sábado, 29 de mayo de 2010

Capítulo XXII: Sólo amigos.

Amber se levantó perezosamente aquella mañana, se dio una ducha y desayunó medio sándwich. Después salió del apartamento; esa noche su madre no llegó y para más colmo, luego se dio cuenta que Uriel no la había ido a buscar.

-Sabía que esto pasaría, debe de odiarme ahora -susurró y se fue caminando con molestia hasta el ferry.

Uriel dejó de ver el cuadro y se dio cuenta que había amanecido. Era hora de que fuese a la universidad. Se duchó nuevamente y se vistió. Un olor a café recién hecho le llegó al ir bajando las escaleras y fue hasta la cocina. Caleb se estaba alistando para irse a trabajar.

-Buenos días –le dijo sin sonreír.

-Buenos días, Uriel. ¿Te pasó algo? –Aunque Caleb no fuese su verdadero padre, lo conocía muy bien. Y suponía que algo le pasaba nada más con escuchar su tono de voz o su forma de hablarle.

-¿Ah? –preguntó él distraído y se sirvió una taza de café.

-Que si te pasó algo –repitió.

-Mmm… No –mintió con un hilo de voz.

-¿No? –bufó y entornó los ojos. –Claro que te pasa algo. Andas ido y estás tomando café. A ti no te gusta el café –frunció el ceño.

“¡Rayos!”, dijo para sí mismo y dejó a un lado la taza. –Nada… sólo tuve un pequeño problema con Amber.

-¿Amelia? –lo miró fijamente. -¡Ja! Ahora te causa problemas… ¿Ves? Te lo dije. Es mejor que la mates, todavía estás a tiempo.

-No lo haré –Uriel negó con la cabeza.

-Hay que ver que tú si eres bien necio, muchacho el carajo –refunfuñó y agarró su bata de laboratorio.

-¿Quieres que te lleve? –le preguntó Uriel.

-No… Tranquilo que yo me llego hasta mi trabajo en mi carcacha. Tú tienes complejo de Michael Schumacher, y eso a mí no me gusta –abrió la puerta y Uriel lo siguió.

-Sí, pero así llegas temprano –le dijo Uriel mientras cerraba la puerta con llave.

-No me importa llegar temprano. Me importa llegar vivo –se subió en su Volkswagen Escarabajo de color vinotinto.

-¡Bien! ¡Vete tú solo! –Le gritó Uriel al subirse a su One-77.

-¡Ya me fui! –Caleb arrancó; el motor del escarabajo sonó horrible, pero aun así se marchó.

Uriel manejó hasta la universidad; y al llegar se encontró con Lestat.

-¿Qué más? –le preguntó éste dándole un puño en el hombro.

Uriel puso los ojos rojos. –Pégame una vez más y te juro que lo lamentarás, perro –gruñó.

Lestat se sobresaltó y silbó. -¿Qué te pasó? ¿La bipolar te dejó por otro? –carcajeó.

-No estoy de humor para hablar de eso –bufó y caminó hacia la fila.

-Creo que hace rato la vi llegar…

-¡Ahg! –Uriel se sobó las sienes.

Amber se encontró con Katy en el ferry y se fueron juntas a la clase. Estaba verdaderamente desanimada y tenía fastidio de hacer los pasos; y lo peor era que Madame Angeliqué no paraba de regañarla por haberse saltado las clases de ayer y por estar bailando pésimo. Amber discutió un par de veces con ella hasta que se hartó y se fue de la clase tan molesta, que se olvidó de coger su bolso y sus cosas, al darse cuenta, bufó pero no se devolvió o se enfrentaría a la diabla nuevamente; seguro después Katy le llevaría sus cosas, caminó por el campus amargada y protestando porque no tenía ni un cigarrillo que fumar, hasta que se encontró con Anthony.

-¿Qué hay, Ber? -preguntó alegremente.

-No mucho -respondió aún molesta.

-Veo que estás de malas. Bueno, te obsequio un cigarrillo para que te compongas -le dijo con una sonrisa.

-Gracias -Amber cogió el cigarrillo y Thony se lo encendió, ella inhaló el humo y se sintió más relajada -tú pareces muy contento -comentó.

-Ah sí, lo estoy -le sonrió y se encendió un cigarrillo también.

-¿Entonces ya estas saliendo con Katy?

-Sí, desde ayer oficialmente -contestó moloso.

-Sólo te diré que si le haces daño, yo misma te arrancaré la bolas -refunfuñó y Thony se carcajeó.

-Lo sé, tranquila. No le haré nada que ella no quiera -contestó con picardía -ahora me tengo que ir, voy a seguir con mi proyecto, después te muestro cuando lo termine.
-Aja -contestó y siguió su camino, luego de que Thony se fuera, ella se sentó en uno de los bancos del jardín más lejano a aclarar sus ideas y terminar el cigarro.

