sábado, 29 de mayo de 2010

Capítulo XXII: Sólo amigos.

Amber se levantó perezosamente aquella mañana, se dio una ducha y desayunó medio sándwich. Después salió del apartamento; esa noche su madre no llegó y para más colmo, luego se dio cuenta que Uriel no la había ido a buscar.

-Sabía que esto pasaría, debe de odiarme ahora -susurró y se fue caminando con molestia hasta el ferry.

Uriel dejó de ver el cuadro y se dio cuenta que había amanecido. Era hora de que fuese a la universidad. Se duchó nuevamente y se vistió. Un olor a café recién hecho le llegó al ir bajando las escaleras y fue hasta la cocina. Caleb se estaba alistando para irse a trabajar.

-Buenos días –le dijo sin sonreír.

-Buenos días, Uriel. ¿Te pasó algo? –Aunque Caleb no fuese su verdadero padre, lo conocía muy bien. Y suponía que algo le pasaba nada más con escuchar su tono de voz o su forma de hablarle.

-¿Ah? –preguntó él distraído y se sirvió una taza de café.

-Que si te pasó algo –repitió.

-Mmm… No –mintió con un hilo de voz.

-¿No? –bufó y entornó los ojos. –Claro que te pasa algo. Andas ido y estás tomando café. A ti no te gusta el café –frunció el ceño.

“¡Rayos!”, dijo para sí mismo y dejó a un lado la taza. –Nada… sólo tuve un pequeño problema con Amber.

-¿Amelia? –lo miró fijamente. -¡Ja! Ahora te causa problemas… ¿Ves? Te lo dije. Es mejor que la mates, todavía estás a tiempo.

-No lo haré –Uriel negó con la cabeza.

-Hay que ver que tú si eres bien necio, muchacho el carajo –refunfuñó y agarró su bata de laboratorio.

-¿Quieres que te lleve? –le preguntó Uriel.

-No… Tranquilo que yo me llego hasta mi trabajo en mi carcacha. Tú tienes complejo de Michael Schumacher, y eso a mí no me gusta –abrió la puerta y Uriel lo siguió.

-Sí, pero así llegas temprano –le dijo Uriel mientras cerraba la puerta con llave.

-No me importa llegar temprano. Me importa llegar vivo –se subió en su Volkswagen Escarabajo de color vinotinto.

-¡Bien! ¡Vete tú solo! –Le gritó Uriel al subirse a su One-77.

-¡Ya me fui! –Caleb arrancó; el motor del escarabajo sonó horrible, pero aun así se marchó.

Uriel manejó hasta la universidad; y al llegar se encontró con Lestat.

-¿Qué más? –le preguntó éste dándole un puño en el hombro.

Uriel puso los ojos rojos. –Pégame una vez más y te juro que lo lamentarás, perro –gruñó.

Lestat se sobresaltó y silbó. -¿Qué te pasó? ¿La bipolar te dejó por otro? –carcajeó.

-No estoy de humor para hablar de eso –bufó y caminó hacia la fila.

-Creo que hace rato la vi llegar…

-¡Ahg! –Uriel se sobó las sienes.

Amber se encontró con Katy en el ferry y se fueron juntas a la clase. Estaba verdaderamente desanimada y tenía fastidio de hacer los pasos; y lo peor era que Madame Angeliqué no paraba de regañarla por haberse saltado las clases de ayer y por estar bailando pésimo. Amber discutió un par de veces con ella hasta que se hartó y se fue de la clase tan molesta, que se olvidó de coger su bolso y sus cosas, al darse cuenta, bufó pero no se devolvió o se enfrentaría a la diabla nuevamente; seguro después Katy le llevaría sus cosas, caminó por el campus amargada y protestando porque no tenía ni un cigarrillo que fumar, hasta que se encontró con Anthony.

-¿Qué hay, Ber? -preguntó alegremente.

-No mucho -respondió aún molesta.

-Veo que estás de malas. Bueno, te obsequio un cigarrillo para que te compongas -le dijo con una sonrisa.

-Gracias -Amber cogió el cigarrillo y Thony se lo encendió, ella inhaló el humo y se sintió más relajada -tú pareces muy contento -comentó.

-Ah sí, lo estoy -le sonrió y se encendió un cigarrillo también.

-¿Entonces ya estas saliendo con Katy?

-Sí, desde ayer oficialmente -contestó moloso.

-Sólo te diré que si le haces daño, yo misma te arrancaré la bolas -refunfuñó y Thony se carcajeó.

-Lo sé, tranquila. No le haré nada que ella no quiera -contestó con picardía -ahora me tengo que ir, voy a seguir con mi proyecto, después te muestro cuando lo termine.
-Aja -contestó y siguió su camino, luego de que Thony se fuera, ella se sentó en uno de los bancos del jardín más lejano a aclarar sus ideas y terminar el cigarro.

***

Lestat había acompañado a Uriel hasta su salón. Allí el profesor Gabriel lo hizo practicar una y otra y otra vez las partituras de la obra de “El cascanueces”. Uriel lo hacía a la perfección. Se la había aprendido desde que la inventaron; pero Gabriel quería convencerse de que no sentiría nervios ni fallaría a la hora de tocar en público.

-Estoy cansado –comentó Uriel frustrado.

-Tienes que hacerlo a la perfección, Uriel –le recordó Gabriel.

-¡Lo hago perfecto! No me he equivocado ni una sola vez –gritó.

-Shhh… Tranquilo, no grites. Soy tu profesor. Sé que no te has equivocado, pero no quiero que al llegar el día de la obra, te ataquen los nervios y lo hagas mal.

-¡Ahg! ¡Aún tengo meses para ensayar! ¡Sabes que lo hago bien!

El resto del salón observaban a Uriel sobresaltados. Apenas iban por la primera y se equivocaban. Él iba por la última, lo hacía todo bien y aún el profesor quería mantenerlo allí practicando.

-Uriel, sólo tienes que ensayar hasta que la hora acabe. Te escogieron a ti para ser el pianista en la obra… Reemplazas a uno de los instrumentos principales –Gabriel comenzó a darle un sermón delicado, pero cada palabra hacía que Uriel se estresara más.

-Nos vemos –empezó a recoger sus cosas.

-¿Adónde vas? –preguntó Gabriel con el ceño fruncido.

-A descansar. ¡Me amotiné! –Salió del salón apresurado y fue hasta el jardín donde llevó a Amber una vez para que durmiera.

***

Amber se culminó el cigarrillo, aunque seguía frustrada y molesta deseaba bailar algo que le ayudara a expresar su tristeza, no algo que le molestara tanto como “El Cascanueces”. Se acurrucó en el banco y se dispuso a dormir para pasar su molestia
Uriel observó las inmensas montañas verdes obscuras reflejadas en el lago de la universidad. El tiempo estaba tan nublado, que las cimas nevadas de éstas no se podían ver, y el frío era terrible.

Miró a su alrededor y se percató de la melena castaña, larga y lisa de Amber, quien dormía en un banco acurrucada. Rápidamente volteó hacia otro lado. No sabía qué haría si ella llegara a despertar y lo viera allí, sentado bajo la sombra del árbol donde estuvo con ella una vez y muy cerca de su banco. “¿Por qué a mí?”, se preguntó mirando al cielo con el entrecejo fruncido.

Amber trataba de dormir, pero sólo conseguía mantener los ojos cerrados, entreabrió los ojos y miró las montaña mientras mantenía la cabeza apoyada del banco -a la mierda todo -pensó y le sonaron la tripas –ahg, bien bueno pues, ahora si es verdad que el Universo está en contra mío hoy.

Los pensamientos de Amber llegaron a Uriel como un silbido. Sonrió al escucharla. “Siempre quejándose”, pensó mientras la miraba sonriente. Él quería llegar hasta ella, saludarla como siempre e invitarle el almuerzo, pero estaba claro que no podía llegar hasta ella como si nada después de lo que pasó; porque entonces pensaría que era cierto lo que supuso, que él nada más quería estar con ella por su cuerpo.
Amber pensó en Uriel enojada consigo misma, lo más seguro era que le odiara por ser tan tonta, suspiró y cerró los ojos con fuerza para retener las lágrimas que amenazaban con escaparse -qué idiota soy -murmuró en voz baja y quiso irse a algún otro lado que no fuera la universidad.

Uriel sacó valor sin saber de dónde y caminó hasta ella. Se agachó a su lado y jugó con su cabello.

Amber entreabrió los ojos molesta con la intención de mandar al diablo el que estuviera molestándola, pero al ver la imagen de Uriel, su corazón dio un vuelco y no pudo articular palabras, sólo verlo como si estuviera en un sueño.

-¿Te desperté? –le preguntó mientras detallaba algunos mechones rojizos de su cabellera.

-No -contestó -no estaba dormida, sólo descansaba un poco -contestó con voz pesada.

-Amm… Si quieres te dejo para que sigas descansando –Uriel se puso de pie y se metió las manos en los bolsillos.

Amber le tomó por el brazo para que no se fuera. Fue por puro reflejo y lo hizo sin pensar, así que cuando Uriel la miró sorprendido, desvió la mirada avergonzada.
Uriel miró la mano de Amber sujetándolo y luego su rostro. -¿Qué? –le preguntó sin más nada que decir.

