domingo, 6 de junio de 2010

Capítulo XXIII: “De la familia y del sol, mientras más lejos mejor”.

Uriel miró sorprendido la escena; no sabía cómo actuar, ni qué decir.

La madre de Amber y el chico de la otra vez estaban en pleno apogeo, se tapó los ojos al escuchar el gritillo ahogado de su madre, pero luego recordó a Uriel y le tapó los ojos con la mano.

-Madre, ¿qué se supone que es esto? -preguntó Amber enojada.

-Es lo que ves mocosa estúpida, ¿no deberías estar en clases?

-¿Y tú no deberías estar en el trabajo?, yo ya salí de la universidad... ¿No habíamos hecho un trato de nada de venir a fornicar a la casa? -gritó Amber enojada, el chico le miraba sonriente mientras se ponía los pantalones.

-No me interesa, esta es mi casa. Si no estuvieras tú aquí estorbando, no habría ningún problema -gritó la madre aun más fuerte -y veo que tú venías a lo mismo, pequeña zorra -miró a Uriel con altanería.

-Eso no es así, es sólo un amigo -contestó Amber enojada, su madre se le acercó y le apuntó con el dedo índice.

-Pues yo hago lo que se me de la gana en mi casa, y mientras tú vivas aquí, tendrás que acostumbrarte.

-¿Acostumbrarme a qué?, ¿a qué no tengo madre? ¿O a qué solo soy una molestia para ti? -preguntó Amber su madre frunció el ceño, ésta miró al chico, le besó en la boca y le despidió, éste salió por la puerta como si nada hubiera pasado; luego miró a Uriel con molestia.

Amber había dejado de taparle los ojos a Uriel. Él estaba tan perplejo que no sabía si irse o quedarse allí con Amber; pero como el otro chico se había ido. Ahora todo iba a ser un problema entre “madre e hija”, cosas de familia, algo que a él no lo incluía.

-Amber… Si quieres yo me voy –logró decir.

-Ahg, lo siento, Uriel por esta escenita -se lamentó Amber -nos vemos mañana, ¿si? -Amber estaba afligida, sabía que un gran problema se avecinaba luego de que Uriel saliera por la puerta.

-Tranquila. Llámame si me necesitas –Uriel bajó por las escaleras, no creyó que podría ser capaz de esperar el ascensor. Al llegar abajo, encendió su auto y se fue directamente a su casa.

Amber empezó una avivada discusión con su madre, ésta llevaba tanto tiempo sin hablar con ella, que Amber había olvidado el sonido de su voz y al igual que ahora, la última vez que habló con su madre fue durante una terrible discusión.
Duraron un rato en una discusión casi sin sentido, su mamá sólo sacaba a relucir los defectos de Amber (que eran muchos), y daba a entender que su sola existencia era una molestia para ella.

-Está bien, ¿entonces crees que yo soy sólo una carga para ti? -preguntó Amber en un momento dado.

-Claro, sólo eres una carga, una molestia, si no fuera por ti, tu padre no me hubiera dejado por otra y estaría todavía conmigo -gritó su madre, Amber ya sabía aquello pero era la primera vez que su mamá se lo decía tan directamente, Amber sintió una gran punzada de dolor en el corazón, justo como si le hubieran clavado mil cuchillos; su madre al darse cuenta de sus palabras se sintió un poco apenada pero no dijo nada, Amber no contestó, sólo bajó la mirada y salió de la casa sin decir nada más.

Uriel llegó a la casa, se dio cuenta de que Caleb aún no había llegado. Estaba preocupado por Amber, quería saber cómo estaba, si le había pasado algo, si fue muy ruda la pelea con su madre, o lo que más temía, que estuviese llorando. Revisó su celular varias veces y no había ningún mensaje; entonces se sentó en el mueble de su sala a esperar, no tenía cabeza para nada más.

Amber corrió desde su casa sin rumbo definido, había comenzado a llover un poco antes, pero parecía no notar la lluvia que se precipitaba sobre ella, sólo sentía ganas de seguir corriendo y corriendo hasta que toda su ansiedad y molestia se esfumara, pero por más que corriera, nada en su interior desaparecía, sólo el dolor se incrementaba. Se detuvo en un momento dado y se dio cuenta de que había llegado a la puerta principal de la casa de Uriel, estaba dudosa, no sabía si tocar al timbre o no, pero al final se arriesgó y tocó el timbre sólo una vez.

Uriel dio un respingo y corrió hacia la puerta; la abrió y se dio cuenta que Amber se estaba dando la vuelta para irse.

-¡Amber! –le gritó y notó la fuerte lluvia que caía.

A Amber se le aceleró el corazón al escuchar la voz de Uriel a su espalda, se volteó y le miró, fingió una sonrisa y se acercó a él –bueno, yo... siento venir tan repentinamente -dijo tratando de sonreír, pero el dolor de su corazón era muy fuerte, y por inercia, se abalanzó sobre Uriel abrazándolo con fuerza.