***

Lestat había acompañado a Uriel hasta su salón. Allí el profesor Gabriel lo hizo practicar una y otra y otra vez las partituras de la obra de “El cascanueces”. Uriel lo hacía a la perfección. Se la había aprendido desde que la inventaron; pero Gabriel quería convencerse de que no sentiría nervios ni fallaría a la hora de tocar en público.

-Estoy cansado –comentó Uriel frustrado.

-Tienes que hacerlo a la perfección, Uriel –le recordó Gabriel.

-¡Lo hago perfecto! No me he equivocado ni una sola vez –gritó.

-Shhh… Tranquilo, no grites. Soy tu profesor. Sé que no te has equivocado, pero no quiero que al llegar el día de la obra, te ataquen los nervios y lo hagas mal.

-¡Ahg! ¡Aún tengo meses para ensayar! ¡Sabes que lo hago bien!

El resto del salón observaban a Uriel sobresaltados. Apenas iban por la primera y se equivocaban. Él iba por la última, lo hacía todo bien y aún el profesor quería mantenerlo allí practicando.

-Uriel, sólo tienes que ensayar hasta que la hora acabe. Te escogieron a ti para ser el pianista en la obra… Reemplazas a uno de los instrumentos principales –Gabriel comenzó a darle un sermón delicado, pero cada palabra hacía que Uriel se estresara más.

-Nos vemos –empezó a recoger sus cosas.

-¿Adónde vas? –preguntó Gabriel con el ceño fruncido.

-A descansar. ¡Me amotiné! –Salió del salón apresurado y fue hasta el jardín donde llevó a Amber una vez para que durmiera.

***

Amber se culminó el cigarrillo, aunque seguía frustrada y molesta deseaba bailar algo que le ayudara a expresar su tristeza, no algo que le molestara tanto como “El Cascanueces”. Se acurrucó en el banco y se dispuso a dormir para pasar su molestia
Uriel observó las inmensas montañas verdes obscuras reflejadas en el lago de la universidad. El tiempo estaba tan nublado, que las cimas nevadas de éstas no se podían ver, y el frío era terrible.

Miró a su alrededor y se percató de la melena castaña, larga y lisa de Amber, quien dormía en un banco acurrucada. Rápidamente volteó hacia otro lado. No sabía qué haría si ella llegara a despertar y lo viera allí, sentado bajo la sombra del árbol donde estuvo con ella una vez y muy cerca de su banco. “¿Por qué a mí?”, se preguntó mirando al cielo con el entrecejo fruncido.

Amber trataba de dormir, pero sólo conseguía mantener los ojos cerrados, entreabrió los ojos y miró las montaña mientras mantenía la cabeza apoyada del banco -a la mierda todo -pensó y le sonaron la tripas –ahg, bien bueno pues, ahora si es verdad que el Universo está en contra mío hoy.

Los pensamientos de Amber llegaron a Uriel como un silbido. Sonrió al escucharla. “Siempre quejándose”, pensó mientras la miraba sonriente. Él quería llegar hasta ella, saludarla como siempre e invitarle el almuerzo, pero estaba claro que no podía llegar hasta ella como si nada después de lo que pasó; porque entonces pensaría que era cierto lo que supuso, que él nada más quería estar con ella por su cuerpo.
Amber pensó en Uriel enojada consigo misma, lo más seguro era que le odiara por ser tan tonta, suspiró y cerró los ojos con fuerza para retener las lágrimas que amenazaban con escaparse -qué idiota soy -murmuró en voz baja y quiso irse a algún otro lado que no fuera la universidad.

Uriel sacó valor sin saber de dónde y caminó hasta ella. Se agachó a su lado y jugó con su cabello.

Amber entreabrió los ojos molesta con la intención de mandar al diablo el que estuviera molestándola, pero al ver la imagen de Uriel, su corazón dio un vuelco y no pudo articular palabras, sólo verlo como si estuviera en un sueño.

-¿Te desperté? –le preguntó mientras detallaba algunos mechones rojizos de su cabellera.

-No -contestó -no estaba dormida, sólo descansaba un poco -contestó con voz pesada.

-Amm… Si quieres te dejo para que sigas descansando –Uriel se puso de pie y se metió las manos en los bolsillos.

Amber le tomó por el brazo para que no se fuera. Fue por puro reflejo y lo hizo sin pensar, así que cuando Uriel la miró sorprendido, desvió la mirada avergonzada.
Uriel miró la mano de Amber sujetándolo y luego su rostro. -¿Qué? –le preguntó sin más nada que decir.

Amber se sobresaltó un poco, le soltó el brazo y se levantó –no, nada -frunció el ceño enojada y empezó a irse en otra dirección -nos vemos -le dijo y pensaba -trágame tierra -tratando de frenar sus impulsos por salir corriendo.

Uriel corrió tras ella, y esta vez fue él quien la detuvo tomándola de la mano. Ya no sentía nada raro, ya estaba seguro de lo que era. -¿Adónde vas?

-Ah... bueno, a... al comedor -mintió olvidando que faltaba por lo menos una hora para el almuerzo.

