Uriel y Agnes que por la forma en que éste la observaba.

El paralítico sólo entornó los ojos y siguió mirando la clase.

-Yo te aviso, Agnes –dijo Uriel intentando sacudírsela.

-Está bien. Esperaré tu llamada. ¿Tienes PIN?

“¿Qué carajo es eso?”, pensó Uriel. –No.

-Pero tienes mi número.

-Aja.

-Bueno, me llamas –se mordió los labios y siguió mirando la clase.

Uriel miró al techo y olvidó la nota que le iba a pasar a Amber.

Amber se empezó a sentir soñolienta y empezó a hacer dibujitos de extraterrestres en su cuaderno. Aún estaba molesta por lo de la regalada y Uriel, así que intentaba no mirarle.

Uriel se preocupó porque Amber no le prestaba atención pero la dejó tranquila. El chico que estaba al lado de Amber no dejaba de mirarle.

-No eres de esta clase –comentó.

Amber reaccionó y miró al chico. –No –respondió mirándole con un poco de pereza –y desearía no estar aquí –sonrió.

-Amm… Me llamo Cedrik –le dijo sin extenderle la mano.

-Amber –contestó ella apoyando el mentón de la mano. -¿Qué estudias?

-Idiomas modernos, ¿tú?

-Ballet clásico –bostezó tapándose la boca. –No es por ofender a tu carrera, pero me aburren los idiomas.

-A mí me parece patético el ballet; no lo agarres para ti. Simplemente no me gusta y no le veo ciencia. Es puro dar vueltas mientras te destrozas los pies. La mayoría de los hombres que están en ballet son gays –bufó.

Amber rió entre dientes. –tienes razón, es una estupidez muy cursi. Las chicas se vuelven anoréxicas y los hombres pargos: pero a mí me gusta, aunque la mayor parte de mis compañeras me caen de la patada.

-Bailarinas al fin…

La hora acabó. Se había hecho eterna. Eran las 4:30 de la tarde. Todos salieron del salón y Uriel recordó que se vería con Lestat después de clases para resolver la cuestión de su padre, así que se acercó a Amber.

-¡Amber! –la llamó y la sostuvo por tercera vez de la manos.

Amber se sonrojó un poco, pero como seguía enojada, apartó la mirada.

-No… No puedo llevarte a tu casa hoy. Tengo algo que hacer –dijo abrumado.

Amber frunció el ceño irritada. –Así que va a salir con la zorra esa –soltó las manos de Uriel. –Bueno, como sea –espetó tratando de disimular su molestia. –No tienes por qué llevarme, no es tu obligación –empezó a caminar en la otra dirección.

Uriel corrió y se le puso enfrente. –Yo sé, pero no me molesta. Prefiero llevarte antes de que te vayas sola por ahí; pero hoy de verdad no puedo.

-No importa, Uriel –Amber le pasó por un lado. –Como dije, no es tu obligación.

Uriel bufó y dejó que se fuera. Buscó la oficina de Mikhael y entró. Allí estaba Lestat, su padre, Mara, Smith, Lancelot y otras dos personas que no conocía.

-Hey, Uriel –le saludó Lestat. -¿Qué hay?

-Creo que Amber se molestó conmigo.

-¡Ja! ¿Y qué? Ni que fuese la última botella de agua en el desierto. Vamos, tienes cosas muchísimo más importantes que hacer.

-Amber es importante.

-¡Bah! Ven, tengo que presentarte a alguien que me ayudará hoy. Bueno, son dos –se acercó a una mujer vieja y a un sujeto con una barba larga. –Ella es Agatha, y él es Thomas, son de la misma raza que yo.

-Mucho gusto –dijo Uriel estrechando la mano de ambos.

-Igualmente.

-Ya está lista la sala –comentó Mikhael –las velas, las luces apagadas, las sillas, las imágenes que querías. Creo que podemos comenzar.

-¿Qué dices, Uriel? –Le preguntó Lestat.

-Supongo que sí –contestó.

Amber estaba ya en el ferry, aún era temprano y todavía no había empezado a atardecer. –Quizás me porté un poquito mal con Uriel –pensó y apoyó la cabeza de la baranda –pero, ¿qué más da?, si quiere se puede ir al mismísimo infierno con ella –refunfuñó.

***

-Bien, tomemos asiento –le dijo Lestat a todos. –Uriel, debes ir a mi lado –éste asintió y se sentó. –Muy bien, necesito que todos se relajen y dejen su mente en blanco –dijo Lestat más por Uriel que por los demás; él tenía los nervios de punta.

-Estoy tranquilo –fingió una sonrisa.

-¿Cuál era el nombre completo de tu padre?

-Gabriel Marcus Ivancov.

-Muy bien –Lestat empezó a recitar una oración en un idioma desconocido para Uriel.

Lestat comenzó a hacer ruidos extraños; sus ojos se pusieron completamente blancos y apretó las manos de Uriel y su padre. Todos tenían los ojos cerrados menos Uriel.

