lunes, 29 de marzo de 2010

Capítulo VIII: Me está empezando a gustar un ovni. ¡Me gusta una bailarina ruda!

Amber y Uriel se fueron a mitad de la noche en dirección a la casa de ella, conversaban sobre muchas cosas de sus vidas, del ballet…

-Sí, ella es mi abuela paterna. Mi padre me obligó de pequeña a practicar ballet, y al final me terminó gustando –conversó animadamente –lástima que nunca llegó a ver cuánto mejoré. Se largó antes de cumplir los diez –pensó un poco molesta.

Uriel guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón. –Mi abuela paterna murió hace muchos años, también mi abuela por parte de mamá. Mi padre siempre quiso que fuese el líder dónde sea que trabajara-. Recordó que ella no sabía nada sobre su pasado. –Pero a mí me encanta el piano, así que decidí estudiar música; aunque él se molestó conmigo, al final, lo aceptó.

-Mi madre se molestó muchísimo cuando decidí dedicarme al ballet también en la universidad, decía que era una estupidez; pero yo creo que le molestaba era porque le recordaba a papá –rió con ironía- decidió dejar de pagar mis clases, así que mi abuela que tiene su propio estudio, empezó a enseñarme gratis y me presentó a mi actual profesora de ballet; mis tres primos menores, los hijos del hermano de papá, decidieron seguir mis pasos; eran los trillizos a los que les estuve enseñando hoy.

Uriel sonrió. –Por cierto, tienes razón. Bailas muy bien; no te preocupes por tus primos, están aprendiendo de la mejor –la miró con ojos brillantes.

A Amber se le aceleró el corazón un poco y sus mejillas se ruborizaron –gracias –sonrió –yo te dije –rió- pero entiendo porqué no me creíste en un principio, en realidad nadie cree que sea bailarina, me lo dicen todo el tiempo.

-Sí…, eres un poco ruda. Pero, ya estoy aprendiendo a ablandarte y a soportar un poco tu rudeza –le sonrió de lado.

Amber entornó los ojos –cuando creces en un ambiente donde no tienes a nadie más que a ti mismo y no hay nadie que te proteja de los que te hacen daño, la única forma es hacer que tus temores te teman.

-Eso es cierto. No te lo negaré –cruzaron varias calles y antes de llegar al edificio de Amber, tuvieron que pasar frente a un callejón oscuro, del cual salieron tres hombres armados. Uno tenía un revolver de calibre 38, los otros dos tenían navajas.

-¡Oh, mierda! ¡Lo que faltaba! –Bufó Amber.

-Bueno, sólo dennos todo lo que tengan y no saldrán heridos –el tipo del revolver se acercó a ellos con cuidado.

-De verdad que ustedes son los más imbéciles –Amber le enfrentó –Vienen a robar al barrio más pobretón, ¿por qué no joden en Warrent?

Uriel la miró con reprobación.

-¡Vacíen sus bolsillos! –los tipos de las navajas se acercaron aún más y el del revolver les apuntó.

-Amber, corre a tu casa –le ordenó Uriel.

-Pero…

-¡Pero nada! Anda y vete. Yo me encargo… -le dio la espalda a Amber y miró a los sujetos con sus ojos rojos escarlata.

Amber le miró preocupada pero salió disparada hasta llegar a la puerta de su casa, se detuvo allí y miró a Uriel que encaraba a los tres bandidos que lucían nerviosos.

El del revolver le dio tres disparos a Uriel, éste hizo como si lo estuviesen empujando con un dedo nada más y frunció el ceño. Amber dio un grito ahogado y se escondió detrás de la baranda de cemento del porche del edificio.

Por otra parte, Uriel miraba a los tipos con odio, sus ojos se pusieron de un rojo mucho más intenso y sus colmillos afilados empezaron a salir. Uno de los que tenía navaja, se atrevió a cortarle la cara, a Uriel se le cerró la herida inmediatamente y de un empujón, lo mandó al final del callejón. Miró a los otros dos compañeros y estos salieron corriendo espantados. Uriel desapareció entre las tinieblas de la calle y Amber observó a los hombres marcharse como si fuesen un par de correcaminos.