Uriel miró su reloj de muñeca mientras sostenía a Amber, y se dio cuenta de que aún faltaba una hora para que abrieran el comedor. Entendía que Amber le mintiera, no quería estar con él después de lo ocurrido. La soltó. –Ah, bueno… nos vemos más tarde entonces. No tengo hambre –se dio media vuelta y comenzó a caminar.

Amber estuvo a punto de pegar un grito al cielo por lo estúpida que podía llegar a ser, pero sólo se dio un manotazo en la cabeza y reunió todo su valor para correr detrás de Uriel y sostenerle por la muñeca -y... yo en realidad no tengo hambre -mintió aunque sus tripas crujían quejándose -¿puedo acompañarte un rato a donde quiera que vayas? -estaba roja de la vergüenza pero ya había dado ese paso.

-Sé que tienes hambre, Amber. Yo sólo daré una vuelta por ahí mientras abren el comedor…

-Sí, tienes razón -forzó un sonrisa a pesar de estar nerviosa -entonces no te voy a molestar -la actitud de Uriel era algo pesada, pero entendía que era porque le odiara luego de haberlo rechazado de esa manera, no creía que él la quisiera por su cuerpo pero quizás estaba molesto porque tal vez él pensaba que ella lo odiaba o algo parecido -ahg, escucha porque sólo lo voy a decir una vez... no te odio para nada y disculpa por lo de ayer, es sólo que me puse algo nerviosa, lo cual hasta a mí me sorprende porque yo no soy así -suspiró frustrada -pero si me odias, está bien. No me molestaré por eso -dijo dio media vuelta y empezó a caminar hacia el comedor.

Uriel bufó. –Amber –dijo lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara claramente. Ella se detuvo pero no volteó a mirarlo. –No te odio… ¿Cómo puedes pensar que te odio? ¿Crees que si fuese así, me acercaría a ti a acariciarte o a hablarte? ¿No es más lógico que te ignore? –Uriel cerró los ojos con fuerza ante la idea. –Yo no podría ignorarte…porque yo estoy ena… -se detuvo al pensar lo que iba a decir. Iba a decirle que estaba enamorado de ella; pero, ¿y si ella no lo estaba y lo volvía a rechazar? –Perdón, yo… yo –tartamudeó. -¡Ahg! Lo que quiero decir es que no estoy enojado contigo. Sí me molestó mucho lo de ayer… Pero no soy nada tuyo para obligarte; nadie puede obligarte a hacer algo que no quieres. Es que simplemente no sé cómo diablos tratarte ahora –bajó la mirada.

Amber sintió que se desmayaría de la alegría -lo siento, ha sido todo mi culpa. Soy tan estúpida -le dijo. Había creado un gran conflicto entre ellos sin quererlo -¿entonces quedamos bien?, ¿amigos como antes? -le preguntó esperanzada.

“¿Amigos?”, se repitió Uriel en la cabeza. Esa palabra fue como un puñal directo hacia el centro de su pecho. “¿Qué más da?”. –Sí –la miró. –Amigos –dijo entre dientes y fingiendo una sonrisa.

Amber sonrió aliviada, aunque la palabra “amigo” no le había agradado, pero eso era mejor que nada y ella quería que volvieran a como eran antes.

-Bueno… ¿Qué hacemos mientras esperamos a que abran el comedor? –le preguntó Uriel.

-Ammm... no sé, no hay mucho qué hacer por aquí, tengo ganas de bailar pero la demonio de mi profesora me saca de quicio y por eso me fui de clases hoy -se rascó la cabeza pensativa.

-¿Vamos a algún sitio de la universidad donde puedas bailar?

-¿Seguro? -sonrió -¿pero dónde?

-Mmm. Averigüémoslo –le sonrió y le guiñó un ojo; después la tomó de la mano y caminaron por varios pasillos de la universidad. Subieron por la torre de música, donde Uriel veía clases de piano, y fueron hasta el último piso. Llegaron a un salón que estaba al final de un pasillo y entraron. Allí estaba un piano negro, las mesas pegadas a la pared y unas ventanas tipo panorama que dejaban contemplar todo el paisaje. -¿Te gusta éste?

Amber sonrió -me encanta -caminó de puntillas hasta el piano -¿puedes tocar para mi? -le preguntó sonriendo.

Uriel le sonrió. -¿Qué quieres que toque para ti?

-Mmm... Algo suave –sonrió.

Uriel caminó hasta la butaca del piano y se sentó. Pensó en una sinfonía suave y le vino a la cabeza la canción del Titanic. Empezó a tocar mientras la comisura de sus labios se levantaba al ver a Amber bailar.

