sábado, 20 de marzo de 2010

Capítulo II: Un sueño terrible para recordar

Me levanté esa mañana precipitadamente con la respiración entrecortada, la cabeza me dolía y un sudor frío recorría mi cuerpo; era el mismo sueño que he tenido desde hace dos semanas y que no me ha dejado dormir muy bien; aunque no sé exactamente de qué se trata, sólo me acuerdo de que al final muero y repentinamente despierto cuando estoy agonizando.

-Mierda -suspiré tratando de calmar mis nervios, miré el reloj de la mesita de noche, las 7:00am -oh carajo, voy a llegar tarde.

Me levanté de la cama muy rápido con la sábana encima, al llegar a la puerta del baño, la sábana se enredó en mis pies y caí al suelo, por suerte puse las manos antes de plasmar la cara contra el piso. Al entrar a la ducha, el agua estaba tan fría que sólo alcancé a mentarle la madre al calentador pero por lo menos me ayudó a quitarme la resaca que tenía encima por los tragos de la noche anterior.

-Si llego tarde otra vez, Madame Angeliqué va a dejarme fuera del estudio -al salirme del baño, corrí hasta el armario y me vestí con lo primero que vi; una camiseta negra, una chaqueta violeta con capucha, un jean gastado y las botas militares que había usado desde hace unos cinco años; siendo de contextura pequeña no he crecido mucho en estos años.

Apenas me desenredé el cabello y medio me maquillé para luego salir disparada de la habitación, coger la mochila en donde tenía las mallas, el maillot y las zapatillas para el ballet.

-Me voy -avisé a mi madre Anika, que estaba perezosamente sentada sobre el sillón de la sala viendo televisión desde la noche anterior.

No me contestó a pesar de que sabía que me había escuchado. Mi madre después de que papá nos abandonó, se volvió amargada y perezosa, apenas se movía del sillón o sino nunca estaba en casa; seguía viviendo con ella porque no tengo dinero para comprarme un departamento para mí. Mi padre, por su parte, se fue cuando yo tenía 9, se volvió a casar y tiene una familia feliz, me llama en mi cumpleaños y en navidad me manda una tarjeta con un poco de dinero, apenas sé de él y no me interesa saber más de lo necesario, no quiero inmiscuirme en su felicidad, decidí buscar la mía propia.

Al salir a la calle, el Sol incidía directamente sobre la ciudad; Shanksville, la capital de Castlevania, era normalmente de un clima fresco y soleado, y ese día hacía tanto frío que tuve que cerrar el cierre de la chaqueta hasta el cuello y colocarme la capucha.

De camino a la universidad, pasé por un desayuno a la tienda de la esquina, allí me encontré con mi querida y única buena amiga Katherine; ella es un poco torpe y pequeña, muy amable, tímida y por eso, la mayoría de las veces, tengo que patear el trasero de las que se meten con ella.

-Hey, Katy -le saludé desde el otro lado de la tienda, tenía un pedazo de panecillo en la boca y lo tragué antes de acercarme a ella.

Katy sonrió al verme y me devolvió el saludo con la mano.

-Buenos días, Amber -sonrió -¿cómo sigues de la borrachera de anoche?

-Mmm -me quejé -no me hables de eso, todavía me duele un poco la cabeza a pesar de haberme duchado con agua jodidamente fría.

Katy carcajeó disimuladamente, y no pude hacer nada mas que sonreír, a diferencia de mí, ella es bastante agraciada y delicada, parece que no mata ni una mosca, yo en cambio soy tan ruda, que a veces me cuestiono cómo pude llegar a ser tan buena bailando ballet.

-Amber, deberíamos apurarnos -miró su reloj de pulsera -si llegas tarde de nuevo...

-Si, lo sé... iba para allá pero el hambre que tenía no era nada normal -me quejé y jugueteé con el piercing de mi lengua.

-¿Cómo puedes hacer eso?

-¿Qué?

-Perforarte como si nada.

-Mmm... Digamos que soy adicta a ello, lo malo es que cuando estoy en el estudio me tengo que quitar los que se ven porque, si Madame Angeliqué me ve, me castiga.

