lunes, 29 de marzo de 2010

Capítulo VIII: Me está empezando a gustar un ovni. ¡Me gusta una bailarina ruda!

Amber y Uriel se fueron a mitad de la noche en dirección a la casa de ella, conversaban sobre muchas cosas de sus vidas, del ballet…

-Sí, ella es mi abuela paterna. Mi padre me obligó de pequeña a practicar ballet, y al final me terminó gustando –conversó animadamente –lástima que nunca llegó a ver cuánto mejoré. Se largó antes de cumplir los diez –pensó un poco molesta.

Uriel guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón. –Mi abuela paterna murió hace muchos años, también mi abuela por parte de mamá. Mi padre siempre quiso que fuese el líder dónde sea que trabajara-. Recordó que ella no sabía nada sobre su pasado. –Pero a mí me encanta el piano, así que decidí estudiar música; aunque él se molestó conmigo, al final, lo aceptó.

-Mi madre se molestó muchísimo cuando decidí dedicarme al ballet también en la universidad, decía que era una estupidez; pero yo creo que le molestaba era porque le recordaba a papá –rió con ironía- decidió dejar de pagar mis clases, así que mi abuela que tiene su propio estudio, empezó a enseñarme gratis y me presentó a mi actual profesora de ballet; mis tres primos menores, los hijos del hermano de papá, decidieron seguir mis pasos; eran los trillizos a los que les estuve enseñando hoy.

Uriel sonrió. –Por cierto, tienes razón. Bailas muy bien; no te preocupes por tus primos, están aprendiendo de la mejor –la miró con ojos brillantes.

A Amber se le aceleró el corazón un poco y sus mejillas se ruborizaron –gracias –sonrió –yo te dije –rió- pero entiendo porqué no me creíste en un principio, en realidad nadie cree que sea bailarina, me lo dicen todo el tiempo.

-Sí…, eres un poco ruda. Pero, ya estoy aprendiendo a ablandarte y a soportar un poco tu rudeza –le sonrió de lado.

Amber entornó los ojos –cuando creces en un ambiente donde no tienes a nadie más que a ti mismo y no hay nadie que te proteja de los que te hacen daño, la única forma es hacer que tus temores te teman.

-Eso es cierto. No te lo negaré –cruzaron varias calles y antes de llegar al edificio de Amber, tuvieron que pasar frente a un callejón oscuro, del cual salieron tres hombres armados. Uno tenía un revolver de calibre 38, los otros dos tenían navajas.

-¡Oh, mierda! ¡Lo que faltaba! –Bufó Amber.

-Bueno, sólo dennos todo lo que tengan y no saldrán heridos –el tipo del revolver se acercó a ellos con cuidado.

-De verdad que ustedes son los más imbéciles –Amber le enfrentó –Vienen a robar al barrio más pobretón, ¿por qué no joden en Warrent?

Uriel la miró con reprobación.

-¡Vacíen sus bolsillos! –los tipos de las navajas se acercaron aún más y el del revolver les apuntó.

-Amber, corre a tu casa –le ordenó Uriel.

-Pero…

-¡Pero nada! Anda y vete. Yo me encargo… -le dio la espalda a Amber y miró a los sujetos con sus ojos rojos escarlata.

Amber le miró preocupada pero salió disparada hasta llegar a la puerta de su casa, se detuvo allí y miró a Uriel que encaraba a los tres bandidos que lucían nerviosos.

El del revolver le dio tres disparos a Uriel, éste hizo como si lo estuviesen empujando con un dedo nada más y frunció el ceño. Amber dio un grito ahogado y se escondió detrás de la baranda de cemento del porche del edificio.

Por otra parte, Uriel miraba a los tipos con odio, sus ojos se pusieron de un rojo mucho más intenso y sus colmillos afilados empezaron a salir. Uno de los que tenía navaja, se atrevió a cortarle la cara, a Uriel se le cerró la herida inmediatamente y de un empujón, lo mandó al final del callejón. Miró a los otros dos compañeros y estos salieron corriendo espantados. Uriel desapareció entre las tinieblas de la calle y Amber observó a los hombres marcharse como si fuesen un par de correcaminos.

-Ese tipo es un extraterrestre, yo sabía, un ovni o una vaina rara de esas –pensó impactada mientras corría escaleras arriba hasta llegar a su departamento. Entró precipitadamente en la casa, su madre no estaba, y se fue a su habitación cerrando la puerta a su paso.

Caminó de un lado a otro pensando, sus ansias por un cigarrillo habían incrementado, así que lo encendió y se sentó en su cama aún anonadada.

-Ordena tus ideas –pensó mientras inhalaba el humo del cigarrillo –si ese tipo es un ser extraño…, con tal de que no me joda a mí, no hay rollo. El problema es que me atrae, un poco. Ahg, estoy pensando mucha mierda.

Al termina su cigarro, se dio una ducha y luego se acostó enrollándose en las sábanas, concilió el sueño de inmediato.

Uriel llegó a su casa un poco agitado, se percató de que había un carro de policía en la acera, por lo que entró de inmediato. Vio a Caleb, quien casi se volvía loco buscando una foto para hacer un cartel de desaparecido. Tres policías estaban sentados en el mueble de la sala tomándose un café y viendo por la TV la fórmula 1. Uriel bufó, “La autoridad no sirve ni para media mierda en ningún lado”, pensó.

-Padre –lo llamó y se acercó a él.

-¡Ahorita no, Uriel! Estoy tratando de encontrarte –dijo frustrado y al borde de halarse los cabellos canosos que tenía. Uriel alzó una ceja al oírlo; luego, Caleb se dio cuenta de su presencia y se sobresaltó. -¡Uriel!
-Buenas noches, papá –sonrió con gesto de inocencia.

Caleb frunció el ceño y apoyó sus manos bruscamente sobre la mesa. -¿¡Dónde coño estabas!?

-Tuve… una cita –siguió sonriendo.

-¿¡Sabes lo preocupado que me tenías, muchacho del carajo!? –gruñó.

-Es que salí a dar un pequeño paseo…

-¿¡PASEO!? –gritó. –Me levanté y no estabas, te llamé 500 veces al celular y no contestabas. A las tres horas, me di cuenta de que estaba en tu cama y en modo vibrar. ¿¡POR QUÉ RAYOS NO DEJASTE NI UNA MALDITA CARTA!?

-Lo siento, lo olvidé. No creí que me tardaría tanto.

Los policías escucharon el alboroto y fueron hasta ellos.

-Apareció –dijo uno gordo sonriendo. Su placa decía Preston L. Otro, mucho más flaco, albino, con dientes amarillos torcidos y cabello naranja, pensó: “¡Qué bien! Me pagaran mi primer caso y no tuve que hacer algo peligroso”. Uriel le escuchó y frunció el ceño.

“Como dije, las autoridades no sirven ni para media mierda”
, dijo para sus adentros.

-¿Eres nuevo? –le preguntó al de cabello naranja.

-Sí… -respondió con voz temblorosa.

-¿Es tu primer caso?

-Así es…-sonrió a duras penas.

-Lo supuse. ¿Sabes que te pagan por cada caso que resuelvas?

-Por supuesto –dijo con mucho orgullo.

-¿Sabes que tienes que llevar todas las pruebas y un reporte de todo lo que tuviste que hacer y, en este caso, decir dónde y cómo me encontraste? –se le acercó.

-Emmm…

-¿Sabías que no hiciste absolutamente nada? Ni siquiera saliste de esa sala –señaló hacia el salón donde estaba el TV plasma y la chimenea. –Apostaría a que ninguno de los tres sabe cuántas habitaciones tiene la casa.

Los tres se apenaron. –Íbamos a hacer un cartel con su foto –dijo Preston.

-Claro… -Uriel volteó los ojos.

-Bueno, gracias por su ayuda, policías –les agradeció Caleb.

“¿Ayuda?”
, pensó Uriel.

-Estamos a su servicio. Buenas noches –se despidieron. Caleb los acompañó hasta la puerta y se fueron.

-Ag, me iré a dormir, Uriel. Si mañana se te ocurre otra locura, procura dejar una carta o llámame.

-Claro, papá.

Caleb fue a acostarse y Uriel también, pero como no dormía, su cabeza se ocupaba en pensar en Amber. ¿Lo habrá visto?

Pasó un domingo aburrido y ya era lunes en la mañana, el despertador sonó temprano, mas Amber no le prestó atención y se quedó dormida otra vez. Para cuando se levantó, ya eran las 7:30.

-¡Carajo, mierda, carajo! –exclamó y salió disparada de la cama a la ducha y de allí a vestirse con lo primero que encontró. Cogió el bolso y miró el reloj de la sala antes de salir por la puerta: las 7:50.

Amber corrió a toda prisa por la calle, no pudo desayunar, su cabello era un desastre en nudos, y mientras corría, trataba de desenredárselo con los dedos; cruzó una avenida tras otra sin mirar a los lados, hasta que en una de esas, un One-77 negro casi la atropella.

-Estate más pendiente, imbécil –gritó Amber antes de seguir corriendo.

En el One-77, iba Uriel de piloto. Sonrió cuando lo insultó, pero se preocupó al ver que iba demasiado rápido y distraída, así que la siguió por las calles, mientras que Amber corría a toda velocidad pero ya se estaba agotando. Uriel la alcanzó e iba manejando a su lado mientras la veía correr. Bajó el vidrio: -¡Amber!- la llamó.

Amber miró a su costado mientras seguía corriendo a un paso un poco menos acelerado –es el ovni –pensó –buenos días –saludó con voz entrecortada por el cansancio.

“¿Ovni?”
, se rió. -¡Súbete! Yo te llevo –se detuvo, le quitó el seguro y le abrió la puerta desde adentro.

Amber le miró un poco escéptica pero no tenía nada que perder, se subió al flamante auto, se abrochó el cinturón mientras observaba cada detalle del auto.

-Rico bastardo –pensó- lindo auto –le comentó mientras seguía tratando de desenredarse el cabello.

“¿Rico bastardo?”, bufó Uriel. –Gracias. ¿Quieres un peine? En la guantera hay uno. Vamos tarde. –Uriel aceleró más. Amber sentía que se hundía en el asiento.

Amber sacó como pudo el peine de la guantera, se arregló el cabello haciéndose una coleta en forma de cebollita como Katy le hacía todas las mañana; bostezó cubriéndose la boca.

Para cuando llegaron, la cola para entrar al ferry empezaba a andar, Uriel aparcó el auto en el estacionamiento; salieron a toda prisa, mostraron sus carnet en la gaceta y fueron los últimos en montarse en el ferry.

-Si no fuese por mí, no llegas –dijo Uriel sacudiéndose su camisa.

-Ahg, lo que digas –refunfuñó Amber.

El día estaba un poco más nublado de lo normal, el sol se ocultaba tras una gran nube negra –parece que va a llover –pensó apoyando los antebrazos de la barandilla –ojala llueva a cantaros –suspiró pensativa.

Uriel vio lo mismo, y mientras que Amber veía el paisaje, él se puso de espalda a la barandilla y se recostó de ésta. No dejaba de observar a Amber mientras sonreía.

-Me gusta bailar bajo la lluvia –Amber seguía con su cadena de pensamientos –aunque siempre termino con un resfriado del carajo –rió entre dientes y se percató de que Uriel la miraba sonriente. -¿Qué? –le preguntó con sequedad.

-Nada. Sólo veo lo linda que eres –le agradó lo que pensó sobre bailar bajo la lluvia. Se imaginó a Amber bailando con un tutu azul celeste bajo la lluvia en la orilla de la laguna de la universidad mientras él le inventaba una sinfonía que se llamara como ella.

Amber se sonrojó y miró hacia otro lado. “Me gusta cuando se sonroja”, pensó Uriel.

sábado, 27 de marzo de 2010

Capítulo VII: Entre la tempestad y pensamientos.

Uriel vio el sol de la mañana asomarse por el balcón de su habitación. Se levantó de su cama sin haber dormido nada como de costumbre. Se dirigió al baño, se cepillo y se dio una ducha.

Amber se levantó perezosamente al sonar la alarma; como todos los fines de semana, iba a trotar a la plaza principal de Shanksville, se dio una corta ducha para despertarse; se puso un mono, una camiseta y la chaqueta para el frío. Luego de trotar, iba a ir al estudio de baile que había cerca de la plaza a practicar un rato, así que al salir, se llevó su bolso con la ropa de ballet.

Uriel salió de la regadera y tapó la mitad de su cuerpo con una toalla blanca, secó su cabello con otra y se dirigió al balcón de enfrente. Supo que Caleb aún dormía porque escuchaba sus estrepitosos ronquidos, se rió porque le recordó al gruñido de un tigre.

Al asomarse por el balcón, vio a la chica que lo tropezó en el comedor,; quiso molestarla un rato, así que se cambió con ropa de deporte negra, se puso unos zapatos Nike de color negro con detalles plateados y corrió entre los árboles persiguiéndola sin que ella notara su presencia.

