lunes, 22 de marzo de 2010

Capítulo III: Vieja identidad

Bajamos del ferry y observé al sujeto de ropa amarilla con negro como había dicho el jorobado. Era alto y tenía una larga barba negra.

-¿Ése es? -preguntó Caleb mientras se colocaba sus lentes de fondo de botella.

-Sí -. Confirmé y fuimos hasta él. –Buenos días, señor… -leí la placa que colgaba del bolsillo de su camisa- Leonard.

-Buenos días, ¿en qué puedo servirles?

-¿Adónde debemos dirigirnos para saber los requisitos de la inscripción? –cuestioné.

-Síganme –dijo seriamente. Caleb y yo intercambiamos miradas, nos encogimos de hombros y lo seguimos.

Nos guió hasta una puerta de madera gigante y nos hizo pasar. Luego, subimos por unas escaleras de mármol casi interminables. “Hubiese sido más rápido si levitaba”, pensé al llegar arriba.

-Por aquí –Leonard caminó más rápido y nos guió por un largo pasillo que estaba suspendido entre la torre en la que nos encontrábamos y otra que estaba después de cruzar. El pasillo tenía barandas y ventanas de piedras, que dejaban contemplar el paisaje del exterior.

Una densa neblina, se posaba sobre la laguna y el sol resplandecía en lo alto. Caleb se estaba congelando por el frío a pesar de que llevaba puesto una chaqueta de cuero negro. Yo no sentía nada.

-¿No tienes frío?

-No… -respondí.

Llegamos al final y Leonard nos acompañó hasta otra puerta que tenía un cartel dorado que decía: “Oficinas principales”.

-Aquí les darán la información que necesiten. Buena suerte -. Nos dejó entrar y luego cerró la puerta.

-Está vacía. No hay nadie –dijo Caleb al ver tres escritorios vacíos.

-Shhh… -le hice señas para que hiciera silencio y ausculté la oficina. Escuché unos pensamientos.

-Creo que debemos irnos, Uriel.

Saqué mis colmillos al ver que tres hombres lobos bajaron del techo estrepitosamente y comenzaron a gruñir. Uno era mujer. Fruncí el ceño.

-¡La puerta no abre! –gritó Caleb al tratar de girar la manilla. Un hombre lobo contra atacó y lo mandé al otro lado de la oficina. Después me atacó el otro, y le hice lo mismo.

Un hombre viejo salió de otra oficina y se convirtió en un enorme lobo gris con ojos amarillos. -¿¡Quién te envía!? –gruñó y en sus pensamientos leí que esperaba a que yo atacara.

Mis ojos se tornaron a rojos y mis garras comenzaron a salir.

-¡Padre! –gritó un joven desde la puerta de la otra oficina. Al verlo, lo reconocí. Era Lestat, un amigo mío desde hace 300 años.

-¿Lestat? –pronuncié y guardé mis garras y colmillos.

-Uriel –sonrió al recordarme. –Cálmate, vampiro. Es mi padre, ¿no lo recuerdas? –el viejo volvió a su estado normal.

-Señor Ahroun –lo reconocí inmediatamente. Era el padre de Lestat, no cabía duda.

Cuando conocí a Lestat, su padre usaba el nombre Ahroun, esto significaba la clase de hombre lobo que era: guerrero, poseedor de una rabia desmedida que lo hace temible a la hora de combatir. Eso explicaba la forma en que reaccionó.

Por otro lado, Lestat era el tipo de hombre lobo Theurge, tenía una conexión con el mundo espiritual y recordaba sus vidas pasadas. Era muy bueno detectando otros seres sobrenaturales y podía hablar con los muertos de un modo mucho más congénito. Lo había heredado de su madre, recordé.

Los otros lobos de la sala eran del mismo tipo que Ahroun, a excepción de la mujer, ella era del tipo Ragabash, lo que indicaba que era una espía, pícara y embaucadora.

-Ya no soy el señor Ahroun, Uriel. Ahora me llamo Mikhael.

-Perdóneme. Necesito actualizarme.