-Creo que la única que puede mantenerte a raya es ella -suspiró -quisiera ser como tú y no dejarme intimidar por nadie.

-Pff -no pude aguantar la risa –mira, querida yo soy como soy porque he tenido que soportar mucha mierda, así que es mejor estar con una vida buena y ser inocente como tú, a tener una vida tan mala y ser una guerrera como yo... ahg, se me quitaron las ganas de ir a clases hoy

-Sí, como sea -frunció el ceño -ahora vamos, no digas pavadas, eres le estrella del estudio, no puedes faltar -me haló del brazo y caminamos aprisa por la empinada calle.

Katy me halaba de la muñeca caminando a paso firme mientras que yo me dejaba arrastrar y terminaba el panecillo a medio comer que estaba en mi mano.

-Se me antojó un poco de leche -susurré -tengo la garganta seca.

-Pues... no hay tiempo te tendrás que aguantar.

-Si, mamá.

-No te burles.

-Y tú te quejas de ser toda callada y tímida -me quejé -pero cuando estás conmigo, pareces mi madre o peor aún pareces Madame Angeliqué.

-¡Ja!... qué graciosa. Eres tonta -se detuvo en secó a una esquina del puerto y casi me hace tropezar -ve y compra tu leche, aún nos quedan unos quince minutos hasta que el ferry zarpe.

-Tan linda -sonreí y me acerqué al quiosco de al frente dejándola esperando en la esquina; mientras ella miraba distraída el lago, con el gran ferry y la densa neblina que lo cubría, yo compraba con el poco dinero que me quedaba una botellita de leche y una caja de cigarrillos.

Guardé los cigarrillos en el bolso donde estaba la ropa del ballet para que Katy no lo viera, sino no dejaría de sermonearme hasta que los tirara a la basura; me bebí la leche con calma mientras trataba de acordarme del sueño que he tenido estas dos semanas, me matan, pero siento que me mata alguien que conozco; me empezó a doler la cabeza nuevamente así que bebí otro trago de leche, boté la botella vacía en la basura y me fui a donde estaba Katy impaciente.

-Diez mil años para beber leche -se quejó.

-Si -sonreí -estaba muy buena.

Puso los ojos en blanco y empezó a caminar nuevamente halándome del brazo.

-Otra vez soñé con eso -comenté cuando estuvimos a punto de llegar a la fila para montarnos en el ferry.

-¿Ah, si?, ¿pero qué es exactamente eso?

-Mmm... no lo sé -me encogí de hombros -es algo así como que me mata alguien que conozco pero no se exactamente porqué, siento que puede ser un hombre.

-Empezaste a soñar con eso luego de que terminaste con Brian -sacó su carnet de la cartera, le di el mío y esperamos para mostrarlo.

-No creo que sea ese bastardo, porque el hombre que me mata le rodea un aura obscura –un sujeto observó nuestros carnets y nos lo devolvió. Me distraje y Katy los agarró por mí, luego me lo entregó -¿qué haría yo sin ti?

-No llegarías a la universidad nunca.

-Bueno, volviendo al tema -proseguí mientras caminábamos para entrar al Ferry -Brian es un marica, es imposible que se atreva a ponerme un dedo encima.

-Amber, ese vocabulario.

-¿Qué?

-Por más que te diga que una señorita no puede usar esas palabras tan groseras -se quejó suspirando y mirándome con reprobación.

-¡Bah! Yo dejé de ser señorita hace mucho tiempo.

-¡Amber!

-¿Qué?

-Ahg, contigo no se puede.

-Pues, no lo intentes.

De repente se acercaron algunas plagas que no quería ver ni en pintura pero lastimosamente contaminaban mí vista todos los días.

-Pero mira que tenemos aquí -la voz chillona de Amelie retumbó en mis oídos asentando mi resaca -si son la pies de pato y la marimacho -dijo refiriéndose de Katy y de mí mientras se regodeaba con su séquito de clones malignos.

Traté de ignorarla mientras Katy inconscientemente trataba de ocultarse detrás mío.

-¿Que pasa, patito? ¿Vas a esconderte detrás de tu guarda espaldas? -preguntó una de las clones que ni siquiera recuerdo su nombre.

