martes, 20 de abril de 2010

Capítulo XVI: Advertencias.

Ha pasado un tiempo desde que Uriel y Amber se conocieron. Corría el mes de Octubre; el frío estaba casi insoportable y la fiesta de Halloween se acercaba.

Uriel se levantó por la mañana, se duchó, se cambió y fue a buscar a Amber como ya se le había hecho costumbre.

Amber se levantó esa mañana con pereza, como de costumbre, Uriel la buscaría y por eso trataba de apurar el paso. Como sucedía siempre, su madre había olvidado encender el calentador, y se tuvo que bañar con agua terriblemente fría.

-Me voy, madre –su mamá estaba desayunando en el comedor, la miró como si no le importara, pero asintió con la cabeza. Amber pensó en lo extraño de la situación, y que debido a ese simple asentimiento, iba a ser un buen día.

Salió corriendo por las escaleras del edificio, y en la entrada ya estaba Uriel con su One-77 negro esperándola.

Uriel le sonrió y esperó a que subiera para saludarla. Cuando ella subió quiso besarle la mejilla; Amber quiso lo mismo, pero como que tuvieron la intención de besar el mismo lado y casi se besan en la boca.

Amber quedó pasmada y luego miró colorada hacia otro lado.

Uriel sólo sonrió y siguió manejando hacia la Universidad. Le abrió la puerta a Amber como siempre y caminaron hasta el muelle.

El día estaba nublado y frío, Amber tiritaba un poco, ya que había olvidado la chaqueta y maldecía para sus adentros mientras trataba de aparentar normalidad frente a Uriel.

Uriel se dio cuenta de que temblaba y le ofreció el mismo suéter que le prestó una vez. –Póntelo –le sonrió.

-Ah…eh, gracias –sonrió un poco apenada y se colocó el suéter. Miró el paisaje nublado, estaban en otoño (su estación favorita); sonrió al acordarse de su buena niñez antes de que su padre se fuera, pasaba horas y horas jugando con él entre las hojas cuando era niña.

-Amber… ¿Hace cuánto no ves a tu papá?

-¿Mi papá? –se sorprendió un poco porque le preguntó algo que pensaba. –a él no lo veo desde… mmm… creo que fue hace como 10 años la última vez que lo vi, y fue porque me hicieron hacer de la niña que reparte las flores hasta el altar, pero él me llama en mi cumpleaños, aunque creo que éste año no lo hizo.

-¿Cuándo es tu cumpleaños?

-El 29 de Febrero –rió.

-¡Ja! Año bisiesto… Qué raro. En toda mi vida, no había conocido a alguien que cumpliera ese día.

-Sí –rió –todos me dicen lo mismo, es decir, que cumplo cada cuatro años –carcajeó –entonces en realidad tengo… como 6 años.

-¡Rayos! –“Así si soy más que un asalta cuna. Soy… soy un asalta matriz”, pensó. –Bueno, pero supongo que los años que no son bisiestos, te celebran el cumpleaños el 1º de Marzo, ¿no?

-Sí, o el 28. Todo depende de mi humor, aunque Katy siempre me lo celebra el 28 desde que la conozco. A mí me da igual qué día elijan los demás.

-Es mejor un día después que un día antes. Bueno, eso decía mi padre.

Ella sonrió. -¿Y eso por qué? A mí en realidad me da lo mismo.

-Mmm… La verdad no sé, siempre le pregunté y sólo me decía que es malo o de mala suerte.

-Como sea. No le presto mucha atención a eso, de broma y me acuerdo que cumplo porque Katy me lo recuerda.

-Si te hubiese conocido antes, te hubiera dado un buen regalo.

-¿Cómo cuál?

-Algo muy bueno –habían subido al ferry y hablaban mientras contemplaban el paisaje desde la baranda. –Te lo puedo adelantar para el 31 de Diciembre, a menos que quieras esperar hasta tu próximo cumpleaños.

