miércoles, 7 de abril de 2010

Capítulo XI: Diferencias.

Amber y Uriel iban en silencio de camino a la casa de Amber; luego de que dieron el visto bueno a Uriel en la audición, él se ofreció a llevarla a su casa en su flamante One-77 negro, apenas habían dicho palabra en el camino y a Amber le intrigaba aquel silencio.

Uriel suspiró. -¿Te pasó algo…? Te vi llorando –detuvo el auto frente al porche del edificio.

-Ah… no, no, nada. Es sólo que se me había metido algo en el ojo –mintió apenada, cogió su bolso, miró a Uriel y le dijo despidiéndose con la mano: -¡Nos vemos!

Dejó que se bajara sin articular palabra y manejó hasta su casa. Allá, saludó a Caleb, quien estaba cenando dos huevos fritos y tocino. Luego se fue a su habitación a leer algún libro de su minibiblioteca, y así siguió hasta el día siguiente.

Amber apenas logró pegar ojo esa noche, logró dormir muy poco, y de pronto sonó el despertador.

-Ahg –se quejó y se arrastró perezosamente hasta la ducha; se arregló un poco y se miró en el espejo el desastre de ojeras que tenía.

Uriel se dio una ducha y se cepilló. Se puso otra ropa del mismo color de siempre y unos lentes oscuros porque el día estaba soleado. Le dejó una nota a Caleb diciéndole que iría a la universidad y que tal vez regresaría tarde, que llamara cualquier cosa.

Subió a su auto, se dirigió a la casa de Amber y se estacionó enfrente del edificio mientras calculaba el tiempo que se tardaría ella en bajar.

Amber salió de su casa con pesadez, no le interesaba si ese día llegaba tarde, apenas se arregló el cabello y desayunó un pastelillo con queso antes de salir. Bajó las escaleras medio alumbrada y en una de esas casi se resbala. Al salir del edificio, el sol le molestó en los ojos y con la mano cubriéndose el rostro, empezó a caminar arrastrando los pies de camino al ferry.

Uriel tocó la bocina de su auto cuando vio a Amber salir por la puerta del edificio.

Amber reconoció el sonido de la bocina del auto de Uriel, volteó y miró poco sorprendida el One-77; saludó con la mano y supuso que estaba allí para recogerla, así que se subió al auto saludándole con un simple: -¿Qué hay?

-Nada, tengo sueño –mintió y bostezó. -¿Qué cuentas? –arrancó y se encaminó hacia el ferry de la universidad.

-¿Yo? –bostezó al verlo. –Estoy tan alumbrada, que ni vi tu despampanante auto al salir del edificio -. Recostó la cabeza de la puerta y cerró los ojos –apenas puedo mantenerme en pie.

Uriel estacionó el auto a un lado de la vía y también recostó su cabeza del asiento. –Si quieres, no vamos a la universidad hoy y nos quedamos aquí durmiendo –levantó la comisura de sus labios.

-Mmm, si no voy, Katy me descabezará –murmuró en un tono casi inaudible y sin abrir los ojos. –Pero si fuera por mí… -susurró- me quedo aquí durmiendo –pensó antes de caer rendida.

Uriel dejó que durmiera por 10 minutos mientras la observaba. Luego recapacitó y pensó en que Amber no debía perder más clases.

Llegó al estacionamiento del muelle y se estacionó. Acarició la mejilla de Amber con las yemas de los dedos para despertarla.

-Amber, llegamos –dijo suavemente cerca de su oído.

Amber sintió un leve cosquilleo en el oído y se revolvió en el asiento.

-Dame cinco minutos –susurró.

Uriel sonrió. –Está bien –recostó su barbilla del hombro de Amber y cerró los ojos.

Amber sintió una leve presión en su hombro y un cosquilleo en el cuello, abrió los ojos y al ver a Uriel tan cerca, se apartó bruscamente.

A Uriel casi se le cae la cabeza y se incorporó; frunció el ceño y se bajó del auto, esperó a que Amber bajara para ponerle la alarma al auto.

Amber salió tambaleándose, esperó a que Uriel le siguiera y se empezaron a formar en la cola para entrar al ferry.

Agnes reconoció a Uriel desde lejos y corrió hasta él para saludarlo.

-¡Hola, Uriel! –amarró el cuello con sus brazos y le dio un beso en la mejilla.

-Hola, Agnes –dijo con voz suave y le sonrió.

-¿Cómo estás? –miró a Amber.

-Muy bien, la verdad.

-¿Qué haces con ésta? –hizo un ademán hacia Amber y dejó de amarrar su cuello.