-Cállate clon, si no quieres perder esa cara construida que tienes -amenacé y la chica retrocedió ante mi advertencia y a las demás se les crisparon los nervios.

-No puedo creer que una marimacho como tú, sea una prima ballerina, es que simplemente no entiendo los gustos Madame Angeliqué.

-Pero Amelie, ella baila muy bien -la otra clonada que estaba mñas hueca que una cáscara de de maní.

-Cállate, Rosalina -le amenazó Amelie mientras yo reía sin disimulo.

-Ahg -se quejó Amelie -vayámonos de aquí chicas.

-Menos mal, pensé que íbamos a morir aquí de tanta peste, ¿verdad, Katy? -me burlé mientras Amelie me mataba con la mirada y se alejaba con su séquito de clones malvados.

Katy me miró mientras sonreía con desgano.

-Otra vez te quedaste callada, Katy -apunté mientras ella suspiraba.

-Lo sé.

-Piensa que soy yo -me burlé -así quizás la pongas en su sitio.

-No es tan fácil como parece.

-Como digas.

-Yo sólo pienso que están envidiosas, después de todo, Amelie proviene de una familia de primas ballerinas y tú sólo empezaste a practicar porque tu padre te obligó de pequeña -comentó -pero al final tenías un talento innato y te terminó gustando, cuando llegaste a la universidad la destronaste en un santiamén.

-La rubia tonta es muy pedante, no soporto a la gente así -puse mis manos en el bolsillo de la chaqueta para calentarlas -hace un frío del demonio.

-Tú eres demasiado orgullosa, no te dejas molestar por nadie.

-Y menos por una zorra como esa.

-¡Amber!

-¿Qué?

-¿Cuántas veces te he dicho que no te expreses así de la gente?

-Lo siento.

-Nunca aprendes -murmuró -ojalá pudiera bailar tan bien como tú.

-Bailas muy bien.

-Mentira, mis pies son un desastre.

-Tienes tu propio estilo, eso te hace única.

-No sirvo para el ballet clásico.

-Tienes potencial para ser una de las mejores bailarinas de danza contemporánea.

-Mi madre quiere que sea bailarina de ballet.

-Tu madre no va a estar cuando seas adulta e infeliz interpretando un papel secundario en una obra de tercera.

-Lo sé.

-Y además, la danza contemporánea se te da de maravilla, ya lo intentaste una vez y quedaste totalmente encantada.

-No me encantó... me fascinó, quedé totalmente enganchada.

-Y Madame Angeliqué te aconsejó lo mismo, incluso te recomendó para la clase de Danza contemporánea avanzada -la cola siguió moviéndose, ya eran las 7:55 y como siempre sin retrasarse el ferry partiría a la University Central Castle.

La universidad hacía honor al país, Castlevania y a su estructura, parecía un castillo de imponentes torres al cual solo se podía llegar por Ferry.

Katy quedó en silencio sopesando mis palabras, yo resistía las ganas de fumarme un cigarrillo hasta que al final entramos al Ferry, subimos a la proa y vimos el paisaje nublado, frío y a la vez soleado que rodeaba el lago de Shanksville.

-Si yo fuera tú, ya hace años que hubiera empezado con la danza contemporánea -proseguí apoyando los antebrazos de la barandilla.

-¿Y entonces porque no te metes tú a eso pues? Te aseguro que serías espectacular con eso también.

-Porque Madame Angeliqué me mataría antes de dejarla y además de eso, tú sabes la razón por la que me dedico tan fielmente al Ballet.

-Porque te hace ser algo que no eres.

-Exacto, me hace sentirme delicada y propensa al peligro, me hace querer estar en ese mundo fantástico por mucho tiempo y no querer regresar a mi realidad.

-Ahg... tu amor al ballet es casi irreal, el que te escuchara nunca creería que una mal hablada como tú fuera una genio apasionada del ballet clásico.

-Lo único molesto del ballet son los tutus, pero el resto está perfectamente -comenté sonriendo.

-Voy a pensar lo de la danza contemporánea muy seriamente.

-Siempre me dices lo mismo.

-Esta vez es verdad, si decido que lo haré me inscribo el próximo trimestre, ¿te parece?