-Mmm… vamos hacer algo, me das el regalo de éste año el 31, y el próximo me lo das el día de mi cumpleaños, ¿va? –sonrió como una niña esperando su respuesta.

Uriel carcajeó. –Está bien –le apretó suavemente la mejilla.

Amber dio un respingo y luego se dejó acariciar; le encantaba el tacto de Uriel, era como la suave seda y sentía que las partes que él tocaba se ponían cálidas.

Llegaron a la universidad, y Uriel no quería separarse de Amber, pero ella tenía clases de ballet y él tenía que ir a tocar piano.

-Amber –volvió a tomarla de la mano y se sintió tan extraño como la otra vez. Sonrió al sentir que su mano estaba fría y suave; la acarició y luego le dijo: -¿Almuerzas hoy conmigo?

-Siempre –le contestó ella haciendo circulitos con el pulgar de su mano en las de él. –Nos vemos –le dio un leve beso en la mejilla, y con pesar, se empezó a alejar de él.

Uriel se desvió al baño antes de llegar al salón, después fue a lavarse las manos en uno de los lavabos.

-¿Dónde está mi hijo? –preguntó una voz familiar.

Uriel había olvidado el tema sobre su padre hasta ese día. Tenía pánico de voltear a mirarlo, pero el espejo que estaba frente a él rebeló su reflejo y el de su padre moribundo. Quedó petrificado en el lavamanos mientras que veía la figura de su padre acercándose a él arrastrando los pies.

El espíritu puso una mano pesada en su hombro y volvió a preguntarle: -¿Dónde está mi hijo?

Uriel comenzó a temblar y no pudo dejar de mirarlo. El fantasma se dio la vuelta y se perdió en la puerta del baño.

***

Amber corrió hasta el salón, ya que pensó que llegaría tarde, y se dio cuenta al llegar que no había nadie más que ella y Madame Angeliqué.

-¿Y todo mundo? –preguntó sorprendida.

-Se fueron a ensayar sus papeles en el auditorio, así tú y yo podemos dedicarnos a la parte que no te termina de salir.

-Ahg, bueno –empezaron a practicar y por fin salió perfecto todo.

-Excelente, ma cherí.

-Por fin, ya me estaba hartando.

-Eso es porque no le pones corazón.

-Yo le tengo todo, todo a éste estúpido baile y soy la mejor, pero me fastidia.

-Por eso mismo, cherí. Te fastidia, por eso no te salía bien. Tienes que ponerle corazón.

Amber suspiró y siguió bailando.

***

Uriel logró calmarse y se dijo a sí mismo que debía hacer algo lo antes posible, y Lestat debía ayudarlo.

“Me ocuparé de eso después de clases”
, pensó. Luego fue a su salón, y se dio cuenta que Gabriel había empezado a dar algo nuevo.

-Bueno días. Siento llegar tarde –se excusó.

-Toma asiento –contestó Gabriel muy sereno y sonriendo.

***

Terminó el ensayo con Madame, le dio el resto del día libre, pero no podía faltar a la clase de francés que tenía luego del almuerzo. Se consiguió con Katy en el camino y se fueron a la cafetería.

La hora de la clase se había acabado. Gabriel le recordó a Uriel que debía practicar las partituras para “El cascanueces”. Uriel sólo asintió y se dirigió al comedor; allí vio a Lestat rodeado de un círculo de mujeres y lo apartó halándolo de un brazo.

-Lestat, tengo que hablar contigo.

-Estaban dándome sus números –se quejó Lestat.

-¿Y a mí qué? Vi a mi padre de nuevo. La otra vez dijiste que me ayudarías y te hiciste el loco.

-No me hice el loco. Es que tú no me lo recordaste.

-Bueno, necesito hacer algo pronto.

-Esta noche no tengo nada qué hacer. ¿Lo hacemos hoy?

-Sí. Tendré que decirle a Amber que no puedo llevarla a su casa esta noche –se sobó las sienes.