Amber se sobresaltó un poco, le soltó el brazo y se levantó –no, nada -frunció el ceño enojada y empezó a irse en otra dirección -nos vemos -le dijo y pensaba -trágame tierra -tratando de frenar sus impulsos por salir corriendo.

Uriel corrió tras ella, y esta vez fue él quien la detuvo tomándola de la mano. Ya no sentía nada raro, ya estaba seguro de lo que era. -¿Adónde vas?

-Ah... bueno, a... al comedor -mintió olvidando que faltaba por lo menos una hora para el almuerzo.

Uriel miró su reloj de muñeca mientras sostenía a Amber, y se dio cuenta de que aún faltaba una hora para que abrieran el comedor. Entendía que Amber le mintiera, no quería estar con él después de lo ocurrido. La soltó. –Ah, bueno… nos vemos más tarde entonces. No tengo hambre –se dio media vuelta y comenzó a caminar.

Amber estuvo a punto de pegar un grito al cielo por lo estúpida que podía llegar a ser, pero sólo se dio un manotazo en la cabeza y reunió todo su valor para correr detrás de Uriel y sostenerle por la muñeca -y... yo en realidad no tengo hambre -mintió aunque sus tripas crujían quejándose -¿puedo acompañarte un rato a donde quiera que vayas? -estaba roja de la vergüenza pero ya había dado ese paso.

-Sé que tienes hambre, Amber. Yo sólo daré una vuelta por ahí mientras abren el comedor…

-Sí, tienes razón -forzó un sonrisa a pesar de estar nerviosa -entonces no te voy a molestar -la actitud de Uriel era algo pesada, pero entendía que era porque le odiara luego de haberlo rechazado de esa manera, no creía que él la quisiera por su cuerpo pero quizás estaba molesto porque tal vez él pensaba que ella lo odiaba o algo parecido -ahg, escucha porque sólo lo voy a decir una vez... no te odio para nada y disculpa por lo de ayer, es sólo que me puse algo nerviosa, lo cual hasta a mí me sorprende porque yo no soy así -suspiró frustrada -pero si me odias, está bien. No me molestaré por eso -dijo dio media vuelta y empezó a caminar hacia el comedor.

Uriel bufó. –Amber –dijo lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara claramente. Ella se detuvo pero no volteó a mirarlo. –No te odio… ¿Cómo puedes pensar que te odio? ¿Crees que si fuese así, me acercaría a ti a acariciarte o a hablarte? ¿No es más lógico que te ignore? –Uriel cerró los ojos con fuerza ante la idea. –Yo no podría ignorarte…porque yo estoy ena… -se detuvo al pensar lo que iba a decir. Iba a decirle que estaba enamorado de ella; pero, ¿y si ella no lo estaba y lo volvía a rechazar? –Perdón, yo… yo –tartamudeó. -¡Ahg! Lo que quiero decir es que no estoy enojado contigo. Sí me molestó mucho lo de ayer… Pero no soy nada tuyo para obligarte; nadie puede obligarte a hacer algo que no quieres. Es que simplemente no sé cómo diablos tratarte ahora –bajó la mirada.

Amber sintió que se desmayaría de la alegría -lo siento, ha sido todo mi culpa. Soy tan estúpida -le dijo. Había creado un gran conflicto entre ellos sin quererlo -¿entonces quedamos bien?, ¿amigos como antes? -le preguntó esperanzada.

“¿Amigos?”, se repitió Uriel en la cabeza. Esa palabra fue como un puñal directo hacia el centro de su pecho. “¿Qué más da?”. –Sí –la miró. –Amigos –dijo entre dientes y fingiendo una sonrisa.

Amber sonrió aliviada, aunque la palabra “amigo” no le había agradado, pero eso era mejor que nada y ella quería que volvieran a como eran antes.

-Bueno… ¿Qué hacemos mientras esperamos a que abran el comedor? –le preguntó Uriel.

-Ammm... no sé, no hay mucho qué hacer por aquí, tengo ganas de bailar pero la demonio de mi profesora me saca de quicio y por eso me fui de clases hoy -se rascó la cabeza pensativa.

-¿Vamos a algún sitio de la universidad donde puedas bailar?

-¿Seguro? -sonrió -¿pero dónde?

-Mmm. Averigüémoslo –le sonrió y le guiñó un ojo; después la tomó de la mano y caminaron por varios pasillos de la universidad. Subieron por la torre de música, donde Uriel veía clases de piano, y fueron hasta el último piso. Llegaron a un salón que estaba al final de un pasillo y entraron. Allí estaba un piano negro, las mesas pegadas a la pared y unas ventanas tipo panorama que dejaban contemplar todo el paisaje. -¿Te gusta éste?

Amber sonrió -me encanta -caminó de puntillas hasta el piano -¿puedes tocar para mi? -le preguntó sonriendo.

Uriel le sonrió. -¿Qué quieres que toque para ti?

-Mmm... Algo suave –sonrió.

Uriel caminó hasta la butaca del piano y se sentó. Pensó en una sinfonía suave y le vino a la cabeza la canción del Titanic. Empezó a tocar mientras la comisura de sus labios se levantaba al ver a Amber bailar.

Amber sintió la música como un suave susurro en sus oídos, de un momento a otro, comenzó a bailar dejándose llevar por las ondas de sonido que provenían del piano, en la tonada se podían apreciar los sentimientos del compositor y de Uriel, que tocaba... Cada, emoción, cada sentimiento era transmitido y ella estaba feliz de hacerlo físico con su baile; tan suave, tan romántico, justo como ella se sentía en ese momento con Uriel a su lado, como si flotara en una esponjosa nube blanca en el inmenso cielo azul, ella ni pensaba, sólo bailaba dejándose guiar y sintiéndose más feliz a cada paso que daba y a cada nota que sonaba.

Uriel se sabía perfectamente la tonada, así que no necesitaba ver las teclas que tocaba; sólo tenía perdida la mirada en Amber. Lo que había imaginado una vez, se había hecho realidad de cierto modo; él tocaba algo para ella mientras baila, sólo que no estaban en la orilla del lago de la universidad, pero podía apreciarlo todo desde la panorámica del salón.

Amber sabía las dimensiones del espacio donde bailaba, así que no tenía ningún problema en cerrar los ojos para sentir aun más la música que Uriel le tocaba, se sentía emocionada, había hecho realidad su ilusión de Uriel tocando para ella y le encantaba bailar al ritmo de la música con aprecio y cariño.

A Uriel le brillaban los ojos cada vez que veía el cabello de Amber bailar en el aire cuando ella daba una vuelta o un brinco… No podía asimilar todavía que todo se había rebajo a “ser amigos”. Dejó de mirarla y sintió la presencia de alguien más en el salón. Miró hacia la puerta y allí estaban Gabriel, su profesor, Madame Angeliqué y un joven que no conocía.

Gabriel carraspeo. –Muy bien –dijo sonriendo.

Uriel dejó de tocar y los miró con ira, pero no dijo absolutamente nada por haberlos interrumpido.

Amber se detuvo tan bruscamente que por un momento perdió el equilibrio y casi caía al suelo, miró a Madame que le observaba estudiándola y asintiendo como si la hubiera estado viendo desde hacía rato, lucía complacida pero a la vez enojada, después de todo se había fugado de clases; a su lado estaban dos hombre uno viejo que creía reconocer como algún profesor de algo, no recordaba ni le interesaba recordar y un chico de más o menos su edad muy alto, esbelto y guapo.

-Tan hermoso como siempre, ma cherí -le dijo Madame rompiendo el silencio, se acercó a ella junto con el chico que le seguía como un perrito a su amo -Ma cherí, este es Nickolas Patrovski, él bailará contigo en la obra -le señaló y el chico sonrió abiertamente, le cogió la mano derecha a Amber y se la besó.

-Es un placer conocer a tan espléndida bailarina -comentó con un ligero acento ruso.
Amber asintió -un placer igual -contestó un tanto distraída como si no le importara la galantería del chico.

A Uriel casi se le cambian los ojos a rojos, pero trató de tranquilizarse. “Somos amigos, ¿no? No puedo ponerme celoso”, pesó y frunció el ceño mientras se levantaba de la butaca.

-¿Ella será la protagonista, Madame? –le preguntó Gabriel a Madame Angeliqué.

Madame asintió orgullosa -ella es Amber Russoush, la mejor de mis bailarinas, le aseguro que es lo mejor de lo mejor -Amber suspiró, odiaba tanta formalidad tenía ganas de salir corriendo como siempre lo hacía cuando Madame se ponía pesadita.

Gabriel sonrió amablemente. –Me doy cuenta. Debe estar muy orgullosa de tener una alumna como ella –miró a Amber sonriendo y luego volteó hacia Uriel. –Él es Uriel Ivancov, será el pianista principal en la obra de El Cascanueces…, reemplazará el violín.

Uriel miró a Amber extraño. No le había comentado que sería la protagonista en esa obra, aunque él tampoco le había dicho que sería el pianista.

Amber quedó con la boca abierta pero luego sonrió feliz, ¿quien mejor que Uriel para hacer que a ella le empiece a gustar una obra que aborrece totalmente?, le sonrió a Uriel agradecida; ya había cambiado totalmente su perspectiva de la obra, aunque aún no le gustaba con Uriel tocando sería mucho más llevable.

-Es un jovencito muy talentoso -elogió Madame sonriendo -espero con ansias que la obra se estrene.