El sol no estaba tan intenso esa mañana, era fresco, medio nublado y el frío congelaba hasta el tuétano. Amber trotaba rápidamente tratando de llegar lo más rápido posible a la plaza, pero sentía que un ente extraño la perseguía.

-¡Carajo! ¡Me estoy volviendo loca!, estoy así desde que me tropecé con el bastardo ese en la universidad –bufó frustrada, sintió nuevamente que la seguían, se detuvo en seco y miró para atrás. –Definitivamente, me estoy volviendo loca. Tengo que dejar el cigarro.

Uriel se burlaba cuando escuchaba los disparates que decía la joven. Cuando ella miró hacia atrás, se colocó frente a ella, de manera de que cuando volteó con la intención de seguir trotando, chochó contra su pecho fuerte y cayó de trasero en el piso.

Amber frunció el ceño en cuanto vio con qué roca había chocado, era el mismo psicópata que había tropezado en el comedor. Éste con la mirada burlona le sonreía, lo que hizo que ella se molestara aún más.

-¿Por qué carajo eres tan atravesado? ¿Tienes complejo de caraota plástica?

Uriel sonrió por su reacción, se inclinó hasta ella y le dijo: -tú casi me tumbas la bandeja en el comedor, así que también eres medio atravesada –le ofreció su mano para ayudarle a incorporarse.

Amber miró la cara del tipo, luego su mano y después su cara otra vez.

-¿Qué le pasa a este cabrón? –pensó, se incorporó ella misma, le frunció el ceño y comenzó a trotar nuevamente pasándole por un costado. –Que se pudra ese bastardo –murmuró para sus adentros y aceleró el paso sin mirar atrás.

Uriel frunció el entrecejo cuando escuchó que en sus pensamientos lo llamó cabrón; eso hizo que quisiera molestarla aún más. Corrió detrás de ella, observó su silueta de espalda y su cabellera castaña moviéndose de un lado al otro. -¡Hey! –la llamó pero ésta aceleró el paso, él hizo lo mismo y en menos de un segundo trotaba a su lado. -¿Nunca te han enseñado modales?

-Mmm… mi educación no es de tu incumbencia –Amber empezó a correr luego de mostrarle el dedo medio y sacarle la lengua, corrió tan fuerte que para cuando llegó a la plaza, no tenía aliento y sus piernas le fallaron; miró el camino por el que había corrido pero no vio a nadie. –Por fin, me libré del psicópata.

Se arrastró como pudo hasta la sombra del árbol más cercano, allí se sentó mirando al cielo mientras trataba de respirar normal nuevamente. Uriel apareció sentado a su lado. –Mmm, no. Aún no te has librado de este psicópata –dijo sonriendo sin ninguna gota de sudor ni gesto de estar cansado por haber corrido demasiado rápido para alcanzarla.

Amber se paralizó al escuchar su voz, no quiso mirarlo, así que permaneció sentada mirando al cielo, luego cerró los ojos y suspiró.

-Tú lo que eres es un maldito fenómeno pervertido –susurró tan bajo que era imposible que la oyera. -Me dieron ganas de un cigarrillo –pensó- esto es demasiada mala suerte para una sola mañana. Se me ha pegado un loco degenerado –suspiró abriendo los ojos nuevamente.

-¿Pervertido? –repitió. -¿Loco degenerado? –La miró alzando sus cejas pobladas. –No diré la forma en que yo te definiría…- miró al cielo al igual que ella.

-¿Lo dije en voz alta? –rió. –Bueno, ahora ya sabes lo que creo que eres. ¿Cómo quieres que te diga si me perseguiste?, cualquiera puede pensar que eres un pervertido.

Uriel volvió a sonreír. –Soy Uriel, un loco pervertido degenerado, ¿y tú? –le extendió la mano.

-Amber. Sea lo que sea que pienses de mí, quizás sea verdad –le estrechó la mano sonriendo.

-Mucho gusto, Amber. Pienso que eres muy sexy-.

Amber sonrió burlona. –Qué descarado –pensó. –Bueno, ¿qué más da? –riño. –Lo sé –respondió- y tú no estás nada mal tampoco.

-Y el descarado soy yo.

Amber frunció el ceño, ¿Eso lo había dicho ella o lo había pensado? ¿Será que el tipo leía mentes o qué?

-¿Qué? –la miró extraño.

-¿Qué de qué? –respondió ella relajando el entrecejo. Se levantó sacudiendo la tierra de su trasero, sintió que sus tripas crujían. -¡Demonios!, se me olvidó desayunar antes de salir –pensó.

-Te invito a desayunar. Conozco un sitio donde hacen muy bien los desayunos, ¿quieres ir? –le dedicó una sonrisa embriagadora.

-¡Ja! Qué vergüenza, ¿mi estómago rugió tan fuerte? –rió- bueno, si tú invitas, no tengo problema –le devolvió la sonrisa. –Gracias al cielo porque no tenía ni un centavo en el bolsillo y lo más seguro era que tendría que aguantar hasta la noche –pensó aliviada.

“¿Hasta la noche?”, pensó Uriel y la miró preocupado. –Bueno, vamos a ir en tranvía. ¿Te parece?

-Vale, pero después de eso, no sé si te pueda seguir acompañando, a menos que sigas de pervertido degenerado y vengas conmigo a donde voy a ir –levantó la comisura de los labios. –Conociendo a los hombres, lo más seguro es que le aburra el ballet. Ojala no sea así –pensó manteniendo la sonrisa y mirándolo directo a los ojos.

“¿Baila ballet? No pareciera…”
, pensó Uriel. –Todo depende de a dónde vayas. Si es un sitio de mi interés, seguiré siendo un pervertido degenerado –sonrió.

-Bueno, quizás te parezca extraño, pero voy a un pequeño estudio de ballet que queda por aquel edificio de por allá -. Amber señaló un edificio un tanto viejo que estaba ubicado al otro lado de la plaza.

-Está bien –sonrió- te acompaño. ¿A qué hora debes ir?

-Bueno, mm… en realidad nunca hay gente y la dueña me deja entrar gratis y a la hora que quiera. Iba a ir como a las 9:30 o 10:00 –contestó pensativa.

-OK, no tengo nada que hacer hoy. Quiero ver si es cierto que bailas –dijo con incredulidad.

-Ahg, ya verás cuánto te sorprendo –sonrió confiada. -¿Vamos? –convidó Amber empezando a caminar. –Sin ti, no sé dónde queda el restaurante.

-Tranquila, no dejaré que te pierdas –Uriel la guió hasta una esquina de la plaza principal de Shanksville. Allí esperaron a que pasara el tranvía. Cuando llegó, se dieron cuenta de que estaba casi lleno; había un puesto vacío y Uriel dejó que Amber se sentara allí.

Después de tres estaciones, Uriel le hizo señas a Amber de que debían bajarse allí y lo hicieron.

Amber pensó que nunca en su vida encontraría a alguien tan caballeroso, se sorprendió mucho, pensó que los hombres así sólo existían en libros o cuentos de hadas; o quizás era ella la que atraía hombres vanidosos y estúpidos que piensan que ella es un accesorio.

-Con éste tipo a mi lado, me doy cuenta de que los hombres que salen conmigo son todos unas plastas inservibles –pensó mientras sonreía irónica.

Uriel se alegró al escuchar lo que Amber pensaba sobre él; le abrió la puerta del restaurante y esperó a que pasara para él hacer lo mismo. Un camarero los atendió.

-Buon giorno. Benvenuto a “La casa Nostra”, signore e signorina. Tavolo per due?- preguntó el mesero.

-Sì, per favore.

Los guió hasta una mesa junto a una ventana, desde la cual se podía contemplar una laguna de agua cristalina y unas montañas parecidas a los Alpes suizos.

Uriel arrimó la silla de Amber para que se sentara y luego se sentó frente a ella al otro lado de la mesa.

-No tenía ni idea de que en éste restaurante hablaran italiano de verdad, pensé que lo decían en broma -. Rió un poco apenada por no entender ni una palabra de lo que dijo el mesero. –Si hubiera sido francés, habría entendido perfectamente –pensó mientras admiraba el paisaje que se veía a través de la ventana, suspiró un poco y deseó poder imaginar eso mientras bailaba, un paisaje como ese, sería perfecto para liberar su estrés.

Uriel miraba fascinado la belleza de Amber; sus ojos grises perdidos en el paisaje de afuera, su cabello castaño liso y sus pómulos rosados al igual que sus labios.

El mesero les había entregado una carta, como Amber no sabía qué decía, Uriel le tradujo. Ambos se decidieron por unos pasteles de queso ricotta con espinaca.

El camarero volvió con una libreta pequeña y preguntó: -Cosa vuoi ordinare?

-Due torte di formaggio ricotta e spinaci, per favore.

-Che cosa vuoi bere?- preguntó el camarero. Quería saber qué beberían, a Uriel se le olvidó que Amber no entendía y le repitió lo mismo en italiano.

-Che cosa voui bere?- le preguntó a Amber.

Amber frunció el ceño confundida y refunfuñó. -¿Qué? Mira, a mí no me hables así, sabes que no sé hablar italiano. Lo único que sé de Italia es que la pasta viene de allá –se quejó.

-Error, la pasta viene de China, los italianos la mejoraron.

-Ahg, China, Italia, Japón… como sea, el caso es que a mí me hablas en español o en francés –entornó los ojos molesta.

-Bueno, cariño, te pregunté qué quieres tomar.

-Mmm… un jugo de fresas –contestó calmadamente cambiando de actitud con rapidez y volvió a mirar el paisaje.

-Un succo di frogola e un té freddo.

El mesero asintió. –Porterà il vostro ordine.

Amber escuchó la traducción de Uriel un tanto distraída, pero luego comenzaron a conversar sobre su vida personal.

-¿Y qué edad tienes? –preguntó Amber mirándole a los ojos.

A Uriel le pasaron sus 600 años de vida por la cabeza y contestó: Veinticuatro. ¿Y tú?

-Creí que serías mucho más viejo que yo -. Rió.

“Y no sabes cuánto…”
, pensó Uriel.

-Tengo veintidós –sonrió- ¿Y qué estudias?

-Voy a estudiar piano. Supongo que tú sólo practicas ballet y estudias francés.

-Ajam, aunque algunas veces me dedico al arte callejero –sonrió- no soy tan buena, pero lo hago decentemente bien.

-En pocas palabras, eres graffitera… Vándala.

Amber se carcajeó hasta que no pudo respirar bien, se calmó un poco y sonriendo le dijo: -supongo que sí, pero déjame decirte, querido, que ahora se llama arte callejero.

-¡Igual! Sigues siendo vándala. Y si eso eres, no creo que seas una buena bailarina.

-Mmm… sigue pensando lo que quieras –sonrió pícaramente y desvió nuevamente su mirada hacia el paisaje. –Que piense lo que quiera –se repitió en su mente. –No puedo obligarlo a que me crea, Katy y Thony tienen razón, no tengo el aspecto de una bailarina; más bien parezco toda una… ¡Vándala!- rió entre dientes y luego suspiró.

Uriel sonrió cuando escuchó que Amber admitía que su aspecto era el de una vandálica.

El mesero llegó con su pedido. –Buon appetito!

Ambos empezaron a comer, a Uriel no le importaba si comía o no; en cambio Amber sentía la gloria en su paladar. Los pasteles estaban exquisitos y estaban muy bien de sal. El batido de fresas de Amber estaba dulce, y el té de Uriel estaba tan frío como le gustaba.

-Está demasiado rico –sonrió, en esa llegó el mesero con una copa llena de sobrecitos de Nutella, Amber lo miró maravillada y lentamente empezó a coger un sobrecito tras otro y meterlos en los bolsillos de su chaqueta mientras comía su pastelito.

-¡No hagas eso! –Uriel puso los ojos como platos.

-Shhh… ¡Si eres escandaloso! –Dijo casi susurrando –además, eso es gratis, ¿no? Y es para comérselo. No hay que desperdiciarlo.

Uriel casi se orina de la risa, tomó como cinco sobres de Nutella, los guardó en el bolsillo de su pantalón y pensó que Amber era una loca. –Mi piaci- le dijo sonriendo.

-¿Qué? –preguntó Amber. –Bueno, la tuya por si acaso.

Uriel carcajeó, le había dicho que le gustaba. –Menos mal que no entendiste. Pero, no te insulté, confórmate con eso –una despampanante sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

Amber sintió que un leve rubor se acumuló en sus mejillas, miró hacia otro lado para que Uriel no lo notara. –Am… este… bueno, ya vengo. Voy al baño –se excusó Amber.

Amber fue al baño, pero Uriel notó el rubor de sus mejillas, sonrió satisfecho y le pareció tierna. “Ya hiciste que se sonrojara…”, pensó.

Amber llegó al baño a duras ya que, al parecer nadie en ese restaurante hablaba español. Se miró al espejo y respiró hondo.

-Si soy ridícula, ¿cómo me voy a sonrojas, sólo porque me sonrió? –se dio pequeños golpecitos en los cachetes –Ahg, necesito un cigarro… ¡Demonios! Los dejé en el bolso y no voy a fumar frente a él, será para que me diga marihuanera –refunfuñó.