Amber sintió la música como un suave susurro en sus oídos, de un momento a otro, comenzó a bailar dejándose llevar por las ondas de sonido que provenían del piano, en la tonada se podían apreciar los sentimientos del compositor y de Uriel, que tocaba... Cada, emoción, cada sentimiento era transmitido y ella estaba feliz de hacerlo físico con su baile; tan suave, tan romántico, justo como ella se sentía en ese momento con Uriel a su lado, como si flotara en una esponjosa nube blanca en el inmenso cielo azul, ella ni pensaba, sólo bailaba dejándose guiar y sintiéndose más feliz a cada paso que daba y a cada nota que sonaba.

Uriel se sabía perfectamente la tonada, así que no necesitaba ver las teclas que tocaba; sólo tenía perdida la mirada en Amber. Lo que había imaginado una vez, se había hecho realidad de cierto modo; él tocaba algo para ella mientras baila, sólo que no estaban en la orilla del lago de la universidad, pero podía apreciarlo todo desde la panorámica del salón.

Amber sabía las dimensiones del espacio donde bailaba, así que no tenía ningún problema en cerrar los ojos para sentir aun más la música que Uriel le tocaba, se sentía emocionada, había hecho realidad su ilusión de Uriel tocando para ella y le encantaba bailar al ritmo de la música con aprecio y cariño.

A Uriel le brillaban los ojos cada vez que veía el cabello de Amber bailar en el aire cuando ella daba una vuelta o un brinco… No podía asimilar todavía que todo se había rebajo a “ser amigos”. Dejó de mirarla y sintió la presencia de alguien más en el salón. Miró hacia la puerta y allí estaban Gabriel, su profesor, Madame Angeliqué y un joven que no conocía.

Gabriel carraspeo. –Muy bien –dijo sonriendo.

Uriel dejó de tocar y los miró con ira, pero no dijo absolutamente nada por haberlos interrumpido.

Amber se detuvo tan bruscamente que por un momento perdió el equilibrio y casi caía al suelo, miró a Madame que le observaba estudiándola y asintiendo como si la hubiera estado viendo desde hacía rato, lucía complacida pero a la vez enojada, después de todo se había fugado de clases; a su lado estaban dos hombre uno viejo que creía reconocer como algún profesor de algo, no recordaba ni le interesaba recordar y un chico de más o menos su edad muy alto, esbelto y guapo.

-Tan hermoso como siempre, ma cherí -le dijo Madame rompiendo el silencio, se acercó a ella junto con el chico que le seguía como un perrito a su amo -Ma cherí, este es Nickolas Patrovski, él bailará contigo en la obra -le señaló y el chico sonrió abiertamente, le cogió la mano derecha a Amber y se la besó.

-Es un placer conocer a tan espléndida bailarina -comentó con un ligero acento ruso.
Amber asintió -un placer igual -contestó un tanto distraída como si no le importara la galantería del chico.

A Uriel casi se le cambian los ojos a rojos, pero trató de tranquilizarse. “Somos amigos, ¿no? No puedo ponerme celoso”, pesó y frunció el ceño mientras se levantaba de la butaca.

-¿Ella será la protagonista, Madame? –le preguntó Gabriel a Madame Angeliqué.

Madame asintió orgullosa -ella es Amber Russoush, la mejor de mis bailarinas, le aseguro que es lo mejor de lo mejor -Amber suspiró, odiaba tanta formalidad tenía ganas de salir corriendo como siempre lo hacía cuando Madame se ponía pesadita.

Gabriel sonrió amablemente. –Me doy cuenta. Debe estar muy orgullosa de tener una alumna como ella –miró a Amber sonriendo y luego volteó hacia Uriel. –Él es Uriel Ivancov, será el pianista principal en la obra de El Cascanueces…, reemplazará el violín.

Uriel miró a Amber extraño. No le había comentado que sería la protagonista en esa obra, aunque él tampoco le había dicho que sería el pianista.

Amber quedó con la boca abierta pero luego sonrió feliz, ¿quien mejor que Uriel para hacer que a ella le empiece a gustar una obra que aborrece totalmente?, le sonrió a Uriel agradecida; ya había cambiado totalmente su perspectiva de la obra, aunque aún no le gustaba con Uriel tocando sería mucho más llevable.

-Es un jovencito muy talentoso -elogió Madame sonriendo -espero con ansias que la obra se estrene.

Nickolas miró a Uriel sereno y luego miró a Amber y le abrazó la cintura -yo también espero con ansias el estreno -dijo a Amber que le molestó un poco que la tocara con tanta ligereza y confianza pero no dijo nada, sólo se apartó un poco.

Uriel sintió un gran impulso de saltarle encima al tal Nickolas y destrozarle las entrañas, pero respiró hondo y miró hacia otro lado. “Somos amigos, somos amigos, somos amigos”, repitió en su cabeza una y otra vez.

-Yo también quiero que llegue el día del estreno. Pero aún falta un mes –miró a Uriel –y debemos practicar mucho –acotó con seriedad y Uriel suspiró.

-Eso es cierto Eso va contigo también, ma cherí -Amber arrugó la cara al escuchar a Madame -ahora que llegó Nickolas, podemos practicar mucho tiempo las partes que son en pareja -sonrió y Amber suspiró molesta.