Nickolas miró a Uriel sereno y luego miró a Amber y le abrazó la cintura -yo también espero con ansias el estreno -dijo a Amber que le molestó un poco que la tocara con tanta ligereza y confianza pero no dijo nada, sólo se apartó un poco.

Uriel sintió un gran impulso de saltarle encima al tal Nickolas y destrozarle las entrañas, pero respiró hondo y miró hacia otro lado. “Somos amigos, somos amigos, somos amigos”, repitió en su cabeza una y otra vez.

-Yo también quiero que llegue el día del estreno. Pero aún falta un mes –miró a Uriel –y debemos practicar mucho –acotó con seriedad y Uriel suspiró.

-Eso es cierto Eso va contigo también, ma cherí -Amber arrugó la cara al escuchar a Madame -ahora que llegó Nickolas, podemos practicar mucho tiempo las partes que son en pareja -sonrió y Amber suspiró molesta.

-No se necesita practicar tanto, es sólo una estúpida obra. Ya yo me sé todo, sólo tengo que acoplarme al tipo éste -contestó Amber con tono altanero señalando a Nickolas que en vez de sorprenderse por su actitud, sonrió muy divertido.

-¡Amber!, ese vocabulario tuyo -le reprendió Madame y le iba a propinar un sopetón por la nuca pero antes de que acertara el golpe, Amber lo esquivó can agilidad, miró a Uriel algo inquieta y luego salió corriendo con Madame tan furiosa que quiso lanzarle un zapatazo por la cabeza, pero se contuvo y solo gritó -¡AMBER!
Nickolas se carcajeó tanto que se le salieron las lágrimas -eso... eso fue divertidísimo -comentó y Madame trató de guardar compostura y se disculpó con el profesor Gabriel.

-Lo siento, ella es muy talentosa pero es la reina del libertinaje -comentó suspirando.

Gabriel carcajeó. –Me doy cuenta.

Uriel había aguantado una carcajada y se puso la mano en la boca para reírse.

-¿Se va a burlar de la Madame, señor Ivancov? –Gabriel lo miró con el entrecejo fruncido.

-Claro que no –dijo mientras tomaba aire.

-Más le vale –miró a Madame y a Nickolas. -¿Desean ir a almorzar?

Madame sonrió asintiendo, Nickolas a pesar de no querer estar junto con el par de profesores, tenía que estarlo, ya que no conocía a nadie más de la universidad; asintió resignado, se despidieron de Uriel con la mano y salieron al comedor.
Uriel esperó a que esos tres se perdieran por los pasillos, para ocultarse y teletransportarse hasta el jardín más cercano al comedor. Llegó antes que Gabriel, Madame y Nickolas. Divisó a Amber en un puesto, ésta se daba golpes en la frente y maldecía. Uriel rió y se sentó frente a ella.

-AHG, QUE PENDEJA SOY -pensaba Amber mientras pegaba la frente levemente contra la mesa, ni se dio cuenta cuando Uriel se sentó enfrente de ella.

-Hola, “reina del libertinaje” –le dijo Uriel con un ligero tono de burla y una sonrisa encantadora.

Amber al escuchar la voz de Uriel, apoyó la quijada de la mesa y lo miró con el ceño fruncido -así me llaman -sonrió -no tengo la culpa por estar en contra del sistema.

-Sí…, así te llamó tu querida profesora –hizo una pequeña pausa. –No me habías comentado que serás la protagonista de la obra esa…

-Así me llama siempre, piensa que con eso me voy a sentir mal y voy a cambiar -suspiró -y tú no me había dicho que eras el pianista de la obra, así que estamos a mano -finalizó con una sonrisa.

-Mmm… Creo que nos pasaron tantas cosas que olvidé ese insignificante detalle –hizo un ademán con su dedo pulgar y su dedo índice.

Amber rió y se irguió en su silla, luego colocó los codos de la mesa, entrecruzó sus dedos y apoyó la barbilla de estos sonriendo -a mí también se me olvidó, sobre todo por que es algo sin importancia. Hablando claro, esa obra la aborrezco.

-A mí, sinceramente, me da igual esa obra… Aunque aquí parece ser que es importante para todo el mundo. El propio subdirector de la universidad fue el que me buscó y me dijo que fuese el pianista.

-Ahg, es que es muy importante, es la obra predilecta para navidad -suspiró molesta -yo odio esa obra, dirás que estoy loca pero es que la verdad es que no me gusta para nada la navidad.

-Estás loca… pero no porque odies la navidad. Todo el mundo tienes sus gustos –bufó. -¿Por qué la odias?

Amber rió y luego se puso un poco seria -no se, simplemente me parece una época muy materialista, es una época en la cual te preocupas por gente que nunca te preocupas, algo muy hipócrita -pensó en su padre -una época que todo tiene que estar perfecto y compartir con la familia por obligación, bla, bla, bla... en fin, simplemente me parece que es mucho jaleo para un día como cualquier otro.

-Tienes razón… Aunque creo que mi familia era muy diferente en ese sentido. Siempre teníamos contacto… Mi padre, siempre era quien organizaba la reunión y ofrecía nuestra casa. Unas tías se encargaban de la comida, otros de la música, y así. Pero, eso cambió después de que él falleció. A él le encantaba la navidad, decía que le recordaba a mi madre –sonrió a duras penas. –Le pidió matrimonio en época de navidad.

-Ah, lo siento mucho si te ofendí por eso, mucha gente se siente ofendida porque hablo de esa manera de la navidad...mmm... y por cierto ¿tu padre no es ese viejito de tu casa?

Uriel rió. –Hace poco me preguntaste lo mismo… Y te dije que no, no es mi padre. Él me ha cuidado casi toda mi vida, así que lo trato como si fuese mi papá.

-Ahg, discúlpame, es que ya estoy como los viejo con Alzheimer, me olvido de todo, estoy demasiado despistada de unos años para acá.

-Jaja, tranquila. Me he dado cuenta de eso. A veces yo soy así también.

Amber sonrió -ahg, por eso siempre vivo en problemas. La verdad es que se me olvidan cosas que no tienen que ver conmigo o que no me interesan tanto como para preocuparme por ello, Katy siempre me regaña por no estar pendiente de los detalles -rió –Ahg, creo que tengo hambre.

-Yo invito –le sonrió y se puso de pie para hacer la cola del comedor y comprar la comida.

Amber siguió con la mirada a Uriel y se topó con la de Katy que se dirigía hacia ella.

-Amber, ¿por qué huiste de esa forma en la clase? -preguntó acercándose a ella.

-Porque ya no soportaba tanto griterío de Madame y estaba aburrida, por eso.

-Ahg, ¿quién puede contigo?

-No lo sé, hasta ahora tú lo has hecho muy bien -sonrió.

-Seh, lo que digas -entornó los ojos -y por cierto hoy no voy a poder comer con ustedes, bueno es que...mmmm -se sonrojó.

-Vas a estar con Thony, ¿verdad? –sonrió. -No te preocupes, pero no te olvides de tu mejor amiga -le dijo burlona.

-Si, no te preocupes, yo jamás me olvido de ti -le acarició la cabeza y se fue, Amber le miró hasta que vio que se encontró con Thony, luego cerró los ojos y se sintió un poco adormilada y hambrienta.

Uriel compró la comida. Primero dejó los dos platos en la mesa y luego as bebidas. Vio a Amber con los ojos cerrados y la besó tiernamente en la mejilla. –Buen provecho –le susurró y se sentó en el mismo sitio de antes.

Amber abrió los ojos con pereza y sonrió a Uriel en agradecimiento por la comida, empezó a comer y vio a Lestat que se sentaba al lado de Uriel, le saludó con la mano.

-¿Qué hay, Uriel? –le dio unas palmadas en la espalda. -¿Qué cuentas, chica bipolar? –miró a todas partes. -¿Y la Virgen María? –preguntó extrañado.

-Esta con su novio -comentó Amber mientras masticaba. -Se cansó de verte el rostro todos los días -finalizó al tragar

-¿Novio? –preguntó con incredulidad y luego se echó a reír. –Pff, por favor, ¿quién podría cansarse de verme? –dijo orgulloso.

-Yo… -comentó Uriel después de beber un sorbo de su refresco.

-Seip, mi amigo Thony, el grafitero, quizás lo conozcas. -Yo también estoy cansada de verte -comentó Amber.

-¿El que tiene cara de gay? –rió estrepitosamente. –Es su primer novio… Era de esperarse algo así –miró a Uriel con el ceño fruncido y le dio un codazo. –No me quieras tanto, hijo de tu mamá.

-¿De quién más puedo ser hijo?

-¡Ja! Ustedes sí que son simpáticos –bufó.

-No más que tú -contestó Amber con sarcasmo y siguió comiendo.

-Miren si están amargados, no la paguen conmigo… Y ya vengo, por tu sarcasmo –señaló a Amber –y tú por quererme tanto, almorzaré con ustedes, así que ya vuelvo –se paró y fue a comprar su comida.

Amber se rió entre dientes -es tan molesto, ¿cómo lo soportas?

-Porque, aparte de mi “padrastro”, él me soporta mucho más y siempre está cuando necesito ayuda. Por eso es mi mejor amigo y lo soporto –sonrió.

-Yo también te soporto -rió -por lo menos eres mas soportable que yo.

Uriel carcajeó. –Eres fácil de soportar, Amber. Sólo hay una cosa que no soporto de ti, pero el resto me gusta.