-Ese tipo es un extraterrestre, yo sabía, un ovni o una vaina rara de esas –pensó impactada mientras corría escaleras arriba hasta llegar a su departamento. Entró precipitadamente en la casa, su madre no estaba, y se fue a su habitación cerrando la puerta a su paso.

Caminó de un lado a otro pensando, sus ansias por un cigarrillo habían incrementado, así que lo encendió y se sentó en su cama aún anonadada.

-Ordena tus ideas –pensó mientras inhalaba el humo del cigarrillo –si ese tipo es un ser extraño…, con tal de que no me joda a mí, no hay rollo. El problema es que me atrae, un poco. Ahg, estoy pensando mucha mierda.

Al termina su cigarro, se dio una ducha y luego se acostó enrollándose en las sábanas, concilió el sueño de inmediato.

Uriel llegó a su casa un poco agitado, se percató de que había un carro de policía en la acera, por lo que entró de inmediato. Vio a Caleb, quien casi se volvía loco buscando una foto para hacer un cartel de desaparecido. Tres policías estaban sentados en el mueble de la sala tomándose un café y viendo por la TV la fórmula 1. Uriel bufó, “La autoridad no sirve ni para media mierda en ningún lado”, pensó.

-Padre –lo llamó y se acercó a él.

-¡Ahorita no, Uriel! Estoy tratando de encontrarte –dijo frustrado y al borde de halarse los cabellos canosos que tenía. Uriel alzó una ceja al oírlo; luego, Caleb se dio cuenta de su presencia y se sobresaltó. -¡Uriel!
-Buenas noches, papá –sonrió con gesto de inocencia.

Caleb frunció el ceño y apoyó sus manos bruscamente sobre la mesa. -¿¡Dónde coño estabas!?

-Tuve… una cita –siguió sonriendo.

-¿¡Sabes lo preocupado que me tenías, muchacho del carajo!? –gruñó.

-Es que salí a dar un pequeño paseo…

-¿¡PASEO!? –gritó. –Me levanté y no estabas, te llamé 500 veces al celular y no contestabas. A las tres horas, me di cuenta de que estaba en tu cama y en modo vibrar. ¿¡POR QUÉ RAYOS NO DEJASTE NI UNA MALDITA CARTA!?

-Lo siento, lo olvidé. No creí que me tardaría tanto.

Los policías escucharon el alboroto y fueron hasta ellos.

-Apareció –dijo uno gordo sonriendo. Su placa decía Preston L. Otro, mucho más flaco, albino, con dientes amarillos torcidos y cabello naranja, pensó: “¡Qué bien! Me pagaran mi primer caso y no tuve que hacer algo peligroso”. Uriel le escuchó y frunció el ceño.

“Como dije, las autoridades no sirven ni para media mierda”
, dijo para sus adentros.

-¿Eres nuevo? –le preguntó al de cabello naranja.

-Sí… -respondió con voz temblorosa.

-¿Es tu primer caso?

-Así es…-sonrió a duras penas.

-Lo supuse. ¿Sabes que te pagan por cada caso que resuelvas?

-Por supuesto –dijo con mucho orgullo.

-¿Sabes que tienes que llevar todas las pruebas y un reporte de todo lo que tuviste que hacer y, en este caso, decir dónde y cómo me encontraste? –se le acercó.

-Emmm…

-¿Sabías que no hiciste absolutamente nada? Ni siquiera saliste de esa sala –señaló hacia el salón donde estaba el TV plasma y la chimenea. –Apostaría a que ninguno de los tres sabe cuántas habitaciones tiene la casa.

Los tres se apenaron. –Íbamos a hacer un cartel con su foto –dijo Preston.

-Claro… -Uriel volteó los ojos.

-Bueno, gracias por su ayuda, policías –les agradeció Caleb.

“¿Ayuda?”
, pensó Uriel.

-Estamos a su servicio. Buenas noches –se despidieron. Caleb los acompañó hasta la puerta y se fueron.