Uriel recibió su abrazo con los brazos abiertos y la apretó fuerte contra su pecho mientras acariciaba su cabello; retrocedió para hacerla pasar aún estando en sus brazos y cerró la puerta. -¿Qué pasó? Sé que no estás bien.

-Yo... ella... nosotras... -se le resquebrajó la voz, se mantuvo callada para que las lágrimas de sus ojos, que hasta ahora no le habían amenazado en salir, se precipitaran sobre su rostro, su orgullo era demasiado y no quería que Uriel la viera llorar, pero no pudo evitar empezar a sollozar.

A Uriel se le partió el alma cuando sintió que Amber empezaba a llorar en su pecho. Habían quebrado a su bailarina y eso le afectaba mucho. La guió hasta una de las salas y la sentó en un mueble.

-Tranquila, ¿sí? –le besó la frente. –Estás conmigo, no dejaré que nada te pase –le acarició sus mejillas y le secó las lágrimas con sus pulgares.

Amber sentía vergüenza de mirarle a los ojos, llorar en frente de alguien era algo que no había hecho en mucho, mucho tiempo, pero Uriel tenía ese efecto de hacer que su corazón se ablandara y dejara que sus sentimientos se desbordaran, levemente sonrojada lloraba mientras que el acunaba su cara y le enjugaba sus lágrimas con los pulgares.

Uriel acercó el rostro de Amber hasta su pecho y la abrazó mientras apoyaba su barbilla sobre su cabeza. –Amber… no sé qué te habrá dicho tú mama, tampoco sé qué pasó, pero, sabes que puedes contar conmigo. Si no quieres ir a tu casa, puedes quedarte aquí.

Amber deseaba aquello con todas su alma, jamás volver a ver a su madre en su vida, porque cada vez que la vería, sentiría nuevamente esa punzada de dolor; aún retumbaban en su cabeza las palabras de su mamá y pensaba que si ella no hubiera nacido, nunca habría traído esa infelicidad a su madre y padre, sólo era una carga y quería dejar de serlo.

Para Uriel, los pensamientos de Amber eran como una escena de película de terror; veía a su madre gritándole, Amber respondiéndole y su corazón destrozado por las palabras que le decía su propia mamá.

-Amber, yo no sé qué es tener una madre, tampoco sé lo que se siente discutir con ella. Pero, aunque peleen y discutan tanto, no deja de ser la mujer que te trajo al mundo, y la que te crió. Tu padre se fue, y ella quedó con todo el peso de mantener la casa, la comida y a ti; tal vez por eso cree y te dice que eres una carga, pero no lo eres. Si algún día te llegara a pasar algo, Dios no quiera, seguro se preocupará mucho, y será la primera en estar contigo, aparte de mí.

Amber se relajó al escuchar las palabras de Uriel pero no dijo palabra, solo sintió un gran alivio en el pecho, el cual estaba casi asfixiándola del dolor, dio un largo suspiró, se alejó de él un poco para limpiarse las lágrimas de los ojos y luego sonrió un poco, estaba vez mucho más animada que antes.

-¿Ya estás bien? –Le preguntó Uriel devolviéndole la sonrisa -¿Quieres beber algo?

-Un poco mejor, gracias. Y si es posible un whisky, si es en las rocas mejor, necesito algo fuerte -contestó Amber y apoyó la cabeza del mueble.

Uriel fue a buscar la botella de whisky, y dos vasos con mucho hielo. Luego regresó a la sala y le sirvió a Amber. Le entregó el vaso en la mano.

-Aquí tienes.

Amber le recibió le vaso -gracias -lo meneó un poco y luego bebió fondo blanco haciendo una mueca extraña por el fuerte licor y sintió un escalofrío por la espalda -sírveme otro y no bebo más.

Uriel carcajeó. -¿Debo creerte? –le sirvió el otro vaso y se lo entregó.


-Lo prometo, no quiero volverme nada en tu casa, le tengo algo de miedito a tu papá, es como un perro rabioso... además, me acabo de dar cuenta de que como estaba empapada de agua de lluvia, mojé todo incluyéndote a ti -meneó el vaso nuevamente e hizo lo mismo que la primera vez incluyendo la mueca y todo.

-Eso se seca –le sonrió de lado y bebió el whisky de su vaso.

-Si no es molestia, me podrías traer una toalla para secarme el cabello, si me enfermo estoy acabada.

Uriel se apenó un poco por no haberle ofrecido eso antes. –Te traeré una toalla y dejaré que te pongas una camisa mía y un pantalón… Si te quedas con esa ropa empapada, también te puedes enfermar –se puso de pie y subió al primer piso en busca de la camisa, el pantalón y la toalla.

Amber se quedó en la sala sentada mirando para todos lados impaciente, detallaba cada cosa, aun creía que la casa de Uriel era extraordinariamente enorme, incluso esa sala, tenía una gran variedad de pinturas y esculturas hermosas que lucían caras, meneaba los pies ansiosa y algo incómoda por estar en ese estado en una casa ajena.