Sonreí en modo de aprobación y le acaricié el cabello.

-Más te vale, así podré regodearme diciendo que tengo una amiga que baila danza contemporánea.

-Ya, para -rió.

De pronto oí la voz chillona de Amelie y sus clones junto con otras chicas que lucían alborotadas mirando a un chico que estaba junto a un anciano; el chico era alto, fornido, de cabello lacio negro, una chiva en forma de candado y de patillas extrañamente rasuradas; con su ropa negra y lentes de sol lucía como una estrella de cine.

-Es atractivo ese chico de lentes oscuros. Me parece conocido… -pensé mirándolo por un segundo para luego captar mi atención en Katy que lucía como si quisiera ir al baño -¿te pasa algo? -le pregunté.

-Es que me dieron ganas de orinar.

-Anda pues, ¿quien te detiene?

-Vale, espérame aquí por un momento.

-Ok.

Salió corriendo al cuarto de baño que estaba en la planta de abajo, yo mientras tanto me coloqué de puntillas durante unos instantes practicando mi juego de pies.
-¡Bah!, con las botas no duele tanto, deberíamos usar botas militares en vez de zapatillas -sonreí -así no sería tan complicado.

En ese momento la neblina se disipó dejando ver el castillo al cual llegaríamos en unos instantes; recordé mi primer día de clases. Cuando llegué al estudio de Ballet clásico de la sección de danza en la escuela de artes con una chaqueta negra, el cabello corto con mechones azules, delineador negro en los ojos, unos jeans, piercings por todas partes y mis fieles botas; todas me miraban como un bicho raro; Madame Angeliqué ya me conocía de mis años de preparatoria y me había recomendado a la universidad, ya estaba acostumbrada a mi desaliñada apariencia de gótica-metalera, me reprendió como siempre y me mandó a acomodar, salí del vestidor con la malla, el maillot, las zapatillas, el cabello recogido y sin piercing. Cuando comencé a bailar, todas quedaron tan sorprendidas que apenas se pudieron mantener en pie. Al final, ninguna me dirigió la palabra, excepto por Katy que elogió mi juego de pies, de allí se convirtió en mi mejor amiga y las demás en una desagraciadas molestias.

-¿Qué tanto piensas? -Katy ya había llegado del baño, lucía aliviada y sonreía tratando de leerle mis pensamientos.

-Oh, nada -le devolví la sonrisa -sólo lo mucho que te quiero.

-Que rara eres.

-Lo sé -contesté riendo –oh, por cierto, nos invitaron a la fiesta de Halloween del próximo octubre.

-¿No falta mucho para eso?

-Que va, mientras antes nos inviten mejor, así no se pueden retractar si al final no nos quieren allá.

-Con lo problemática que eres tú, lo más seguro es que nos boten de la fiesta antes de que comience.

-Mmm... quizá, no sé... tú sabes que esa gente ni me va ni me viene.
-Si, si -Katy se recogió el cabello en forma de cebollita y empezó a arreglarme el mío, ya estábamos llegando -con este cabello tan bonito como lo tienes y siempre andas despeina.

-No me da tiempo de peinarme en la mañana y por eso te tengo a ti.

-Con esos ojos azules grisáceos, este cabello castaño largo, esa cara y ese cuerpazo, yo que tú, me haría modelo.

-Me estresan los modelos, son peores que las bailarinas.

-Si tú lo dices.

-Además, tú también eres hermosa, tienes el pelo castaño claro, los ojos azules y la cara angelical, si yo fuera tú ya tuviera a una cantidad innumerable de hombres arrodillados a mis pies; pero eres demasiado tímida.

-Lo sabes.

-Yo soy la única que sabe que tu verdadera personalidad es la de una madre regañona.

-Hey, no te quejes... porque esta madre regañona es la que te arregla para que Madame Angeliqué no te reclame.

-Muchas gracias, mami -me burlé y recibí un sopetón por la nuca -¡ouch!

-¿Quién te manda?

El Ferry arribó en el puerto de la universidad, terminé de quitarme los piercings antes de llegar al estudio y sorpresivamente no llegamos tarde.

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