Respiró hondo tres veces, se acomodó el cabello y trató de guardar la compostura. –Relájate… guarda la compostura –se dijo a sí misma. -¡Rayos! –sacó uno de los sobrecitos de chocolate que tenía en el bolsillo y lo comió. –Ahora sí -. Salió del baño mucho más relajada.

Se llegó hasta la mesa en donde Uriel lucía imperturbable, se sentó y le miró, éste sonreía.

Uriel notó un poco de chocolate en su labio inferior. –Tienes…-le hizo señas con el dedo de que tenía algo en los labios. Amber se limpió el lado incorrecto y él se acercó a ella. Le pasó su dedo pulgar suavemente por su labio y le limpió el trozo de chocolate; luego se lo llevó a la boca y lo saboreó. –Mmm… el chocolate sabe mucho mejor viniendo de tus suaves labios-.

Amber quedó en shock. Sus mejillas se tornaron del color de las amapolas: un rojo intenso. –E… es… este bu… bueno –tartamudeó un poco, carraspeó la garganta -¿Ya… ya pagaste la cuenta? –preguntó. Los platos vacíos ya habían sido retirados y sólo quedaban los vasos a medio tomar de jugo de fresas y el té frío.

-Sí, ya pagué –sonrió- ¿No te terminarás tu jugo? –Uriel agarró su vaso de té y bebió lo que quedaba.

Amber cogió su vaso y bebió lentamente lo que quedaba de jugo, no apartaba la vista de Uriel, le miraba escéptica.

-Es demasiado bueno para ser real –pensó mientras bebía- tiene que haber algún truco, algo me esconde, estoy segura.

Uriel suspiró con pesadez al oír su pensamiento. “Oculto demasiadas cosas, Amber”, contestó en su mente sin dejar de mirarla. “A veces es mejor que no sepas muchas cosas, y si llegas a saberlas, serán con otra versión”.

-Son las 8:20 –le avisó. -¿Nos vamos?

-Bueno –se limpió la boca con la servilleta. Uriel se levantó rápidamente y la ayudó a pararse de la silla –demasiado caballero –pensó. –Ahg, quisiera saber qué esconde; es demasiado misterioso… bueno, ¿qué más da?, ya parezco una vieja chismosa, si el tipo es un ovni, con tal de que no me lleve para su planeta, por mí no hay problema.

Uriel casi no aguantaba la risa, le causaba mucha gracia todo lo que pasaba por los pensamientos de Amber. Caminaron juntos hasta la entrada del restaurante y el mesero que los atendió les abrió la puerta.

Amber aguantaba las ganas de fumar un cigarro y trataba de no mirar mucho a Uriel porque se sonrojaba- Uriel no dejaba de observarla y detallarla; no le importaba si ella lo miraba y en algún momento lo insultara. Quería conocer aún más su lado rudo, le llamaba mucho la atención; lo único que le desagradó fue que fumaba.

Amber suspiró y miró al cielo mientras caminaba junto a Uriel; inconcientemente, como siempre hacía cada vez que estaba distraída, se ponía de puntilla lo más que podía y caminaba saltando hasta donde sus zapatos le permitían y otra vez comenzaba a andar normalmente.

Uriel moría de ganas por verla bailar. Le había encantado la elegancia del ballet clásico desde que lo inventaron. Desde que crearon ese baile, siempre se ha imaginado tocando el piano para una bailarina hermosa y profesional. Ya él era pianista, quizás Amber fuese su ballerina deseada.

Tomaron nuevamente el tranvía hasta la plaza, esta vez había mucha más gente, así que fueron apretujados uno frente al otro, Amber fruncía el ceño porque quedaba demasiado bajita en comparación con Uriel que parecía una torre de contención.

-Mierda, siento que me asfixio aquí abajo –pensó tratando de ponerse de puntillas. -¿Cuándo vamos a llegar?

Uriel sonreía porque ella se sentía incomoda frente a él; la veía indefensa y sentía una gran necesidad de protegerla. -¿Cuánto falta? -le preguntó.

-Falta poco –sonrió- eso creo, o más bien espero –empezó a transpirar un poco y a sentir mareo. –Sí, espero que lleguemos ya –cerró los ojos y tragó saliva, trató de mantener la calma, pero empezó a jadear. –Tengo que resistir. Esta claustrofobia estúpida mía… -pensó tratando de controlar su respiración.
Uriel se preocupó y se abrumó al verla. -¿Te sientes mal? –le acarició el cabello.

-No es nada, me pasa siempre –contestó pálida y recostando su frente contra el pecho de Uriel. –Pero…-comenzó a hablar- ¿me puedes abrazar un rato? –pensó eso último porque su debilidad era tal, que ya no podía articular palabra.

Uriel la circundó con sus fuertes brazos y la sacó de allí en un microsegundo. Estaban en la esquina de una calle, él continuaba abrazándola sin problemas mientras que olfateaba su cabello que olía a lavanda. A Uriel le gustaba el olor de esas flores.

Amber sintió que el nudo en su estómago iba desapareciendo poco a poco, sintió una leve brisa en sus mejillas y su lucidez volvía con lentitud. Abrió los ojos y se encontró de cara a Uriel que tenía cara de preocupado.

-Te ves terrible –comentó ella sonriendo aún pálida, respiró hondo varias veces y le miró directo a los ojos; sus rostros estaban tan cerca el uno del otro que sus alientos se entremezclaban –mm… ya me siento mejor –dijo un poco sonrojada. –Ya me puedes bajar.

Uriel la soltó con delicadeza, la miró por un momento y luego le preguntó: -¿Quieres que te compre algo de beber?

-No, gracias. Tranquilo –sonrió- por cierto, ¿cómo llegamos aquí? –miró a su alrededor y estaban justamente frente al edificio donde Amber practicaría ballet.

-Te desmayaste… te saqué del tranvía cuando te pusiste mal. Así fue como llegamos aquí –mintió de cierto modo.

-Amm… que cosa más extraña, sentí que me teletransporté o algo –rió- debo de estar leyendo mucha mierda en la biblioteca –se estiró un poco. –Ahg, ya me siento mejor.

-¿Dónde iras a practicar? ¿Crees que me dejen entrar? –sonrió.

-Aquí mismo, en éste edificio –señaló hacia su costado –yo te dije que era aquí, y tú tranquilo que sí pasas. Conozco a la dueña y le encantan las caras nuevas –aseguró- vamos.

Se adentraron al edificio viejo, no tenía ascensor, así que subieron 2 pisos por las escaleras, llegaron a una puerta que tenía un cartel que decía “Nostrade’ Studio”. Amber tocó dos veces a la puerta e hizo sonar timbre una vez para luego tocar la puerta una vez más. Después de unos instantes, se escuchó un griterío en lo que parecía ser francés inteligible, se abrió la puerta y una anciana de más o menos unos 60 años de edad.

-¡Grand-mère! –exclamó Amber con perfecta pronunciación.

-¡Oh, mi niña! –la anciana un poco más pequeña que Amber la abrazó apretujándola contra su enorme pecho y luego la sostuvo por los hombros jamaqueándola. –Qué bueno que llegas, estos niños no sirven, tienes que enseñarles –la anciana la haló por la muñeca para que entrara, Amber le hizo señas a Uriel para que las siguiera.

“Esta vieja está loca, va a matar a Amber. Ya casi le da un soponcio en la tranvía y viene ella y la bate como un jugo”, pensó Uriel. Le preguntó a Amber si se podía sentar en un banco de madera que estaba allí mientras ella bailaba, Amber asintió y le sonrió.

La anciana llegó con dos chicas y un chico de aproximadamente 12 años cada uno, el niño tenía un pequeño radio en el brazo; Amber saludó a los niños con la mano y éstos, sonrientes, le devolvieron el saludo: la anciana le ordenó al niño que pusiera la música.

Un Adagio pianissimo empezó a sonar y Amber se colocó de puntillas en posición inicial: con los brazos arqueados; luego, a medida que el compás de la música se aceleraba el passé de Amber coincidía en perfecta sintonía con ella. Su baile era estilizado y hermoso; cada paso que daba se acoplaba a la música o más bien, la música parecía acoplarse a ella.

Uriel amaba la sinfonía que sonada, la reconoció en un dos por tres, era “Sonata de la tempestad” de Beethoven. Se imaginó a sí mimo tocando esa sinfonía en un teatro de Francia para que Amber bailara.

El cuerpo de Amber se movía con delicadeza y elegancia al ritmo de la música. Uriel no dejaba de admirarla; sentía que veía a una muñeca de cristal bailando de aquí para allá, que en cualquier momento, si hacía un movimiento muy brusco, podría romperse y él moriría de dolor al verla quebrarse. Sin duda alguna, a Uriel le empezaba a gustar Amber.

jueves, 25 de marzo de 2010

Capítulo VI: Mirada maligna de ojos hermosos.

Fui con Madame Angeliqué al comedor, estaba abarrotado de gente como siempre a la hora del almuerzo, allí nos encontramos con Katy que cuando me vio se enfurruñó y me miró de tal manera que yo digo que si las miradas mataran, ya estaría a tres metros bajo tierra.

-Hey, Katy -saludé eludiendo su mirada y sonriendo tontamente para apaciguar sus humos.

-Hola -contestó secamente y miró a Madame Angeliqué apaciguando su mirada -buenas tardes, Madame Angeliqué.

Ella había estado observando divertida nuestro juego de miradas desde hace rato y sonrió a Katy cuando esta la saludó con tal cambio de actitud.

-Buenas tardes, Katherine -respondió a su saludo sonriendo -¿qué tendremos para el menú de hoy?

-No se, pero usted dijo que me brindaría -apunté para recordarle, la verdad no tenía ni un céntimo en el bolsillo y la mejor comida del comedor era la que pagabas, porque la que te daban gratis era vieja o una lata de atún.

-Lo sé, ma cherí, no desesperes -sonrió y entorné los ojos, eso hizo que me lanzara un sopetón por la nuca.

-¡Ouch! -me quejé sobándome la nuca -eso duele.

-Te he dicho que a mí no me entornes los ojos, señorita -me reprendió nuevamente y Katy se carcajeó disimuladamente como siempre lo hacía, su risa era menos ruidosa que una mosca así que nadie la notaba casi nunca.

-Por lo menos rió, aunque haya sido a costa mía -pensé -tal vez ya se le paso su enojo por dejarla sola en la clase de francés.

Madame Angeliqué me haló del brazo arrastrándome en dirección a la enorme cola que había esperando a que les atendieran. Katy nos siguió naturalmente con sigilo; estoy segura que Madame Angeliqué no notó su presencia. A medida que la cola avanzaba trataba de disculparme con Katy que me ignoraba.

-Katy no te pongas así sólo porque falté a clases, vamos perdóname -insistí.

-Está bien, te perdono, pero no te voy a prestar los apuntes de la clase.

-Bueno, no importa -sonreí y le abrace por el cuello -lo que importa es que su majestad Lady Katherine, me concedió su perdón -reí.

-Hey, no te burles -se quejó tratando de zafarse de mis brazos.

-Petit, hagan el favor de comportarse -se quejó Madame Angeliqué apartándome de Katy -ya están grandecitas para la gracia.

-Lo sentimos -respondimos las dos al unísono, Katy apenada y a mí ni me importaba pero no quería que Katy se enojara conmigo de nuevo.

Cuando por fin llegamos a la caja para ordenar, Madame Angeliqué sacó su cartera repleta de dolares, yo la veía con una punzada de envidia en el estómago mientras que Katy estaba distraía acomodándose el cabello.

-¿Qué es lo que van a querer, niñas? -preguntó a las dos, Katy que no había sido invitada dio un respingo y me miró con ojos como platos.

-Yo quiero una pasta con champiñones y mucho queso -respondí viendo el menú que estaba al lado de la caja.

-Tanta grasa, te vas a engordar, cherí -advirtió Madame Angeliqué.

-Nunca me alimento como se debe, así que como usted va a invitar, quiero algo sustancioso -sonreí.

-¿Y tú, Katherine?

-¿Y... yo?, pero yo...

-Di rápido Katy, los demás en la fila esperan a que terminemos -comenté señalando a las personas de detrás de nosotros que comenzaban a irritarse.

-Una ensalada Cesar con camarones -respondió y Madame Angeliqué asintió.

-Por favor, me da un grasoso plato de pasta con champiñones y mucho queso, una ensalada Cesar con camarones y una ensalada Capresa con poco aderezo -dijo refiriéndose a la cajera que tenía expresión de querer estar en otro sitio.

Escribió la orden en un papelillo y lo pasó al cocinero, nos colocamos a un lado mientras esperábamos la comida, mi pasta salió rápidamente, la cantidad era exagerada pero no importaba, desde hace semanas que no tenía una comida decente, Madame Angeliqué miró mi plato con repugnancia, luego salieron los platos de ellas, nos dirigimos a la máquina expendedora de jugos. la cual sorpresivamente no estaba abarrotada de gente, yo cogí un jugo de fresas, Madame Angeliqué escogió uno de melocotón y Katy de naranja.