Los demás acompañantes se transformaron en humanos. Los hombres eran casi de la misma edad; uno tenía una década más que el otro.

-Cierto –se dirigió a los otros tres. –Ellos son nuestros nuevos sirvientes –dio un paso hacia el más viejo. –Éste es Lancelot, lo convertí hace 200 años –era un hombre como de 30 años; tenía chiva, ojos verdes y cabello castaño crespo. –Éste es Smith. Es nuevo –era un tipo flaco, de ojos azules y cabello rubio platinado. –Y esta es Mara, una de las mujeres más ruda y astuta que conozco- era una chica esbelta, pelirroja y de ojos grises.

-Gusto en conocerlos –dije.

-Igualmente –respondieron al unísono y Mara me miró de arriba abajo.

-Sigues siendo el mismo busca pleito de siempre, Uriel- comentó Lestat mientras se me acercaba.

-Tus sirvientes me atacaron, no iba a quedarme allí parado.

Lestat pasó sus dedos sobre la barba de quizás 2 semanas que estaba alrededor de su boca y se acomodó su cabello negro azabache. –Huelo sangre, tu acompañante es humano- dijo mientras observaba con sus letales ojos azules a Caleb, quien trataba de contener la calma.

Me puse ante él como si fuese un escudo. –Es como mi padre, así que ni lo pienses- le advertí con tono severo.

-Podría delatarte- comentó Mikhael.

No lo ha hecho en 70 años, ¿por qué lo haría ahora?

-Los humanos cuando se ven presionados, son capaces de delatar al que sea -contestó a Lestat.

-Tranquilo, es confiable –una sonrisa se dibujó en la comisura de mis labios.

-Bueno –comenzó a decir Lestat -¿y qué te trae por aquí? La última vez que supe de ti, vivías en Pensilvania-

-Así es, luego fui a Grecia, después a Londres y ahora estoy aquí.

-¿Y en qué parte vivirás?

-En Warrent. Tengo una casa allá.

-Nosotros igual- glosó Mikhael.

-Yo también –comentó Mara mientras me sonreía y mordía suavemente la uña de su dedo meñique.

-He venido a inscribirme en la universidad. Quiero saber cuáles son los requisitos- dije sin prestarle atención a los gestos que me hacía Mara.

-Si no te conociera -, Mikhael me puso un brazo sobre los hombros y me acercó a una ventana- te obligaría a hacer esa cola que ves ahí -. Puse los ojos como platos. .Esos son sólo la mitad –dijo riendo- la fila continúa y llega al último piso de esa torre. Pero, como eres el mejor amigo de mi hijo desde hace siglos, dejaré que sólo llenes la planilla y te tomes las fotos. Por cierto, ¿qué estudiarás?

-Piano.

-¿Ya no sabías tocar ese instrumento? –preguntó Lestat.

-Sí, pero ahora quiero ser músico. No quiero que esa habilidad sea un simple hobby.
-Bueno, Mara te entregará tu planilla. ¿Qué edad tienes, según tú?

-Veinticuatro.

-Aquí tienes –dijo Mara al entregarme una hoja amarilla y me guiñó el ojo.

-Gracias.

-Saca bien la cuenta de tu edad –me recordó Lancelot. –Toma un bolígrafo.

Rellené los datos que pedían en la planilla. Según yo, nací el 13 de noviembre de 1986. Mi nombre completo: Uriel Ivancov.

-Mmm… Eslovaco –murmuró Mara.

-Así es –le sonreí. -¿Debo pagar algo? –me dirigí a Mikhael.

-Sólo 20 dólares –respondió.

Saqué de mi billetera un billete de veinte y se lo entregué. –Aquí tienes.

-Muy bien –miró a Lestat- hijo, llévalo a sacarse las 2 fotos que necesitamos. Nos vemos en el almuerzo.

-Está bien, pa –Lestat me puso una mano en el hombro. –Por aquí, Uriel –abrió la puerta de la oficina y salimos.

-Hasta pronto –dijo Mara mientras movía sus dedos lentamente.

-¡Adiós, Mara! –trancó la puerta. -¿No es bella?

-Lo es.

-Le gustaste.