-¿Y qué es? -preguntó curiosa.

-Que fumas. Pero, en algún momento me acostumbraré –le sonrió y Lestat llegó con su comida.

-Entonces, ¿harás fiesta mañana? –le preguntó a Uriel.

-¿Fiesta? – repitió extrañado.

-Sí… Tú sabes, la música, comida, las chicas lindas. Una fiesta, ¿o prefieres llamarle rumba?

-¿Una fiesta de qué?

Lestat negó con la cabeza y suspiró. –Tú cumpleaños, imbécil.

-¿Mi…? –Uriel miró su reloj de muñeca y vio que era 12 de noviembre. –Rayos…

-¿Tu cumpleaños es mañana? -Amber se sorprendió un poco -vaya ¿y cuántos cumples?

-Veinticinco…

-¡JA! –A Lestat se le escapó una carcajada y Uriel lo miró con el ceño fruncido.

-Vaya, que viejo -rió Amber -eres 3 años mayor, pensé que tenías algo así como 23.

“No sabes cuán viejo soy”, pensó. –Yo te había dicho que tenía 24 la primera vez que salimos… -comenzó a comer.

-Ahg, si es verdad, ¿ves?... soy una despistada con Alzheimer -se metió otro bocado en la boca.

-Bueno, como seguía diciendo… ¿Harás una fiesta o no? –siguió Lestat.

-Aún no lo sé.

-Deberías… Son tus 25, eso no se cumple todos los días –comentó con algo de sarcasmo.

-Tranquilo, si me da la gana de hacer una fiesta, te llamaré y te diré que traigas a todo tu equipo y a tu gente, ¿feliz?

-Mucho –sonrió y siguió comiendo.

Amber bostezo -tengo como sueño -pensó sin seguir la conversación de los chicos, no le importaba mucho si hacían fiesta o no, de todas formas no creía que pudiera ir, si se emborrachaba nuevamente en esa semana, Madame le dejaría noqueada.

-Yo no quiero ir a clases de francés… -comentó Uriel.

-¿Y tú crees que yo sí? Yo me largaré de aquí ya mismo –Lestat terminó su comida y se levantó con la bandeja. -¿Ustedes se quedaran?

-Yo me voy a escapar de las obscuras garras de la demonia antes de que me haga bailar hasta morir -comentó Amber -es más, creo que me está vigilando ahora para que no huya. Tengo que encontrar la manera de escaparme sin que me vea.

-Huye conmigo –le propuso Uriel sonriente.

-¡Uy! Qué tentador –Lestat carcajeó.

Amber rió también -huyamos juntos entonces -siguió le juego, se levantó y cogió de la mano a Uriel.

Uriel corrió con Amber y Lestat les gritó: -¡Tranquilos, yo recojo sus bandejas! –rió e hizo lo que dijo.

Uriel y Amber llegaron al muelle jadeando. Él fingía, pero por todo lo que corrieron, a Amber le iba a parecer extraño si él no hacía algún gesto de estar cansado.

-¿Adónde vamos? –le preguntó.

-A donde el viento nos lleve -le dijo Amber recuperando el aliento sonriente -o debería decir a donde tu auto nos lleve.

-Ya sé a dónde –le sonrió pícaramente y subieron al ferry. Al llegar, ambos subieron al auto y Uriel condujo hasta el centro de la ciudad. Una vez allí, se detuvo en una heladería enorme, que tenía un letrero que decía 4D con una barquilla de luces de neón. –Llegamos.

-Que bien. ¡Helados! -dijo Amber animada como una niña pequeña. -No como helados desde... no recuerdo, es como lo del cine –sonrió. -Yo quiero una enorme barquilla de chocolate.

-La tendrás –él se bajó del auto, le abrió la puerta a Amber como siempre, le puso la alarma al auto y entraron a la heladería. Había un gigante mostrador con todo tipo de helados.

-Woooaah -dijo Amber asombrada y pensó nuevamente el sabor de su helado, habían de tantos sabores que quería probar todos los tipos que habían -ahora no estoy segura si quiero de chocolate -le dijo a Uriel riendo.

Uriel rió. –Le puedes decir a la que nos atenderá que te haga probar cada helado. Siempre dejan hacer eso… Así ya no tendrás que comprar ninguno. Son muchos; te llenarás.

-¿Enserio se puede hacer eso?... que bien. Eso es mejor que comprar sólo uno, vamos a hacerlo

Uriel carcajeó. –Las damas primero –le hizo señas hacia la chica del mostrador.

-Buenas tardes, ¿qué desean? –preguntó la chica sonriente.

-De todo -pensó Amber -una barquilla para mi -le dijo a Uriel sonriendo.

-¿Qué sabor?

-Mmmm... y si vemos cuando lo hagan, es que no estoy segura.

-No hay problema. Pueden probar –dijo la mujer haciendo un además hacia el mostrador y le guiñó un ojo a Uriel, éste miró a Amber y casi se echa a reír.

Amber empezó a pedir un poco de todos los sabores, se sentía maravillada con cada cosa que probaba, y le daba a probar a Uriel con la mano.
-Me gusta el de almendra –comentó Uriel mientras saboreaba el helado que le daba Amber.

-Me encanta el de chocolate con brownie y el de parchita... ¿Puedo pedir los dos juntos?

-Los que quieras –Uriel le besó la mejilla y la otra chica entornó los ojos.

Amber sonrió abiertamente, más porque por el beso de Uriel que por el helado, ya estaba acostumbrada a que él le hiciera eso y le encantaba, era como su pan de cada día -choco-brownie y parchita será -le dijo.

-Está bien –Uriel pidió un helado de almendras para él y el choco-brownie con parchita de Amber.

-Enseguida salen –la chica sonrió y armó los helados; luego se los entregó a Uriel y éste los pagó.

Uriel le dio su enorme helado a Amber y se dirigió a una mesa cerca de una ventana.

Amber lo cogió con entusiasmo, y se fue a una mesa cerca de la ventana en donde se podía ver la ciudad, empezó a lamer el helado saboreando cada pizca mientras esperaba a Uriel.

Uriel se sentó frente a ella y también empezó a contemplar la ciudad- Afuera se veía el estacionamiento, una pequeña plaza con una fuente y a lo lejos las montañas. –Me encanta Castlevania –comentó él casi en un susurro.

Amber escuchó su comentario y sonrió - es maravilloso -concordó ella -pero es un pueblo muy pequeño, por eso no espero vivir aquí por mucho tiempo.

-A veces es preferible un pueblo como éste que una ciudad… De verdad –lamió su helado. –En las ciudades no ves tanta naturaleza como la que hay aquí… Sólo edificaciones.

-Es verdad, pero en un lugar como éste no puedo ser una bailarina reconocida a nivel mundial, tendría que irme por lo menos a Inglaterra o Francia.

-Tienes razón… Yo sólo me quedaré aquí el tiempo que sea necesario. Después me iré a otra parte.

-¿Y por cuanto tiempo es eso?, ¿hasta que te gradúes?

-Puede ser… Tal vez viva aquí unos cuantos años más después de graduarme y luego me iré.

-Mmmm... ¿Y si te vas conmigo cuando sea una famosa bailarina? Podemos vivir en una comunidad de esas en las que varios chicos viven juntos en una casa, podemos decirle a Katy y al lobo feroz que se vengan con nosotros, será divertido -convidó Amber sonriente.

Uriel pensó en los años que debía aprovechar en Castlevania antes de irse a cualquier otra parte. –Sí…, podría ser. Aunque también tendría que ir tu “amiguito” Thony, el novio de Katy.

-Mmmm... Quizás, pero no lo creo, él aunque no lo parezca, es tan sifrino que no puede vivir en otro lugar que no sea una casa que haya comprado su rico padre... en pocas palabras es un hijo de mama y papá -iba casi por la mitad del helado que empezaba a chorreársele por las manos.

-Entonces, lo más probable es que deje a Katy si ella acepta venir a vivir con nosotros a otro país… y le hará daño –Uriel lamió las partes derretidas de su helado para que no se le chorreara.

Amber hizo lo mismo pero le quedó un poco de helado en la barbilla, no se había dado cuenta de eso -Mmm, tienes razón entonces viviremos, el lobo, tú y yo.

-Tendremos que soportar a todas las mujeres que traiga Lestat –le vio la gota de helado en su barbilla y se echó a reír. Se acercó a ella con una servilleta. –Estoy empezando a creer que haces esto apropósito –siguió observando la gota de parchita. Pudo leer en los pensamientos de Amber que decía “¿Qué?”, se acercó tanto que sintió la tentación de besarla, pero en vez de eso, la limpió con la servilleta y volvió a su asiento.

-Ammm, eso sería un problema... Entonces vivamos tú y yo nada más. Sería divertido -sonrió.

-Muy divertido –sonrió pícaramente y acabó su helado. -¿Sabes lo peligroso que es vivir con un amigo como yo?

-Mmmm, no lo sé –sonrió. -¿Y tú sabes lo peligroso que es vivir con una amiga como yo? -contraatacó con picardía.

-Podría imaginármelo –le devolvió la sonrisa. –Pero no eres más peligrosa que yo.

-¿Y cómo lo sabes?, apenas nos conocemos. Ni siquiera Katy que es mi mejor amiga me conoce completamente

-Creo que sé lo suficiente para saberlo. Pero, ¿qué sabes tú de mí? –le sonrió mientras alzaba sus cejas.