-Ah, a ella sólo la estoy acompañando –respondió sin mirar a Amber.

Amber miró a Uriel, luego a Agnes y después a Uriel nuevamente; frunció el ceño y miró a otro lado.

-Debe ser que yo te dije que me recogieras, bastardo –pensó- no te digo nada porque estoy demasiado cansada para guindarme a pelear con la zorra esa.

-¿Almuerzas hoy conmigo? –le preguntó Agnes.

-No sé, tal vez. Yo te aviso.

-¡Ah, bueno! Éste es mi celular –Agnes le entregó un papel color rosa, le dio un beso cerca de los labios y se fue. Uriel se guardó el papel en el bolsillo de su pantalón y miró hacia el muelle despreocupado.

-¿Cómo puede existir gente tan puta en éste mundo? –pensó Amber siguiendo a Agnes con la mirada, pero no dijo palabra a Uriel. –Si él quiere almorzar con la tipita esa, no me interesa. Pero mi almuerzo lo paga él, y si la bicha esa se sienta en la mesa, la tal Ag… yo no sé qué, me iré de inmediato –siguió con su dilema.

-Entonces, hoy almuerzas conmigo y te pago el almuerzo, ¿no? –le preguntó Uriel mientras abordaban el ferry.

-No sé –respondió arrastrando las palabras –me tienes que pagar el almuerzo, pero yo no pienso comer con la tipa esa, después me cae mal la comida.

-¿Vas a seguir con tus ataques de celos? Te tienen verde ya –le dijo riendo.

-Yo no estoy celosa te dije, sólo digo que si como con la oxigenada esa, lo mínimo que me puede pegar es una diarrea descomunal –respondió frunciendo el ceño. –Ahg, ¿sabes qué? No estoy de ánimos para pelear contigo tan temprano. Yo me voy por mi lado, adiós.

Uriel suspiró. –Amber…-la alcanzó y caminó junto a ella –No frunzas tanto el ceño. Te saldrán arrugas –dijo acariciándole la frente.

Ella se dejó acariciar aunque trataba de mantener distancia, suspiró frustrada pero dejó de fruncir el ceño.

Uriel sonrió. –Deja los celos. Ella no me gusta; es una chica fácil. Me gustan las difíciles –dijo sonriéndole con picardía.

-Pues, ¿y a mí qué? –contestó sin captar la indirecta.

Uriel resopló. “Si es lenta”, pensó. –Nada, sólo quise decir que almorzaré contigo. No le avisaré nada a Agnes.

-Como sea –apoyó los brazos de la baranda, recostando la cabeza sobre estos –qué sueño –pensó.

Uriel le acarició el cabello y puso su mano sobre su hombro. –Duerme un rato.

Amber farfulló algo inaudible y se adormiló, dejando que Uriel le acariciara el cabello, suspiró cómoda como un gato.

Uriel movió su cabello y el cuello de Amber quedó expuesto. Sintió una gran necesidad de morderlo y al mismo tiempo de besarlo. Suspiró y solamente de lo acarició. Sonrió mientras contemplaba cómo el Sol hacía brillar algunos mechones rubios y rojizos del cabello de Amber. El barco arribó en el muelle de la universidad.

Amber no tenía ganas de moverse, pero al llegar al muelle, se estiró con pereza mientras que Uriel la observaba. –Vamos –le dijo y empezaron a caminar, al bajarse del ferry se despidió de Uriel diciendo: -nos vemos –y se fue en dirección al estudio.

Ese día no llegó tarde aunque quiso, o más bien no le importaba, pero al llegar Amelie y sus clones, la miraron con tal ira en sus ojos, que si las miradas mataran, ya estuviera a 3mtrs bajo tierra. Katy se acercó a ella muy feliz felicitándola.

-¿Por qué tanto jaleo? –preguntó Amber un poco sorprendida.

-Te escogieron para el papel principal. Vas a ser Clara.

-¿Y cuándo hicieron la audición que ni me enteré? –preguntó mucho menos emocionada que Katy.

-Al parecer, ayer mientras practicábamos, el director te vio mientras bailabas y te escogió –Katy saltó de emoción.

-Ah… ya veo –contestó con sequedad, bostezó y se fue al vestidor a cambiarse, dejando a Katy con la boca abierta por su reacción tan indiferente.

Uriel caminaba por los pasillos totalmente perdido como siempre. Pensó en ir a la oficina de Mikhael, pero recordó a la loba de Mara y lo meditó muchas veces. Se quedó recostado de una baranda mientras contemplaba los jardines de la universidad desde un balcón.

