jueves, 25 de marzo de 2010

Capítulo VI: Mirada maligna de ojos hermosos.

Fui con Madame Angeliqué al comedor, estaba abarrotado de gente como siempre a la hora del almuerzo, allí nos encontramos con Katy que cuando me vio se enfurruñó y me miró de tal manera que yo digo que si las miradas mataran, ya estaría a tres metros bajo tierra.

-Hey, Katy -saludé eludiendo su mirada y sonriendo tontamente para apaciguar sus humos.

-Hola -contestó secamente y miró a Madame Angeliqué apaciguando su mirada -buenas tardes, Madame Angeliqué.

Ella había estado observando divertida nuestro juego de miradas desde hace rato y sonrió a Katy cuando esta la saludó con tal cambio de actitud.

-Buenas tardes, Katherine -respondió a su saludo sonriendo -¿qué tendremos para el menú de hoy?

-No se, pero usted dijo que me brindaría -apunté para recordarle, la verdad no tenía ni un céntimo en el bolsillo y la mejor comida del comedor era la que pagabas, porque la que te daban gratis era vieja o una lata de atún.

-Lo sé, ma cherí, no desesperes -sonrió y entorné los ojos, eso hizo que me lanzara un sopetón por la nuca.

-¡Ouch! -me quejé sobándome la nuca -eso duele.

-Te he dicho que a mí no me entornes los ojos, señorita -me reprendió nuevamente y Katy se carcajeó disimuladamente como siempre lo hacía, su risa era menos ruidosa que una mosca así que nadie la notaba casi nunca.

-Por lo menos rió, aunque haya sido a costa mía -pensé -tal vez ya se le paso su enojo por dejarla sola en la clase de francés.

Madame Angeliqué me haló del brazo arrastrándome en dirección a la enorme cola que había esperando a que les atendieran. Katy nos siguió naturalmente con sigilo; estoy segura que Madame Angeliqué no notó su presencia. A medida que la cola avanzaba trataba de disculparme con Katy que me ignoraba.

-Katy no te pongas así sólo porque falté a clases, vamos perdóname -insistí.

-Está bien, te perdono, pero no te voy a prestar los apuntes de la clase.

-Bueno, no importa -sonreí y le abrace por el cuello -lo que importa es que su majestad Lady Katherine, me concedió su perdón -reí.

-Hey, no te burles -se quejó tratando de zafarse de mis brazos.

-Petit, hagan el favor de comportarse -se quejó Madame Angeliqué apartándome de Katy -ya están grandecitas para la gracia.

-Lo sentimos -respondimos las dos al unísono, Katy apenada y a mí ni me importaba pero no quería que Katy se enojara conmigo de nuevo.

Cuando por fin llegamos a la caja para ordenar, Madame Angeliqué sacó su cartera repleta de dolares, yo la veía con una punzada de envidia en el estómago mientras que Katy estaba distraía acomodándose el cabello.

-¿Qué es lo que van a querer, niñas? -preguntó a las dos, Katy que no había sido invitada dio un respingo y me miró con ojos como platos.

-Yo quiero una pasta con champiñones y mucho queso -respondí viendo el menú que estaba al lado de la caja.

-Tanta grasa, te vas a engordar, cherí -advirtió Madame Angeliqué.

-Nunca me alimento como se debe, así que como usted va a invitar, quiero algo sustancioso -sonreí.

-¿Y tú, Katherine?

-¿Y... yo?, pero yo...

-Di rápido Katy, los demás en la fila esperan a que terminemos -comenté señalando a las personas de detrás de nosotros que comenzaban a irritarse.

-Una ensalada Cesar con camarones -respondió y Madame Angeliqué asintió.

-Por favor, me da un grasoso plato de pasta con champiñones y mucho queso, una ensalada Cesar con camarones y una ensalada Capresa con poco aderezo -dijo refiriéndose a la cajera que tenía expresión de querer estar en otro sitio.

Escribió la orden en un papelillo y lo pasó al cocinero, nos colocamos a un lado mientras esperábamos la comida, mi pasta salió rápidamente, la cantidad era exagerada pero no importaba, desde hace semanas que no tenía una comida decente, Madame Angeliqué miró mi plato con repugnancia, luego salieron los platos de ellas, nos dirigimos a la máquina expendedora de jugos. la cual sorpresivamente no estaba abarrotada de gente, yo cogí un jugo de fresas, Madame Angeliqué escogió uno de melocotón y Katy de naranja.

-Bueno, ma chére, las veo luego voy a ir a conversar con el guapo profesor de Danza contemporánea -sonrió guiñándonos el ojo -à plus tard -dijo despidiéndose con la mano mientras sonreía.