-Mmmm... ¿Qué? ¿Eres alguna clase de ser extraterrestre? -rió -¿Alguien fuera de este mundo?

-Algo así… Te lo dije, pero no me prestaste mucha atención.

-Discúlpame, pero creo que aun con todo eso sería muy divertido.

Uriel rió. –Yo pienso exactamente lo mismo.

Amber se terminó el helado y quedó muy llena. -Creo que comí demasiado -comentó sobándose el estómago -si engordo, el tal Nickolas ese no podrá sostenerme en la obra.
Uriel carcajeó. –Estás bien así… No vayas a meterte a anoréxica. ¿Quieres que te lleve a tu casa?

-No lo creo, adoro comer -sonrió -además gracias a ti, he explorado uno de los mejores placeres de la vida... Y sí, por favor si no es mucha molestia.

-Está bien. Vamos –le sonrió y le abrió la puerta de la heladería. Subieron al auto y Uriel manejó hasta el porche de su edificio.

-¿Quieres subir un rato a tomar una taza de café?, es lo único que podría ofrecerte.
Uriel recordó la noche después de la fiesta de Halloween. Suspiró. –Está bien –le sonrió y apagó el auto.

Entraron al edificio y esperaron el ascensor. Uriel no hallaba que decir; estaba completamente hundido en sus pensamientos, o mejor dicho, los recuerdos de la otra noche en su casa.

Amber estaba pensando en que tipo de café hacer, que le agradara a Uriel, era lo único que podía preparar decentemente porque a ella hasta el agua se le quemaba. Llegaron al piso y abrió la puerta pero lo que se encontró la desconcertó completamente.

Capítulo XXI: Como si fuera una cita.

Uriel se paralizó al verla allí sentada. Pensaba en algo, pero él se agitó tanto que no se concentró en escucharle. “¿Será que recuerda lo de anoche?”, pensó y respiró hondo. Sólo se quedó ahí petrificado viéndola mientras ella observaba sus converse negros. Dio sólo un paso y carraspeó.

Amber estaba completamente absorta en sus pensamientos, pero al sentir que alguien estaba enfrente de ella, subió la mirada y encontró a Uriel algo serio y sus ojos color cacao le observaban y ella sintió un vuelco en el corazón, se sonrojó un poco pero logró contener sus ganas de salir huyendo -hola -saludó un tanto tímida.

-Hola, Amber –le sonrió y se sentó a su lado sin mirarla. No creía que estaba preparado para verla a los ojos tan de cerca.
Amber se alejó un poco de él temerosa por decir algo que delatara lo que había soñado, algo tan pervertido como eso no se lo podía decir así como así -¿y no fuiste a clases? -preguntó nerviosa tratando de disimular su vergüenza.

-No…, bebí mucho. No estaba muy bien y después de… de –la miró y tartamudeó. Miró hacia otra parte. –Después de dejarte en tu casa, seguí bebiendo con mi padre y no pude levantarme temprano.

-Ah... si, bueno yo no recuerdo mucho de anoche, gracias por dejarme en mi casa... después del último trago sólo recuerdo haberme desmayado y despertar con un terrible dolor de cabeza esta mañana, así que como me ves aquí tampoco fui a clases -sonrió un poco -pero ese sueño, ahg ni siquiera puedo mirarlo a los ojos –pensó.

-¿Qué sueño? –le preguntó. Estaba tan distraído por lo que había pasado la noche anterior que no se dio cuenta que fue un pensamiento.

Amber se sorprendió por lo que había preguntado Uriel, ¿será que lo dijo en voz alta?, no lo creía así que solo puso cara de confusión mientras su mente se debatía por tratar de acordarse de nada.

-Disculpa, creí que dijiste algo con sueño… Creo que todavía tengo un poco de resaca –Uriel se dio cuenta de que ella no recordaba absolutamente nada. Le dio gracias a Dios; quizás podía ahora alejarse de ella y no le haría daño. De todas formas, había olvidado que él le dijo que era un vampiro y que la besó más allá de los labios. Tal vez y todavía creía que era un ovni.

Amber sintió un pequeño alivio, su corazón estaba un tanto acelerado y eso que ni le miraba a los ojos -no pasa nada, a mi también me pasa lo mismo de vez en cuando -dijo y sintió que su estómago sonó como fiera por el hambre, recordó que no había comido, esa mañana no desayuno porque sabía que vomitaría lo que comiera pero ahora tenía un hambre endemoniado -c... creo que me iré ahora- pensó, no quería molestarlo
Uriel escuchó los rugidos y volteó para mirar hacia su estómago, pero primero su vista se había detenido en el escote que había alargado la noche anterior; y le permitió besar la piel tersa de Amber. Se sonrojó y prefirió mirarla a la cara.

-¿Quieres ir a almorzar?

-¿Ah? -Amber estaba distraía y volvió en si cuando escuchó la voz de Uriel que le hablaba -mmm... n... no tengo mucha hambre, pero esta bien -mintió mirando hacia otro lado avergonzada -si tú invitas.

Uriel se puso de pie, se paró frente a ella y le extendió la mano. –Claro. Yo invito. Mi carro está arriba en la calle –le sonrió.

Amber se sonrojó y dudó un poco al darle la mano, pero al final lo hizo, el corazón le empezó a latir con mucha mas fuerza cuando sintió el contacto con su piel -esas manos -pensó con pesar.

Cuando Amber sostuvo su mano, Uriel recordó cuando la acarició y bajó su escote. Sintió un poco de vergüenza cuando la tuvo parada frente a él. –Amm… Vamos –no sabía si agarrarle la mano o caminar a su lado y ya. Decidió hacer lo segundo y la guió a su auto.

Amber sintió una pequeña decepción cuando Uriel le soltó la mano, pero era mejor de esa manera, así no se sentiría tan avergonzada y no recordaría más su extraño sueño con él, se sentó a su lado como siempre, pero éste ni la miró un poco cuando se metió en el auto -¿estará enojado o algo? -se preguntó al ver su expresión seria.
Uriel la escuchó, pero hizo caso omiso y encendió el carro. Comenzó a manejar por la calle en busca de un buen restaurante. –Si quieres pones música –le sugirió e hizo un ademán hacia la radio del One-77.

-¿Qué quieres escuchar le preguntó? -sin saber qué poner.

-Amm, lo que sea. No importa.

Amber buscó alguna emisora en la radio, primero encontró la canción de quisiera ser de Chayanne, la misma de la otra vez, se estremeció un poco al escucharla, así que cambió de emisora, y consiguió la de And then you, la misma que bailaron en la fiesta, decidió dejarla, le gustaba el ritmo. Apoyó la cabeza del asiento y miró por la ventana suspirando.

-¿Qué te provoca comer? –preguntó Uriel para romper un poco el silencio.

-Mmm... No sé, lo quieras -respondió sin mirarlo, no quería que gastara mucho dinero en ella, ya se sentía un poco avergonzada por estar allí después de todo.
Uriel giró en una calle y se detuvo en una pizzería. -¿Quieres pizza? –le preguntó sonriendo.

-Claro -ella le sonrió y sintió de nuevo que su estómago se quejaba.
Uriel aparcó el auto cerca del restauran; se bajó y le abrió la puerta a Amber. Puso la alarma y entraron juntos. Uriel rozó sin querer o quizás queriendo la mano de Amber, pero fingió que no pasó nada y se dirigió a la caja. Allí tenían unas pantallas con los hombres de las pizzas y los ingredientes.

Amber sintió escalofríos cuando Uriel le rozó la mano, pero luego le hizo caso omiso, no quería parecer desesperada sólo porque medio le tocara la mano, vio las pantallas con los ingredientes, todas lucían apetitosas pero miró a Uriel para ver que era lo que él quería.

-Me gustan todas –comentó Uriel. –Menos la Hawaiana. No me cuadra la piña en la pizza… ¿Cuál prefieres?

Amber rió entre dientes -a mi tampoco me cuadra eso, me gustaría más una con muchos champiñones y maíz -sonrió -¿y tú?

-Está bien y pepperoni –rió.

-Mmmm... Yo prefiero anchoas que pepperoni, pican mucho y no me gusta mucho la comida picante.

-Con anchoas será –le sonrió y fue directo a la caja. -¿Qué tan hambrienta estás? Para ver de qué tamaño la pido.

Le sonaron las tripas y le miró -te diré la verdad, tengo un hambre endemoniado.
-Ok. Una pizza grande por favor –le dijo a la chica que atendía en la caja. Ésta se estaba riendo de Amber y no dejaba de contemplar a Uriel.
-¿Dime? –repitió la pobre anonadada.

-Una pizza grande con maíz, champiñones y anchoas –le repitió Uriel mientras miraba las bebidas. –Amber, ¿qué quieres tomar?

-Mmmm... Una pepsi, hoy perderé la línea, pero no importa -miró a la chica que los atendía y le molestó tanto que se riera de ella que quiso dejarla noqueada con un puñetazo pero debía controlarse, después la meterían presa por agresión y no quería molestar aun mas a Uriel.

-Que sean 2 pepsi –pidió Uriel.

-Muy bien –la chica sacó cuentas en la caja y dijo: -Son 50$.

Uriel buscó su billetera y sacó un billete de 50; luego se lo entregó a la mujer.