-Bueno, ma chére, las veo luego voy a ir a conversar con el guapo profesor de Danza contemporánea -sonrió guiñándonos el ojo -à plus tard -dijo despidiéndose con la mano mientras sonreía.

-Tch, que raro Madame Angeliqué coqueteando con Jerome.

-Es obvio que se gustan el uno al otro, me pregunto si ya tendrán una relación formal.

-Lo más seguro es que se la pasen tirando en la sala de profesores de la escuela de danza, son los únicos que la utilizan -comentó bebiendo un sorbo de jugo.

-¡Amber!

-¿Qué?

-Ahg nada, vamos a sentarnos antes de que el hambre te haga decir más estupideces -convidó enojada.

Nos sentamos cerca de una ventana, mientras comíamos charlábamos de trivialidades como las audiciones para El Cascanueces, le aseguré que obtendría el papel, ya que Madame Angeliqué me amenazó; también de cosas como la familia y o las fiestas. En una de esas que nos quedamos sin tema de conversación, miré por la ventana el cielo que estaba un poco más despejado que esta mañana, el Sol molestaba un poco pero algunos agradecían que por lo menos no lloviera; intenté de beber otro sorbo de jugo de fresas pero al parecer se había terminado y aún no había acabado de comer.

-Ya vengo, Katy. Voy por más jugo, ¿quieres? -pregunté levantándome de la mesa, ella me tendió el vaso asintiendo, ya que tenía la boca llena.

Fui con los dos vasos hasta la máquina dispensadora.

-Bonitas piernas, princesa-la voz de Ivan me sonó en la pata de la oreja, me aparté rápidamente con el cuidado debido para que los jugos no se derramaran -¿qué pasó, princesa? ¿Te asusté?

-Uno: no me digas princesa, sabes que lo odio y dos: sabes que odio más aun que la gente me hable así de cerca, me da escalofríos, estúpido Ivan.

Ivan se carcajeó sacudiendo su cresta de pinchos verdes y negros.

-Ahg, ya pareces una gallina con esa cosa -dije refiriéndome a su cresta -un día de estos le sacaras un ojos a alguien con eso.

-Si me veo de lo más sexy -bromeó -¿y tú, preciosa? Es extraño verte con tus mayas en pleno comedor -dijo mirándome el cuerpo de arriba a bajo con expresión lasciva.

-Dios, ¿pero qué les pasa a los hombres de hoy día que se excitan con cualquier cosa? -refunfuñé, Ivan lanzó otra estridente carcajada.

-No es cualquier cosa, querida, es que tú tientas a la carne con ese cuerpesito tuyo y más si tienes puesto ese conjunto tan pegado.

-Ahg, cállate -cogí los jugos y fui camino a la mesa cuando me tropecé con alguien o algo porque la verdad estaba más duro que una roca, eso hizo que me balanceara un poco pero afortunadamente no derramé los jugos, justo iba a decir lo siento cuando una mirada gélida me vio con tal molestia que no pude más que decir -¿qué?

El chico con el que me había tropezado, era el mismo que estaba esta mañana con el viejo, le desafié con la mirada, ya que no hacía más que verme con odio, de repente no se si fue locura, o yo que sé, vi que sus ojos se tornaron de un color rojo escarlata; parpadeé repetidamente y le miré, pero el rojo ya había desaparecido dejando sólo sus ojos color cacao nuevamente; me acordé que Katy me esperaba e Ivan estaba a mi lado esperando que terminara de pelear; fruncí el ceño y le pasé por un lado sin decir palabra.

-Carajo, me estoy volviendo loca -murmuré en voz baja ya a mitad de camino.

-¿Dijiste algo? -preguntó Ivan que caminaba como perrito siguiéndome.

-Si, ¿qué carajo haces siguiéndome? -le pregunté severa.

-Oh nada, sólo quería pasar un rato más contigo, y hablarte sobre la fiesta de Halloween.

-Ya sé, me dijiste ayer durante el cumpleaños de... no me acuerdo quien cumplía ayer; el caso es que me invitaron a la fiesta y me dijiste que tanto Katy como yo estábamos en la lista de invitados.

-No sólo en la lista de invitados, sino en la VIP -sonrió orgulloso.

-Ricos, mierderos -refunfuñé -¿es que acaso todos los que conozco tienen plata?

-En realidad en esta universidad todos tienen plata, tú eres la única pobretona.

-Ya basta de pavadas, seré una pata en el suelo, pero soy honrada y digna de estar aquí porque muestro mi talento, no como mucho que sólo se regodean con el dinero de papi y mami -contesté enojada.

-So, so... no tienes porqué enojarte por eso.

Suspiré -sí, como sea, sólo déjame, el tipo de antes consiguió cabrearme.

-¿Cuál?, ¿el niño bonito?, pensé que le patearías el trasero como haces con los que te fastidian... al parecer es nuevo y es amigo del hijo del director -agregó con cara pensativa -ha de ser súper millonario para ser amigo del hijo del director.

-No me interesa si es un magnate o no, sólo digo que me miró como si yo fuera la escoria más asquerosa de este planeta -suspiré -debí haberle cacheteado por lo menos, pero si peleo con un hombre tan robusto como él, tengo las de perder, sin mencionar que Katy me descabezaría.

-Bueno como sea, primor. Es genial verte en acción -rió guiñándome un ojo.

-Cállate -refunfuñé.

Llegamos a la mesa donde estaba Katy, Ivan la saludó y nos acompañó hasta que terminamos de comer. Ya eran casi las 4, cuando Ivan se fue a hacer lo que mejor hacía: fotografiar; mientras que Katy y yo decidimos ir un rato hasta el estudio para bailar hasta que fueron las 6, el último ferry arribaba a las 7 así que nos duchamos y cambiamos a nuestra ropa normal.

Ya en el ferry la brisa era fresca y el Sol estaba a punto de ocultarse por el horizonte.

-Me encanta el atardecer -comenté apoyando las manos de la barandilla -pero no me gusta mucho la noche, es muy obscura.

-Si verdad que eres una miedosa de la obscuridad -rió Katy -y también le temes a los espacios pequeños.

-La verdad no sé porqué, dicen que fue por algún hecho traumático de mi infancia, pero yo no recuerdo nada, eso también me lo explicaron y dijeron que muchas veces la mente borra cosas que no quiere recordar.

-Como una computadora.

-Exactamente, será que soy un robot y ni sé -me burlé.

-Eso explicaría porque eres tan perfecta en lo que haces, hasta tus notas son excelentes y ni te esfuerzas, pero que yo sepa los robot no son obstinados y mal hablados como tú.

-Entonces descartada la idea de ser un robot -reí.

-Ahg, quizás seas alguna especie de extraterrestre o ser sobrenatural.

-¿Quién sabe? -sonreí y miré el último destello del Sol por ese día, ahora de noche la luna se imponía en el cielo y un manto de pequeñas estrellas titilantes le acompañaban -a pesar de odiar la obscuridad de la noche, amo ver la Luna y las estrellas.

-Son hermosas, ¿verdad?

-Sí, cada vez que las veo, mi miedo a la obscuridad se desvanece y mi estómago se pone caliente, es una sensación cálida y reconfortante.

-Ya pareces una poeta.

Carcajeé; llegamos al puerto y me tuve que despedir de Katy a mitad de camino, ella vive en Warrent, la zona más adinerada de toda Shanksville, mientras que yo, la pobretona, vivo en un pequeño departamento en Dagalesth, es una zona tranquila y humilde con pequeños edificios departamentales; muy diferente de Warrent con sus grandes casas y mansiones, y donde todos los fines de semana la alta sociedad se regodea con fiestas, aunque la mayoría de las veces me invitan, así que no me quejo.

Al llegar a mi casa, encendí todas las luces por mi temor a la obscuridad, mi madre no estaba, lo más seguro es que esté trabajando o con sus amigas bebiendo, así que no me preocupé, era común que esto sucediera, dejé el bolso con la ropa del ballet para la mañana siguiente y me fui desvistiendo a medida que llegaba a mi habitación.

Me enrollé en una toalla y me di una ducha lavándome el cabello, esta vez el agua estaba tibia y agradecí a mi madre por haber conectado el calentador, aunque fuera para bañarse ella.

Al salir del baño, me puse un mono y una camiseta de mangas largas, me acerqué a la ventana mientras que me secaba el cabello con la toalla, observé la Luna por largo rato y me puse a pensar nuevamente en el sueño extraño que he tenido últimamente; ¿quién me mataría?, ¿y por qué? ¿Qué cosa tan grave le habré hecho a esa persona para que me matara tan sanguinariamente?

-Lo más seguro es que sueñe lo mismo hoy -suspiré -voy a tratar de acordarme cuando me despierte mañana, es que me da mucha curiosidad.

Tendí la toalla en la ventana, me cepillé el cabello para que Katy no me regañara por no cuidarlo. Me tiré sobre la cama enrollándome con la sábana, la noche era fría, así que me acurruqué sobre mí misma para darme más calor, abracé la almohada y un viejo peluche en forma del gato de Alice in Wonderland que tengo desde pequeña, una costumbre que tengo desde antes que papá se fuera; pensé por largo rato lo que haría al día siguiente y después no supe más de mí hasta la mañana siguiente.

Capítulo V: Si pudiera matar con la mirada…

Después de que me tomaran la foto, Ivan me sacó el carnet; tenía de fondo el castillo con el lago, mi foto en una esquina, mi número de carnet, nacimiento, fecha de vencimiento y mi nombre.

Caleb tenía hambre, y el padre de Lestat nos esperaba en el comedor de la universidad. Mientras íbamos de camino al comedor, Lestat terminó de contarme la historia sobre el Alp que había nacido en ese lugar. Según me contó; cuando comenzaron los problemas con los seres de la oscuridad, descubrieron que el rey se infiltraba en los sueños de los niños, de las mujeres y de algunos hombres para poder alimentarse de su sangre y de la leche de las mujeres; gracias a eso, los habitantes del pueblo lo llevaron a su muerte.

Tiempo después, el palacio había quedado como un lugar turístico, hasta que Mikhael le ofreció una gran cantidad de dinero al dueño, y lo convirtió en lo que es hoy en día University Central Castle.

-Muy bien –dijo Lestat- Aquí el almuerzo a veces es una porquería, y otras veces es lo mejor que puedan comer –chasqueó sus dedos y señaló el plato- Hoy es una porquería el almuerzo gratis, pero los que son pagados están excelentes, por lo menos los de hoy sí.

-¿Qué hay? –preguntó Caleb.

-Pasta con champiñones, ensaladas y carne.

-Quiero una pasta –pidió.

-Yo carne –dijo Lestat saboreando el plato. -¿Y tú? –se dirigió a mí.

-No padezco de hambre.

-Esta mañana comiste un pastelito –comentó Caleb.

-Comí por comer.

La hilera de gente estaba larguísima. Un grupo de una mesa saludaron a Lestat, él les devolvió el saludo con la mano; al lado de ese grupo, estaba Mikhael con sus sirvientes y con tres puestos reservados.

-Uriel, mientras estés aquí, tienes que aparentar ser normal.

-OK, quiero carne.

-¡Eso es! –llegamos a la caja y pedimos la comida. Yo pagué mi plato y el de Caleb. No tardó mucho en estar lista, quizás 15 minutos.

Caleb y Lestat caminaron hacia las mesas, de último fui yo porque me entregaron la comida después. Primero compré una bebida en la máquina dispensadora de refresco, luego caminé cuidadosamente hacia la mesa, pero una chica me tropezó la bandeja y casi hace que se me caiga. Respiré hondo y esperé a que pidiera disculpas, pero como no lo hizo, la miré gélidamente.

-¿Qué? –gruñó con mala cara.

Me enfurecí y entorné los ojos a rojo escarlata; después sentí el olor de su sangre, era del tipo de mi gusto, así que cambié mis ojos a su color normal y me resistí a responderle para que las cosas no llegaran lejos. Ella me miró extraño y parpadeó varias veces; en sus pensamientos pude ver que pensaba que lo que había visto era una locura y que ya se estaba volviendo loca. Dejé que siguiera de largo, Ivan iba junto con ella y escuché que le dijo que le hubiese gustado verla pateándome el trasero; bufé y seguí hacia la mesa del padre de Lestat.

-¿Por qué te tardaste? –me preguntó Caleb.

-Por nada –puse la bandeja en la mesa y seguí de pie. Aún recordaba el olor de la sangre de la chica. Mis colmillos comenzaron a salir y los ojos me volvieron a cambiar de color. –Su sangre…-musité.

Habían pasado 40 años desde la última vez que maté a un humano para alimentarme, y sólo había pasado una década desde la última vez que pelee con otro vampiro y lo maté.

Desde que Caleb comenzó a trabajar en el hospital como el que analiza los resultados de los exámenes de sangre, no tuve que volver a matar a los humanos. Cree un banco de sangre para poder alimentarme de la que donaba la gente. Pero, hace mucho que no consumía el tipo de sangre que tenía esa chica.

