sábado, 29 de mayo de 2010

Cap XX: un sueño muy vivido.

Esa mañana me levanté con un terrible dolor de cabeza, el despertador había sonado como siempre para irme a la universidad, pero la pesadez de mi cuerpo era tal que no podía levantarme de la cama, el sonido del despertador era tan terrible y me zumbaba en los oídos. Maldije para mis adentros al creador del sonido en ese momento, traté como pude de arrastrarme hasta la mesa de noche estiré el brazo hasta que alcancé a apagar el despertador pero luego caí vertiginosamente sobre el suelo frío de mi habitación.

-Maldita sea la... -bufé -ahg, me duele la cabeza -sobé mis sienes tratando de apaciguar mi dolor -sentí algo de nauseas y corrí al baño antes de vomitara en todo el cuarto, me incliné sobre el inodoro y arrojé todo lo que había bebido la noche anterior en él -ahg, siempre me pasa lo mismo cundo bebo.

No soy como la gente normal, yo vomito es durante la resaca y no cunado estoy en plena borrachera, sin mencionar los dolores de cabeza y la tambaleadera de mi cuerpo.

Decidí que iría a dormir un rato más, así que luego de lavarme la cara me fui directo a la cama que se movía como un maldito barco en alta mar, conseguí conciliar el sueño un rato y soñé algo muy, muy extraño; Uriel vestido de vampiro venía y me decía que era uno verdadero, de esos que chupan sangre y todo, pero lo más extraño era que no me importaba, más bien me parecía fascinante; luego se acercaba a mi con lentitud y me besaba, un beso dulce y amargo como brandy y chocolate, algo que hizo que mi respiración se entrecortara y mi corazón se acelerara; deslizaba sus dedos por mi espalda y me acariciaba los muslos tiernamente, yo caí redondita ante la pasión que me envolvía, el calor de mi vientre se extendía por todo mi cuerpo y sus besos me embriagaban, me miró con esos chocolate profundos, mi cuerpo temblaba y mi mente pedía más y más, y luego...

Me desperté agitada, con la respiración entrecortada y el corazón acelerado, me pasé la mano por la cara y me restregué los ojos.

-Dios, ¿qué fue eso? -pensé tratando de calmar mi corazón acelerado -t... te... tengo que bañarme eso es, tengo que darme una ducha -vi el reloj, ya pasaban la diez, ya no había ido a la universidad y ya no vería a Uriel, bueno, mejor para mí porque con esta clase de sueño no tendría la cara para mirarle a los ojos

Me duché con agua fría y eso ayudó a despejarme la mente y a quitarme la resaca casi por completo, aunque mi estómago esta aun poco revuelto, ya no me dolía la cabeza. Me vestí con el maillot del ballet y encima unos jeans con ruedo roto, mis converse negras y la chaqueta, me recogí el cabello con forma de cebollita, cogí mi bolso de ballet y salí hacia el estudio de la abuela para bailar un rato y no perder mi día, tenía que practicar los pasos de la obra por lo menos un poco o sino Madame Angeliqué me estrangularía mañana, solo esperaba no encontrarme con Katy en el camino porque seguro me despellejaría por no haber ido a clases.

Caminaba por las calles con flojera y un poco de mareo, me fumé unos cuantos cigarrillos antes de coger el autobús que me llevaría hasta la plaza, no tenía muchas ganas de caminar tanto y sin mencionar que tendría que pasar por Warrent para poder llegar a la plaza.

Suspiré de alivio al ver que tenía un par de monedas en el bolsillo de la chaqueta y mi carnet estudiantil en el bolso, así no tendría que pagar el pasaje completo, me subí al autobús que estaba completamente vacío a excepción de una viejita que estaba sentada en el primer asiento con un par de bolsas de mercados, le pagué al conductor al entrar y me miró con mala cara cuando le mostré el carnet estudiantil, me dieron ganas de preguntarle “¿qué me ves bastardo?”, pero no tenía la energía para ponerme a pelear con nadie tan temprano por la mañana.

Me senté en el asiento más lejano al conductor, y vi por la ventana, estaba fría y se empañaba con mi aliento, vi el clima, estaba nublado y frío, a los árboles se les caían las hojas por el otoño, me encanta otoño, no es tan frío como en invierno ni tan caluroso y húmedo como en verano, la primavera estaba bien, pero no tanto como en otoño.