***

Amber se encontró con Katy en el muelle. Katy iba al estacionamiento a buscar su Mini-couper y se ofreció a llevarla hasta su casa, pero Amber tenía una idea mejor.

-Vamos a un bar –propuso.

-Pero, Amber… No estamos vestidas para eso.

-Bueno, vamos a tu casa, nos bañamos, me prestas ropa y nos vamos.

-¿Y con qué dinero piensas ir tú?

-Con ninguno. Recuerda mi facilidad para hacer que los hombres me brinden –sonrió.

-¿Te pasó algo malo con el chupa sangre?

-Ahg, ni me hables de eso. Sólo vamos a pasarla bien, ¿sí? –le rogó.

-Bueno, está bien. Vamos.

-¡Sí! –celebró y se fueron a casa de Katy.

***

Uriel puso los ojos de par en par cuando Lestat empezó a hablarle en eslovaco (su lengua natal); Lestat apenas sabía hablar español, francés, inglés y alemán.

Su padre, Gabriel, era quien hablaba a través del cuerpo de Lestat.

-Uriel… -susurró. –Uriel… No morí de una enfermedad…

A Uriel se le erizó hasta el último vello de su cuerpo.

-Tomé una supuesta medicina… Me la dio una bruja. Ella dijo que me haría mejorar… que me curaría –la voz era gruesa y ronca.

Uriel se sintió muy triste y casi quiso llorar.

-Tienes que ser fuerte… No te dejes engañar por nadie… Alguien tratará de hacerte daño. Ten cuidado.

“¿De qué?”, pensó.

-No tomes ninguna pócima –Uriel miró a Lestat extrañado. Luego se transformó en el rostro de su padre enfermo. -¡NO TOMES NINGUNA PÓCIMA! –Le gritó de repente. Uriel dio un respingo y Lestat volvía a tener el mismo rostro. Miró a Uriel sonriendo, cerró los ojos y volvió a rezar algo extraño; después de eso, se acabó la sesión espiritual.

miércoles, 14 de abril de 2010

Capítulo XV: Verdades incómodas.

El Sol estaba que quemaba y el cielo estaba completamente despejado, algo muy raro en Shanksville, normalmente siempre había un poco de neblina; Uriel lucía incómodo -¿te sientes bien? -preguntó Amber -¿no será que te pegué el resfriado?

-No –carraspeó. –Estoy bien –le fingió una sonrisa.

-¿Seguro?, luces algo... alterado -se extrañó Amber y apoyó su mano en la mejilla derecha de Uriel -al menos no pareces tener fiebre -sonrió.

Uriel sentía que iba a desmayarse por tanto Sol; esa luz lo debilitaba demasiado. –Seguro… Eso se me pasará en un rato –dijo para calmarla.

-¿Quieres que te traiga algo de beber? -preguntó ella un tanto insegura, la verdad no tenía ni un centavo en la cartera como era costumbre -tengo que buscarme un trabajo de medio tiempo –pensó.

-No, tranquila. Estoy bien, gracias…

Amber le miró preocupada, Uriel lucía demasiado orgulloso como para admitir debilidad -tal como yo -pensó –bueno, si el no quiere decir nada, no lo obligaré -frunció el ceño y llegaron al puerto, allí se despidió de Uriel y fue corriendo a su clase de ballet, aún un poco preocupada.

Uriel llegó al salón donde debía estar. Estaban diez pianos con sus butacas, y unos cuantos alumnos. El profesor se parecía a Robin Williams; a Uriel le agradaba ese actor, así que tomó asiento a gusto, ya que el sol no le molestaba dentro del salón.

Por casualidades de la vida, el profesor se llamaba como su padre: Gabriel. Recordó el incidente del día anterior y bufó. No quería que eso le volviera a pasar.

Amber llegó a hurtadillas al estudio, se cambió rápidamente para que nadie la viera y se colocó al lado de Katy que ni le dirigió la palabra cuando llegó.

-Sé que estás molesta -le dijo Amber -pero ayer... me sentía mal y me tuve que ir temprano -mintió -incluso me dio fiebre y todo-

-¿Y cómo es que llegaste con la misma ropa de ayer? -preguntó Katy molesta y Amber sonrió un poco preocupada.

-Ah bueno, es que resulta ser que me conseguí a Uriel.

-¿Te quedaste con el chupa sangre ayer? -preguntó irritada -no puedo creer que lo hicieras con él Amber.

-No hice nada -La trató de calmar.

-Sólo me desmayé y él me llevó hasta su casa y pasé la noche con él porque me estuvo cuidando.

-Tch... Como digas, tendrás que hacer algo más que eso para que te perdone.

-Lo intentaré -sonrió, Madame Angeliqué llegó y empezaron a practicar la obra del cascanueces en donde Amber era la protagonista.