-La pizza estará lista en 15 minutos. Puedes tomar asiento –le guiñó el ojo.

-Gracias –volteó hacia Amber. -¿Dónde nos sentamos? –el sitio estaba casi vacío.
A Amber la invadió un arrebato de celos pero contuvo sus ganas de machacar a la tipa con todas sus fuerzas, respiró hondo -por allá -le señaló uno de los puestos más lejos de mostrador, no quería que la comida le cayera mal por culpa de la bruja de la cajera.

Caminaron hasta la mesa que señaló Amber. Uriel le arrimó la silla para que ella se sentara y luego se sentó frente a ella. No dejaba de mirarla; Aún se preguntaba por qué no se había dado cuenta de que era Amelia. Era la misma cara, los mimos ojos y hasta la misma personalidad.

Amber se revolvía en su asiento, sentía la mirada de Uriel encima y eso le inquietaba un poco, quería saber qué estaba pensado de ella seguro que era una loco por haberse emborrachado así, eso no era muy femenino que digamos -¿qué? -fue lo único que logró decir para ocultar su incomodidad.

-Nada. Es que se me perdió una igualita –sonrió con ironía.

Amber sonrió divertida -no creo que nadie pueda ser como yo de distraída, loca y anti-parabólica.

-Mmm… Puede que tengas razón –miró hacia la caja y volvió a ella. -¿De verdad no recuerdas nada de lo de anoche?

Amber se sorprendió -no, sólo que me llevaste en auto pero no recuerdo mucho de eso, ¿por qué?, ¿hice algo malo?, ¿algo embarazoso? -trató de pensar a ver si recordaba algo pero lo único que consiguió fue un molesto dolor de cabeza.

-No, nada. Sólo que no dejabas de decir que eres una bailarina.

-Mmmm, qué vergüenza, seguro que te harte con eso, es obvio que ya sabes que soy una bailarina -suspiró un poco sonrojada por la pena.

Uriel carcajeó. –No mucho. Fue algo soportable. Dijiste muchas cosas… pero sólo recuerdo esa –mintió.

Amber sonrió aliviada -menos mal que no dije o hice algo más vergonzoso -comentó -aunque ese sueño si fue verdaderamente vergonzoso -pensó sonrojándose.

A Uriel le intrigaba saber cuál era ese sueño que ella nombraba a cada momento en sus pensamientos. Pero más le preocupaba estar seguro de que no recordara lo que pasó en su habitación; así si él desaparecía de su vida, ella no estaría afectada. “Todo por no matarla”, pensó.

Amber le rodaba por la cabeza el sueño, y miró a Uriel, recordó como la besaba en sus sueños, y luego la tocaba tan tiernamente -y... ya vengo, voy al baño -se excusó para no seguir pensando esas cosas con Uriel allí, no podía ni mirarle a la cara sin imaginarse cosas locas. Corrió directo al baño, en donde se sintió más tranquila
Uriel se percató de lo que pensaba Amber. “Parte de eso no fue un sueño”, se dijo así mismo. Por más que tomó esa noche, no se había embriagado. Eso pasó, de eso estaba completamente seguro, y si hubiese sido un sueño, no pudieron soñarlo los dos. Él la esperó paciente, pero la pizza estuvo lista antes de que ella apareciera. Fue a recogerla y la puso en la mesa.

Amber luego de que se calmó un poco, salió apresurada del baño, casi se tropieza pero logró mantener equilibrio y se sentó en la mesa al ver que había llegado la pizza.

-Bon appétit –le dijo Uriel sonriendo.

-Bon appétit -repitió ella encantada y agarró el primer pedazo de pizza caliente, se quemó un poco la boca pero no le importó, estaba muy buena y daba gracias a Uriel internamente por haberla llevado a comer algo tan bueno.

-Mmm, ¿Está buena verdad?

Amber asintió con la boca llena con una expresión de estar muy feliz al comer, bebió un poco de su pepsi, mientras trataba de recordar la última vez que comió pizza -creo que fue en la uni, en la cafería -pensó -pero no estaba tan buena como esta.
Uriel tenía que empezar a separarse de Amber de alguna forma. Estaba enamorado de ella, pero su pasado no iba a permitirle estar feliz sin verla muerta. Casi todo lo tenía claro, pero aún no sabía qué hacer. No sabía si quedarse allí junto con ella o irse y dejar que Amber continuara con su vida normal. Bufó ante la idea; no quería dejarla.

Amber notó a Uriel pensativo y apenas había probado su comida, se arriesgó aun en contra de su conciencia y le tocó la mano con la suya preguntándole: -¿te sientes bien?

-Sí…, sí, estoy bien –le fingió una sonrisa para no preocuparla.

-No lo creo. ¿Te preocupa algo?

-En realidad sí, pero no es nada importante. Tampoco es algo que deba preocuparte, así que tranquila. Todo está bien.

Amber continuó comiendo un poco escéptica, sabía que no debía meterse en asuntos que no le concernía pero estaba algo preocupada, sentía algo así como un mal presentimiento.

Amber se había comido casi toda la pizza. Uriel sólo había comido dos pedazos y quedaba uno; él no le prestaba atención, iba a dejar que Amber se lo comiera, total… Él nunca tenía hambre.

-Cómetelo –le ordenó.

Amber le extraño el tono autoritario de Uriel, eso le incomodó un poco, dejó la pizza en el plato y se cruzó de brazos -escucha, si estas molesto no la pagues conmigo, ¿OK? -le dijo molesta.

-No la estoy pagando contigo –la miró extraño. -Sólo te estoy diciendo que comas –rió.

-Ahs, estoy paranoica -se sobó las sienes, y comió el pedazo sobre su plato -no creo que pueda comérmelo yo sola, estoy llena.

-Mitad y mitad pues –Uriel tomó la pizza y la dividió en dos.

–Ten –pretendía dársela en la boca, pero si ella la agarraba, no se molestaría.

Amber se sonrojó un poco y pensó en hacer algo atrevido, mordió el pedazo de pizza que tenía Uriel en la mano y masticó apenada.

Uriel le sonrió y se comió la otra mitad de la pizza. Se limpió los labios y le ofreció un chicle. -¿Quieres?

Ella negó con la cabeza saboreándose los labios, pero no se percató de la gota de salsa que aún tenía en el mentón.

Uriel sonrió, se inclinó frente a ella y le besó el mentón hasta limpiar la salsa que le quedaba. Luego le susurró al oído: -Ya vengo –y le sonrió. Fue al baño para lavarse las manos.

Amber sintió que la cabeza le explotaba y que se desmayaría pero su cuerpo se mantuvo intacto y sólo asintió al escuchar a Uriel.

Uriel regresó con una sonrisa en los labios. -¿Nos vamos?

-Sí -contestó Amber devolviéndole la sonrisa y siguió a Uriel hasta el despampanante auto -¿y ahora qué? -le preguntó para saber que harían luego.

-¿Quieres ir al cine? –le preguntó mientras le abría la puerta del copiloto.

-¿Cómo una cita? -preguntó con descaro sonriendo.

Uriel se sobresaltó y se sonrojó un poco. –Emmm… Sí, algo así –le sonrió y se subió al auto.

-Genial, llevaba siglos sin ir al cine -comentó animada.

-Bueno, ¿qué tipo de película te gusta?

-Mmmm, las macabras y con mucha sangre o fantasmas, suspenso o cualquier cosa de esas... pero para una cita no es apropiado, así que veamos algo como una comedia romántica o no sé, ¿tú qué dices?

Uriel carcajeó estrepitosamente. –Como quieras. Yo te invito, tú escoges. Si viéramos una macabra, de fantasmas o lo que sea; cuando te asustaras podrías abrazarme. Pero, si quieres ver una comedia, también está bien.

Amber rió -Entonces veremos una buena película de terror.

-Está bien –Uriel le devolvió una sonrisa de lado y se concentró en la vía. Manejó hasta un centro comercial muy grande llamado Castlemanía. Entró en un sótano y estacionó el auto.

Ambos subieron en un ascensor y Uriel se rió al ver que Amber se arregló el cabello apenas se miró en el espejo.

Amber se sonrojó al ver que Uriel se reía de ella -¿qué? -se cruzó de brazos.
-Nada. Es que te ves linda así, no hace falta que te arregles.
Amber se sonrojó aún más y desvió la mirada para que Uriel no le mirara roja de vergüenza -que tontería -pensó -ya parezco una película romántica.

Uriel aguantó una carcajada y miró hacia otro lado para no incomodarla. –“Es que me gusta tu cara, me gusta tu pelo, soñar con tu voz cuando dices te quiero…”- tarareó un pedazo de la canción que se escuchaba en el ascensor y llegaron al cuarto piso donde estaba el cine.

Amber sintió un leve cosquilleo de emoción cuando llegaron al cine, había tantas películas interesantes que no sabía cuál elegir, no había ido al cine desde hace años, ni en citas con sus otros novios, ya que no era de las que tienen citas, pero estar allí con Uriel así no fueran novios, le emocionaba mucho.

Uriel notó la emoción de Amber. –Podemos ver dos. Una de terror y una de comedia romántica como querías –le sonrió.

-Dale. Me parece perfecto, no tengo mucho ánimo de llegar temprano a mi casa hoy –suspiró.

-Bien… -Uriel observó la cartelera. -¿Qué te parece si vemos extrañas apariciones?

-Esa me parece genial -sonrió -vemos esa definitivamente.