-¿Ivancov? –preguntó una voz detrás de él. -¿Uriel Ivancov? –repitió.

Uriel se extrañó y volteó. Un viejo de ojos azules, alto y con un conato de panza, lo había llamado.

-¿Sí? –preguntó Uriel con un digno de interrogación sobre la cabeza.

-¿Estuviste ayer en las audiciones?

-Sí.

-Entonces eres el magnífico pianista que oí –se acercó hasta él y le extendió la mano –Soy Zoltan Romanoff, el subdirector de esta universidad.

Uriel puso los ojos como platos. –Gusto en conocerlo.

-Ayer me dejó estupefacto con su manera de tocar el piano –los ojos de Zoltan brillaban. –Debo decirle que es muy bueno y que es un gran honor tenerlo en la universidad.

Uriel rió. –Muchas gracias.

-No sé si le han hablado de la obra “El cascanueces”…

-Sé cuál es la obra, pero en la universidad no me han dicho nada.

-Bueno, todos los 25 de Diciembre hacemos una obra de Navidad. Éste año tocó “El cascanueces”.

-Me parece bien.

-Entonces, decidí nombrarlo como el pianista de la obra. Debe hacer una adaptación del primer violín para piano.

Uriel no supo qué responder.

-¿Está de acuerdo? –le preguntó Zoltan.

-Claro. ¿Por qué no? –Uriel sonrió.

-Bueno, aquí tiene las partituras que debe adaptar y practicar.

-Muy bien –Uriel tomó la pila de papeles.

-Sé que lo hará excelente. Hasta luego –el viejo se fue caminando despacio y fumándose una pipa.

Uriel detalló las partituras mientras caminaba sin rumbo fijo.

La clase fue torturosa para Amber, el sueño que cargaba no era nada normal, y sin mencionar que ya el hombre comenzaba a afectarle los sentidos. La clase de ese día culminó un poco antes de lo esperado, y Amber agradeció al cielo por eso, pero cuando iba a salir corriendo a algún lugar tranquilo para dormir un rato antes del almuerzo, Madame Angeliqué la detuvo antes de huir por la puerta.

-Tú todavía no te vas, ma cheri –comentó Madame sonriendo y halando a Amber por la capucha de la chaqueta.

-Pero…

-Pero nada, cheri –interrumpió –te tengo que dar el guión de la obra y a partir de hoy, comenzaremos a pulir los pasos. Podrás irte poco antes de que termine el almuerzo para que no te quedes sin comer.

-¡No quiero! ¡No quiero! –se quejaba al borde de la lágrima.

-Las demás se pueden ir –dijo al resto. Katy miró a Amber con lástima.

-Te espero en el almuerzo –le dijo mientras Amber caía derrotada bajo las garras de Madame Angeliqué.
Uriel caminó por varios pasillos y recordó el salón donde había visto a Amber bailando. Se dirigió hasta allí y vio el alboroto que estaba formando ella. Se rió y se ocultó detrás de la puerta para verla.

-Pero tengo hambre… y sueño –se quejaba mientras que Madame Angeliqué le obligaba a estilizar sus pasos.

-No me interesa. Ahora ponte más erguida, niña. No te escogieron para el papel protagónico para que vayas a hacer el ridículo.

-Vieja bastarda. Eres peor que el demonio –pensó Amber al borde de las lágrimas y estilizando sus pasos para terminar rápido.

Uriel rió al escuchar sus pensamientos y decidió ir a su rescate. Hizo que venía corriendo y llegó hasta Amber. -¡Amber! ¡Tienes una emergencia! ¡Tu madre está mal! –jadeó.

Amber quedó anonadada al igual que Madame Angeliqué.

-¿Mi… mi madre? –se preguntó atónita. -¿Qué le pasó?

-¡Vente! ¡Es urgente! –le haló por un brazo, tomó su bolso y la sacó corriendo entre los pasillos. Se detuvo para que Amber tomara aire.

Amber jadeaba de tanto correr. Estaba atónita, confundida y nerviosa; aunque tuviera problemas con su madre, igual la quería y le asustaba saber lo que le había pasado, miró a Uriel tan pálida, que hasta sus rosados labios estaban blancos.

-No te asustes –sostuvo su rostro con sus manos –Tu madre está bien. Sólo quise librarte de la loca esa que no te deja ni comer.

Amber le miraba y no comprendía lo que decía; luego de procesar la información, casi se desmaya del alivio; Uriel tuvo que sostenerla para que no cayera al suelo.

-¿No se te podía ocurrir un pretexto mejor que ese, soberano estúpido? –susurró Amber. –Casi me matas de un infarto.