-Ag, me iré a dormir, Uriel. Si mañana se te ocurre otra locura, procura dejar una carta o llámame.

-Claro, papá.

Caleb fue a acostarse y Uriel también, pero como no dormía, su cabeza se ocupaba en pensar en Amber. ¿Lo habrá visto?

Pasó un domingo aburrido y ya era lunes en la mañana, el despertador sonó temprano, mas Amber no le prestó atención y se quedó dormida otra vez. Para cuando se levantó, ya eran las 7:30.

-¡Carajo, mierda, carajo! –exclamó y salió disparada de la cama a la ducha y de allí a vestirse con lo primero que encontró. Cogió el bolso y miró el reloj de la sala antes de salir por la puerta: las 7:50.

Amber corrió a toda prisa por la calle, no pudo desayunar, su cabello era un desastre en nudos, y mientras corría, trataba de desenredárselo con los dedos; cruzó una avenida tras otra sin mirar a los lados, hasta que en una de esas, un One-77 negro casi la atropella.

-Estate más pendiente, imbécil –gritó Amber antes de seguir corriendo.

En el One-77, iba Uriel de piloto. Sonrió cuando lo insultó, pero se preocupó al ver que iba demasiado rápido y distraída, así que la siguió por las calles, mientras que Amber corría a toda velocidad pero ya se estaba agotando. Uriel la alcanzó e iba manejando a su lado mientras la veía correr. Bajó el vidrio: -¡Amber!- la llamó.

Amber miró a su costado mientras seguía corriendo a un paso un poco menos acelerado –es el ovni –pensó –buenos días –saludó con voz entrecortada por el cansancio.

“¿Ovni?”
, se rió. -¡Súbete! Yo te llevo –se detuvo, le quitó el seguro y le abrió la puerta desde adentro.

Amber le miró un poco escéptica pero no tenía nada que perder, se subió al flamante auto, se abrochó el cinturón mientras observaba cada detalle del auto.

-Rico bastardo –pensó- lindo auto –le comentó mientras seguía tratando de desenredarse el cabello.

“¿Rico bastardo?”, bufó Uriel. –Gracias. ¿Quieres un peine? En la guantera hay uno. Vamos tarde. –Uriel aceleró más. Amber sentía que se hundía en el asiento.

Amber sacó como pudo el peine de la guantera, se arregló el cabello haciéndose una coleta en forma de cebollita como Katy le hacía todas las mañana; bostezó cubriéndose la boca.

Para cuando llegaron, la cola para entrar al ferry empezaba a andar, Uriel aparcó el auto en el estacionamiento; salieron a toda prisa, mostraron sus carnet en la gaceta y fueron los últimos en montarse en el ferry.

-Si no fuese por mí, no llegas –dijo Uriel sacudiéndose su camisa.

-Ahg, lo que digas –refunfuñó Amber.

El día estaba un poco más nublado de lo normal, el sol se ocultaba tras una gran nube negra –parece que va a llover –pensó apoyando los antebrazos de la barandilla –ojala llueva a cantaros –suspiró pensativa.

Uriel vio lo mismo, y mientras que Amber veía el paisaje, él se puso de espalda a la barandilla y se recostó de ésta. No dejaba de observar a Amber mientras sonreía.

-Me gusta bailar bajo la lluvia –Amber seguía con su cadena de pensamientos –aunque siempre termino con un resfriado del carajo –rió entre dientes y se percató de que Uriel la miraba sonriente. -¿Qué? –le preguntó con sequedad.

-Nada. Sólo veo lo linda que eres –le agradó lo que pensó sobre bailar bajo la lluvia. Se imaginó a Amber bailando con un tutu azul celeste bajo la lluvia en la orilla de la laguna de la universidad mientras él le inventaba una sinfonía que se llamara como ella.

Amber se sonrojó y miró hacia otro lado. “Me gusta cuando se sonroja”, pensó Uriel.

1 comentario:

  1. excelentes los capitulos!!! kda vez estan mejores jeje sigan asi!!! las felicito cuñadas de pana ^^

    se les kiere
    el ñao (Rafael) xD

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