-¡Ahg! ¡Por Dios! Ni que fuesen ¿qué? Tú no tienes que andar diciéndole todo lo que haces.

-Ahí vienen –dijo Uriel al ver a Amber y a Katy.

-Hey –saludó Amber con entusiasmo, Katy saludó con la mano mucho menos animosa.

-Hola –saludó Uriel sonriente más que todo por Amber que por Katy.

-Hola, Virgen María y chica bipolar.

Katy entornó los ojos y se sentó al lado de Amber que no le prestó mucha atención a Lestat cuando le dijo bipolar; ella se sentó al lado de Uriel sonriendo y luego empezó a comer.

-Se acerca la fiesta de Halloween. Tengo que escoger la música. Pueden darme algunas ideas. Las chicas decoraran el salón, Ivan y yo nos encargaremos del resto –comentó Lestat.

-Yo escucho rock, música clásica y romántica –glosó Uriel.

-Puedo mezclar rock con reggae y rock con música electrónica.
-Mmm, me gusta el reggae y el rock… -comentó Amber. –El clásico sólo cuando bailo, también algo de electro punk estaría bien –siguió comiendo sin decir más.

-A mí me gusta algo alternativo –prosiguió Katy. –La combinación de reggae y rock sería estupenda; algo de electro punk como dijo Amber, no estaría mal. Todo depende del DJ que haga mezclas.

Lestat se sorprendió. -¡Caramba! No sabía que para antes de Cristo se escuchara buena música.

-Lestat… -Uriel lo miró con reprobación.

-Tranquilo, chupa sangre. Yo no hago caso a palabras necias, y menos de un ser tan bajo como ése –comentó Katy cogiendo un pedazo de su ensalada. –No voy a escatimar mi energía en él.

-¿Escati qué? –preguntó Lestat con un hilo de voz mientras Uriel se burlaba de él.

Amber se carcajeó y Katy sonrió un poco pero son mirar maliciosamente a Lestat; ella no quería humillarlo, pero tampoco quería que un tipo como él la molestara.

-Bueno, Uriel. Tú me ayudarás a escoger la música. Pregúntales a varias personas sobre canciones y cosas así para darle las mezclas a Ivan.

-OK, está bien.

-Ustedes también pregúntenle a la gente para tener más variedad –se refirió a Katy y a Amber.

Asintieron, aunque Katy se sorprendió un poco de que también la mencionara a ella.

-Por cierto, Amber. Hoy Madame me dijo que no podía darnos la clase de francés…

-¡Qué bien! Así me voy temprano a mi casa.

-No, chica. Dijo que verás clases con el profesor Pierre Alesh.

-¿El marido de ella?, ahg qué molesto; ese tipo es pesadito.

-Ni que lo digas… Tú por lo menos tienes que verlo hoy nada más, en cambio yo lo veo todos los días –bufó Uriel.

-¿Ves clases con el maridito? Digo… ¿con el profesor Alesh? –preguntó Amber sorprendida y emocionada a la vez.

-Sí…, la otra vez me hizo leer una lectura ahí en francés. No sé…, como que quería hacerme pasar pena, pero no pudo.

-¿Sabes francés, chupa sangre? –preguntó Katy sorprendida.

-Italiano también –comentó Amber.

-Ah, sí. Sé hablar francés, italiano, inglés, alemán, japonés y eslovaco nada más –respondió despreocupado.

-¿No sabías griego antiguo también? –le preguntó Lestat.

-Ah, sí. Y griego antiguo.

Amber quedó boquiabierta y Katy con los ojos como platos. –Definitivamente éste tipo es raro –pensó Amber –todo un extraterrestre. Sabe más que el Papa y eso que yo no soy religiosa.

Sonrió irónicamente. –Cualquiera podría pensar que no soy normal.

-Es que no eres normal. Sólo a ti se te ocurre estudiar tantos idiomas –dijo Lestat.