Uriel bajó con todo en la mano y apareció en la sala. Se acercó a Amber. –Amm, puedes vestirte en el baño que está por allá –primero se pasó la mano por el cabello y luego le señaló una puerta de madera que estaba en el pasillo fuera de la sala.

Amber asintió y se fue directo al baño, se desvistió lentamente, hasta su ropa interior estaba mojada, pero eso no se lo podía quitar, intentó secarlo un poco con la toalla, se secó el cabello y se lo desenredó con la mano. Luego se vistió con la ropa de Uriel, la camisa le quedaba enorme y el pantalón gigantesco, así que tuvo que agarrar el pantalón con las manos para que no se le cayeran, y a su pesar la ropa interior empapada, mojó un poco la ropa que se acababa de poner, sobre todo la camisa en la parte de los pechos, salió del baño arrastrando el ruedo del pantalón y agarrándolo para que no se cayera, miró a Uriel divertida por el asunto

Uriel se carcajeó al verla. –Lo siento, no había una talla más pequeña –la miró de arriba abajo sonriendo.

Amber rió -¿No tendrás algo como una correa?, no puedo sostener el pantalón siempre, en algún momento se me olvidará y se me verán las pantis -se sentó en el mueble e improvisó un ruedo al pantalón con torpeza hasta su rodilla.

“Sería lindo volverte a ver así”
, pensó Uriel. –Sí, aunque creo que no te servirá de mucho. No tienen muchos agujeros –Uriel volvió a subir en busca de un correa, bajó y se la entregó a Amber.

Amber se levantó sosteniendo el pantalón, se colocó la correa y la rodó hasta el ultimo hueco, esto le sostenía mucho mejor los pantalones a la cintura pero aún se le caían un poco, decidió no prestarle mucha atención, ya que como la camisa le quedaba muy larga esta cubriría su trasero si en algún momento se le bajaba un el pantalón -gracias -le dijo sonriendo.
-A la orden –le sonrió tiernamente. Hacía frío, así que decidió prender la chimenea y buscó el control de la tv. Se sentó cerca de Amber y comenzó a cambiar de canal. “Qué bien, puras películas románticas…”, pensó Uriel con sarcasmo. -¿Cuál quieres ver? –le preguntó a Amber.

-Mmmm... No se, la que tú quieras -contestó arreglándose un poco el cabello -al parecer sólo están pasando películas melosas.

-La elegiré al azar –Uriel entró en el menú de los canales, se tapó los ojos y escogió una película con el control. Al abrir los ojos se dio cuenta de que era una película que le gustaba. –El diario de Noah –le comentó a Amber.

Ella asintió interesada, Katy le había comentado lo buena que era pero nunca tuvo la oportunidad de verla -déjala, la quiero ver -dijo y se acurrucó sobre el mueble agarrándose las piernas con las manos.

Uriel le sonrió y dejó el canal. Al parecer, apenas estaba comenzando; iba por la parte donde los protagonistas se acuestan en medio de la calle por donde pasan los autos y comienzan a hablar de cualquier cosa, hasta que de repente casi un auto los atropella; ellos se levantan y después de allí, empiezan a salir.

Amber rió entre dientes luego de que el carro casi los atropellara, los protagonistas rieron en esa parte y eso le dio gracia, siguió observando como pasaban los días mientras ellos salían -amor de jóvenes, amor de verano, un amor que no durará mucho y más porque ella es rica y el un pata en el suelo como yo -pensó -ya veremos qué pasa.

Uriel aguantó una carcajada al oír sus pensamientos, así que solamente se medio rió aprovechando la escena de la película.

La película prosiguió como Amber había predicho, al final del verano terminaron por las diferencias de clases sociales, algo muy triste, pensó ella; pasaron los años, la segunda guerra mundial les afectó, él se volvió un lunático con una enorme casa que construyó con sus propias manos y ella se comprometió con un soldado sobreviviente de la guerra, más tarde se volvieron a encontrar, ya adultos, descubrieron que aún se amaban como antes o incluso más -ahg, eso sólo pasa en películas -pensó Amber absorta en la historia.

Llegó una parte en donde estaban navegando en uno lago cerca de la casa del protagonista, habían muchos cisnes alrededor y comenzó a llover a cantaros, luego de eso, entraron a la casa y tuvieron sexo hasta decir basta. Amber miró a Uriel disimuladamente por un segundo en esa escena, le recordaba cuando estaban en el prado -¡ahhh! ¿Qué estoy pensado? Soy una pervertida -pensó sonrojándose.

Uriel sonrió ante el pensamiento y el rubor de Amber, así que quiso molestarla. -¿Te pasa algo? –le preguntó con voz muy suave y seductora.