***

El profesor Gabriel hizo que Uriel y los demás tocaran sinfonías clásicas. Corregía con paciencia a los que se equivocaban, y se sorprendía con la perfección de Uriel.

-Muy bien, señor Ivancov –le dijo sonriendo.

-Gracias, profesor.

-¿No debería estar en una clase más avanzada? Es muy bueno.

-No, aún debo aprender algunas cosas. Aquí me pusieron los espectadores, y no pienso contradecirlos o hacer algo así.

-Tranquilo. Será un honor tenerte en esta clase.

-Me alegro.

La clase continuó tranquilamente. A Uriel le sorprendía que fuesen tan pocos sus compañeros de clase.

-Ma cheri, tan perfecto como siempre -elogió Madame Angeliqué a Amber que hacía los pasos de la obra perfectamente bien -pero como se fue ayer temprano sin avisar, ahora tendrá que practicar conmigo después del almuerzo también.

Amber se molestó pero no dijo palabra, no quería enfrentarse a la ira de la diabla.

La clase de Uriel había acabado después de dos horas, iba a salir pero el Prof. Gabriel lo detuvo.

-Espera un momento, Ivancov.

-¿Sí, profesor?

Gabriel esperó a que se fuese el último del salón y habló con cautela.

-Supongo que no me recuerdas.

Uriel se extrañó. -¿Es Robin Williams?

Gabriel carcajeó. –Claro que no… Ya sé que me parezco, pero no soy él –le sonrió. –Yo cuidaba de ti cuando eras un niño.

Uriel puso los ojos como platos. -¿Qué? ¿En serio? No… creo que me confunde con otro.

-No. Eres Uriel Ivancov; hijo de Gabriel Ivancov. El Rey de una tierra muy lejana, que murió hace menos de 600 años.

-¿Cómo…? ¿Cómo es que…? No entiendo.

-Cuando eras un niño y tu padre salía a trabajar, yo te cuidaba junto con una anciana. Tu madre había muerto trayéndote al mundo, así que tu padre nos contrató a esa señora y a mí.

-Eso lo recuerdo –Uriel se entristeció un poco.

-Yo era vampiro antes de que a ti te convirtieran.

-¿Quién te convirtió?

-Fue hace tantos siglos que ya no recuerdo. Qué raro que ni a tu padre ni a ti le pareció raro que un viejo de 60 años nunca envejeciera ni se enfermara ni se sintiera mal –rió.

-Nunca me percaté de eso.

-Cierto. Vivías escapándote de la casa, como el niño travieso que eras.

-Sí. La Sra. Rose era como mi madre, pero a veces era un poquito insoportable –comentó Uriel casi juntando su dedo pulgar con el índice.

Gabriel rió. –No quería que te pasara algo.

-¿Por qué no lo recuerdo?

-A veces la mente borra cosas que no quiere recordar. Tú peleaste conmigo porque ibas a desposar una princesa, sólo para poder cumplir el sueño de tu padre: que entraras entre los caballeros de la mesa redonda.

-Ah, sí… Bueno era mi problema, no el suyo.

-Sí, como tampoco era problema de la joven que tú te metieras allí y la escogieras como esposa –Uriel frunció el ceño y Gabriel prosiguió. –Mira… -se bajó el cuello de su camina. -¿Ves esto? –el viejo tenía dos huecos en el cuello. –Eso me lo hiciste tú cuando te molestaste.

-¿Lo hice?

-Sí, absorbiste algunos de mis poderes. Como el de levitar y escuchar los pensamientos. También la fuerza.

Uriel quedó perplejo. Siempre creyó que poderes como leer pensamientos y tener mucha fuerza, venían en el combo cuando te hacían vampiro.

-No sabía eso.

-Bueno, ahora lo sabes. ¿Y qué pasó con la Doncella? ¿Amelia era que se llamaba?

Los recuerdos corrieron por la mente de Uriel. Cerró los ojos con fuerza. –No lo recuerdo –mintió. –He olvidado su rostro.

-Bueno, si tú lo dices. Iré a almorzar. Tengo mucha hambre. Cuídate –Gabriel se marchó sonriendo y Uriel se quedó recostado de una mesa viendo por la ventana.

Amber estaba que echaba humo por los oídos, la demonia de Madame Angeliqué la estaba vigilando muy rigurosamente para que no escapara de su castigo incluso la seguía al baño.

Bailaba tan bien como podía y eso hacía que Madame la elogiara pero eso no bastaba, tenía que ser mejor mucho mejor ya que, al parecer, esa obra era muy importante para ella. Todos fueron a almorzar incluyendo a Katy que quiso esperar a que Amber terminara la práctica, pero Madame casi la echa a patadas del estudio.