-Era lo que mi padre quería, y a mí me parecía bien –mintió de cierto modo. Cuando era normal y su padre estaba vivo, él quería que estudiara francés e italiano.

-Como sea, el caso es que no eres normal –comentó Amber –eso te hace aún más interesante –le dijo con una pícara sonrisa.

“¡Carajo! La bipolar le está echando los pitbull a Uriel”
, pensó Lestat y le dio un codazo a Uriel para que reaccionara.

Uriel se sonrojó un poco y luego sonrió. –A mí se me hace interesante tu forma de ser.

-Bien bueno pues. Katy, dejémoslos solos –propuso Lestat.

-A mí me toca clases de francés con el Prof. Romeo Cartier, así que me voy yendo –comentó Katy, se levantó y se despidió de todos.

-¿No vas a ver clases conmigo? –preguntó Amber extrañada.

-No, a mí me tocó con el Prof. Cartier.

-¡Ja! Él me da clases –comentó Lestat sonriendo y mirando de arriba abajo a Katy.

Katy frunció el ceño y suspiró. –Nos vemos –empezó a caminar.

-Voy contigo, así no te perderás –Lestat la siguió, le guiñó un ojo y le puso un brazo sobre los hombros.

Katy se apartó rápidamente. -¿Acaso yo soy mueble tuyo? –espetó enojada y apresuró el paso.

Lestat frunció el ceño. -¡Deja de ser tan gruñona! Ni que me estuviese poniendo sobre ti –mucha gente los miró extraño. Amber y Uriel intercambiaron miradas y se encogieron de hombros.
Katy le dio un leve golpe en el brazo antes de salir del comedor.

-Parece que se llevan bien –comentó Amber.

-Tal vez terminen juntos. Siempre dicen que los que pelean, se “aman” –sonrió.

-Pero como te dije antes: él no me gusta para ella.

-Uno no decide esas cosas –Uriel miró su reloj. –Ya va a empezar la clase. A ese loco le gusta comenzar 10 minutos antes –tomó el bolso de él y el de Amber.

-Ah, sí –Amber se levantó y se fueron juntos hasta la clase.

Entraron al salón y los dos puestos vacíos que quedaban estaban al lado de Agnes y del paralítico.

Agnes se emocionó al ver a Uriel y se abrió un poco su camisa. El chico de la silla de ruedas frunció el ceño. Pierre entró rápido al salón y trancó la puerta con fuerza. Amber y Uriel ya se habían sentado.

-Soy el Prof. Pierre Alesh, se lo repito a los que ya me conoces, y a los que no, dense por enterados –dijo sin mirar a nadie y buscando una tiza en su maletín.

Amber observó el salón y se dio cuenta que estaban Amelie y algunas de sus clones nada más; lo más seguro es que las otras estuvieran con Katy. Le molestó la actitud del maridito pero no dijo nada.

-Definitivamente pega con Madame. Los dos son la reencarnación del Diablo –pensó algo aburrida.

-¿Verdad que es insoportable? –le preguntó Uriel.

-Es peor que la peste –le susurró Amber. –A mí nunca me ha caído bien.

Ambos se rieron entre dientes y el profesor le dio un golpe a su escritorio.

-¡Dejen de andar susurrando! Pareciera que están rezando. Esto es clases de francés, no de religión –gruñó y Amber entornó los ojos sin decir nada.

Uriel suspiró. Luego arrancó la hoja de un cuaderno y le pasó una nota a Amber. “Quiero cenar contigo un día de estos”, le escribió.

Amber sonrió al ver la nota y escribió rápidamente: “Si tú invitas, puedo cenar contigo todas las noches que quieras”, le pasó la nota.

A Uriel casi se le escapa una carcajada al leer lo que Amber puso y le respondió: “Puedo invitarte una que otras veces a buenos restaurantes, pero el resto tendrá que ser en mi casa.”

Agnes vio el secreteo que tenían ambos por el pedazo de papel y estaba intrigada por saber lo que se decían, entonces maquinó un plan.