-Tch, que raro Madame Angeliqué coqueteando con Jerome.

-Es obvio que se gustan el uno al otro, me pregunto si ya tendrán una relación formal.

-Lo más seguro es que se la pasen tirando en la sala de profesores de la escuela de danza, son los únicos que la utilizan -comentó bebiendo un sorbo de jugo.

-¡Amber!

-¿Qué?

-Ahg nada, vamos a sentarnos antes de que el hambre te haga decir más estupideces -convidó enojada.

Nos sentamos cerca de una ventana, mientras comíamos charlábamos de trivialidades como las audiciones para El Cascanueces, le aseguré que obtendría el papel, ya que Madame Angeliqué me amenazó; también de cosas como la familia y o las fiestas. En una de esas que nos quedamos sin tema de conversación, miré por la ventana el cielo que estaba un poco más despejado que esta mañana, el Sol molestaba un poco pero algunos agradecían que por lo menos no lloviera; intenté de beber otro sorbo de jugo de fresas pero al parecer se había terminado y aún no había acabado de comer.

-Ya vengo, Katy. Voy por más jugo, ¿quieres? -pregunté levantándome de la mesa, ella me tendió el vaso asintiendo, ya que tenía la boca llena.

Fui con los dos vasos hasta la máquina dispensadora.

-Bonitas piernas, princesa-la voz de Ivan me sonó en la pata de la oreja, me aparté rápidamente con el cuidado debido para que los jugos no se derramaran -¿qué pasó, princesa? ¿Te asusté?

-Uno: no me digas princesa, sabes que lo odio y dos: sabes que odio más aun que la gente me hable así de cerca, me da escalofríos, estúpido Ivan.

Ivan se carcajeó sacudiendo su cresta de pinchos verdes y negros.

-Ahg, ya pareces una gallina con esa cosa -dije refiriéndome a su cresta -un día de estos le sacaras un ojos a alguien con eso.

-Si me veo de lo más sexy -bromeó -¿y tú, preciosa? Es extraño verte con tus mayas en pleno comedor -dijo mirándome el cuerpo de arriba a bajo con expresión lasciva.

-Dios, ¿pero qué les pasa a los hombres de hoy día que se excitan con cualquier cosa? -refunfuñé, Ivan lanzó otra estridente carcajada.

-No es cualquier cosa, querida, es que tú tientas a la carne con ese cuerpesito tuyo y más si tienes puesto ese conjunto tan pegado.

-Ahg, cállate -cogí los jugos y fui camino a la mesa cuando me tropecé con alguien o algo porque la verdad estaba más duro que una roca, eso hizo que me balanceara un poco pero afortunadamente no derramé los jugos, justo iba a decir lo siento cuando una mirada gélida me vio con tal molestia que no pude más que decir -¿qué?

El chico con el que me había tropezado, era el mismo que estaba esta mañana con el viejo, le desafié con la mirada, ya que no hacía más que verme con odio, de repente no se si fue locura, o yo que sé, vi que sus ojos se tornaron de un color rojo escarlata; parpadeé repetidamente y le miré, pero el rojo ya había desaparecido dejando sólo sus ojos color cacao nuevamente; me acordé que Katy me esperaba e Ivan estaba a mi lado esperando que terminara de pelear; fruncí el ceño y le pasé por un lado sin decir palabra.

-Carajo, me estoy volviendo loca -murmuré en voz baja ya a mitad de camino.

-¿Dijiste algo? -preguntó Ivan que caminaba como perrito siguiéndome.

-Si, ¿qué carajo haces siguiéndome? -le pregunté severa.

-Oh nada, sólo quería pasar un rato más contigo, y hablarte sobre la fiesta de Halloween.

-Ya sé, me dijiste ayer durante el cumpleaños de... no me acuerdo quien cumplía ayer; el caso es que me invitaron a la fiesta y me dijiste que tanto Katy como yo estábamos en la lista de invitados.

-No sólo en la lista de invitados, sino en la VIP -sonrió orgulloso.

-Ricos, mierderos -refunfuñé -¿es que acaso todos los que conozco tienen plata?

-En realidad en esta universidad todos tienen plata, tú eres la única pobretona.

-Ya basta de pavadas, seré una pata en el suelo, pero soy honrada y digna de estar aquí porque muestro mi talento, no como mucho que sólo se regodean con el dinero de papi y mami -contesté enojada.

-So, so... no tienes porqué enojarte por eso.

Suspiré -sí, como sea, sólo déjame, el tipo de antes consiguió cabrearme.