Amber dio un respingo y se sonrojó aún más -n... no, nada de nada -desvió la mirada a la película aunque ya no se podía concentrar -¿qué me pasa?, de repente tengo ganas de abalanzarme sobre él como una fiera en celo -intentó alejarse un poco de él con disimulo pero sus deseos no cambiaban para nada, más bien se intensificaban -
¡aaaahhh, estoy convirtiéndome en una pervertida! -pensaba desesperada.

Uriel sentía que algo ardía dentro de él. Le agradaba lo que pensaba Amber y lo que deseaba como loca; él deseaba exactamente lo mismo: convencerla a punta de besos y caricias y después sentir su cuerpo estremeciéndose debajo del de él. Tomó un largo respiro al ver que se alejó un poco y se dijo: “Ahora somos amigos, ¿recuerdas?”, el pensamiento lo frustró y trató de concentrarse en ver la película, aunque no podía porque los pensamientos de Amber lo desequilibraban.

Amber sentía el vientre caliente y la cabeza le daba vueltas, se estremecía sólo de pensar en Uriel dentro de ella, de sentir sus besos y caricias; sólo pensar eso la hacía sentir muy caliente, no lo soportaba más, quería besarlo, quería abrazarlo, sentirlo, quería violarlo si era necesario. Se sobó las sienes mientras pensaba en un modo de atacarlo sin que él se negara, ¿y si se negaba?, ¿y si ya no la deseaba?, bueno ella lo obligaría, porque no podía soportarlo más.

Uriel volteó a mirarla, sus ojos dejaban ver claramente que la deseaba en ese instante. “No me tientes, Amber”, trató de decirle con la mirada.

Amber miró a Uriel con impaciencia y se encontró con sus ojos, sintió que su deseo aumentaba a niveles que ella nunca había podido imaginar, ya nada le importaba, sólo quería que él estremeciera cada célula de su cuerpo y lo quería ya.

-¿Segura que no te pasa nada? –Uriel se acercó tanto a Amber, que casi invade su espacio personal.

Amber empezó a respirara con dificultad, Uriel estaba a sólo unos centímetros de ella y ya podía sentir su calor corporal en su cuerpo, no pudo resistir el impulso y besó a Uriel en los labios.

Uriel emitió un leve gruñido y mordió el labio inferior de Amber; luego continuó besándola como si se la quisiera comer entera. Sus manos se aferraron a las caderas de ella y le acarició la espalda debajo de la camisa.

Amber sintió un gran alivio en su interior y sus deseos por Uriel aumentaron drásticamente -bésame, bésame más -dijo jadeando, cada parte de su cuerpo que Uriel tocaba, se encendía ardiente de pasión, quería más, así como una droga, no podía controlarse.

Uriel sin mucha molestia, quiso cumplir su deseo; la acostó en el sofá y se colocó sobre ella, se deshizo del cinturón que le prestó y le subió la camisa hasta mucho más arriba de su ombligo, y quería deshacerse ya del resto. Besó sus labios con más intensidad y bajó hasta su cuello, su tentador y dulce cuello, que deseaba morder y absorber de él hasta la última gota de su sangre. Continuó besándola hasta su vientre. No podía esperar verla gritar.

Amber sentía cada célula de su cuerpo agitarse más. -Bésame -susurró en un hilo de voz, temblaba bajo el tacto de Uriel y su corazón estaba tan acelerado que pensó que en algún momento se detendría súbitamente.

Uriel quiso dejarse llevar, pero algo en su interior no lo dejó, se sentía extraño; era lo mismo que había sentido cuando estuvo en el bar y el par de rubias le pidieron que las besara, así como hacía Amber ahora. Era su nuevo poder, uno que nunca había reconocido sino hasta ese momento.

En algún instante de su vida, había luchado contra un vampiro, uno de raza Incubo; éste tipo de vampiros, se alimenta teniendo relaciones sexuales con sus víctimas, también pueden hacer que los deseen, con la mente pueden hacer que sus víctimas se imaginen teniendo sexo con ellos, y también pueden lograr que les rueguen por más. Uriel después de haber peleado con el vampiro de esa clase, absorbió sus poderes; así que prácticamente, lo que hacía con Amber en ese momento, era en contra de la voluntad de ella.

Se detuvo despacio; no quería hacerlo pero era lo que debía hacer. La miró un poco triste y se apartó de ella. –Lo siento, Amber… Esto no debe volver a ocurrir.

Amber jadeaba y miraba a Uriel con los ojos entrecerrados. -¿Qué?, ¿por qué? -susurró molesta, pero luego sintió que todo le daba vueltas y perdió el conocimiento.

Uriel se asustó al ver que Amber perdió el conocimiento; pero luego se dio cuenta de que sólo la cansó y que se había quedado dormida. Escuchó que Caleb abría la puerta principal; así que la cargó y se teletransportó hasta su habitación, si Caleb los veía, lo obligaría a matarla, y eso era lo que menos quería hacer. La acostó sobre su cama y la arropó; después bajó inmediatamente para distraer a Caleb.