“Por mí no hay problema”, escribió Amber. “La comida es buena donde sea que me lleves. Tienes buen gusto.”

Uriel iba a responderle pero Agnes le agarró la mano y le susurró: Hola, Uriel. Hoy no me saludaste.

-Es que el amigo está un poco insoportable –hizo un ademán con la cabeza hacia Pierre.

-Sí, algo. Quiero salir contigo esta noche –le sonrió pícaramente.

Amber quedó boquiabierta al ver a la zorra en acción molestando a Uriel, pero no dijo nada. –Él no es nada mío para detenerle. Que salga con quien le abra las piernas cuando sea; eso no es problema mío –pensó y miró a otra parte. Había un chico paralítico al lado de ella que la miraba con el ceño fruncido.

-¿Qué? ¿Se te perdió una igualita? –le preguntó enojada más por Uriel y Agnes que por la forma en que éste la observaba.

El paralítico sólo entornó los ojos y siguió mirando la clase.

-Yo te aviso, Agnes –dijo Uriel intentando sacudírsela.

-Está bien. Esperaré tu llamada. ¿Tienes PIN?

“¿Qué carajo es eso?”, pensó Uriel. –No.

-Pero tienes mi número.

-Aja.

-Bueno, me llamas –se mordió los labios y siguió mirando la clase.

Uriel miró al techo y olvidó la nota que le iba a pasar a Amber.

Amber se empezó a sentir soñolienta y empezó a hacer dibujitos de extraterrestres en su cuaderno. Aún estaba molesta por lo de la regalada y Uriel, así que intentaba no mirarle.

Uriel se preocupó porque Amber no le prestaba atención pero la dejó tranquila. El chico que estaba al lado de Amber no dejaba de mirarle.

-No eres de esta clase –comentó.

Amber reaccionó y miró al chico. –No –respondió mirándole con un poco de pereza –y desearía no estar aquí –sonrió.

-Amm… Me llamo Cedrik –le dijo sin extenderle la mano.

-Amber –contestó ella apoyando el mentón de la mano. -¿Qué estudias?

-Idiomas modernos, ¿tú?

-Ballet clásico –bostezó tapándose la boca. –No es por ofender a tu carrera, pero me aburren los idiomas.

-A mí me parece patético el ballet; no lo agarres para ti. Simplemente no me gusta y no le veo ciencia. Es puro dar vueltas mientras te destrozas los pies. La mayoría de los hombres que están en ballet son gays –bufó.

Amber rió entre dientes. –tienes razón, es una estupidez muy cursi. Las chicas se vuelven anoréxicas y los hombres pargos: pero a mí me gusta, aunque la mayor parte de mis compañeras me caen de la patada.

-Bailarinas al fin…

La hora acabó. Se había hecho eterna. Eran las 4:30 de la tarde. Todos salieron del salón y Uriel recordó que se vería con Lestat después de clases para resolver la cuestión de su padre, así que se acercó a Amber.

-¡Amber! –la llamó y la sostuvo por tercera vez de la manos.

Amber se sonrojó un poco, pero como seguía enojada, apartó la mirada.

-No… No puedo llevarte a tu casa hoy. Tengo algo que hacer –dijo abrumado.

Amber frunció el ceño irritada. –Así que va a salir con la zorra esa –soltó las manos de Uriel. –Bueno, como sea –espetó tratando de disimular su molestia. –No tienes por qué llevarme, no es tu obligación –empezó a caminar en la otra dirección.

Uriel corrió y se le puso enfrente. –Yo sé, pero no me molesta. Prefiero llevarte antes de que te vayas sola por ahí; pero hoy de verdad no puedo.

-No importa, Uriel –Amber le pasó por un lado. –Como dije, no es tu obligación.

Uriel bufó y dejó que se fuera. Buscó la oficina de Mikhael y entró. Allí estaba Lestat, su padre, Mara, Smith, Lancelot y otras dos personas que no conocía.