Lestat se alteró y se paró enfrente de mí. –Cálmate, estamos en el comedor. Sólo los sirvientes de mi padre, Caleb y yo sabemos lo que eres. Se supone que en este sitio, todo el mundo es normal.

Apreté mi mandíbula con fuerza y respiré. Volví a ser el mismo de siempre y me senté a comer.

-Buen apetito –dijo Mikhael.

-Igual –respondimos varios.

Al rato llegó un muchacho en una silla de ruedas con su bandeja y se colocó en la mesa de al lado. Lestat lo miró extraño.

-¿Qué pasa? –le pregunté.

-Ese chico es nuevo –habló en voz baja.

-¿Y?

-No creo que sea humano. Estoy casi seguro de que es un vampiro.

-No seas paranoico. Es un paralítico, sólo eso.

-¿Pondrás en duda los poderes de mi hijo? –preguntó Mikhael.

-No, sólo digo que parece demasiado normal como para ser uno de los míos…-contesté.

-No juzgues a un libro por su portada –dijo Lestat.

Una chica con una minifalda negra, una camisa de seda blanca con una corbata de rayas y tacones, se acercó a nosotros. Parecía que llevaba puesto un uniforme de los liceos japoneses.

-Hola, Lestat –le saludó poniendo un brazo alrededor de su cuello y dándole un beso en la mejilla.

-¿Cómo estás, Agnes? –le preguntó sin apartar la mirada del plato.

Al parecer, todos en las dos mesas estaban embelezados con la belleza de Agnes, a excepción de Lestat y yo; ¿pero quién no lo estaría si esa mujer tenía unas curvas perfectas? Era hermosa, tenía los ojos de color verde, la piel un poco bronceada, sus labios pintados de rosa y el cabello liso, largo hasta sus caderas y castaño.

-Estoy muy bien –sonrió. –No me llamaste después de…- le dijo algo al oído y sentí como si me lo hubiese dicho a mí.

-Eso fue hace tres semanas –dijo él despreocupado.

-¡Pero, Lestat! Pensé que te gustó.

-Y no te equivocas. Me gustó, pero hasta ahí.

Agnes se puso de pie, se cruzó de brazos y frunció el ceño. -¿Cómo puedes ser tan descarado?

-Hay más hombres en esta mesa, primor –le recordó Lancelot.

-Es cierto, y con todos te la llevas bien. Escoge a uno –le recomendó Smith.

-A ti no te conozco –se refirió a mí.

-Él es Uriel, un amigo de mi hijo –comentó Mikhael.


“Es guapísimo”
, escuché sus pensamientos. –Mucho gusto. Soy Agnes –me extendió su mano.

-Igualmente.

-¿Puedo sentarme con ustedes? –preguntó y arrimó una silla.

-Claro –Caleb le hizo un espacio entre los dos.

-Gracias –ella le regaló una delicada sonrisa y se sentó. –Y dime, Uriel –puso una mano en mi rodilla- ¿Qué estudiarás?

Vi su mano. Caleb movió sus cejas rápido y continuó desayunando. –Estudiaré piano.

-¡Oh, qué bien! –sonrió.

-Ella estudia lo mismo –glosó Lestat.

-Sí, seguro veremos todas las clases juntos –se acercó tanto a mí que invadió mi espacio personal.

Fingí una sonrisa. –Qué bien, ya conozco a alguien.

-Puedo enseñarte muchas cosas si no sabes mucho…

Todos en la mesa casi se ahogan al reírse cuando Agnes dijo eso.

-Claro, cualquier cosa, yo te pido ayuda.

-Agnes, ¿no deberías estar con tus clones? –le preguntó Lestat con la intención de espantarla.

Agnes miró su reloj de muñeca y puso los ojos como platos. -¡Es cierto! Ya debo irme. Cuídate, Uriel- me dio un beso en la mejilla. –Adiós, Lestat –se fue y todos la siguieron con la mirada, menos Lestat y yo que continuamos con nuestro almuerzo.

-Hijo, ¿por qué no te haces novio de ella? Es muy bella –dijo Mikhael con un trozo de carne en la boca.

-¿Qué? Nah, ¿estás loco? Esa mujer es insoportable. Además, es como los condones. Sólo sirve para una vez y ya –Todos en la mesa reímos después del comentario.

Después de comer, Lestat no mostró casi todo el castillo a Caleb y a mí. Era precioso y gigantesco. Tenían una biblioteca de 8 pisos. Me fascinaba leer, casi me vuelvo loco al ver la biblioteca. Había cualquier cantidad de libros; cada piso era para una materia en específico: matemáticas, sociales, química, física, literatura, música, diseño, y leyes.

-Cuando tenga horas libres, me dedicaré a la biblioteca –comenté.

-Mejor practica un deporte –dijo Caleb.

-Cierto, o baila con las chicas de ballet, ya que te llamó la atención una de ellas –se burló Lestat.

-Me gustó cómo bailaba, nada más –fruncí el ceño.

-Seh, claro, claro…

Lestat me mostró las canchas de futbol, de tenis, basketball, béisbol, voleibol y la piscina para practicar natación. También había un gimnasio; pensé en meterme allí cada vez que pudiera.

A las 7 de la noche, ya Caleb no quería caminar más, estaba cansado; así que decidimos irnos a casa. Lestat nos acompañó hasta el muelle del ferry, él se iría más tarde.

Una vez en el ferry, Caleb y yo entramos en la cabina donde los alumnos jugaban cartas. Nos pusimos a hablar hasta que él se quedó dormido y me dejó hablando solo. Me reí y pensé “ya está viejo”. Faltaban 20 minutos para llegar al otro muelle, así que salí del vagón y apoyé mis manos sobre la baranda. Vi la luna plateada en lo alto, las estrellas acompañándola y haciendo figuras onduladas en el agua del lago. Sinceramente era un paisaje hermoso. Por un momento recordé a la chica que bailaba en aquel salón del castillo y pensé en qué hubiese pasado si se daba cuenta de que la observaba. Era preciosa, ¿quién podría ser?

El ferry arribó y fue a la cabina a despertar a Caleb. Estaba soñoliento y no coordinaba bien lo que decía, creo que lo único que le entendí fue que tenía mucho sueño. Al llegar al carro; ya me había quitado los lentes y comencé a manejar hacia Warrent.

Al llegar, contemplé la gran casa… Con sus amplios espacios verdes, una fuente con una Diosa griega; jardines, caminos de piedras y las altas rejas con cerco eléctrico en la parte de arriba. La casa era grande, tenía ventanales por todas partes, era de dos pisos, de color blanco con el techo negro, 2 balcones (uno al frente y uno en la parte de atrás de la casa), los cuales estaban sostenidos por dos columnas tipo griegas.

Con un control, hice que se abriera la reja y entré con el carro, ésta se cerró y yo me bajé para despertar a Caleb.

-Caleb –le moví el hombro. –Ya llegamos.

Caleb abrió un ojo y después el otro. -¿Dónde estamos? ¿En un hotel?

-No, en la casa que mandé a construir.

Puso los ojos como platos. -¡Uriel! Esto no es una casa, es una mansión –me miró con desaprobación. –Como te encanta gastar dinero. Nada más viviremos aquí tú y yo, y después de que muera, sólo vivirás tú.

Reí. -¿Te vas a quedar criticándome toda la noche o quieres entrar a dormir en tu habitación cómoda?

Caleb asintió. Le puse la alarma al auto y entramos a la casa. Prendí las luces y vi que la amueblaron exactamente como yo ordené. El piso era de cerámica y tenía figuras abstractas. A la derecha estaban las escaleras hacia el segundo piso, a la izquierda estaba una sala con chimenea, un mueble, un radio y una TV plasma; al final estaba un comedor, otra sala y la cocina.

-¿Dónde dormiré? –preguntó Caleb.

-En uno de los seis cuartos de arriba. Escoge el que quieras; todos tienen baño.

Ambos subimos; él escogió una habitación y yo fui directamente a la del fondo que tenía el balcón trasero. Allí estaba mi cama matrimonial con sábanas de seda y mosquitero del mismo material, el baño a la izquierda, una TV, el closet y una minibiblioteca.

Me eché un baño de agua tibia y bajé al primer piso para tomarme un té; Caleb también bajo y me vio sentado en el mueble frente a la chimenea prendida.

-¿No dormirás? –preguntó.

-Ya no te sirve la memoria… Yo no duermo –le respondí.

-Lo siento, el sueño me consume…- se sentó al otro extremo del mueble. -¿A quién ibas a matar hoy en el comedor?

-A una chica… Su sangre es O-, y yo amo ese tipo de sangre. Ninguno de los que han donado, la tienen.

-No es un tipo de sangre muy común.

-Lo sé. Era el mismo tipo de sangre de Amelia.

-¿De Amelia? ¿Seguro?

-Sí.

-Ya veo por qué te enfureciste.

-Pero, no era ella.

-¿Cómo lo sabes?

-Algo en su mirada… No sé, es distinta a la Amelia que estoy buscando. No puede ser ella.

-Si eso es lo que crees.

-No lo creo. Estoy seguro de que no es la misma.

-Bueno, si es así, no tienes que matar a nadie.

-Aún…

-Voy a dormir. No puedo ni con mi alma; ya el lunes tengo que trabajar y mañana es sábado. Buenas noches.

-Que descanses.

Caleb subió al segundo piso y yo me quedé viendo la llama de la chimenea mientras bebía la taza de té.

Un pensamiento vino a mi cabeza: “¿Podrá ser Amelia?”

lunes, 22 de marzo de 2010

Capítulo IV: Audicionar no es un derecho, es un deber

Al llegar al estudio, nos cambiamos rápidamente para que Madame Angelique no nos regañara, ya había empezado la clase cuando terminamos de cambiarnos, así que asumimos nuestras posiciones en la barra; utilizamos las primeras 5 posiciones básicas para calentar y luego empezar con pasos más complicados como los deslizamientos y algunos giros de Fouette. Pasamos tanto tiempo practicando que las horas se volvieron cortas y para cuando nos dimos cuenta ya era medio día.

-Muy bien niñas –Madame Angelique que nos supervisaba constantemente, llamó nuestra atención para finalizar con los Plies que hacíamos –es hora de terminar por hoy, para mañana necesito que practiquen mucho, sobre todo los Fouette –su acento francés era indiscutible, y en muchas ocasiones, siempre le daba elegancia al baile –y otra cosa, a partir de mañana se abrirán la audiciones para el baile de navidad, como ya todas saben, va a ser el común Cascanueces pero este año vamos a cambiar ciertas cosas para que no sea lo mismo de siempre, ¿les parece?

Se comenzaron a escuchar murmullos de excitación entre las bailarinas, sobre todo en el grupo de Amelie y sus clones malignos. Yo entorné los ojos, aburrida, ya deseaba alejarme de esa gente molesta.

-Ya se pueden retirar –ordenó Madame Angelique.

Salí del estudio junto con Katy, tenía planeado practicar un poco en la tarde, así que sólo me coloque la chaqueta encima de la ropa de ballet y deje mis botas y jeans gastados en el bolso.

-Estoy segura de que te darán el papel principal –comentó Katy que estaba igual que yo, íbamos rumbo a nuestra clase de francés así que pasábamos por el campus, mis ansias de fumarme un cigarrillo crecieron y no pude evitar prender uno frente a Katy.

-No pienso audicionar –respondí aspirando el humo del cigarro, sentí un ligero alivio en el estómago y Katy puso cara de asco.

-Te he dicho que no es nada bueno que una bailarina de tu calibre ande como una chimenea todo el día.

-Es sólo el primero.

-No me interesa, espero no verte con otro porque te lo hago comer –me reprendió enojada, ya estaba acostumbrada a sus sermones, así que sólo asentí despacio mirando en otra dirección -¿y por qué no vas a adicionar?, ya tendrías el papel con sólo pisar el escenario.

-De todas las obras en las que tengo que usar tutu, la de “El Cascanueces” es la que más odio –aspiré nuevamente el humo del cigarro y casi lo dejé por la mitad, exhalé el humo por la nariz mientras miraba al cielo –odio la navidad.

-Me interesa un comino –Katy frunció el ceño, la miré de reojo, ella estaba pensativa pero luego habló nuevamente –si no lo haces, no te lo perdonaré. Si no lo haces, la bruja de Amelie tendrá el papel principal y no la podré soportar –rogó mirándome directo a los ojos con expresión severa, yo la miraba de reojo con el cigarrillo en la boca y las manos en el bolsillo de la chaqueta.

-Como digas –me saque el cigarrillo de la boca –lo haré, pero no te prometo nada, pero con la condición de que para el próximo trimestre, me prometes que te cambias a danza contemporánea.

Sonrío animada y asintió.

-Así quedamos contentas las dos.

-No, tú quedas contenta el doble, yo sólo quiero que te cambies porque sé que serás genial, pero una cosa no compensa a la otra –al acabar con el cigarrillo lo tiré al piso y me puse de puntillas sobre él para apagarlo –de verdad odio la navidad.