El autobús pasó de las destartaladas calles de mi vecindario a las hermosas de Warrent, con sus impresionantes casas y jardines que ahora estaban abarrotados de montañas de hojas ámbar y rojas, recordé que ámbar en ingles era mi nombre, que irónico porque yo odio todo lo que tenga que ver con el ingles, lo más seguro fuera que haya sido idea de mi padre ya que mi madre no es muy dada a los idiomas; mi padre, alguien que se parecía tanto a mi que me abrumaba, su personalidad, aspectos y gustos eran parecidos a los míos, como su amor por el otoño y por el ballet clásico, él era alguien que quería mucho a pesar de que me haya olvidado, era alguien que me había producido un gran dolor en el alma por dejarme, por tirarme y ya no incluirme más en su vida, lo perdoné ya que no soy rencorosa pero la herida quedó y lo peor era que mi madre, como mi padre, me abandonó también, pero el abandono de ella fue peor, ya que ella apenas me dirige la palabra era como vivir con una completa extraña.

Me di cuenta que el autobús se detuvo, ya había llegado a la plaza, me había enfrascado tanto en mis pensamientos que no me había dado cuenta que ya había llegado, el conductor me miraba con mala cara por el retrovisor así que me levanté y me fui, pero antes de bajarme le di los buenos días con una sonrisa, eso cambió su actitud y creo que hasta se sintió un poco avergonzado.

Comenzó a lloviznar así que corría a través de la plaza, en dirección al estudio de mi abuela, el viejo edificio era muy distinto a los que estaban a su alrededor pero eso le hacía tener una belleza única. Al llegar mi abuela me recibió tan alegremente como siempre, apretujándose con fuerza hasta casi dejarme muerta por falta de aire.

-Hola querida -su acento francés era parecido al de Madame, pero más cálido y animado -pasa, pasa, me extrañó que no vinieras el fin de semana pero que bueno que viniste hoy tus pequeños primos se escaparon de clases y vinieron aquí a bailar, pero por lo visto tu también hiciste lo mismo.

Sonreí -si, es que ayer en la noche fui a una fiesta y la resaca de esta mañana era tal que no me podía levantar -comenté caminando en dirección al estudio donde habían grandes espejos y la barra para calentar -pero ya se me pasó ahora solo tengo un poco revuelto el estómago.

-Ahg, hija... eres igual a tu padre a tu edad, pero el no tenía esa disposición para el baile como lo tienes tu, ten tómate algo frío antes de empezar -me tendió un vaso de jugo de naranja que tenía sobre el mostrador, me lo tomé de mala gana ya que no me gustaba mucho la naranja y seguí encontrándome a mis pequeños primos en el camino.

-¡Amber! -exclamó mi pequeño primo Anton, el mayor y único varón era muy lindo, de ojos azules muy claros y cabello casi amarillo, era muy animado, y lo mejor de todo es que no creo que termine siendo gay como la mayoría de los hombre que bailan ballet; me abrazó por la cintura con una sonrisa en la cara -prima que bueno que has venido me encanta que bailemos juntos.

-Toni -así le llamaba -vengo a bailar no a enseñarles.

-Pero Amber, por favor, bailas fabuloso y sería una pena para nosotros desperdiciar un momento como este.

-Les enseño gratis casi todos los fines de semana, hoy es lunes y ustedes deberían estar en clases.

-Tu también.

-Es cierto, pero si no voy a clases la universidad no va a llamar a mis padre porque jubilé por este día, a ustedes los espera un gran problema.

-En realidad a mi y a Sophia nada más, ya que Elisa se acobardó y decidió quedarse en clases.

-Peor aún, cuando la vean y a ustedes no, más rápido llamaran a tu mamá o al tío John.

-Bah, no me importa, aunque Sophi está un poco nerviosa, pero estoy seguro que si nos enseñas se le quita, por favor prima querida, por favor -me rogó sonriendo, él era el más rebelde sus hermanos, sus dos hermanas eran bastante más sumisas, Anton en cambio era más como yo, altivo y mucho más activo que sus hermanas, eso se reflejaba también en ballet que le faltaba poco para ser tan magnífico como el mío.

-Esta bien, pero si no me siguen el ritmo allá ustedes -contesté, él ensanchó su sonrisa aún más y corrió hasta donde estaba su hermana para traerla.

Mientras, me deshice de los jeans, las converse y la chaqueta, me puse las zapatillas. La puerta se abrió a mi espalda y entraron mis primos, Anton todo alborotado y Sophia, la más pequeña de los trillizos algo más calmada que su hermano llegó con una sonrisa tímida en su rostro.

-Hola, Amber -saludó a Sophia que se parece un poco a su hermano, rubia de ojos azules claro pero de contextura más pequeña, se acercó a mi y me dio un leve beso en la mejilla.