-Hey, Uriel –le saludó Lestat. -¿Qué hay?

-Creo que Amber se molestó conmigo.

-¡Ja! ¿Y qué? Ni que fuese la última botella de agua en el desierto. Vamos, tienes cosas muchísimo más importantes que hacer.

-Amber es importante.

-¡Bah! Ven, tengo que presentarte a alguien que me ayudará hoy. Bueno, son dos –se acercó a una mujer vieja y a un sujeto con una barba larga. –Ella es Agatha, y él es Thomas, son de la misma raza que yo.

-Mucho gusto –dijo Uriel estrechando la mano de ambos.

-Igualmente.

-Ya está lista la sala –comentó Mikhael –las velas, las luces apagadas, las sillas, las imágenes que querías. Creo que podemos comenzar.

-¿Qué dices, Uriel? –Le preguntó Lestat.

-Supongo que sí –contestó.

Amber estaba ya en el ferry, aún era temprano y todavía no había empezado a atardecer. –Quizás me porté un poquito mal con Uriel –pensó y apoyó la cabeza de la baranda –pero, ¿qué más da?, si quiere se puede ir al mismísimo infierno con ella –refunfuñó.

***

-Bien, tomemos asiento –le dijo Lestat a todos. –Uriel, debes ir a mi lado –éste asintió y se sentó. –Muy bien, necesito que todos se relajen y dejen su mente en blanco –dijo Lestat más por Uriel que por los demás; él tenía los nervios de punta.

-Estoy tranquilo –fingió una sonrisa.

-¿Cuál era el nombre completo de tu padre?

-Gabriel Marcus Ivancov.

-Muy bien –Lestat empezó a recitar una oración en un idioma desconocido para Uriel.

Lestat comenzó a hacer ruidos extraños; sus ojos se pusieron completamente blancos y apretó las manos de Uriel y su padre. Todos tenían los ojos cerrados menos Uriel.

***

Amber se encontró con Katy en el muelle. Katy iba al estacionamiento a buscar su Mini-couper y se ofreció a llevarla hasta su casa, pero Amber tenía una idea mejor.

-Vamos a un bar –propuso.

-Pero, Amber… No estamos vestidas para eso.

-Bueno, vamos a tu casa, nos bañamos, me prestas ropa y nos vamos.

-¿Y con qué dinero piensas ir tú?

-Con ninguno. Recuerda mi facilidad para hacer que los hombres me brinden –sonrió.

-¿Te pasó algo malo con el chupa sangre?

-Ahg, ni me hables de eso. Sólo vamos a pasarla bien, ¿sí? –le rogó.

-Bueno, está bien. Vamos.

-¡Sí! –celebró y se fueron a casa de Katy.

***

Uriel puso los ojos de par en par cuando Lestat empezó a hablarle en eslovaco (su lengua natal); Lestat apenas sabía hablar español, francés, inglés y alemán.

Su padre, Gabriel, era quien hablaba a través del cuerpo de Lestat.

-Uriel… -susurró. –Uriel… No morí de una enfermedad…

A Uriel se le erizó hasta el último vello de su cuerpo.

-Tomé una supuesta medicina… Me la dio una bruja. Ella dijo que me haría mejorar… que me curaría –la voz era gruesa y ronca.

Uriel se sintió muy triste y casi quiso llorar.

-Tienes que ser fuerte… No te dejes engañar por nadie… Alguien tratará de hacerte daño. Ten cuidado.

“¿De qué?”, pensó.

-No tomes ninguna pócima –Uriel miró a Lestat extrañado. Luego se transformó en el rostro de su padre enfermo. -¡NO TOMES NINGUNA PÓCIMA! –Le gritó de repente. Uriel dio un respingo y Lestat volvía a tener el mismo rostro. Miró a Uriel sonriendo, cerró los ojos y volvió a rezar algo extraño; después de eso, se acabó la sesión espiritual.

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