-Me di cuenta –volvimos a caminar por el largo pasillo.

-¡No me dejen atrás!- escuchamos la voz ronca de Caleb.

Lestat y yo nos detuvimos y reímos.

-Estoy muy viejo para que me estés haciendo correr, Uriel –se quejó.

-Lo siento –Lestat y yo nos burlamos.

Caminamos por varios pasillos del castillo. Parecía un palacio de la Edad Media. Tenía cuadros muy famosos en sus paredes y era del estilo posgótico. Me recordó a la mansión donde nací, hace 600 años.

-Este castillo es un poco viejo, ¿no? –pregunté.

-Sí –contestó Lestat. –Es más viejo que tú y yo juntos –giramos por un pasillo. –Pertenecía a unos reyes. La reina esperaba un bebé y tuvo problemas con el parto; así que le colocaron un collar de caballo en el cuello. ¿Sabes lo que dicen que pasa si le colocas eso a una mujer durante el parto?

-Se les hace más fácil parir, ¿no?

-Aparte de eso, el bebé puede nacer como Alp.

Puse los ojos como platos. -¿El vampiro que se alimenta de la leche materna de las mujeres y de la sangre de los pezones de los hombres y los niños por medio de sus sueños?

-Ese mismo.

-¿Y nació?

-Sí, la madre murió al traerlo al mundo. Cuando tuvo más edad, mató al rey y quedó como heredero al trono. Años después, empezó a atacar a los habitantes del pueblo. Para ese tiempo, habían empezado los problemas con los vampiros, los hombres lobo y las brujas.

-Sí, a las brujas las quemaban, a los vampiros los capturaban y los exponían al sol; y a los hombres lobo los atravesaban con puñales de plata.

-Exacto –pasamos frente a un salón de ballet. Una chica preciosa bailaba con elegancia al ritmo de una sinfonía de Chopin. Quise verla más de cerca, pero me detuve al ver que una mujer se detuvo enfrente de la puerta del salón. –Hey, tienes que sacarte la foto, ¿recuerdas? –caminó hasta mí. -¿Qué tanto observas?

-¿Quién es ella? –cuestioné.

-¿Esa vieja? Se llama Madame Angeliqué; es una profesora de ballet y de francés.

Entorné los ojos. –No ella, la bailarina.

-¡Ah! Ella es una pobre loca que quizás sea bipolar, pero es la mejor de la mejores bailando ballet –me dio un codazo. –Vamos, no te quedes ahí parado, o tendrás que inscribirte el próximo siglo.

Proseguimos caminando y contemplé los jardines bien cuidados del castillo, con sus delicadas flores de colores y con sus gigantescos árboles y pinos verdes.

-Llegamos –dijo Lestat. Al final del pasillo, había una puerta; al entrar, vi una cámara sobre un trípode, una tela negra guindada en una pared y un banco de madera. -¿Ivan?

-¿Qué hay, Lestat? –Un sujeto alto, blanco, medio robusto y con el cabello de pinchos verdes con negro salió de un baño. Era punk. Buscó un radio, puso un CD y empezó la canción Smells like teens spirit de Nirvana. Sacó un cigarrillo de uno de los bolsillos de sus jeans y lo encendió.

-Todo bien. Te traigo a éste amigo mío para que le saques la foto de la planilla y la del carnet.

Ivan hacía que tocaba una guitarra eléctrica y luego me observó de arriba abajo. –Al banco, niño bonito –dijo con voz seca y apuntando con su mentón.

Me senté y él se puso detrás de la cámara.

-Ivan, ¿me das un cigarro? –le preguntó Lestat.

-Agárralo de mi bolsillo –le respondió dándose unas palmadas en los bolsillos de atrás del jeans.

-No pondré mis manos allí.

-Si eres niña –le lanzó la caja de cigarros. –Sonríe, niño bonito –tomó la foto.

Lestat sonrió. –Bienvenido a University Central Castle, Uriel. Ahora eres uno de los nuestros.

1 comentario:

  1. chamaaa chayanne sale demasiado sexy en la foto el viernes leo los cap y comento todos =) besoss

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