-Se te va a manchar la zapatilla con la ceniza del cigarro, niña tonta –Katy me reclamó nuevamente pero luego se le suavizó la mirada -¿y por qué odias tanto la navidad, si es la mejor época del año?

-Ahg, no quiero hablar de eso.

-¿Tiene que ver con tu familia, no es verdad?

-Algo así, sin mencionar que sólo recibo una tarjeta de mi padre con un mensaje tonto que no escribe el, sólo con su firma y unos cuantos dólares-llegamos al edificio de la escuela de idiomas –de verdad no quiero ir a clases hoy –comenté desganada.

-Pero es importante.

-Para ti todo es importante –giré sobre mí en puntillas con cara de aburrimiento –yo me voy a saltar la clase de francés de hoy, Mademoiselle.

-No hagas eso, Amber. Si Madame Angelique…

-Si, si… sé que me reprendería, pero sólo voy a ir a bailar una rato más en el estudio, dudo que este allí.

-Has lo que quieras.

-Eso es lo que voy a hacer –sonreí -luego me prestas tus apuntes –me fui por donde vine dejando a Katy en la entrada del edificio

-Ni que estuviera loca –gritó para que la escuchara por la distancia que nos separaba, sólo alce mi brazo despidiéndome sin mirar atrás.

Había encendido otro cigarrillo y caminaba despreocupadamente en dirección al estudio, los alrededores de la universidad eran hermosos, con grandes jardines donde descansar rodeados por los edificios de cada facultad y escuela, la zona donde mayormente pasaba mis tardes era la de la escuela de artes, que abarcaba el baile de salón, la danza, el ballet y todo tipo de bailes; la música tanto clásica como moderna con todo tipo de instrumentos; la pintura y dibujo con todos sus ámbitos; la escultura; el teatro y actuación; el diseño gráfico y hasta el arte callejero.

-Hey, Ber –escuché desde lejos, sólo una persona me llamaba de esa manera y era el mejor amigo de Brian, mi ex, el cual nos había presentado desde un principio; Anthony.

-¿Qué hay, Thony? –saludé cuando me alcanzó y caminó junto a mí.

-Todo bien por aquí, ¿y por allá?

-Ni mal ni bien –contesté y seguí con mi cigarrillo.

-¿Me regalas uno? –preguntó extendiendo su mano.

-Sólo si me lo devuelves cuando te pida uno –avisé.

-Siempre tendrás un cigarrillo de mi parte cuando me pidas –sonrío con esa sonrisa característica de él; tenia cara bonita, de niño y cuando sonreía se le hacían hoyuelos en las mejillas. Me parecía adorable.

Urge en mi bolso y le tendí la caja para que sacara uno, saco su encendedor del bolsillo donde tenía la lata de aerosol negra que siempre cargaba.

-¿Estás en lo tuyo? –pregunté viendo la lata de aerosol, el sonrío luego de encender el cigarro y devolverme la caja.

-¿Cuándo no? –Inhaló una vez y exhaló por la nariz, sonreí al verlo e hice lo mismo -¿y tú vas o vienes? –preguntó viendo mi ropa deteniendo su vista en mi trasero.

-Las dos –respondí pegándole en la nuca.

-Eso duele.

-Lo sé pero, ¿quién te manda? –mire al cielo, el día se había aclarado todavía más, el sol incidía directamente sobre nosotros pero aun así, no tenia calor, ya que había demasiada brisa. Hacía frío.

-Brian me dijo que quiere volver contigo.

-Pues dile que yo no quiero.

-Te va a compensar por lo que hizo.

-No me interesa, en realidad quería terminar con él desde hace rato pero no sabía qué excusa poner, así que fue bueno lo que pasó –terminé el cigarrillo e hice lo mismo que con el otro: lo apague con la punta de la zapatilla –además el sexo era malo.

Anthony se carcajeó sosteniendo el cigarrillo en su mano derecha.

-Si quieres buen sexo, me puedes decir a mí –comentó sonriendo.

-Te aprecio demasiado como para hacerlo contigo –respondí de inmediato sonriendo –para mí, eres como mi pequeño hermanito.

-Soy un año mayor que tú –refunfuñó.

-Lo sé, pero aun así te veo como un hermano, el que me introdujo en el obscuro mundo de los cigarros.

- Nos conocemos desde preparatoria, tarde o temprano me seguirías, lo que no concibo es cómo seguiste con tu ballet en vez de entrar conmigo en el arte callejero si eras tan buena.

-Porque a diferencia de ti, no tenía plata para las latas de aerosol y tengo más talento para el ballet.

-Como digas, princesita –me acompañó hasta la puerta del estudio vacío –¿segura que prefieres estar aquí sola?

-Siempre lo hago, es mejor así que con las pestes.

-¿Y tu amiguita…? ¿Cómo es que se llama?

-¿Katy?, ella esta viendo clases de francés por mí.

-Ella si parece una bailarina, es tan linda y delicada que parece que se fuera a romper –rió.

-No te burles de ella o te cacheteo, independientemente que te conozca de hace años –advertí.

-Perdón, no quiero sentir tu poderoso brazo –río –bueno ballerina, te dejo… voy a hacer mi proyecto de comienzos de trimestre.

-¿Qué tienes planeado hacer? –pregunté antes de que se fuera.

-Es una sorpresa, pero te prometo que tú vas a ser la primera persona que lo vea cuando lo termine –me aseguró antes de bajar por las escaleras para irse del edificio.

Anthony era un buen amigo, lo consideraba como un hermano, por eso quizás nunca tuve una relación formal con él por más que me lo pidiera, normalmente mis relaciones culminaban abruptamente y no quería que mi amistad con Anthony se perdiera por eso, él era un genio del Graffiti y había entrado a estudiar arte callejero, incluso tenia varios premios a nivel nacional e internacional por ello, se parecía un poco a mí en gustos pero venía de una familia de médicos, gente con dinero, él fue el único artista, pero a diferencia de mí, su familia le provee de materiales y dinero porque es talentoso.

-Yo, aunque sea la mejor bailarina del mundo, mamá no me da más dinero de lo necesario –hable para mí mientras me despojaba del bolso y la chaqueta; encendí el pequeño radio que había en el estudio y sonó una suave música de piano, creo que era Debussy o Chopin, la música clásica no era lo que escuchaba siempre pero la prefería para bailar, me transportaba a un mundo diferente cuando bailaba, un mundo del que sólo yo era dueña, un mundo perfecto en el que solamente estaba yo bailando.

Respiré hondo y me puse de puntillas cerrando los ojos, cuando el tercer compás comenzó, deje llevar mi cuerpo en una danza suave y estilizada, la música inundaba mi cuerpo y mi cuerpo se dejaba arrastrar por ella como si flotara en un mar de notas; el compás lo retribuía con un movimiento diferente, cuando el tempo aceleraba, mis pasos eran mas rápidos y cuando se hacia más lento, mis pies ejercían menos presión a los movimientos. Cuando bailo, siento como si soñara algo encantador. Imaginaba cosas imposibles, como un gran campo de flores de colores, todos mis problemas desaparecían, mi madre dejaba de ser amargada y siempre me apoyaba, mi padre nunca nos había abandonado y era un apoyo incondicional para la familia, el dinero no era un problema y viajaba por el mundo bailando sin parar, y me pagaban por ello, me hacían sentir especial.

Sabía que la música terminaría tarde o temprano y todo aquello se esfumaría al abrir mis ojos, sentí una lágrima amarga caer por mi mejilla, deseaba no tener que volver a la realidad; el último movimiento, el último compás y la nota final, terminé mi danza con un Developpe en puntillas. Respire hondo abrí los ojos y me vi en el gran espejo del estudio con la posición inicial, sudaba un poco y mi respiración era entrecortada.

-Tan hermoso como siempre –la voz de Madame Angelique me asustó un poco y di un respingo, estaba parada en la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho y con mirada severa pero a la vez confiada.

-Madame Angelique, ¿qué hace aquí? –pregunté un tanto nerviosa.

-Eso debería preguntar yo, ma cheri –respondió acercándose a mí con su caminar coqueto de siempre.

-Bueno, yo… usted dijo que practicáramos para mañana –lancé arriesgándome a que me reprendiera, se paró a mi lado mirándome directamente a los ojos, luego giro sobre sus zapatillas y miro su figura y la mía en el espejo.

-Tu passe está un poquito fuera de lugar, cheri -hizo el movimiento con gracia y hermosura, como una muñeca de porcelana –tienes que estilizarlo más, pero de resto todo esta perfectamente.

Imité su postura, ella se acercó a mí y movió un poco mi cadera a la derecha y alzó mi barbilla.

-Siempre con la cabeza en alto, ma cheri –dijo y se alejó de mí para evaluar mi postura nuevamente –parfait –la mayoría de las veces hablaba en francés, así que ya estaba acostumbrada a su método de enseñanza –y dime, cheri, ¿vas a audicionar para el cascanueces?

Dejé de hacer el movimiento y le miré un poco dudosa.

-No lo sé –respondí y me acerqué a apagar el radio –no me entran ganas.

-Ma cheri, El Cascanueces es la obra más esperada del año –comentó esperando a que me pusiera nuevamente la chaqueta y cogiera el bolso –es la última obra que se baila antes de año nuevo.

-Pues, a mí no me parece tan importante –comenté acercándome a ella, me miró con ojos reacios y severos.

-Si no audicionas, no te dejo participar en la obra de la próxima primavera aún sabiendo que quedarías perfecta como prima ballerina.

-Le diré lo mismo que a Katy, audiciono pero no prometo quedar de protagonista –me lanzó un sopetón por la nuca como hacía siempre que la molestaba –ouch, eso duele.

-Eso fue porque no entraste a clases de francés, por contestarme con esa altanería tuya y por creerte más que yo… pues te diré lo mismo que te digo siempre petite, tú no eres nada aún y me debes respeto, cuando seas la mejor prima ballerina de este planeta, si me puedes poner en mi lugar pero, por ahora yo soy la que manda aquí y te digo que si no audicionas y obtienes el papel principal, no vas a participar en ninguna obra hasta que te gradúes –sus ojos eran severos y su voz autoritaria, su cabello de fuego la hacia más amenazadora.

Me amenazó de tal manera que no pude hacer más que tragar saliva y asentir, sus ojos antes severos y furiosos se apaciguaron dando lugar a una sonrisa dulce. Cuando Madame Angelique se enojaba, era tres mil veces peor que Katy y todas sus advertencias se hacían realidad si incurría en problema más de una vez; como decía Katy, era la única que podía mantenerme a raya y a la única que obedecía al pie de la letra.

-Ahora vamos, ma cheri –me cogió del hombro y abrió la puerta –hoy te invito a almorzar.

No me opuse a eso, después de todo, era más del medio día, tenía hambre y no tenia ni un centavo en el bolsillo; fuimos caminando por los pasillos de la escuela y nos dirigimos al comedor principal.

Capítulo III: Vieja identidad

Bajamos del ferry y observé al sujeto de ropa amarilla con negro como había dicho el jorobado. Era alto y tenía una larga barba negra.

-¿Ése es? -preguntó Caleb mientras se colocaba sus lentes de fondo de botella.

-Sí -. Confirmé y fuimos hasta él. –Buenos días, señor… -leí la placa que colgaba del bolsillo de su camisa- Leonard.

-Buenos días, ¿en qué puedo servirles?

-¿Adónde debemos dirigirnos para saber los requisitos de la inscripción? –cuestioné.

-Síganme –dijo seriamente. Caleb y yo intercambiamos miradas, nos encogimos de hombros y lo seguimos.

Nos guió hasta una puerta de madera gigante y nos hizo pasar. Luego, subimos por unas escaleras de mármol casi interminables. “Hubiese sido más rápido si levitaba”, pensé al llegar arriba.

-Por aquí –Leonard caminó más rápido y nos guió por un largo pasillo que estaba suspendido entre la torre en la que nos encontrábamos y otra que estaba después de cruzar. El pasillo tenía barandas y ventanas de piedras, que dejaban contemplar el paisaje del exterior.

Una densa neblina, se posaba sobre la laguna y el sol resplandecía en lo alto. Caleb se estaba congelando por el frío a pesar de que llevaba puesto una chaqueta de cuero negro. Yo no sentía nada.

-¿No tienes frío?

-No… -respondí.

Llegamos al final y Leonard nos acompañó hasta otra puerta que tenía un cartel dorado que decía: “Oficinas principales”.

-Aquí les darán la información que necesiten. Buena suerte -. Nos dejó entrar y luego cerró la puerta.

-Está vacía. No hay nadie –dijo Caleb al ver tres escritorios vacíos.

-Shhh… -le hice señas para que hiciera silencio y ausculté la oficina. Escuché unos pensamientos.

-Creo que debemos irnos, Uriel.

Saqué mis colmillos al ver que tres hombres lobos bajaron del techo estrepitosamente y comenzaron a gruñir. Uno era mujer. Fruncí el ceño.