-Entonces te espero en el comedor, Amber -le dijo Katy con cara de preocupación antes de salir, Amber asintió con cara de molestia, quería comer, se estaba muriendo de hambre, aunque esa mañana comió muy bien en casa del ovni; se sonrojó un poco al pensar en él, la había estado cuidando por el resfriado, y se preguntaba qué disparates le habrá dicho cuando estaba con fiebre; ella sabe que tiende a delirar y decir tonterías mientras está enferma, es muy parecido a cuando se emborracha.

-Ma cherí, terminamos esta parte y vamos a almorzar, pero luego tienes que volver aquí si no quieres que te castigue más duramente la próxima vez -Madame sonreía mientras decía esto, Amber suspiró resignada y siguió con la pieza que cada vez se hacía más intensa y más exigente.

Uriel suspiró y su aliento empañó la ventana; no sabía qué hacer, no tenía hambre y su próxima clase era en 2 horas: francés, por cierto. No sabía quién era su profesor o profesora. Miró el vidrio empañado y escribió Amber con una cara feliz, hecha por un igual al revés y un paréntesis. Sonrió al leer el nombre. Luego se aburrió y decidió ir al comedor.

Amber estaba exhausta; no había querido cambiarse la ropa del ballet, sólo se puso la chaqueta, caminó arrastrando los pies por el campus mientras fumaba un cigarrillo con pereza, desde hacía unos días que no se fumaba uno y sentía una especie de alivio cada vez que sentía el humo en su garganta.

Iba directo al comedor donde Katy la esperaba, pero seguro le iba a reclamar por el olor a cigarrillo, pero ella la ignoraría como siempre, no es que se tomara muy enserio lo que los demás le dijeran y más si no le gustaba, a Katy le hacía caso cuando era necesario solamente, se podría decir que es a la única persona que toma en cuenta cuando le aconsejan, ella y a Madame Angeliqué, que a pesar de ser el demonio encarnado era sabia como un Abad.

Uriel vio a Amber caminando por los pasillos con su ropa de ballet. Le dio gracia verla así, no parecía ella. Se le acercó por detrás cuidadosamente y sin hacer algún tipo de ruido; luego le sopló en la nuca.

Amber se sintió como un rayo que le recorrió la espalda, se sobresaltó tanto que tiró el cigarrillo al suelo y profirió un grito ahogado, se volteó bruscamente amarrándose la nuca con la intención de maldecir a su agresor pero en cambio vio a Uriel sonriente.

-Maldito seas -le dijo y siguió caminando con el ceño fruncido.

-Sí, ya lo estoy. No me lo recuerdes –caminó a su lado. -¿Almorzarás con Katy?

-Como siempre -contestó Amber aún un poco molesta. -¿Y cómo te sientes de tu patatús raro de esta mañana? -le preguntó un poco enojada

-Normal. Ya estoy mejor. ¿Quieres que las acompañe?

-Has lo que quieras, pero no creo que pueda irme contigo hoy -suspiró Amber un poco desanimada.

Uriel se abrumó. -¿Por qué?

-Porque la reencarnación del diablo me castigo por escaparme de clases ayer, no me va a hacer correr, pero me va a hacer bailar hasta morir -se lamentó -y ese baile molesto del cascanueces me trae loca, pero si no lo hago, no me va a dejar bailar en ninguna obra el año próximo -refunfuño frustrada.

-Pero si quieres te espero –le sonrió –no tengo ningún apuro.

-No sé a qué hora saldré, lo más seguro es que sea de noche, no quiero molestarse -Amber se había dado cuenta de sus propias palabras, estar sola de noche le resultaba un problema, pero no quería que Uriel estuviese incómodo hasta tan tarde.

-No me molestas, Amber. Te esperaré. Incluso te veré bailar, así sea asomado desde una ventana –Le sonrió y entraron juntos al comedor. Uriel divisó a Lestat en un lado del comedor y Amber encontró con la mirada a Katy en el lado contrario.

-Estos parece que se llevan de maravilla -le murmuró Amber a Uriel -se la pasan encontrándose antes que nosotros los encontremos a ellos, pero no quiero que tu amigo se acerque a mi amiga, el tipo es muy perro -frunció el ceño.

Uriel rió. –No le digas así, Lestat es buena gente… cuando quiere.

-Exacto, y Katy es muy... como le digo... inocente y tímida con otros, y no quiero que termine siendo lastimada por el lobo feroz, sería algo así como la caperucita roja.

-Amber, de golpes se aprende. Katy tiene que experimentar cosas nuevas. Siempre, o bueno, desde que me la presentaste, ha sido muy cohibida, y no hay nada mejor que arregle eso, que un “lobo feroz” –le dijo riéndose.

-No, uno tiene que aprender cosas, pero no necesariamente de esa manera, y si el tipito ese le hace daño a Katy, no dudes en que lo estrangularé con mis propias manos así me lleven a la cárcel por asesinar al hijo del director -respondió con una sonrisa maliciosa.

Amber se sentó al lado que Katy que la saludó algo enfadada y Uriel se sentó al lado de Lestat

-¿Qué pasó, Lestat? –le preguntó.