-Ok. ¿Cuál quieres ver luego? –Uriel empezó a caminar hacia la caja para comprar las entradas.

Amber miró la cartelera nuevamente -¿el caza recompensas?, no sé si sea buena, pero ¿qué más da?

-Sí. Esa misma –Uriel compró cuatro entradas. Escogió el caza recompensas para las 3pm y extrañas apariciones a las 6pm.

Amber quería comer un poco de chocolate a pesar de haber almorzado, sentía la necesidad de probar algo dulce como el chocolate pero le daba un poco de pena pedirle a Uriel que le siguiera comprando cosas, así que se quedó callada.

-¿Qué combo quieres?... Está el de cotufas, nuggets, chocolate… ¿Cuál te provoca?

-Yo... prefiero chocolate -contestó Amber, Uriel siempre sabía exactamente lo que ella quería, así que ya estaba acostumbrada a que le leyera la mente de alguna manera -¿soy tan fácil de leer? -le preguntó -siempre sabes exactamente lo que quiero.

Uriel carcajeó. –A veces… Lo primero que hiciste al ver los combos, fue mirar el de los chocolates.

Amber rió -soy demasiado predecible según tú. Cualquiera puede pensar que lees mentes, si yo tuviera ese poder, creo que me molestaría un poco en saber lo que los demás piensan, no quisiera inmiscuirme en sus cosas privadas.
-Puede que sea difícil evitar saber lo que piensan los demás cuando tienes esa clase de poderes.

-Por eso mismo, aunque a algunos les gustaría, a mi me incomodaría. No soy Dios para saber lo que la gente piensa o desea, no quiero esos murmullos en mi cabeza, eso me volvería loca.

-Sólo escuchas a quienes quieres escuchar. No tienes que estar pendiente de todos los pensamientos –pidió el combo de una cotufa mediana, con dos chocolates y dos refrescos.

-Entonces trataría de no escuchar nada, aunque si son los pensamientos de la persona que me gusta creo que la tentación no la podría resistir –rió.

-Creo que nadie resistiría la tentación –le colocó una cotufa cerca de la boca.
Ella comió la cotufa de su mano, luego cogió otra e hizo lo mismo que él a ella mientras sonreía. -Nadie lo resistiría.

Uriel elegantemente se comió la cotufa y la besó en la mejilla. Después caminó hacia la entrada de la sala, donde estaban pidiendo las entradas.

Amber se sonrojó un poco y se colocó la mano en la mejilla besada, siguiendo a Uriel hasta donde pedían los boletos, pasaron sin mucho problema y descubrieron que la sala estaba prácticamente vacía a excepción de una pareja de adolescentes sentados casi que en primera fila.

-¿Nos sentamos atrás? –le preguntó Uriel.

-Sí, atrás se puede apreciar mejor la película, además no quiero ver a estos dos besándose a cada rato -comentó señalando a los chicos que lucían muy acaramelados.

-Cierto. Yo tampoco los quiero ver –Uriel subió hasta lo último y dejó que Amber se sentara antes para luego hacer él lo mismo.

Empezó la película, Amber se reía cada vez que algo gracioso pasaba. Uriel hacía lo mismo, pero se reía más por las carcajadas de Amber que por las escenas de la película.

Para cuando terminó la película, se apresuraron para ir a la otra sala para poder ver la otra que era de terror, Amber estaba emocionada y a la vez dudosa, no sabía si sería buena o no.

-Amo las películas de terror –le comentó Uriel. –Lestat me dijo que esta es buena.

-Eso espero, porque hay películas de terror que son muy malas, vamos a confiar en el lobo feroz pues -rió y entraron en la sala, allí si había un poco más de gente pero todos estaban en pareja -¿nos sentamos atrás también?

-Sí –Uriel subió al mismo tiempo que Amber y se colocaron atrás; en el último rincón al lado de la pared. No había más puestos vacíos arriba a excepción de esos dos. “Cualquiera podría pensar que el que se siente allí, hará cualquier cosa menos ver la película”, pensó Uriel.

Amber no le prestó atención de donde se sentaban sólo estaba pendiente de ver la película, empezó a comer chocolate mientras empezaba la función.
En una escena de la película, apareció que el protagonista soñó con muchos muertos que tenían letras marcadas en la piel con un bisturí y sin parpados. Uriel le agarró el brazo de repente a Amber en la parte de suspenso y esta dio un grito.

-Bastardo -le reprendió -no me asustes de esa manera -le pegó suavemente en el brazo a Uriel que se carcajeaba.

Uriel le sonrió y le volvió a besar la mejilla. –No te enfades –le susurró al oído y siguió viendo la película.

Amber se sonrojó y siguió mirando la película con el ceño fruncido. Luego se inclinó un poco y disimuladamente recostó su cabeza del hombro de Uriel. Él puso una mano en su mejilla y la acarició.

Amber se dejó acariciar, suspiró ante el tacto de Uriel e inconscientemente cerró los ojos gustosa.

Un sonido de horror en la película, hizo que Amber diera otro brinco y gritara al abrir los ojos y ver un muerto. Uriel rió y trató de calmarla.

-Tranquila, no son de verdad –aguantaba las ganas de reírse mucho más.

-No te rías -frunció el ceño y se sentó como estaba antes pero un poco sonrojada.
Uriel levantó el pasamano del asiento. –Si quieres te abrazo…
Amber se sonrojó un poco pero esa oferta era demasiado buena para rechazarla, se inclinó sobre el pecho de Uriel y se dejó abrazar.

Uriel la abrazó gustoso, y mientras veía la película, acariciaba su brazo.
Amber estaba relajada en sus brazos, pero se le erizaba la piel cada vez que él la tocaba, estaba ligeramente sonrojada, y sintió un gran deseo de besarlo.
Uriel aún pensaba en la confusión que tenía, pero ahora estaba decidido; no podía inventar ni fingir nada; quería estar con Amber. Mientras la tenía entre sus brazos sentía que respiraba de verdad; no se imaginaba dañándola, quería permanecer con ella así por siempre. Estaba enamorado de ella.

Amber sintió que su corazón palpitaba alocado y en su estómago maripositas revoloteaban, pero eso no le desagradaba, le gustaba mucho... eso quería decir que tal vez estaba enamorada de Uriel, o sólo le gustaba, tenía miedo de admitir cualquier sentimiento que la confundiera luego.

Al terminar la película, Uriel agarró la mano de Amber para ayudarla a bajar por las escaleras oscuras y repletas de gente.
Amber se dejó guiar por Uriel, no quería separase de él por ahora, pero sabía que tarde o temprano lo haría.

Los dos salieron y empezaron a caminar entre la gente. Uriel estaba indeciso en soltar la mano de Amber. No quería soltarla pero no sabía si a ella le incomodaba.

Amber no quería que le soltara y le palpitaba el corazón de anhelo, pero algo extraño atrajo su atención; de la misma sala de cine en donde estaban Uriel y ella; su madre y un tipo casi de su misma edad, caminaban abrazados muy acaramelados, Amber sintió una punzada de dolor en el corazón, así que decidió ignorarlos, después de todo, si su madre no quería que ella supiera de sus relaciones, no se inmiscuiría en ellas; sólo apretó un poco más fuerte la mano de Uriel que la sostenía.

-¿Te sucede algo? –le preguntó Uriel con ternura. Sabía lo que sentía, pero no sabía quién era su madre entre toda la multitud.

-N... no es nada -frunció el ceño -es sólo que mi madre está por allí, eso es todo.

-¿Si? ¿En dónde? –buscó con la mirada a alguien que se pareciera a Amber.
Amber miró a su madre por última vez -esa de allí -le dijo a Uriel con la mirada -la pelirroja.

Uriel observó a la mujer que besaba a un chico que aparentaba la misma edad de Amber.

-¿No deberían gustarle los viejos? No es que ella sea vieja, sino que… Bueno, de su edad.

Amber rió un poco incómoda por la situación –sí, bueno, ella prefiere a los jóvenes e inmaduros, supongo que la hacen sentir joven también -contestó mirando a otro lado y apretando la mano de Uriel, se sentía mal al ver a su madre allí -así no se siente mal por tener ya una hija como yo.

-¿Quieres que te lleve a otra parte?

-Si, por favor -pidió Amber desanimada y casi suplicando.

-Ya sé a dónde iremos –Uriel y Amber fueron al estacionamiento. Él pagó y comenzó a manejar por una carretera. Al principio, Amber no sabía hacia dónde se dirigía, pero luego reconoció la vía.

-¿Todavía te acuerdas de la vía? -preguntó Amber con una sonrisa.

Uriel le sonrió. –Sí. Fui esta mañana…Tenía que pensar algunas cosas.

Amber rió -que bueno que te sirva para arreglar tus asuntos, pero no le digas nada a nadie.

-Tranquila. No le diré a nadie… prefiero que lo conozcamos nosotros nada más –continuó manejando.

Había Luna llena y todo estaba oscuro. A Uriel no le preocupaba andar por ahí hasta tan tarde; de todas formas..., ya era inmortal; así que nada podría lastimarlo a él ni a Amber porque la protegería de lo que fuera.