-Lo lamento… -se apenó. –No se me ocurrió otra cosa –bajó la mirada.

Amber suspiró aliviada, se relajó un poco y sintió que el color le volvía al rostro; le acarició el cabello a Uriel con ternura. –Está bien, ya no importa… por lo menos me salvaste de las garras del demonio encarnado –rió.

Uriel sonrió. –Ven –la tomó por la muñeca y la llevó a uno de los jardines. Había muchas flores de colores, arbustos y árboles. Se sentaron bajo la sombra de un árbol, dándole la espalda al castillo y enfrente tenían el lago que rodeaba la universidad, el Sol difuminado en él y las gigantescas montañas con nieve en los picos.

Amber sintió agradable el clima, una brisa fresca les acunaba y las hojas del árbol comenzaron a caer en círculos; se sintió soñolienta otra vez, los ojos comenzaban a cerrársele; se acostó suavemente sobre la verde grama sonriendo con los ojos cerrados.

Uriel la miró sonriente y recostó su espalda del tronco del árbol mientras acariciaba el cabello de Amber.

Lestat se encontraba solo en una mesa del comedor con un plato de crema de champiñones. Estaba consciente de que eso no lo llenaría; pero “¿qué rayos?”, pensó.

Katy miraba intranquila su reloj de pulsera; al parecer, la clase de Madame Angeliqué se había extendido más de lo que esperaba, y Amber se iba a perder el almuerzo. Compró una ensalada con camarones y empezó a buscar una mesa, pero casi todas estaban repletas son personas que ni conocía o que se burlarían de ella.

Divisó al amigo del chupa sangre, el que se había presentado ayer -¿Cómo era que se llamaba? –se preguntó -¿Lester?, bueno…

Precisamente la mesa a su lado estaba vacía, Katy se apresuró a sentarse con sigilo para que el otro no la notara.

Lestat sintió su presencia desde que se acercó a la mesa vacía que estaba a su lado. Él tenía buena memoria; recordó que su nombre era Katy y que tenía los ojos preciosos. Se limpió los labios con una servilleta y la miró por el rabillo del ojo.

Katy sabía que la había visto, sentía que la miraban disimuladamente; se revolvió en su asiento un tanto sonrojada. Sin Amber a su lado, se sentía inquieta, después de todo, ella la defendía y le servía de apoyo.

Lestat se volteó a mirarla sin disimulo; se pasó la lengua sobre un labio para limpiar una gota de crema. -¿Eres Katy, no? La chica que me presentaron ayer.

Katy se sobresaltó al oír su nombre, fijó la mirada en su plato y jugueteó con sus dedos. –Ah…s…sí –tartamudeó apenada. –Y tú eres el amigo de chupa sangre, es decir, de Uriel.

Lestat rió con ironía. –Así es. ¿Por qué le llamas así?

Katy frunció el ceño. –Porque lo descubrí mordiendo, besando o yo no sé qué le hacía al cuello de Amber mientras ella estaba desmayada en la enfermería, y me recordó a las novelas vampíricas que le… -al darse cuenta que había empezado a hablar con una confianza extrema con él, se sintió cohibida nuevamente.

Lestat la miró extraño. -¿Qué pasa? –le preguntó- Continúa; no muerdo -. Sonrió pícaramente. “Aún no”, pensó.

Katy se sonrojó tanto que sintió que se desmayaría. Le miró a los ojos con el ceño fruncido.

-No me pasa nada –contestó un tanto enojada y apenada al mismo tiempo –Por favor…te…te agradecería que no te burlaras de mí.

-No me burlo, Katy –Lestat se le acercó un poco y le habló con delicadeza.

A Katy se le sonrojaron hasta las orejas; retrocedió un poco pero Lestat seguía acercándose. –Y no invadas mi espacio personal.

Lestat rió. –Está bien –se enderezó y terminó su plato. -¿Qué decías de los vampiros?

-Ah, sí… bueno –Katy se relajó un poco nás y continuó con el tema. –He leído varios libros sobre ellos… Y los vampiros no me caen, mmm… prefiero millones de veces a los hombres lobo –culminó y siguió comiendo.

A Lestat se le armó una sonrisa de oreja a oreja al escuchar eso. -¿Ah, sí?

-Sí, son mucho más hábiles e inteligentes, pienso yo –terminó de tragar y se limpió la boca con la servilleta –el problema es que son igual de zánganos y perros.

Lestat carcajeó y la miró. –A mí me caen bien las dos especies. Pero, concuerdo contigo… Me agradan más los hombres lobo.

-Mmm, sí… bueno –se quedó callada, ahora no sabía sobre qué conversar; en ese momento, Anthony llegó a su lado.