-Aquí. La amiguita de Amber es un poquito insoportable. Ella saca un tema, y cada vez que se desvía, terminamos hablando de sexo, y se molesta porque dice que yo empiezo. Por eso anda por allá como la propia renegada –bufó.

***

-¿Qué pasa, Katy? -preguntó Amber.

-Nada, solo ando enojada porque el perro este no puede hablar como la gente decente sin tener que terminar la conversación en algo relacionado con el... sexo -terminó en voz baja enojada.

***

-Bueno –comenzó a decir Uriel. –Es que eso es normal en ti. Siempre sacas ese tema.

-Lo saco cuando alguien hace alusión a él –dijo Lestat con el ceño fruncido.

***

-¿Pero que fue lo que le dijiste para que él dijera algo relacionado con eso? -preguntó Amber es voz baja.

-Yo no dije nada -refunfuñó -pero parece que él ve en todo doble sentido -respondió Katy susurrando en voz baja.

***

Uriel se reía con las cosas que le pasaban a Lestat. -¿Y de qué te habló para que terminaran hablando de eso?

-¡Ah! Hablábamos de ti y de Amber. Dijimos que hacían buena pareja y no sé qué, ella se desvió, yo vi el doble sentido y pues, ahí empezó todo.

***

Amber entornaba los ojos comprendiendo a Katy, aunque no conocía muy bien a Lestat, algo le decía que lo que Katy decía era verdad, además de que Katy nunca mentía -tan pura como la virgen María -pensó Amber mientras Katy se encorvaba sobre sí misma incómoda por el asunto.

-Bueno, voy a terminar de comer rápido y... ah si es verdad que me tengo que quedar con Madame Angeliqué hoy después del almuerzo -se acordó Amber con malhumor, Katy rió entre dientes.

-Si, y lo lamento Amber, porque no me puedo quedar contigo hoy en la práctica, mis padres regresan de China y voy al aeropuerto a recibirlos.

-¡¿China?! -exclamó Amber -¿y que hacen al otro lado del mundo?

-Negocios -contestó Katy.

-Mafia será -murmuró Amber.

***

-¿No podían hablar de otra cosa? –preguntó Uriel obstinado.

Lestat se encogió de hombros. –Ella sacó el tema, yo la seguí.

-Es difícil que no llegue a tener algo con Amber.

-¿Por qué? ¿Tan viejo eres para ella? –Lestat se rió entre dientes.

-Sí… Y ella es diferente, me gusta pero no…

-¿No qué?

-No puedo tener algo con ella. Amber espera alguien normal –Uriel sonrió a duras penas al decir eso.

-Qué gay te escuchaste diciendo eso –le dijo Lestat y luego se terminó todo el jugo de su almuerzo.

***

Amber comió vertiginosamente, casi se atraganta con la comida.

-No tienes porqué comer así -le reclamó Katy -te va a caer mal la comida.

-No importa -contestó Amber luego de tragar -¿no quieres estar lejos del lobo feroz?

-Si, pero... ¿por qué lobo feroz?

-Porque parece que quiere comerse a cualquiera que se encuentra por allí, y tú eres como la caperucita roja del cuento.

-Si inventas tonterías, a mi ni siquiera me gusta el rojo -refunfuñó.

-Lo sé, pero se te da el personaje.

***

Uriel y Lestat se levantaron de la mesa, éste llevó su bandeja y miró a Uriel extraño, ya que no dejaba de mirar a Amber.

-¿Quieres que vayamos para allá?

Uriel sacudió la cabeza. -¿A dónde?

-A la mesa de la virgen María y la bipolar.

-No creo que sea conveniente… Amber cree que es como una molestia para mí, y creo que no quiere que la espere hasta que salga.

-¿Y? ¿Por qué te quejas? Mejor para ti, llegas temprano a tu casa y no aguantas sus berrinches de personalidades distintas.

-Ella no es así…

-Claro que sí, no la defiendas. Es más, camina. Vamos a su mesa –Lestat prácticamente arrastró a Uriel hasta la mesa de las chicas.

-Hey -saludó Amber cuando Lestat y Uriel se sentaron pero luego comenzó a comer como si nada más le importara, Katy entrecerró los ojos en una mirada asesina hacia Lestat y saludo a Uriel con un simple hola.

-Mira, chica bipolar. El señor aquí presente, anda acomplejado porque no sabe si quedarse a esperarte o irse. Cree que no quieres nada con él.

Uriel puso los ojos como platos. -¿¡QUÉ!? –preguntó con un hilo de voz ahogada.

Amber tragó lo que había estado masticando tranquilamente -primero y principal, bipolar las nalgas de tu abuela y las tuyas que las heredaste, y segundo yo sólo le dije que no quería molestarle, pero me agrada que me espere... lo que pasa es que estaba un poco preocupada, ya que esta mañana no parecía estar muy bien..., lo siento si pensaste que no quería estar contigo, Uriel -se sonrojó un poco y luego siguió comiendo.