-No se necesita practicar tanto, es sólo una estúpida obra. Ya yo me sé todo, sólo tengo que acoplarme al tipo éste -contestó Amber con tono altanero señalando a Nickolas que en vez de sorprenderse por su actitud, sonrió muy divertido.

-¡Amber!, ese vocabulario tuyo -le reprendió Madame y le iba a propinar un sopetón por la nuca pero antes de que acertara el golpe, Amber lo esquivó can agilidad, miró a Uriel algo inquieta y luego salió corriendo con Madame tan furiosa que quiso lanzarle un zapatazo por la cabeza, pero se contuvo y solo gritó -¡AMBER!
Nickolas se carcajeó tanto que se le salieron las lágrimas -eso... eso fue divertidísimo -comentó y Madame trató de guardar compostura y se disculpó con el profesor Gabriel.

-Lo siento, ella es muy talentosa pero es la reina del libertinaje -comentó suspirando.

Gabriel carcajeó. –Me doy cuenta.

Uriel había aguantado una carcajada y se puso la mano en la boca para reírse.

-¿Se va a burlar de la Madame, señor Ivancov? –Gabriel lo miró con el entrecejo fruncido.

-Claro que no –dijo mientras tomaba aire.

-Más le vale –miró a Madame y a Nickolas. -¿Desean ir a almorzar?

Madame sonrió asintiendo, Nickolas a pesar de no querer estar junto con el par de profesores, tenía que estarlo, ya que no conocía a nadie más de la universidad; asintió resignado, se despidieron de Uriel con la mano y salieron al comedor.
Uriel esperó a que esos tres se perdieran por los pasillos, para ocultarse y teletransportarse hasta el jardín más cercano al comedor. Llegó antes que Gabriel, Madame y Nickolas. Divisó a Amber en un puesto, ésta se daba golpes en la frente y maldecía. Uriel rió y se sentó frente a ella.

-AHG, QUE PENDEJA SOY -pensaba Amber mientras pegaba la frente levemente contra la mesa, ni se dio cuenta cuando Uriel se sentó enfrente de ella.

-Hola, “reina del libertinaje” –le dijo Uriel con un ligero tono de burla y una sonrisa encantadora.

Amber al escuchar la voz de Uriel, apoyó la quijada de la mesa y lo miró con el ceño fruncido -así me llaman -sonrió -no tengo la culpa por estar en contra del sistema.

-Sí…, así te llamó tu querida profesora –hizo una pequeña pausa. –No me habías comentado que serás la protagonista de la obra esa…

-Así me llama siempre, piensa que con eso me voy a sentir mal y voy a cambiar -suspiró -y tú no me había dicho que eras el pianista de la obra, así que estamos a mano -finalizó con una sonrisa.

-Mmm… Creo que nos pasaron tantas cosas que olvidé ese insignificante detalle –hizo un ademán con su dedo pulgar y su dedo índice.

Amber rió y se irguió en su silla, luego colocó los codos de la mesa, entrecruzó sus dedos y apoyó la barbilla de estos sonriendo -a mí también se me olvidó, sobre todo por que es algo sin importancia. Hablando claro, esa obra la aborrezco.

-A mí, sinceramente, me da igual esa obra… Aunque aquí parece ser que es importante para todo el mundo. El propio subdirector de la universidad fue el que me buscó y me dijo que fuese el pianista.

-Ahg, es que es muy importante, es la obra predilecta para navidad -suspiró molesta -yo odio esa obra, dirás que estoy loca pero es que la verdad es que no me gusta para nada la navidad.

-Estás loca… pero no porque odies la navidad. Todo el mundo tienes sus gustos –bufó. -¿Por qué la odias?

Amber rió y luego se puso un poco seria -no se, simplemente me parece una época muy materialista, es una época en la cual te preocupas por gente que nunca te preocupas, algo muy hipócrita -pensó en su padre -una época que todo tiene que estar perfecto y compartir con la familia por obligación, bla, bla, bla... en fin, simplemente me parece que es mucho jaleo para un día como cualquier otro.

-Tienes razón… Aunque creo que mi familia era muy diferente en ese sentido. Siempre teníamos contacto… Mi padre, siempre era quien organizaba la reunión y ofrecía nuestra casa. Unas tías se encargaban de la comida, otros de la música, y así. Pero, eso cambió después de que él falleció. A él le encantaba la navidad, decía que le recordaba a mi madre –sonrió a duras penas. –Le pidió matrimonio en época de navidad.

-Ah, lo siento mucho si te ofendí por eso, mucha gente se siente ofendida porque hablo de esa manera de la navidad...mmm... y por cierto ¿tu padre no es ese viejito de tu casa?

Uriel rió. –Hace poco me preguntaste lo mismo… Y te dije que no, no es mi padre. Él me ha cuidado casi toda mi vida, así que lo trato como si fuese mi papá.

-Ahg, discúlpame, es que ya estoy como los viejo con Alzheimer, me olvido de todo, estoy demasiado despistada de unos años para acá.