Caleb apenas estaba cerrando la puerta, cuando se dio media vuelta, vio a Uriel al pie de las escaleras. Lo miró extraño. -¿Tú? ¿Aquí en la casa? ¿Y temprano?

-Ah, jeje. Sí, aunque no lo creas, aquí estoy –alzó los brazos y le sonrió.

Caleb miró todo el pasillo, la cocina y las salas con detenimiento. -¿Qué hiciste o qué quieres?

-¿Yo? Nada… ¿Por qué? –lo único que le faltaba era la aureola flotándole sobre la cabeza.

-Porque estás temprano aquí y saliste a recibirme.

-Aah… Esta es mi casa, ¿no? Puedo llegar temprano cuando yo quiera –fingió una sonrisa.

-Claro… -Caleb empezó a subir las escaleras.

-¿Ya no te puedo recibir? –se le apareció al final de los escalones.

-Sí… pero nunca lo haces. Por eso supongo que hiciste algo malo y quieres hacer cualquier cosa buena antes de decirme.

-Pero no he hecho nada.

-Si tú lo dices –abrió la puerta de su habitación y entró a cambiarse.

Uriel corrió hasta su cuarto, puso el seguro y se sentó al lado de Amber para ver cómo seguía.

Amber se despertó sobresaltada, se dio cuenta de que estaba en la habitación de Uriel; se había quedado dormida en algún momento y no se había dado cuenta. Recordó lo que había echo y pensó fervientemente que era un sueño mientras se rascaba la cabeza -Dios, estoy demasiado pervertida. Últimamente sueño muchas cosas raras con Uriel -susurró.

-Te estoy escuchando… -le musitó Uriel mientras estaba a su lado y miraba hacia la puerta. –No fue un sueño.

Amber dejó escapar un grito ahogado de desesperación al escuchar las palabras de Uriel se tapó los ojos por la vergüenza y luego se escondió bajo las cobijas -aaahhh, ¿qué he hecho?, ¿qué he hecho? -pensaba con desesperación -soy una pervertida, Uriel debe pensar que soy una regalada.

Uriel le quitó la almohada. –Hey, no te apenes, ¿si? Yo me dejé llevar por el momento también… -se sonrojó y dejó de mirarla para volver su mirada hacia la puerta. –Me detuve porque recordé… -cerró los ojos con fuerza y luego los abrió- recordé que quieres que seamos amigos, y eso intento. Hasta donde yo sé, los amigos no hacen cosas así. También me detuve porque no quería que a la mitad de todo me rechazaras otra vez. Ya peleamos por esto y ni siquiera supimos cómo tratarnos, por lo que no pienso pasar por lo mismo, y tampoco quiero perder la amistad que tengo contigo.

-Ahg, lo siento Uriel, soy de la peor calaña que te puedes conseguir -susurró Amber con pesar, tapándose el rostro con las manos –de veras lo siento mucho.

-No, Amber –le quitó las manos de la cara y la abrazó. –Eres lo mejor que me he podido conseguir.

Amber se resistió al principio pero después le abrazó; él también era lo mejor que le pudo haber pasado pero tenía miedo de herirle con su egoísmo y dudas con todo, él era demasiado genial y ella sólo una chica retorcida y loca.

Uriel dejó de abrazarla, le sonrió y le acarició la mejilla. Volver a besarla fue como volver a nacer; y eso era algo que no podría sentir más nunca en su eterna vida. Observó el intenso rubor acumulado en las mejillas de Amber y le pareció tierna. “¿Qué no daría por volverte a besar, Amber?”, pensó y luego se escucharon unos golpes en la puerta.

-¿Uriel? –sin duda era Caleb. -¿Qué andas haciendo? –movió la manilla.

Miró a Amber con preocupación. –Escóndete en el baño –le ordenó.

Amber abrió los ojos de par en par -¿por qué? -preguntó alarmada.

-Porque… -se sobó las sienes. –Porque él no sabe que estás aquí. Anda amargado, no quiere a nadie en la casa, y no quiero que la agarre contigo.

Amber asintió escéptica e hizo rápidamente lo que Uriel le ordenó, obedientemente se dirigió al baño y se sentó dentro de la enorme tina que estaba allí, al parecer estaba hecha de un mármol muy bien pulido -debe costar una fortuna -pensó Amber sorprendida.

Uriel le quitó el seguro a la puerta y Caleb entró.

-¿Qué haces? Nunca te encierras con seguro.

-Es que… Iba a bañarme y me había quitado todo –inventó.

-Claro. ¿Desde cuándo no comes? Hoy me dieron una bolsa de sangre O negativo.

Uriel puso los ojos como platos y empujó a Caleb fuera de su cuarto; luego cerró la puerta.

-¿Qué demonios te pasa? –le gritó Caleb con el ceño fruncido.

-¿Dónde está la bolsa?

-Si te comportas, te la doy… -comenzó a bajar las escaleras. Uriel vio un momento la puerta de su habitación, la abrió, le puso el seguro y trancó. Después bajó y siguió a Caleb.