Katy siró entre dientes por lo primero pero luego se sorprendió un poco por lo último, aunque era de esperarse que ella quisiera estar con Uriel, ya lo veía venir, sabía que ella le gustaba el chupa sangre.

-No, Amber. Está bien –le sonrió –yo te espero.

“Esta galleta se partió”
, pensó Lestat. “Bastó que lo tratara bien y se sonrojara para que Uriel se volviera mujer por instante. Por eso es que ‘amo’ a las mujeres, las condenadas nos ponen a sus pies”, dijo para sus adentros y rió entre dientes.

-¿De qué te ríes? –le preguntó Uriel.

-De nada –respondió con un hilo de voz.

Amber, pensaba en lo que había dicho mientras comía, no le molestaba para nada que Uriel la esperara, más bien, se sentía tan feliz por eso que no sabía cómo explicarlo, que un chico le produzca ese sentimiento era algo nuevo para ella, así que no sabía exactamente cómo almacenarlo en su disco duro como se debe, le había preguntado algo a Katy sobre estar enamorado pero no sabía con exactitud si eso era lo que le ocurría o si era sólo mera exaltación por gustarle un chico tan guapo como él -que dilema -murmuró para sus adentros y terminó de comer.

-Listo, Katy. Ya podemos irnos -dijo levantándose de la mesa -nos vemos luego, chicos -les dijo a los dos pero específicamente a Uriel, Katy la siguió despidiéndose con la mano de los otros dos.

Uriel vio su reloj y casi le da algo. -¡Ya tengo que ir a clases!

-Vaya y venga sin que nadie lo detenga.

Uriel corrió como alma que lleva el diablo por los pasillos; no sabía cómo llegar al salón que le tocaba. Se perdió por varias torres, hasta que lo consiguió. “Pasillo 3, piso 6, torre C, salón F106. ¡Rayos!”, dijo Uriel en su mente.

El salón tenía dos puertas, una que al final del salón y otra adelante. Uriel no quiso arriesgarse, así que entró por la de atrás. Puso los ojos como platos al ver que Agnes estaba allí. “Este es otro karma”, pensó. El profesor estaba de espalda escribiendo algo, y Uriel silenciosamente se sentó en una mesa.

El profesor volteó y Uriel se agachó detrás de un compañero. –Buenas noches, señor Ivancov –dijo y todos voltearon hacia atrás a verlo.

“¿Cómo carajo sabe mi nombre?”
, pensó. –Buenas tardes –dijo apenado.

-Usted era el que faltaba en la lista… Por eso sé cómo se llama –prosiguió. –Me llamo Pierre Alesh y soy su profesor de francés.

-Ok, está bien. –Contestó Uriel sin importancia.

-Espero que preste mucha atención porque aparenta ser un vago –el profesor frunció el ceño y todos en la clase rieron entre dientes.

-Claro… -musitó.

Pierre siguió con su clase, y Uriel andaba haciendo todo menos escuchando lo que él decía.

Amber se fue maldiciendo para sus adentros a la clase extra de Madame Angeliqué, dejó a Katy en el puerto y con pies pesados y flojera, caminó lentamente por el campus, no quería llegar a la clase, pero sabía que Madame la esperaba, ella sólo dijo después del almuerzo, mas no dijo nada de la hora exacta, así que Amber se dio su bomba caminando, se fumó como 3 cigarrillos seguidos y saludó a un montón de gente en el camino; entre ellos Thony que a pesar de lo sucedido, se comportaba como si nada, así que Amber decidió no echarle leña al fuego aunque antes había querido descuartizarlo.

-¿Qué hay, Ber?, ¿estás en lo tuyo? -preguntó Thony con un cigarrillo en la boca y la lata de aerosol en el bolsillo.

-Seeee -respondió con pereza -¿tú igual?

-Como siempre -sonrió -¿y cómo esta tu amiga?.... estemmm... ¿Katy?

Amber asintió -bien, la acabo de dejar en el puerto. A mí me toca clases extras.

-¿Por qué? ¿Ya no sirves para el ballet y te dejaron practicando más?

-Al contrario, soy tan buena que me quieren ver bailando a cada rato, no me dejan en paz -sonrió burlona.

-Qué ego.

-Tú preguntaste, yo respondí -suspiró, botó el cigarrillo y lo pisó con la punta de la zapatilla -nos vemos luego, Thony.

-Ok, Ber -éste se despidió un poco molesto -al parecer que la besara tampoco le afectó para nada -pensó y se fue a lo suyo.

***

Pierre le había puesto el ojo a Uriel por llegar tarde, además de que cada vez que lo veía, éste estaba haciendo cualquier cosa menos prestándole atención.
-Señor Ivancov –dijo casi gruñendo.