-Jaja, tranquila. Me he dado cuenta de eso. A veces yo soy así también.

Amber sonrió -ahg, por eso siempre vivo en problemas. La verdad es que se me olvidan cosas que no tienen que ver conmigo o que no me interesan tanto como para preocuparme por ello, Katy siempre me regaña por no estar pendiente de los detalles -rió –Ahg, creo que tengo hambre.

-Yo invito –le sonrió y se puso de pie para hacer la cola del comedor y comprar la comida.

Amber siguió con la mirada a Uriel y se topó con la de Katy que se dirigía hacia ella.

-Amber, ¿por qué huiste de esa forma en la clase? -preguntó acercándose a ella.

-Porque ya no soportaba tanto griterío de Madame y estaba aburrida, por eso.

-Ahg, ¿quién puede contigo?

-No lo sé, hasta ahora tú lo has hecho muy bien -sonrió.

-Seh, lo que digas -entornó los ojos -y por cierto hoy no voy a poder comer con ustedes, bueno es que...mmmm -se sonrojó.

-Vas a estar con Thony, ¿verdad? –sonrió. -No te preocupes, pero no te olvides de tu mejor amiga -le dijo burlona.

-Si, no te preocupes, yo jamás me olvido de ti -le acarició la cabeza y se fue, Amber le miró hasta que vio que se encontró con Thony, luego cerró los ojos y se sintió un poco adormilada y hambrienta.

Uriel compró la comida. Primero dejó los dos platos en la mesa y luego as bebidas. Vio a Amber con los ojos cerrados y la besó tiernamente en la mejilla. –Buen provecho –le susurró y se sentó en el mismo sitio de antes.

Amber abrió los ojos con pereza y sonrió a Uriel en agradecimiento por la comida, empezó a comer y vio a Lestat que se sentaba al lado de Uriel, le saludó con la mano.

-¿Qué hay, Uriel? –le dio unas palmadas en la espalda. -¿Qué cuentas, chica bipolar? –miró a todas partes. -¿Y la Virgen María? –preguntó extrañado.

-Esta con su novio -comentó Amber mientras masticaba. -Se cansó de verte el rostro todos los días -finalizó al tragar

-¿Novio? –preguntó con incredulidad y luego se echó a reír. –Pff, por favor, ¿quién podría cansarse de verme? –dijo orgulloso.

-Yo… -comentó Uriel después de beber un sorbo de su refresco.

-Seip, mi amigo Thony, el grafitero, quizás lo conozcas. -Yo también estoy cansada de verte -comentó Amber.

-¿El que tiene cara de gay? –rió estrepitosamente. –Es su primer novio… Era de esperarse algo así –miró a Uriel con el ceño fruncido y le dio un codazo. –No me quieras tanto, hijo de tu mamá.

-¿De quién más puedo ser hijo?

-¡Ja! Ustedes sí que son simpáticos –bufó.

-No más que tú -contestó Amber con sarcasmo y siguió comiendo.

-Miren si están amargados, no la paguen conmigo… Y ya vengo, por tu sarcasmo –señaló a Amber –y tú por quererme tanto, almorzaré con ustedes, así que ya vuelvo –se paró y fue a comprar su comida.

Amber se rió entre dientes -es tan molesto, ¿cómo lo soportas?

-Porque, aparte de mi “padrastro”, él me soporta mucho más y siempre está cuando necesito ayuda. Por eso es mi mejor amigo y lo soporto –sonrió.

-Yo también te soporto -rió -por lo menos eres mas soportable que yo.

Uriel carcajeó. –Eres fácil de soportar, Amber. Sólo hay una cosa que no soporto de ti, pero el resto me gusta.

-¿Y qué es? -preguntó curiosa.

-Que fumas. Pero, en algún momento me acostumbraré –le sonrió y Lestat llegó con su comida.

-Entonces, ¿harás fiesta mañana? –le preguntó a Uriel.

-¿Fiesta? – repitió extrañado.

-Sí… Tú sabes, la música, comida, las chicas lindas. Una fiesta, ¿o prefieres llamarle rumba?

-¿Una fiesta de qué?

Lestat negó con la cabeza y suspiró. –Tú cumpleaños, imbécil.

-¿Mi…? –Uriel miró su reloj de muñeca y vio que era 12 de noviembre. –Rayos…

-¿Tu cumpleaños es mañana? -Amber se sorprendió un poco -vaya ¿y cuántos cumples?

-Veinticinco…

-¡JA! –A Lestat se le escapó una carcajada y Uriel lo miró con el ceño fruncido.

-Vaya, que viejo -rió Amber -eres 3 años mayor, pensé que tenías algo así como 23.

“No sabes cuán viejo soy”, pensó. –Yo te había dicho que tenía 24 la primera vez que salimos… -comenzó a comer.

-Ahg, si es verdad, ¿ves?... soy una despistada con Alzheimer -se metió otro bocado en la boca.