Amber se quedó sentada por largo rato en la tina esperando a que Uriel le dejara salir o que por lo menos le avisara algo. Se puso a pensar en sus cosas, su madre, su padre, el novio de su madre, Uriel y todo eso. Estaba muy enredada con todo aquello, quería desconectarse de ese mundo y huir, pero no podía hacer eso aún, tenía que graduarse primero por lo menos y así conseguirse un trabajo en el exterior, así comenzaría su vida de nuevo, lejos de lo que conocía, pero así estaría mucho mejor.

Caleb le lanzó la bolsa a Uriel y este la atajó. –Aliméntate, vampiro.
Uriel le hizo un agujero y chupó hasta la última gota. Se pasó la lengua por los labios y botó la bolsa. -¿De quién era? –preguntó.

-No sé. La depositaron hoy; sólo vi el tipo de sangre y te la traje ya que, es tu favorita.

-Ésa persona tendrá que cuidarse… -comentó.

Caleb lo observó horrorizado. -¿Qué dijiste? Más te vale que no ataques a ninguno de mis clientes. ¡Ni se te ocurra matar a alguien otra vez, Uriel! Para eso te traigo la sangre. A la única que puedes matar es a la reencarnación de Amelia.

Uriel recordó que Amber estaba en su baño. –Ya hablamos de eso…

-Eres imposible. Sinceramente –Caleb sacó un paquete de pasta y comenzó a prepararse su cena. -¿Quieres cenar o algo?

Uriel pensó en Amber; posiblemente tendría hambre. –Sí. Ya vuelvo –subió a su habitación y abrió la puerta del baño.

Amber estaba completamente sumergida en sus pensamientos, se había acostado completamente en la tina y si nadie se asomaba no sabrían que estaba allí, ni siquiera notó la puerta que se abrió, ni la presencia de Uriel acercándose con un poco de preocupación.

Uriel se acercó hasta Amber y le tocó el brazo. -¿Estás bien?

Amber se sobresaltó tanto al escuchar la voz de Uriel, que pegó la nuca contra la tina de mármol y se quejó por el dolor -si.... estoy bien, creo -respondió robándose la nuca con la mano.

Uriel se rió y también le sobó la nuca. -¿Tienes hambre?

-Mmm, sólo un poco -sonrió -ahora lo que más quiero es darme una ducha, siento que apesto, ¿no te parece?

-No me había llegado ningún olor hasta que lo mencionaste –comentó riendo. –Te dejaré sola para que te bañes. Después te subo la comida para que mi padre no te vea.

-Ok, perfecto... por cierto ¿qué ropa me pongo luego?, ahg debí pensar en traer una muda de ropa antes de venir para acá pero cuando salía de allí no pude pensar en nada trivial.

-Será otra camisa y otro pantalón mío… Como verás, aquí no viven mujeres.

-Bueno, será. Discúlpame por ser tan despistada, es que desde un principio no planeaba llegar hasta aquí, mis pies se movieron solos como por inercia -confesó Amber con un suspiro.

-Tranquila –Uriel caminó hasta la puerta. –La llave que está pegada a la pared es la tibia, y la otra es la de agua fría. Ahí tienes un paño –le sonrió. –Nos vemos más tarde –trancó la puerta y le buscó la ropa.

Amber dobló con cuidado la ropa que le había dado Uriel y se metió a bañar en la gran tina de baño llenándola hasta el tope, sintió como cada fibra de su cuerpo se relajaba al meterse en el agua caliente, era justo como un baño de aguas termales, algo que siempre había querido probar. Se hundió completamente para lavarse el cabello que estaba sucio por el agua de lluvia, se enjabonó con algo que parecía jabón y tenía buen aroma, olía a Uriel, eso la hizo suspirar profundamente y se lavó el cabello con algo que olía como a rosas o lavanda, no sabía exactamente que era pero el aroma era exquisito como un campo de flores.

-Aaahh -suspiró -quisiera vivir en un lugar así -dijo en voz alta y continuó con un largo baño, no le importó que sus dedos se arrugaran como pasitas.

Uriel fue al baño de Caleb a darse una ducha y luego vestirse con ropa cómoda para dormir. La última vez que Amber se había quedado en su casa, él tenía sólo los jabones y los champú que él usaba; dejó uno de sus jabones en el baño de su habitación para que Amber se bañara, un champú y un acondicionador con olor a lavanda como el que ella usa para que no se sintiera incómoda usando productos de hombre. Después bajó a la sala y Caleb le servía la comida.

-¿Cuánto quieres que te sirva? –preguntó Caleb de espalda mientras servía la pasta en un plato hondo.

-No mucho…-dijo Uriel pensando en el apetito de Amber.

-Si es verdad que eres vampiro y no comes. ¿Quieres que le eche sangre en vez de salsa? –preguntó con burla.

Uriel hizo una mueca de asco. –Salsa.