-¡La puerta no abre! –gritó Caleb al tratar de girar la manilla. Un hombre lobo contra atacó y lo mandé al otro lado de la oficina. Después me atacó el otro, y le hice lo mismo.

Un hombre viejo salió de otra oficina y se convirtió en un enorme lobo gris con ojos amarillos. -¿¡Quién te envía!? –gruñó y en sus pensamientos leí que esperaba a que yo atacara.

Mis ojos se tornaron a rojos y mis garras comenzaron a salir.

-¡Padre! –gritó un joven desde la puerta de la otra oficina. Al verlo, lo reconocí. Era Lestat, un amigo mío desde hace 300 años.

-¿Lestat? –pronuncié y guardé mis garras y colmillos.

-Uriel –sonrió al recordarme. –Cálmate, vampiro. Es mi padre, ¿no lo recuerdas? –el viejo volvió a su estado normal.

-Señor Ahroun –lo reconocí inmediatamente. Era el padre de Lestat, no cabía duda.

Cuando conocí a Lestat, su padre usaba el nombre Ahroun, esto significaba la clase de hombre lobo que era: guerrero, poseedor de una rabia desmedida que lo hace temible a la hora de combatir. Eso explicaba la forma en que reaccionó.

Por otro lado, Lestat era el tipo de hombre lobo Theurge, tenía una conexión con el mundo espiritual y recordaba sus vidas pasadas. Era muy bueno detectando otros seres sobrenaturales y podía hablar con los muertos de un modo mucho más congénito. Lo había heredado de su madre, recordé.

Los otros lobos de la sala eran del mismo tipo que Ahroun, a excepción de la mujer, ella era del tipo Ragabash, lo que indicaba que era una espía, pícara y embaucadora.

-Ya no soy el señor Ahroun, Uriel. Ahora me llamo Mikhael.

-Perdóneme. Necesito actualizarme.

Los demás acompañantes se transformaron en humanos. Los hombres eran casi de la misma edad; uno tenía una década más que el otro.

-Cierto –se dirigió a los otros tres. –Ellos son nuestros nuevos sirvientes –dio un paso hacia el más viejo. –Éste es Lancelot, lo convertí hace 200 años –era un hombre como de 30 años; tenía chiva, ojos verdes y cabello castaño crespo. –Éste es Smith. Es nuevo –era un tipo flaco, de ojos azules y cabello rubio platinado. –Y esta es Mara, una de las mujeres más ruda y astuta que conozco- era una chica esbelta, pelirroja y de ojos grises.

-Gusto en conocerlos –dije.

-Igualmente –respondieron al unísono y Mara me miró de arriba abajo.

-Sigues siendo el mismo busca pleito de siempre, Uriel- comentó Lestat mientras se me acercaba.

-Tus sirvientes me atacaron, no iba a quedarme allí parado.

Lestat pasó sus dedos sobre la barba de quizás 2 semanas que estaba alrededor de su boca y se acomodó su cabello negro azabache. –Huelo sangre, tu acompañante es humano- dijo mientras observaba con sus letales ojos azules a Caleb, quien trataba de contener la calma.

Me puse ante él como si fuese un escudo. –Es como mi padre, así que ni lo pienses- le advertí con tono severo.

-Podría delatarte- comentó Mikhael.

No lo ha hecho en 70 años, ¿por qué lo haría ahora?

-Los humanos cuando se ven presionados, son capaces de delatar al que sea -contestó a Lestat.

-Tranquilo, es confiable –una sonrisa se dibujó en la comisura de mis labios.

-Bueno –comenzó a decir Lestat -¿y qué te trae por aquí? La última vez que supe de ti, vivías en Pensilvania-

-Así es, luego fui a Grecia, después a Londres y ahora estoy aquí.

-¿Y en qué parte vivirás?

-En Warrent. Tengo una casa allá.

-Nosotros igual- glosó Mikhael.

-Yo también –comentó Mara mientras me sonreía y mordía suavemente la uña de su dedo meñique.

-He venido a inscribirme en la universidad. Quiero saber cuáles son los requisitos- dije sin prestarle atención a los gestos que me hacía Mara.

-Si no te conociera -, Mikhael me puso un brazo sobre los hombros y me acercó a una ventana- te obligaría a hacer esa cola que ves ahí -. Puse los ojos como platos. .Esos son sólo la mitad –dijo riendo- la fila continúa y llega al último piso de esa torre. Pero, como eres el mejor amigo de mi hijo desde hace siglos, dejaré que sólo llenes la planilla y te tomes las fotos. Por cierto, ¿qué estudiarás?

-Piano.

-¿Ya no sabías tocar ese instrumento? –preguntó Lestat.

-Sí, pero ahora quiero ser músico. No quiero que esa habilidad sea un simple hobby.
-Bueno, Mara te entregará tu planilla. ¿Qué edad tienes, según tú?

-Veinticuatro.

-Aquí tienes –dijo Mara al entregarme una hoja amarilla y me guiñó el ojo.

-Gracias.

-Saca bien la cuenta de tu edad –me recordó Lancelot. –Toma un bolígrafo.

Rellené los datos que pedían en la planilla. Según yo, nací el 13 de noviembre de 1986. Mi nombre completo: Uriel Ivancov.

-Mmm… Eslovaco –murmuró Mara.

-Así es –le sonreí. -¿Debo pagar algo? –me dirigí a Mikhael.

-Sólo 20 dólares –respondió.

Saqué de mi billetera un billete de veinte y se lo entregué. –Aquí tienes.

-Muy bien –miró a Lestat- hijo, llévalo a sacarse las 2 fotos que necesitamos. Nos vemos en el almuerzo.

-Está bien, pa –Lestat me puso una mano en el hombro. –Por aquí, Uriel –abrió la puerta de la oficina y salimos.

-Hasta pronto –dijo Mara mientras movía sus dedos lentamente.

-¡Adiós, Mara! –trancó la puerta. -¿No es bella?

-Lo es.

-Le gustaste.

-Me di cuenta –volvimos a caminar por el largo pasillo.

-¡No me dejen atrás!- escuchamos la voz ronca de Caleb.

Lestat y yo nos detuvimos y reímos.

-Estoy muy viejo para que me estés haciendo correr, Uriel –se quejó.

-Lo siento –Lestat y yo nos burlamos.

Caminamos por varios pasillos del castillo. Parecía un palacio de la Edad Media. Tenía cuadros muy famosos en sus paredes y era del estilo posgótico. Me recordó a la mansión donde nací, hace 600 años.

-Este castillo es un poco viejo, ¿no? –pregunté.

-Sí –contestó Lestat. –Es más viejo que tú y yo juntos –giramos por un pasillo. –Pertenecía a unos reyes. La reina esperaba un bebé y tuvo problemas con el parto; así que le colocaron un collar de caballo en el cuello. ¿Sabes lo que dicen que pasa si le colocas eso a una mujer durante el parto?

-Se les hace más fácil parir, ¿no?

-Aparte de eso, el bebé puede nacer como Alp.

Puse los ojos como platos. -¿El vampiro que se alimenta de la leche materna de las mujeres y de la sangre de los pezones de los hombres y los niños por medio de sus sueños?

-Ese mismo.

-¿Y nació?

-Sí, la madre murió al traerlo al mundo. Cuando tuvo más edad, mató al rey y quedó como heredero al trono. Años después, empezó a atacar a los habitantes del pueblo. Para ese tiempo, habían empezado los problemas con los vampiros, los hombres lobo y las brujas.

-Sí, a las brujas las quemaban, a los vampiros los capturaban y los exponían al sol; y a los hombres lobo los atravesaban con puñales de plata.

-Exacto –pasamos frente a un salón de ballet. Una chica preciosa bailaba con elegancia al ritmo de una sinfonía de Chopin. Quise verla más de cerca, pero me detuve al ver que una mujer se detuvo enfrente de la puerta del salón. –Hey, tienes que sacarte la foto, ¿recuerdas? –caminó hasta mí. -¿Qué tanto observas?

-¿Quién es ella? –cuestioné.

-¿Esa vieja? Se llama Madame Angeliqué; es una profesora de ballet y de francés.

Entorné los ojos. –No ella, la bailarina.

-¡Ah! Ella es una pobre loca que quizás sea bipolar, pero es la mejor de la mejores bailando ballet –me dio un codazo. –Vamos, no te quedes ahí parado, o tendrás que inscribirte el próximo siglo.

Proseguimos caminando y contemplé los jardines bien cuidados del castillo, con sus delicadas flores de colores y con sus gigantescos árboles y pinos verdes.

-Llegamos –dijo Lestat. Al final del pasillo, había una puerta; al entrar, vi una cámara sobre un trípode, una tela negra guindada en una pared y un banco de madera. -¿Ivan?

-¿Qué hay, Lestat? –Un sujeto alto, blanco, medio robusto y con el cabello de pinchos verdes con negro salió de un baño. Era punk. Buscó un radio, puso un CD y empezó la canción Smells like teens spirit de Nirvana. Sacó un cigarrillo de uno de los bolsillos de sus jeans y lo encendió.

-Todo bien. Te traigo a éste amigo mío para que le saques la foto de la planilla y la del carnet.

Ivan hacía que tocaba una guitarra eléctrica y luego me observó de arriba abajo. –Al banco, niño bonito –dijo con voz seca y apuntando con su mentón.

Me senté y él se puso detrás de la cámara.

-Ivan, ¿me das un cigarro? –le preguntó Lestat.

-Agárralo de mi bolsillo –le respondió dándose unas palmadas en los bolsillos de atrás del jeans.

-No pondré mis manos allí.

-Si eres niña –le lanzó la caja de cigarros. –Sonríe, niño bonito –tomó la foto.

Lestat sonrió. –Bienvenido a University Central Castle, Uriel. Ahora eres uno de los nuestros.

sábado, 20 de marzo de 2010

Capítulo II: Un sueño terrible para recordar

Me levanté esa mañana precipitadamente con la respiración entrecortada, la cabeza me dolía y un sudor frío recorría mi cuerpo; era el mismo sueño que he tenido desde hace dos semanas y que no me ha dejado dormir muy bien; aunque no sé exactamente de qué se trata, sólo me acuerdo de que al final muero y repentinamente despierto cuando estoy agonizando.

-Mierda -suspiré tratando de calmar mis nervios, miré el reloj de la mesita de noche, las 7:00am -oh carajo, voy a llegar tarde.

Me levanté de la cama muy rápido con la sábana encima, al llegar a la puerta del baño, la sábana se enredó en mis pies y caí al suelo, por suerte puse las manos antes de plasmar la cara contra el piso. Al entrar a la ducha, el agua estaba tan fría que sólo alcancé a mentarle la madre al calentador pero por lo menos me ayudó a quitarme la resaca que tenía encima por los tragos de la noche anterior.

-Si llego tarde otra vez, Madame Angeliqué va a dejarme fuera del estudio -al salirme del baño, corrí hasta el armario y me vestí con lo primero que vi; una camiseta negra, una chaqueta violeta con capucha, un jean gastado y las botas militares que había usado desde hace unos cinco años; siendo de contextura pequeña no he crecido mucho en estos años.

Apenas me desenredé el cabello y medio me maquillé para luego salir disparada de la habitación, coger la mochila en donde tenía las mallas, el maillot y las zapatillas para el ballet.

-Me voy -avisé a mi madre Anika, que estaba perezosamente sentada sobre el sillón de la sala viendo televisión desde la noche anterior.

No me contestó a pesar de que sabía que me había escuchado. Mi madre después de que papá nos abandonó, se volvió amargada y perezosa, apenas se movía del sillón o sino nunca estaba en casa; seguía viviendo con ella porque no tengo dinero para comprarme un departamento para mí. Mi padre, por su parte, se fue cuando yo tenía 9, se volvió a casar y tiene una familia feliz, me llama en mi cumpleaños y en navidad me manda una tarjeta con un poco de dinero, apenas sé de él y no me interesa saber más de lo necesario, no quiero inmiscuirme en su felicidad, decidí buscar la mía propia.

Al salir a la calle, el Sol incidía directamente sobre la ciudad; Shanksville, la capital de Castlevania, era normalmente de un clima fresco y soleado, y ese día hacía tanto frío que tuve que cerrar el cierre de la chaqueta hasta el cuello y colocarme la capucha.

De camino a la universidad, pasé por un desayuno a la tienda de la esquina, allí me encontré con mi querida y única buena amiga Katherine; ella es un poco torpe y pequeña, muy amable, tímida y por eso, la mayoría de las veces, tengo que patear el trasero de las que se meten con ella.

-Hey, Katy -le saludé desde el otro lado de la tienda, tenía un pedazo de panecillo en la boca y lo tragué antes de acercarme a ella.

Katy sonrió al verme y me devolvió el saludo con la mano.

-Buenos días, Amber -sonrió -¿cómo sigues de la borrachera de anoche?

-Mmm -me quejé -no me hables de eso, todavía me duele un poco la cabeza a pesar de haberme duchado con agua jodidamente fría.