-Bueno, como seguía diciendo… ¿Harás una fiesta o no? –siguió Lestat.

-Aún no lo sé.

-Deberías… Son tus 25, eso no se cumple todos los días –comentó con algo de sarcasmo.

-Tranquilo, si me da la gana de hacer una fiesta, te llamaré y te diré que traigas a todo tu equipo y a tu gente, ¿feliz?

-Mucho –sonrió y siguió comiendo.

Amber bostezo -tengo como sueño -pensó sin seguir la conversación de los chicos, no le importaba mucho si hacían fiesta o no, de todas formas no creía que pudiera ir, si se emborrachaba nuevamente en esa semana, Madame le dejaría noqueada.

-Yo no quiero ir a clases de francés… -comentó Uriel.

-¿Y tú crees que yo sí? Yo me largaré de aquí ya mismo –Lestat terminó su comida y se levantó con la bandeja. -¿Ustedes se quedaran?

-Yo me voy a escapar de las obscuras garras de la demonia antes de que me haga bailar hasta morir -comentó Amber -es más, creo que me está vigilando ahora para que no huya. Tengo que encontrar la manera de escaparme sin que me vea.

-Huye conmigo –le propuso Uriel sonriente.

-¡Uy! Qué tentador –Lestat carcajeó.

Amber rió también -huyamos juntos entonces -siguió le juego, se levantó y cogió de la mano a Uriel.

Uriel corrió con Amber y Lestat les gritó: -¡Tranquilos, yo recojo sus bandejas! –rió e hizo lo que dijo.

Uriel y Amber llegaron al muelle jadeando. Él fingía, pero por todo lo que corrieron, a Amber le iba a parecer extraño si él no hacía algún gesto de estar cansado.

-¿Adónde vamos? –le preguntó.

-A donde el viento nos lleve -le dijo Amber recuperando el aliento sonriente -o debería decir a donde tu auto nos lleve.

-Ya sé a dónde –le sonrió pícaramente y subieron al ferry. Al llegar, ambos subieron al auto y Uriel condujo hasta el centro de la ciudad. Una vez allí, se detuvo en una heladería enorme, que tenía un letrero que decía 4D con una barquilla de luces de neón. –Llegamos.

-Que bien. ¡Helados! -dijo Amber animada como una niña pequeña. -No como helados desde... no recuerdo, es como lo del cine –sonrió. -Yo quiero una enorme barquilla de chocolate.

-La tendrás –él se bajó del auto, le abrió la puerta a Amber como siempre, le puso la alarma al auto y entraron a la heladería. Había un gigante mostrador con todo tipo de helados.

-Woooaah -dijo Amber asombrada y pensó nuevamente el sabor de su helado, habían de tantos sabores que quería probar todos los tipos que habían -ahora no estoy segura si quiero de chocolate -le dijo a Uriel riendo.

Uriel rió. –Le puedes decir a la que nos atenderá que te haga probar cada helado. Siempre dejan hacer eso… Así ya no tendrás que comprar ninguno. Son muchos; te llenarás.

-¿Enserio se puede hacer eso?... que bien. Eso es mejor que comprar sólo uno, vamos a hacerlo

Uriel carcajeó. –Las damas primero –le hizo señas hacia la chica del mostrador.

-Buenas tardes, ¿qué desean? –preguntó la chica sonriente.

-De todo -pensó Amber -una barquilla para mi -le dijo a Uriel sonriendo.

-¿Qué sabor?

-Mmmm... y si vemos cuando lo hagan, es que no estoy segura.

-No hay problema. Pueden probar –dijo la mujer haciendo un además hacia el mostrador y le guiñó un ojo a Uriel, éste miró a Amber y casi se echa a reír.

Amber empezó a pedir un poco de todos los sabores, se sentía maravillada con cada cosa que probaba, y le daba a probar a Uriel con la mano.
-Me gusta el de almendra –comentó Uriel mientras saboreaba el helado que le daba Amber.

-Me encanta el de chocolate con brownie y el de parchita... ¿Puedo pedir los dos juntos?

-Los que quieras –Uriel le besó la mejilla y la otra chica entornó los ojos.

Amber sonrió abiertamente, más porque por el beso de Uriel que por el helado, ya estaba acostumbrada a que él le hiciera eso y le encantaba, era como su pan de cada día -choco-brownie y parchita será -le dijo.

-Está bien –Uriel pidió un helado de almendras para él y el choco-brownie con parchita de Amber.

-Enseguida salen –la chica sonrió y armó los helados; luego se los entregó a Uriel y éste los pagó.

Uriel le dio su enorme helado a Amber y se dirigió a una mesa cerca de una ventana.

Amber lo cogió con entusiasmo, y se fue a una mesa cerca de la ventana en donde se podía ver la ciudad, empezó a lamer el helado saboreando cada pizca mientras esperaba a Uriel.