Uriel miraba por la ventana y cuando lo llamó dio un respingo. -¿Sí, Prof. Alesh?
-Pase al frente y lea esta lectura.

Uriel suspiró, se puso de pie y caminó hasta el escritorio del profesor. Pierre le acercó un libro en francés abierto en la página 68.

-¿Esto? –preguntó Uriel despreocupado.

-Sí –le contestó Alesh con una malvada sonrisa.

Uriel sostuvo el libro en sus manos y comenzó a leer como si fuese alguien de Francia. Hace muchos años que manejaba el idioma con mucha destreza, así que no le importó pararse frente a todos y hacer lo que quería el profesor.

-Listo –dijo devolviéndole el libro a Pierre quién estaba sumamente sorprendido, y mirando a los demás que estaban boquiabiertos. Se volvió a sentar y notó que a su lado estaba el chico de la silla de ruedas que había visto el primer día y que Lestat había dicho que era un vampiro. Observó extrañado sus piernas y luego sus pies; notó que sus tobillos eran tan delgados, que seguramente sus pies serían los de un niño recién nacido. Los zapatos le quedaban grandes.

-¿Qué ves, cara de rana? ¿Se te perdió uno igualito? ¿O es que nunca has visto un paralítico? –le preguntó el joven mientras fruncía el ceño y apartaba sus delgados tobillos de la vista de Uriel.

Uriel sólo lo miró con reprobación y cambió el color de sus ojos a rojos por dos segundos, luego los puso normales otra vez, y se dio cuenta que el chico no se había sorprendido en nada. Uriel volteó como si nada a ver a Pierre quién le agradecía por su perfecta lectura.

***

Amber llegó un poco tarde a la clase de Madame Angeliqué que estaba impaciente. Cuando entró al estudio, Madame le dio un sopetón por la nuca dejándola adolorida por el golpe.

-Eso duele –se quejó Amber sobándose la nuca.

-Eso te pasa por llegar a la hora que se te da la gana, te dije explícitamente que vinieras después del almuerzo.

-Y eso hice, lo que pasa es que me encontré con unos amigos y hablé con ellos un rato antes de venir.

-Eres imposible, Amber. ¿Cómo pretendes llegar a algún lado con esa actitud tuya?

-Observe, sólo tengo que bailar y bailar hasta que los sorprenda, ellos no les interesa que tenga mala actitud con tal de que baile los que ellos quieren.
-Niña malcriada.

-¿Qué? ¿Es usted mi madre? -preguntó Amber enojada y con altanería

-Soy mucho más que eso, Cherí. Para mí tú eres como la hija que nunca tuve –afirmó Madame y Amber se quedó callada, esa conversación ya la habían tenido años atrás cuando ella todavía estaba en el instituto y sabía lo mucho que Madame la quería, después de todo, era como la madre que siempre se preocupa por ella, muy contraria a la verdadera.

-Lo siento –se disculpó un poco apenada, se quitó la chaqueta y se colocó frente a la barra para calentar con algunos pliés.

-Más te vale –suspiró Madame y se colocó al lado de ella –luego de 10 minutos en la barra, empezamos con la parte del segundo acto que aún no has perfeccionado, tienes que perfeccionar tu baile individual, dentro de unas semanas vendrá tu pareja .

-Espero que sea bueno.

-Al parecer es el mejor, ha estado en París e Inglaterra perfeccionando su baile.

-Eso no quiere decir que sea bueno, mira yo soy la mejor y no he salido de Castlevania.

-Ese ego –suspiró Madame –bueno es verdad, pero tenemos que trabajar en esa personalidad retorcida tuya.

-Como diga, hágalo si puede –Amber sonrió mientras hacía el plié y luego se paraba de puntillas erguida.

La clase de francés de Uriel había terminado antes de lo que esperaba. Vio al paralítico salir rápidamente por la puerta y a los demás. El profesor lo detuvo antes de irse y vio que Agnes le hacía señas de que lo espera afuera.

-Señor Ivancov.

-¿Sí, profesor?

-Quiero que me hagas un ensayo sobre una obra de teatro. Puedes escoger la que quieras… pero, en francés –sonrió con maldad mientras sus ojos verdes no dejaban de observar el rostro de Uriel.

Uriel bufó. –Ok, está bien.

-Entonces, hasta mañana –el profesor recogió su maletín con su libro y salió del salón.

Uriel no quería encontrarse con Agnes, pero ¿ya qué?

Salió y Agnes estaba viendo por el balcón, pero como que tenía un radar porque apenas salió Uriel del salón, ella volteó a verlo.

-Me dejaste plantada en el almuerzo la otra vez –dijo muy seria.

-Ah…, es que lo olvidé. Se me había olvidado que ya me había comprometido con un amigo.

-Yo te vi almorzando con la chica que estaba contigo en el ferry –frunció el entrecejo y se cruzó de brazos.