-Hola, amiga de Amber –saludó sonriendo.

Katy se sonrojó y bajó la mirada. –Ho…hola, Anthony.

“Mmm… Éste es el que le gusta. Pero, tiene cara de gay”, pensó Lestat.

-Mira, ¿y por fin van hoy a mi casa, no? –Anthony sonrió de oreja a oreja.

-S…supongo. Amber no me ha dicho que no.

“Mm-jumm… Estos como que van hacer un trío y no invitan. Qué mierda”, Lestat se rió en sus adentros.

-Bueno, luego nos vemos, amiga de Amber.

-Sí, hasta luego –Thony se fue y Katy suspirando, lo siguió con la mirada; después se percató de que Lestat le miraba, se sonrojó y preguntó: -¿Qué?

Lestat miró a todas partes. -¿Qué de qué?

Katy frunció el ceño, irritada y no le contestó. Tomó un bocado de su ensalada.

-Ese es el que te gusta, ¿no?

Katy se sorprendió y se ahogó con un pedazo de camarón; tosió varias veces, tomó un sorbo de jugo y jadeó mirando a Lestat tan roja como un tomate.

-Heeey… -Lestat sonrió –entonces sí tengo razón.

-Eso no es problema tuyo –contestó severa.

Lestat carcajeó. –Vamos a hacer una apuesta.

-Yo no apuesto –frunció el ceño.

-Tranquila, tienes todas las de ganar –sonrió pícaramente.

-¿Qué clase de apuesta? –preguntó curiosa pero a la vez cautelosa. –y dependiendo de cómo es, participo o no.

-¿Crees que ese chico llegará a gustar de ti algún día? –le preguntó.

Katy se sonrojó un poco, con el ceño fruncido, miró a Lestat directamente a los ojos. –No creo –respondió molesta.

-Ok. La apuesta es la siguiente: yo creo que él llegará a gustar de ti y será tu novio. Además, ¿por qué no, si eres tan bella? Tú dices que no se fijará en ti. Entonces, te pagaré el almuerzo por un mes si ganas, sino, me los pagarás tú a mí –sonrió.

-El nunca se fijará en mí porque… soy inexperta –respondió apenada –y a él le gusta Amber.

-Mmm…, tranquila, sé a qué te refieres. Pero, cuestiones como esas se pueden arreglar –la miró de arriba abajo. –Además, a nosotros los hombres nos gusta enseñar. Yo te puedo hacer una experta –le guiñó el ojo.

Katy le miró horrorizada. –no, gracias. No puedo hacer eso con una persona que ni me atrae –contestó furiosa, se levantó de su asiento y se dispuso a irse.

“¡Qué ovarios tiene esta! ¿Cómo no le puedo atraer, si soy un enviado de Dios?”, pensó Lestat.

En ese momento, llegaron Amber y Uriel. Amber lucía un poco despeinada y con sueño. Uriel se veía totalmente relajado.

-Hola, Katy –le saludó Uriel. -¿Qué hay, Lestat? –chocó la mano de éste.

Katy se había levantado para irse, pero se sentó nuevamente al ver a Amber.

-Hola, Katy –saludó Amber con voz soñolienta y se sentó a comer a su lado.

-Hola –murmuró Katy y miró a Lestat con el rabillo del ojo, molesta.

-¿Se acuerdan de que los presentamos ayer, no? –les preguntó Uriel, quien se sentó en la misma mesa que Lestat.

Lestat y Katy se miraron. –Sí –respondieron al unísono.

-¿Por qué estás tan despeinada, Amber? –le preguntó Lestat. -¿Qué anduvieron haciendo? –indagó con picardía.

Katy, captando a qué se refería Lestat, miró a Amber alarmada.

Amber tragó el bocado que tenía en la boca, después le miró con despreocupación. –Corrimos y dormimos –contestó y se llevó otro bocado a la boca. Katu suspiró aliviada.

-¿Qué creían? –preguntó Uriel sonriendo.

-Nada. Sólo preguntaba. Pero, sí que son aburridos.

-Son responsables –contestó Katy evidentemente molesta mirando a Lestat. –Amber no estaría por allí haciéndolo en cualquier parte.

Amber miró a Katy con el entrecejo fruncido, luego se puso a pensar: -Bueno, eso es lo que tú no sabes.

“Sería divertido hacerlo en un lugar prohibido”
, pensó Uriel, y Lestat casi que le leyó los pensamientos porque le sonrió de forma malvada. Luego se percató del pensamiento de Amber y casi se le salen los ojos de sus órbitas.

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