Uriel se sentó frente a ella y también empezó a contemplar la ciudad- Afuera se veía el estacionamiento, una pequeña plaza con una fuente y a lo lejos las montañas. –Me encanta Castlevania –comentó él casi en un susurro.

Amber escuchó su comentario y sonrió - es maravilloso -concordó ella -pero es un pueblo muy pequeño, por eso no espero vivir aquí por mucho tiempo.

-A veces es preferible un pueblo como éste que una ciudad… De verdad –lamió su helado. –En las ciudades no ves tanta naturaleza como la que hay aquí… Sólo edificaciones.

-Es verdad, pero en un lugar como éste no puedo ser una bailarina reconocida a nivel mundial, tendría que irme por lo menos a Inglaterra o Francia.

-Tienes razón… Yo sólo me quedaré aquí el tiempo que sea necesario. Después me iré a otra parte.

-¿Y por cuanto tiempo es eso?, ¿hasta que te gradúes?

-Puede ser… Tal vez viva aquí unos cuantos años más después de graduarme y luego me iré.

-Mmmm... ¿Y si te vas conmigo cuando sea una famosa bailarina? Podemos vivir en una comunidad de esas en las que varios chicos viven juntos en una casa, podemos decirle a Katy y al lobo feroz que se vengan con nosotros, será divertido -convidó Amber sonriente.

Uriel pensó en los años que debía aprovechar en Castlevania antes de irse a cualquier otra parte. –Sí…, podría ser. Aunque también tendría que ir tu “amiguito” Thony, el novio de Katy.

-Mmmm... Quizás, pero no lo creo, él aunque no lo parezca, es tan sifrino que no puede vivir en otro lugar que no sea una casa que haya comprado su rico padre... en pocas palabras es un hijo de mama y papá -iba casi por la mitad del helado que empezaba a chorreársele por las manos.

-Entonces, lo más probable es que deje a Katy si ella acepta venir a vivir con nosotros a otro país… y le hará daño –Uriel lamió las partes derretidas de su helado para que no se le chorreara.

Amber hizo lo mismo pero le quedó un poco de helado en la barbilla, no se había dado cuenta de eso -Mmm, tienes razón entonces viviremos, el lobo, tú y yo.

-Tendremos que soportar a todas las mujeres que traiga Lestat –le vio la gota de helado en su barbilla y se echó a reír. Se acercó a ella con una servilleta. –Estoy empezando a creer que haces esto apropósito –siguió observando la gota de parchita. Pudo leer en los pensamientos de Amber que decía “¿Qué?”, se acercó tanto que sintió la tentación de besarla, pero en vez de eso, la limpió con la servilleta y volvió a su asiento.

-Ammm, eso sería un problema... Entonces vivamos tú y yo nada más. Sería divertido -sonrió.

-Muy divertido –sonrió pícaramente y acabó su helado. -¿Sabes lo peligroso que es vivir con un amigo como yo?

-Mmmm, no lo sé –sonrió. -¿Y tú sabes lo peligroso que es vivir con una amiga como yo? -contraatacó con picardía.

-Podría imaginármelo –le devolvió la sonrisa. –Pero no eres más peligrosa que yo.

-¿Y cómo lo sabes?, apenas nos conocemos. Ni siquiera Katy que es mi mejor amiga me conoce completamente

-Creo que sé lo suficiente para saberlo. Pero, ¿qué sabes tú de mí? –le sonrió mientras alzaba sus cejas.

-Mmmm... ¿Qué? ¿Eres alguna clase de ser extraterrestre? -rió -¿Alguien fuera de este mundo?

-Algo así… Te lo dije, pero no me prestaste mucha atención.

-Discúlpame, pero creo que aun con todo eso sería muy divertido.

Uriel rió. –Yo pienso exactamente lo mismo.

Amber se terminó el helado y quedó muy llena. -Creo que comí demasiado -comentó sobándose el estómago -si engordo, el tal Nickolas ese no podrá sostenerme en la obra.
Uriel carcajeó. –Estás bien así… No vayas a meterte a anoréxica. ¿Quieres que te lleve a tu casa?

-No lo creo, adoro comer -sonrió -además gracias a ti, he explorado uno de los mejores placeres de la vida... Y sí, por favor si no es mucha molestia.

-Está bien. Vamos –le sonrió y le abrió la puerta de la heladería. Subieron al auto y Uriel manejó hasta el porche de su edificio.

-¿Quieres subir un rato a tomar una taza de café?, es lo único que podría ofrecerte.
Uriel recordó la noche después de la fiesta de Halloween. Suspiró. –Está bien –le sonrió y apagó el auto.

Entraron al edificio y esperaron el ascensor. Uriel no hallaba que decir; estaba completamente hundido en sus pensamientos, o mejor dicho, los recuerdos de la otra noche en su casa.

Amber estaba pensando en que tipo de café hacer, que le agradara a Uriel, era lo único que podía preparar decentemente porque a ella hasta el agua se le quemaba. Llegaron al piso y abrió la puerta pero lo que se encontró la desconcertó completamente.

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