Katy carcajeó disimuladamente, y no pude hacer nada mas que sonreír, a diferencia de mí, ella es bastante agraciada y delicada, parece que no mata ni una mosca, yo en cambio soy tan ruda, que a veces me cuestiono cómo pude llegar a ser tan buena bailando ballet.

-Amber, deberíamos apurarnos -miró su reloj de pulsera -si llegas tarde de nuevo...

-Si, lo sé... iba para allá pero el hambre que tenía no era nada normal -me quejé y jugueteé con el piercing de mi lengua.

-¿Cómo puedes hacer eso?

-¿Qué?

-Perforarte como si nada.

-Mmm... Digamos que soy adicta a ello, lo malo es que cuando estoy en el estudio me tengo que quitar los que se ven porque, si Madame Angeliqué me ve, me castiga.

-Creo que la única que puede mantenerte a raya es ella -suspiró -quisiera ser como tú y no dejarme intimidar por nadie.

-Pff -no pude aguantar la risa –mira, querida yo soy como soy porque he tenido que soportar mucha mierda, así que es mejor estar con una vida buena y ser inocente como tú, a tener una vida tan mala y ser una guerrera como yo... ahg, se me quitaron las ganas de ir a clases hoy

-Sí, como sea -frunció el ceño -ahora vamos, no digas pavadas, eres le estrella del estudio, no puedes faltar -me haló del brazo y caminamos aprisa por la empinada calle.

Katy me halaba de la muñeca caminando a paso firme mientras que yo me dejaba arrastrar y terminaba el panecillo a medio comer que estaba en mi mano.

-Se me antojó un poco de leche -susurré -tengo la garganta seca.

-Pues... no hay tiempo te tendrás que aguantar.

-Si, mamá.

-No te burles.

-Y tú te quejas de ser toda callada y tímida -me quejé -pero cuando estás conmigo, pareces mi madre o peor aún pareces Madame Angeliqué.

-¡Ja!... qué graciosa. Eres tonta -se detuvo en secó a una esquina del puerto y casi me hace tropezar -ve y compra tu leche, aún nos quedan unos quince minutos hasta que el ferry zarpe.

-Tan linda -sonreí y me acerqué al quiosco de al frente dejándola esperando en la esquina; mientras ella miraba distraída el lago, con el gran ferry y la densa neblina que lo cubría, yo compraba con el poco dinero que me quedaba una botellita de leche y una caja de cigarrillos.

Guardé los cigarrillos en el bolso donde estaba la ropa del ballet para que Katy no lo viera, sino no dejaría de sermonearme hasta que los tirara a la basura; me bebí la leche con calma mientras trataba de acordarme del sueño que he tenido estas dos semanas, me matan, pero siento que me mata alguien que conozco; me empezó a doler la cabeza nuevamente así que bebí otro trago de leche, boté la botella vacía en la basura y me fui a donde estaba Katy impaciente.

-Diez mil años para beber leche -se quejó.

-Si -sonreí -estaba muy buena.

Puso los ojos en blanco y empezó a caminar nuevamente halándome del brazo.

-Otra vez soñé con eso -comenté cuando estuvimos a punto de llegar a la fila para montarnos en el ferry.

-¿Ah, si?, ¿pero qué es exactamente eso?

-Mmm... no lo sé -me encogí de hombros -es algo así como que me mata alguien que conozco pero no se exactamente porqué, siento que puede ser un hombre.

-Empezaste a soñar con eso luego de que terminaste con Brian -sacó su carnet de la cartera, le di el mío y esperamos para mostrarlo.

-No creo que sea ese bastardo, porque el hombre que me mata le rodea un aura obscura –un sujeto observó nuestros carnets y nos lo devolvió. Me distraje y Katy los agarró por mí, luego me lo entregó -¿qué haría yo sin ti?

-No llegarías a la universidad nunca.

-Bueno, volviendo al tema -proseguí mientras caminábamos para entrar al Ferry -Brian es un marica, es imposible que se atreva a ponerme un dedo encima.

-Amber, ese vocabulario.

-¿Qué?

-Por más que te diga que una señorita no puede usar esas palabras tan groseras -se quejó suspirando y mirándome con reprobación.

-¡Bah! Yo dejé de ser señorita hace mucho tiempo.

-¡Amber!

-¿Qué?

-Ahg, contigo no se puede.

-Pues, no lo intentes.

De repente se acercaron algunas plagas que no quería ver ni en pintura pero lastimosamente contaminaban mí vista todos los días.

-Pero mira que tenemos aquí -la voz chillona de Amelie retumbó en mis oídos asentando mi resaca -si son la pies de pato y la marimacho -dijo refiriéndose de Katy y de mí mientras se regodeaba con su séquito de clones malignos.

Traté de ignorarla mientras Katy inconscientemente trataba de ocultarse detrás mío.

-¿Que pasa, patito? ¿Vas a esconderte detrás de tu guarda espaldas? -preguntó una de las clones que ni siquiera recuerdo su nombre.

-Cállate clon, si no quieres perder esa cara construida que tienes -amenacé y la chica retrocedió ante mi advertencia y a las demás se les crisparon los nervios.

-No puedo creer que una marimacho como tú, sea una prima ballerina, es que simplemente no entiendo los gustos Madame Angeliqué.

-Pero Amelie, ella baila muy bien -la otra clonada que estaba mñas hueca que una cáscara de de maní.

-Cállate, Rosalina -le amenazó Amelie mientras yo reía sin disimulo.

-Ahg -se quejó Amelie -vayámonos de aquí chicas.

-Menos mal, pensé que íbamos a morir aquí de tanta peste, ¿verdad, Katy? -me burlé mientras Amelie me mataba con la mirada y se alejaba con su séquito de clones malvados.

Katy me miró mientras sonreía con desgano.

-Otra vez te quedaste callada, Katy -apunté mientras ella suspiraba.

-Lo sé.

-Piensa que soy yo -me burlé -así quizás la pongas en su sitio.

-No es tan fácil como parece.

-Como digas.

-Yo sólo pienso que están envidiosas, después de todo, Amelie proviene de una familia de primas ballerinas y tú sólo empezaste a practicar porque tu padre te obligó de pequeña -comentó -pero al final tenías un talento innato y te terminó gustando, cuando llegaste a la universidad la destronaste en un santiamén.

-La rubia tonta es muy pedante, no soporto a la gente así -puse mis manos en el bolsillo de la chaqueta para calentarlas -hace un frío del demonio.

-Tú eres demasiado orgullosa, no te dejas molestar por nadie.

-Y menos por una zorra como esa.

-¡Amber!

-¿Qué?

-¿Cuántas veces te he dicho que no te expreses así de la gente?

-Lo siento.

-Nunca aprendes -murmuró -ojalá pudiera bailar tan bien como tú.

-Bailas muy bien.

-Mentira, mis pies son un desastre.

-Tienes tu propio estilo, eso te hace única.

-No sirvo para el ballet clásico.

-Tienes potencial para ser una de las mejores bailarinas de danza contemporánea.

-Mi madre quiere que sea bailarina de ballet.

-Tu madre no va a estar cuando seas adulta e infeliz interpretando un papel secundario en una obra de tercera.

-Lo sé.

-Y además, la danza contemporánea se te da de maravilla, ya lo intentaste una vez y quedaste totalmente encantada.

-No me encantó... me fascinó, quedé totalmente enganchada.

-Y Madame Angeliqué te aconsejó lo mismo, incluso te recomendó para la clase de Danza contemporánea avanzada -la cola siguió moviéndose, ya eran las 7:55 y como siempre sin retrasarse el ferry partiría a la University Central Castle.

La universidad hacía honor al país, Castlevania y a su estructura, parecía un castillo de imponentes torres al cual solo se podía llegar por Ferry.

Katy quedó en silencio sopesando mis palabras, yo resistía las ganas de fumarme un cigarrillo hasta que al final entramos al Ferry, subimos a la proa y vimos el paisaje nublado, frío y a la vez soleado que rodeaba el lago de Shanksville.

-Si yo fuera tú, ya hace años que hubiera empezado con la danza contemporánea -proseguí apoyando los antebrazos de la barandilla.

-¿Y entonces porque no te metes tú a eso pues? Te aseguro que serías espectacular con eso también.

-Porque Madame Angeliqué me mataría antes de dejarla y además de eso, tú sabes la razón por la que me dedico tan fielmente al Ballet.

-Porque te hace ser algo que no eres.

-Exacto, me hace sentirme delicada y propensa al peligro, me hace querer estar en ese mundo fantástico por mucho tiempo y no querer regresar a mi realidad.

-Ahg... tu amor al ballet es casi irreal, el que te escuchara nunca creería que una mal hablada como tú fuera una genio apasionada del ballet clásico.

-Lo único molesto del ballet son los tutus, pero el resto está perfectamente -comenté sonriendo.

-Voy a pensar lo de la danza contemporánea muy seriamente.

-Siempre me dices lo mismo.

-Esta vez es verdad, si decido que lo haré me inscribo el próximo trimestre, ¿te parece?

Sonreí en modo de aprobación y le acaricié el cabello.

-Más te vale, así podré regodearme diciendo que tengo una amiga que baila danza contemporánea.

-Ya, para -rió.

De pronto oí la voz chillona de Amelie y sus clones junto con otras chicas que lucían alborotadas mirando a un chico que estaba junto a un anciano; el chico era alto, fornido, de cabello lacio negro, una chiva en forma de candado y de patillas extrañamente rasuradas; con su ropa negra y lentes de sol lucía como una estrella de cine.

-Es atractivo ese chico de lentes oscuros. Me parece conocido… -pensé mirándolo por un segundo para luego captar mi atención en Katy que lucía como si quisiera ir al baño -¿te pasa algo? -le pregunté.

-Es que me dieron ganas de orinar.

-Anda pues, ¿quien te detiene?

-Vale, espérame aquí por un momento.

-Ok.

Salió corriendo al cuarto de baño que estaba en la planta de abajo, yo mientras tanto me coloqué de puntillas durante unos instantes practicando mi juego de pies.
-¡Bah!, con las botas no duele tanto, deberíamos usar botas militares en vez de zapatillas -sonreí -así no sería tan complicado.

En ese momento la neblina se disipó dejando ver el castillo al cual llegaríamos en unos instantes; recordé mi primer día de clases. Cuando llegué al estudio de Ballet clásico de la sección de danza en la escuela de artes con una chaqueta negra, el cabello corto con mechones azules, delineador negro en los ojos, unos jeans, piercings por todas partes y mis fieles botas; todas me miraban como un bicho raro; Madame Angeliqué ya me conocía de mis años de preparatoria y me había recomendado a la universidad, ya estaba acostumbrada a mi desaliñada apariencia de gótica-metalera, me reprendió como siempre y me mandó a acomodar, salí del vestidor con la malla, el maillot, las zapatillas, el cabello recogido y sin piercing. Cuando comencé a bailar, todas quedaron tan sorprendidas que apenas se pudieron mantener en pie. Al final, ninguna me dirigió la palabra, excepto por Katy que elogió mi juego de pies, de allí se convirtió en mi mejor amiga y las demás en una desagraciadas molestias.

-¿Qué tanto piensas? -Katy ya había llegado del baño, lucía aliviada y sonreía tratando de leerle mis pensamientos.

-Oh, nada -le devolví la sonrisa -sólo lo mucho que te quiero.

-Que rara eres.

-Lo sé -contesté riendo –oh, por cierto, nos invitaron a la fiesta de Halloween del próximo octubre.

-¿No falta mucho para eso?

-Que va, mientras antes nos inviten mejor, así no se pueden retractar si al final no nos quieren allá.

-Con lo problemática que eres tú, lo más seguro es que nos boten de la fiesta antes de que comience.

-Mmm... quizá, no sé... tú sabes que esa gente ni me va ni me viene.
-Si, si -Katy se recogió el cabello en forma de cebollita y empezó a arreglarme el mío, ya estábamos llegando -con este cabello tan bonito como lo tienes y siempre andas despeina.

-No me da tiempo de peinarme en la mañana y por eso te tengo a ti.

-Con esos ojos azules grisáceos, este cabello castaño largo, esa cara y ese cuerpazo, yo que tú, me haría modelo.

-Me estresan los modelos, son peores que las bailarinas.

-Si tú lo dices.

-Además, tú también eres hermosa, tienes el pelo castaño claro, los ojos azules y la cara angelical, si yo fuera tú ya tuviera a una cantidad innumerable de hombres arrodillados a mis pies; pero eres demasiado tímida.

-Lo sabes.

-Yo soy la única que sabe que tu verdadera personalidad es la de una madre regañona.

-Hey, no te quejes... porque esta madre regañona es la que te arregla para que Madame Angeliqué no te reclame.

-Muchas gracias, mami -me burlé y recibí un sopetón por la nuca -¡ouch!

-¿Quién te manda?

El Ferry arribó en el puerto de la universidad, terminé de quitarme los piercings antes de llegar al estudio y sorpresivamente no llegamos tarde.