-¿Cuál?, ¿el niño bonito?, pensé que le patearías el trasero como haces con los que te fastidian... al parecer es nuevo y es amigo del hijo del director -agregó con cara pensativa -ha de ser súper millonario para ser amigo del hijo del director.

-No me interesa si es un magnate o no, sólo digo que me miró como si yo fuera la escoria más asquerosa de este planeta -suspiré -debí haberle cacheteado por lo menos, pero si peleo con un hombre tan robusto como él, tengo las de perder, sin mencionar que Katy me descabezaría.

-Bueno como sea, primor. Es genial verte en acción -rió guiñándome un ojo.

-Cállate -refunfuñé.

Llegamos a la mesa donde estaba Katy, Ivan la saludó y nos acompañó hasta que terminamos de comer. Ya eran casi las 4, cuando Ivan se fue a hacer lo que mejor hacía: fotografiar; mientras que Katy y yo decidimos ir un rato hasta el estudio para bailar hasta que fueron las 6, el último ferry arribaba a las 7 así que nos duchamos y cambiamos a nuestra ropa normal.

Ya en el ferry la brisa era fresca y el Sol estaba a punto de ocultarse por el horizonte.

-Me encanta el atardecer -comenté apoyando las manos de la barandilla -pero no me gusta mucho la noche, es muy obscura.

-Si verdad que eres una miedosa de la obscuridad -rió Katy -y también le temes a los espacios pequeños.

-La verdad no sé porqué, dicen que fue por algún hecho traumático de mi infancia, pero yo no recuerdo nada, eso también me lo explicaron y dijeron que muchas veces la mente borra cosas que no quiere recordar.

-Como una computadora.

-Exactamente, será que soy un robot y ni sé -me burlé.

-Eso explicaría porque eres tan perfecta en lo que haces, hasta tus notas son excelentes y ni te esfuerzas, pero que yo sepa los robot no son obstinados y mal hablados como tú.

-Entonces descartada la idea de ser un robot -reí.

-Ahg, quizás seas alguna especie de extraterrestre o ser sobrenatural.

-¿Quién sabe? -sonreí y miré el último destello del Sol por ese día, ahora de noche la luna se imponía en el cielo y un manto de pequeñas estrellas titilantes le acompañaban -a pesar de odiar la obscuridad de la noche, amo ver la Luna y las estrellas.

-Son hermosas, ¿verdad?

-Sí, cada vez que las veo, mi miedo a la obscuridad se desvanece y mi estómago se pone caliente, es una sensación cálida y reconfortante.

-Ya pareces una poeta.

Carcajeé; llegamos al puerto y me tuve que despedir de Katy a mitad de camino, ella vive en Warrent, la zona más adinerada de toda Shanksville, mientras que yo, la pobretona, vivo en un pequeño departamento en Dagalesth, es una zona tranquila y humilde con pequeños edificios departamentales; muy diferente de Warrent con sus grandes casas y mansiones, y donde todos los fines de semana la alta sociedad se regodea con fiestas, aunque la mayoría de las veces me invitan, así que no me quejo.

Al llegar a mi casa, encendí todas las luces por mi temor a la obscuridad, mi madre no estaba, lo más seguro es que esté trabajando o con sus amigas bebiendo, así que no me preocupé, era común que esto sucediera, dejé el bolso con la ropa del ballet para la mañana siguiente y me fui desvistiendo a medida que llegaba a mi habitación.

Me enrollé en una toalla y me di una ducha lavándome el cabello, esta vez el agua estaba tibia y agradecí a mi madre por haber conectado el calentador, aunque fuera para bañarse ella.

Al salir del baño, me puse un mono y una camiseta de mangas largas, me acerqué a la ventana mientras que me secaba el cabello con la toalla, observé la Luna por largo rato y me puse a pensar nuevamente en el sueño extraño que he tenido últimamente; ¿quién me mataría?, ¿y por qué? ¿Qué cosa tan grave le habré hecho a esa persona para que me matara tan sanguinariamente?

-Lo más seguro es que sueñe lo mismo hoy -suspiré -voy a tratar de acordarme cuando me despierte mañana, es que me da mucha curiosidad.

Tendí la toalla en la ventana, me cepillé el cabello para que Katy no me regañara por no cuidarlo. Me tiré sobre la cama enrollándome con la sábana, la noche era fría, así que me acurruqué sobre mí misma para darme más calor, abracé la almohada y un viejo peluche en forma del gato de Alice in Wonderland que tengo desde pequeña, una costumbre que tengo desde antes que papá se fuera; pensé por largo rato lo que haría al día siguiente y después no supe más de mí hasta la mañana siguiente.

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