Caleb sirvió los platos y le echó bastante queso. –Aquí tienes.

Uriel le sonrió y se encaminó hacia las escaleras.

-¡Hey! ¿A dónde crees tú que vas a comer? –frunció el ceño.

-Quiero comer en mi cuarto.

-Definitivamente no.

-¡Ja! Hasta donde yo sé, la casa es mía.

-También es mía. Puedes ensuciar algo.

-Lo limpiaré si pasa.

-Ahg, has lo que te venga en gana, chico –se fue hasta el comedor.

Uriel terminó de subir las escaleras y siguió hasta su habitación.

Amber seguía sumergida en el agua a excepción de la nariz para arriba; respiraba con calma para no crear hondas en el agua que parecía imperturbable -espero que lo que sea que me traiga de comer tenga queso -pensó y luego se distrajo al recordar las palabras de Uriel luego del asunto de su madre, él pensaba que ella no era una carga que era importante para este mundo y no un estorbo, eso le hacía sentir alivio aunque no creyera que su madre pensara así del todo.

Uriel llegó arriba sólo con el plato; recordó que no le trajo nada de beber y fue hasta la cocina a buscar un vaso de té de durazno. Luego volvió a subir y puso todo en una bandeja; después le tocó la puerta, no quería pasar de repente y molestarla con su imprudencia si no se había vestido.

-¿Uriel? -preguntó Amber algo tímida, claro que era él, ¿pero y si era el otro señor cascarrabias?, Amber se acababa de salir de la tina y estaba envuelta en la toalla con el cabello mojado amarrado en un cola en forma de cebollita.

-Sí, soy yo. Te traje tu cena. ¿Estás vestida?

-Pasa, pasa no hay problema -le dijo, de todas formas estaba envuelta en la toalla, no estaba desnuda del todo.

Uriel entró a la habitación con la bandeja y se quedó pasmado al verla nada más en toalla. –Amm… Si… si quieres te dejo la comida aquí y vuelvo cuando te vistas.

-Oh, bueno como quieras, por cierto, ¿esta es la ropa que me voy a poner? -preguntó señalando la camisa y el pantalones doblados sobre la cama.

-Mmm, sí. Esos son –dejó la bandeja de plata sobre la cama y se regresó hacia la puerta. –No quiero que te sientas incómoda si me quedó aquí.

En realidad a Amber no le importaba, pero de repente se acordó lo de esa tarde y se sonrojó como un tomate desde las orejas hasta los pies, pero no le dijo nada a Uriel cuando salía por la puerta, luego de eso simplemente se vistió aunque estaba verdaderamente incómoda con los pantalones ya que, le quedaban incluso un poco más largos que los últimos, así que sólo se colocó la ropa interior y la camisa blanca que le había dado Uriel, le llegaba hasta un poco más arriba de la rodilla, estaba bien a su criterio; se secó el cabello con la toalla y deseo que Uriel apareciera de pronto con algo con que desenredarse el cabello.

Uriel volvió a la habitación y abrió la puerta sin ver hacia adentro. –Amber, en la gaveta de mi mesa de noche hay un peine, por si lo necesitas…

-Ah, oh... gracias, de verdad lo necesitaba -respondió -este tipo definitivamente tiene que estar leyendo lo que pienso -pensó mientras hurgaba en la gaveta, sacó el peine y se comenzó a peinar -puedes pasar, ya estoy vestida -dijo sentándose sobre la cama, tenía el cabello verdaderamente enredado y eso le frustraba.

-Aah –Uriel cerró la puerta detrás de él y volteó a verla. Casi le da algo al verla nada más con su camisa puesta. “Definitivamente… Ésta lo único que quiere es torturarme. Ya es bastante con su sangre”, pensó y luego bufó. Se sentó al borde de la cama enfrente de ella. –Si tienes alguna queja de la comida, que conste que yo no cociné. Todo lo hizo mi padre –miró sus piernas por unos segundos, sacudió la cabeza y le fingió una sonrisa.

Amber que todavía no había empezado a comer asintió mientras trataba de desenredarse el cabello -ahg, esto es molesto me voy a rapar el pelo como Britney Spears -bufó molesta.

Uriel frunció el ceño. –Ni se te ocurra. Sólo tienes que cuidarlo.

-Ayúdame allí ¿quieres?, estoy que lo dejo así -le tendió el peine esperando que lo recibiera.

Uriel le sonrió y agarró el peine; se puso detrás de ella y comenzó a desenredarle su cabello con sumo cuidado. El olor a lavanda y su sangre lo tenían embriagado.

Amber sentía como Uriel el trataba con extremo cuidado, no se había acordado que el que le peinaran o que jugaran con su cabello le daba mucho sueño, después de todo, eso era sólo una manía que tenía de pequeña cuando su abuela la peinaba, pero al parecer había durado hasta ahora; se empezó a sentir soñolienta y a bostezar.

Uriel terminó de alisarle el cabello y guardó el peine en la misma gaveta otra vez.