-Seh a la final tuve que… -la miró extraño. –Yo no tengo que andar dándote explicaciones, ni que fuésemos ¿qué?... –bufó. –Me fui – Agnes quedó boquiabierta y Uriel se perdió por los pasillos. Llegó al salón de ballet de Amber, allí la vio a ella y a su profesora. Se rió porque la señora la regañaba a cada segundo. Se recostó del marco de la puerta y se cruzó de brazos mientras la observaba.

Amber bailaba al compás de la música, pero esa parte de la obra en especial era muy difícil y se esforzaba mucho por hacerla, sobre todo porque luego de alardear sobre su talento, no quería que el que fuera a bailar con ella la viera como una inútil, o aún peor, como una novata.

La última parte de la escena 4 del acto 2 se le hacía especialmente difícil y no sabía por qué, es casi el último baile de la obra, en donde están en el Reino de las Golosinas y bailan con la Reina de los dulces.

-Ahg, odio la navidad, ¿a quién se le ocurre inventar parapeto de país como ese? –comentó Amber molesta luego de intentarlo nuevamente y fallando en uno de sus movimientos –qué molestia.

-Ma cherí, el Cascanueces es la obra más importante desde mucho antes de que yo naciera.

-¿Tantos siglos tiene la pieza? –se burló Amber y Madame le pegó nuevamente por la nuca -¡ouch!

-Yo estoy en la flor de mi vida –alardeó Madame –quisieras tú estar así de hermosa como yo cuando tengas mi edad.

-Tch, no deseo vivir tantos siglos con una cara como esa y menos con siendo la reina de los demonios.

-¿¡QUÉ HAS DICHO, AMBER?! –gritó Madame molesta.

-Le digo que sigamos con la pieza, necesito mejorar esa parte –se excusó rápidamente para no recibir otro golpe, colocó la música nuevamente y siguió bailando.
Uriel aguantaba una enorme carcajada. Tuvo que salir unos minutos para reírse, tomar aire y volver. Cuando hizo esto, la profesora lo miró y caminó hasta él.

-Usted joven, ¿qué hace aquí? –preguntó Madame Angeliqué a Uriel que estaba pegado a la puerta, Amber dejó lo que estaba haciendo y miró en dirección a la puerta, se encontró con los ojos de Uriel que la observaba divertido mientras Madame le preguntaba con autoridad ¿Cuál era su motivo para estar allí?, ella se sonrojó un poco y le sonrió.

-Sólo estoy observando –contestó calmado.

-Esta es una práctica privada señor… como se llame –Madame frunció el ceño enojada –le agradecería que se fuera.

Amber estaba muerta de la risa a espaldas de Madame Angeliqué, pero trataba de no hacer ningún ruido para que Madame no la regañara de nuevo, esta se volteó y miró a Amber molesta, Amber se quedó quieta en un instante para que Madame no enojara más porque se estaba riendo.

-Y tú sigue practicando, nadie te dijo que te detuvieras -le ordenó severa, Amber asintió y volvió a lo suyo sin dejar de ver a Uriel.

-Ok, está bien… -Uriel se fue por el pasillo, salió hacia las afueras de la universidad y buscó entre las ventanas el salón de ballet. Lo encontró y se quedó observando a Amber mientras le hacía muecas por la ventana.

Amber se percató luego de un rato que Uriel estaba en la ventana haciéndole muecas, no podía aguantar la risa sin tambalearse en cada movimiento que hacía.

-Ma cherí, ¿Qué sucede? –Preguntó Madame frunciendo el ceño – ¿por qué te tambaleas tanto en un paso que ya has perfeccionado hace tiempo?

-Lo siento –se disculpó Amber tratando de disimular su sonrisa, carraspeó la garganta –es que creo que tanta practica, luego de estar resfriada ayer me está sentando mal, quizás hasta todavía estoy enferma –mintió un poco.

-No sabía que estaba enferma, tal vez deberíamos parar por hoy, no quiero que mi ballerina estrella se enferme y no pueda practicar más –dijo Madame suspirando cruzada de brazos, Amber sonrió y miró a la ventana disimuladamente.

Uriel saludó a Amber con la mano y le sonrió. Le hizo señas para que saliera mientras que él la esperaba.

Amber se despidió de Madame y prácticamente salió corriendo del estudio para ir a encontrarse con Uriel, al verlo en el jardín sonrió y se acercó a él cuajándose de la risa.

-Ya esta es la segunda vez que te salvo de esa bruja –dijo Uriel riéndose.

-Eres mi ángel de la guarda entonces –rió Amber –el salvador de la pobre bailarina que estaba ente la garras de la malvada reina de los demonios –se carcajeó y empezó a caminar –vamos antes de que se dé cuenta que no estoy enferma nada y me corte la cabeza .

-Ok, vámonos –para Uriel fue algo extraño tomar de la mano a Amber y llevarla corriendo hasta el muelle. Una vez allí, se subieron en el ferry que estaba a punto de arribar.