-Hola Sophi, entonces tu hermana se arrepintió y ustedes son unos prófugos, que vándalos -dije sonriendo, Anton rió pero ella se sonrojó un poco, lucía preocupada -tch, ya lo hicieron no se pueden arrepentir nunca de las decisiones que tomen, siempre se los digo -me levanté y me dirigí a la barra -ella no se meterá en problemas y ustedes si, pero ustedes bailaran y lo mejor de todo, yo le daré una clase hoy, la mejor de las mejores bailarinas les enseñará, deberían estar agradecidos -les dije con altanería.

-E... estamos agradecidos prima -contestó Sophia colorada -mucho, gracias por enseñarnos.

-Si, es genial, la aburrida de Elisa se va a arrepentir cuando le contemos que nos diste clase hoy -rió Anton y se colocó a mi lado -¿qué haremos primero?

-Tranquilo, no tan rápido primero calentaremos en la barra -dije y empezamos con algunos pliés.

Luego de eso practicamos algunos pasos más rigurosos, los niños lo hacían muy bien, especialmente Anton que me mostraba su técnica orgulloso pero yo le decía que le faltaba mucho para burlarme, Sophia tenía un poco de problemas para mantener el equilibro pero luego de que la corregía se esmeraba por hacerlo perfecto hasta que lo conseguía.

Pasaron algunas horas y ya eran como las 12; entonces me detuve con las clases de los chicos y les dije que iba a practicar mi parte de la obra del Cascanueces, ellos decidieron mirara el espectáculos fascinados y trataban de imitar los difíciles pasos, yo reía cada vez que los veía y les mostraba como se debían hacer correctamente.

-Es genial prima -comentó Anton sonriendo -quiero poder bailar contigo en una obra.

-Si sigues así, algún día lo podrás hacer pero si sigues así de altanero lo que conseguirás es que te toque un demonio de maestra como la mía -reí.

-Madame... mmm... ¿cómo era?

-Si esa misma, es maligna como el mismísimo demonio

-Pero ella es la mejor profesora de la universidad donde estas ¿no?, además que ella era famosa en sus años de juventud -comentó Sophia que hasta ahora se había mantenido cayada.

-Si, es la mejor -sonreí -pero es como el diablo esa mujer, bueno primos queridos ya son un poco más de la una -miré el reloj de la pared del estudio -me tengo que ir.

-No, no te vayas, practiquemos un poco más -rogó Anton.

-No, Toni, tengo que comer y ustedes deberían irse a su caso ya para encontrarse con su hermana

-Ahg, es verdad... -frunció el ceño y miró a Sophia -Sophi vamos a llamar a papá para decirle que comeremos con la abuela y después iremos a casa.

Ella asintió, yo me quité las zapatillas y me , me puse los jeans encima del maillot y las mallas, y me coloqué la chaqueta dejando el cierre abierto, me despedí de los chicos que lucían un poco tristes porque me iba y luego me despedí de mi abuela y le prometí que iría ese fin de semana.

-Bueno hija, venga cuando quiera que siempre serás bien recibida aquí -me dijo abrazándome -me saludas a tu madre.

-Y tu me saludas a papá -le dije antes de irme y ella asintió.

Tenía un poco de hambre, era la hora del almuerzo pero no tenía ni un centavo en el bolsillo para comprarme algo de comer, el poco dinero que tenía lo use en el autobús, suspiré, debí haberme quedado a comer con la abuela pero no quería hacerla trabajar de más y tenía miedo de que si mi padre venía me encontrara allí, el de vez en cuando la iba a visitar en la semana por eso elegí los fines de semana para ir al estudio de la abuela.

Caminé hasta la plaza, había más gente que cuando pasé esa mañana a pesar de estar lloviznando, a los árboles se le caían las hojas; decidí ir a sentarme a un banco, pero al cruzar la calle pise en un charco y me mojé los zapatos y el ruedo el pantalón, al sentarme en el banco sentí el suave rocío de la lluvia caer sobre mi rostro, dejé que me mojara un rato para que me refrescara la ideas, vi la gente pasar entre ellos una pareja gay que me pareció muy tierna, también vi un gato blanco de ojos verdes encima de un árbol que parecía estar muy cómodo.

Me vino a la mente el sueño que tuve con Uriel y sentí que me sonrojé un poco, no recuerdo haber sido besada por el de esa manera pero me lo imaginé en ese sueño, me hizo sentir algo que nunca había experimentado con otros hombre con los que he estado, incluso antes de que me desnudara por completo ya estaba muy excitada por sus besos, a ese paso no solo hubiera tenido un orgasmo, sino muchos.

-Pero fue sólo un sueño -susurré con pesar -ojalá fuera de verdad, pero estoy segura que no piensa en mi de esa manera y no creo que lo de ser vampiro sea verdad seguro que solo me lo imagine porque estaba disfrazado de esa manera.

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