–Tienes que comer –le dio un beso en el cuello.

Amber bostezó una vez más antes de agarrar el plato y comenzar a comer, comió todo sin decir palabras, después de todo en muchas ocasiones el sueño podía más que el hambre, así que comió rápido para irse a dormir.

-No tan rápido. Te atragantarás –le advirtió Uriel.

Amber solo dejó emitir un leve quejido y comió más despacio, así acabó de comer, se bebió el té despacio y luego miró a Uriel con los ojos entreabiertos.

Uriel le sonrió. –Duerme. Yo me llevaré esto –le dio un beso en la frente y recogió todo lo que había en la bandeja.

Antes de que se fuera Amber lo haló de la camisa, apenada bajó la cabeza -¿puedes acariciar mi cabello para dormirme más rápido?

-¿También quieres que te lea un cuento? –le preguntó bromeando. –Está bien. Déjame llevar esto abajo y regreso.

Amber se enrolló en las cobijas esperando con impaciencia a Uriel, quería dormir pero sentía que no podía hacerlo si él no le acariciaba el cabello -me estoy comportando como una mocosa rara -murmuró apenada -bah, pero esto no es todos los días.

Uriel había bajado, fregado y guardado los platos.

-¿Y esa rareza? –le preguntó Caleb.

-¿Cuál?

-Ah, que andas ahí lavando platos.

-Es sólo por hoy.

-Claro… ¿Seguro que no estás haciendo algo por ahí y no me quieres decir?

Uriel suspiró. -¿Tengo cara de estar metido en algún problema? -se señaló el rostro mientras sonreía.

Caleb sólo entornó los ojos. –Buenas noches –se fue a dormir.

Uriel subió y vio a Amber dando vueltas tratando de dormir. Cerró la puerta, apagó la luz y se acostó a su lado.

Amber sintió cuando Uriel se acostó al lado de ella, quiso acurrucarse al lado de él pero no era capaz, era demasiado atrevido de su parte, ya estaban durmiendo en la misma cama y eso la avergonzaba un poco, sólo esperaba por Uriel para que le empezara a acariciar el cabello como a una niña pequeña.

La luz de la Luna se asomaba por la ventana de la habitación de Uriel y alumbraba el rostro de Amber; la hacía parecer como una muñeca de porcelana delicada. Uriel colocó suavemente una mano sobre su cabello y comenzó a acariciarla levemente mientras la observaba.

Amber se sintió soñolienta de nuevo, ya tenía los ojos cerrados pero podía sentir que Uriel la observaba; eso le avergonzó un poco pero luego no le prestó atención, le gustaba que le complaciera y que la mimara como quisiera, nunca nadie había hecho eso por ella y estaba feliz de que fuera Uriel el que la hiciera sentir así.

Para Uriel, estar con Amber así, le hacía sentir que podía dormir igual que antes; sintiendo su calor y su olor al lado de él, sentía una gran paz estando con ella, aunque a veces no se explicaba cómo podía soportar tenerla allí y no matarla, en otra ocasión lo hubiese hecho sin ningún problema y sin dudar; ahora la idea le aterraba. Sólo se preguntaba cómo resistía no besarla o hacerle cualquier otra cosa que complaciera a ambos. “¿Por qué tenemos que ser amigos? ¿Por qué no algo más?”, pensaba mientras la observaba.

Amber quedó dormida pensando en lo maravilloso que era estar allí con Uriel y deseando que esa amistad... No supo más de si hasta la mañana siguiente.

Uriel no se había dado cuenta en qué momento se le fue la noche; le pareció muy corta. Observó los labios rosa de Amber entreabiertos y deseó poder despertarla todas las mañanas con besos; pero tal vez ella no quería lo mismo. Se levantó y fue a darse una ducha. Cuando salió, sólo se había amarrado una toalla en la cintura y fue hasta su closet a buscar ropa.

Amber se levantó de la cama, había dormido espléndidamente esa noche, pero no sabía que se encontraría con Uriel medio desnudo, juró por un segundo que estaba soñando pero al pellizcarse la cara se dio cuenta de que no era así.

Vio su espalda contorneada y musculosa, su trasero firme que daban paso a unas largas piernas fornidas, sintió que se sonrojaba y se mordió los labios -Señor ¿por qué me tientas? -pensó y se enrolló otra vez en las cobijas completamente sonrojada.

Uriel escuchó los pensamientos de Amber; se volteó y la miró extrañado. –Pensé que aún dormías… -glosó.

-Me acabo de levantar -se excusó apenada acostada con la cobija cubriéndola.

Uriel rió. –Entonces…-, se acercó hasta ella y le besó la mejilla –bueno días.

-B... b... buenos días -contestó sonrojada, miró el dorso bien trabajado de Uriel y un pensamiento pervertido le cruzó por la cabeza -y... yo, yo voy al baño -se levantó precipitadamente y corrió hasta el baño desesperada y con el corazón acelerado.

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