Amber miraba el paisaje y la Luna distraídamente por la ventanilla del auto, aún pensaba en su madre y en el tipo que le acompañaba -no tengo porqué extrañarme -se repetía para sí misma -así se olvida de mi existencia y no le fastidio -suspiró y sintió que iba a llorar pero contuvo las lágrimas para que Uriel no la viera.
Uriel escuchó con atención cada pensamiento de Amber, no le quería preguntar nada porque no quería incomodarla y mucho menos verla llorar. Se detuvo al llegar al claro.

-Llegamos –puso su mano sobre la de Amber que aún miraba por la ventana.
Amber le miró un poco apenada, pero se sintió mejor al ver que Uriel le dio apoyo, sabía que él podía leerla completamente y seguramente supo que se sentía mal por su madre -estoy bien, no te preocupes -le mintió un poco, pero ya estaba mejor gracias a él.

Uriel le sonrió y bajó del auto, después le abrió la puerta a Amber; miró hacia los arbustos y árboles que tenían que atravesar para llegar al claro. Todo estaba oscuro.
Amber instintivamente tomó a Uriel del brazo, a ella le aterraba la obscuridad, y además no veía nada a pesar de conocer ese lugar como la palma de su mano.

Uriel ya conocía el camino. Tomó la mano de Amber y la guió entre los árboles y arbustos. Pensaba que estaba loco por haberla llevado a ese sitio de noche; pero después dejó de pensarlo cuando vio el claro. Había luciérnagas alumbrando la grama y los árboles. Mientras, la luna hacía brillar el río con toda su luz.

Amber sonrió al ver eso, el claro era bello de día pero de noche tenía una hermosura especial, se maravilló ante todo eso y le sonrió a Uriel agradecida por haberla llevado a ese lugar.

-Esto es mejor que el cine –comentó él sonriendo.

-Mucho, mucho mejor -le soltó de la mano y corrió al claro sonriendo como una niña pequeña, bailando de puntillas aunque no tan estilizadamente, ya que no llevaba las zapatillas puestas, dio un giro de 360 grados y luego se quedó mirado a Uriel desde la distancia con una sonrisa en los labios.

Uriel le devolvió la sonrisa y se acercó a ella. Lo único que hizo fue mirarla y acariciarle la mejilla.

Amber se dejó acariciar, cerró los ojos para sentir aun más el tacto de Uriel, le palpitaba el corazón con fuerza y sentía mariposas en el estómago como siempre pero le gustaba.

Uriel se acercó aún más a Amber. Rozó sus labios con los de ella, y la besó tiernamente mientras la acariciaba.
Amber se dejó besar perdiéndose en el delicioso aroma que emanaba Uriel, sus labios se sentían tibios y suaves, justo como en su sueño, un beso tan maravilloso que sintió que su cabeza daba vueltas.

Él probó sus exquisitos labios, y el sabor hizo que la besara con mucha más intensidad. No le importaba ahogarse en los labios de Amber; si le pasaba, moriría feliz.

Amber sintió que todos sus problemas se esfumaban; no, no sólo sus problemas, sino el resto del Universo se desvanecía a su alrededor, ahora lo único que importaba era ella y él. De tanta pasión, sintió que sus piernas le flaqueaban, así que abrazó a Uriel por el cuello para no separase de él en ningún momento.

Uriel la sostuvo por la cintura y delicadamente la acostó en la grama. Se detuvo un momento sólo para observarla, acariciarla y sonreírle.

Amber estaba tan colorada que sentía las mejillas caliente y el cuerpo tembloroso bajo Uriel, jadeaba mientras tenía los labios hinchados por el largo beso.
Uriel sonrió al verla. Besó delicadamente su mejilla y volvió a los labios de Amber aún con más vigor que antes. Ya no quería parar; sentía que su aliento era su nuevo oxígeno.

Amber perdía la cabeza, el olor del pasto, los besos de Uriel y su aroma, su calor desmedido le hacían sentir tan excitada, que deseaba que Uriel no parase. Era como en su sueño, cada caricia de Uriel le quemaba la piel a su paso y la hacían arder de deseo.

Uriel bajó a su cuello y volvió a saborearlo como la primera vez. Tenía dos tentaciones: una era morder su cuello y disfrutar de su sangre, la otra, la más fuerte, era hacer que Amber perdiera el control y poder satisfacerla como ella deseara. Rozó sus labios por la piel de su clavícula y mordisqueó su cuello levemente. Sintió el olor de un perfume suave y dulce como el sabor de su piel.
Amber se estremeció cuando Uriel le mordisqueó el cuello, su piel se erizó y sintió que temblaba, empezó a jadear con más intensidad y el calor de su cuerpo se incrementó.

Uriel sintió cómo el cuerpo de Amber comenzaba a arder, y empezó a desearla con más ímpetu. Quería hacerle estremecerse, y anhelaba confundir el cuerpo de ella con el de él. Le dio un beso tan intenso que pensó que se derretiría en sus labios.

Amber deseaba más, no podía resistirse a tanto, y sentía que se desmayaba de tanto placer. Intentó torpemente quitarle la camisa a Uriel, pero sólo consiguió desabrocharla; con sus manos palpó su pecho, sus fuertes brazos y su torneada espalda, quería todo, todo de él.

Uriel dejó que tocara lo que quisiera. Luego tomó su mano y la besó hasta el hombro. Bajó hasta su cintura y sólo levantó su camisa hasta su ombligo; después quiso quitarle el resto, pero prefirió ir despacio.

De repente, le vino un pensamiento a la cabeza a Amber, ¿y si sólo la quería por su cuerpo?, ella estaba cayendo como tonta, después de todo los hombres son así. Separó sus labios de los de Uriel, aún jadeando -dejémoslo así, por favor -pidió avergonzada, nunca le había pedido a alguien que se detuviera, y menos si le producía tanto deseo -hacer eso aquí y de esta manera, no sería correcto -desvió la mirada, sonrojada y con el corazón latiéndole de dolor por haberle pedido que se detuvieran -seguro que ahora me odia -pensó.

Uriel se detuvo y se quedó perplejo ante sus pensamientos, ¿cómo podía creer que sólo la quería por su cuerpo?, eso le molestó muchísimo, pero no quiso demostrarlo. Si lo hacía, tal vez seguiría pensando lo mismo, así que se detuvo como ella quiso.

-Tienes razón. No es el lugar… -se le quitó de encima y se comenzó a arreglar la camisa. –También creo que fue demasiado rápido…

Amber que estaba completamente apenada, se levantó sacudiéndose la tierra de encima -ahg, que tonta soy ¿porqué lo he detenido?, no creo que me quiera nada más por hacerlo -pensó robándose la sienes -soy una tonta, tonta, tonta sin remedio -miró el cielo esperando que Uriel se levantara, sabía que la iba a llevar a su casa pero no podía mirarle a los ojos de la vergüenza que tenía.

-Te llevaré a tu casa –dijo sin mirarla, se abrochó la camisa y comenzó a caminar hacia el carro.

Amber solo asintió y le siguió con dificultad por la maleza, apenas podía ver porque estaba obscuro y se le hacía difícil caminar.

Al llegar al auto, le abrió la puerta a Amber, dejó que subiera y luego se montó él. No quería hablar, y si quisiera, ¿qué demonios le iba a decir?, sólo encendió el auto y manejó por la carretera.

Amber estaba incómoda por el silencio, intentó romper el hielo pero no conseguía que decir -¿Vas mañana a clases? -fue lo único que se le ocurrió.

-Sí –fue lo único que articuló.

Nuevamente se hizo el silencio -mierda debe estar muy enojado conmigo -pensó, suspiró y miró por la ventana.

El camino se hizo muy largo para Uriel, se preguntaba cómo se iban a ver la cara después de eso. “Sencillamente no nos vamos a ver”, bufó mientras pensaba. Llegó a la entrada del edificio de Amber y se detuvo.

Amber reunió todo su valor y miró a Uriel a los ojos antes de bajarse -gracias por traerme... nos vemos mañana -sonrió y se inclinó para besarle la mejilla, se bajó del auto y se fue hasta la entrada del edificio, miró el auto una vez más antes de entrar.

Uriel no dijo más palabras. Vio que Amber se detuvo en la entrada del edificio. Él arrancó, y a toda velocidad manejó hasta su casa.
Amber subió y no se sorprendió al ver que su madre no estaba, estaba con el tipo ese de seguro, se fue directo a la ducha y cuando salió se dispuso a ir a la cama.

-¿Con qué cara lo voy a ver mañana? -se repetía -¿y si hago como que no sucedió nada? -pensó y se quedó dormida.

Uriel llegó a su casa sin hacer mucho ruido. Eran las 10:30pm. Seguro Caleb estaba dormido. Subió las escaleras con cuidado y lo vio acostado en su cama, arropado hasta la nariz. “Hace mucho frío para el pobre viejo”, pensó. Se dio una ducha en el baño de su habitación y se dirigió al banco de sangre que estaba en la habitación de al lado. Se alimentó y se quedó viendo un antiguo cuadro de su padre junto a su madre.

Cap XX: un sueño muy vivido.

Esa mañana me levanté con un terrible dolor de cabeza, el despertador había sonado como siempre para irme a la universidad, pero la pesadez de mi cuerpo era tal que no podía levantarme de la cama, el sonido del despertador era tan terrible y me zumbaba en los oídos. Maldije para mis adentros al creador del sonido en ese momento, traté como pude de arrastrarme hasta la mesa de noche estiré el brazo hasta que alcancé a apagar el despertador pero luego caí vertiginosamente sobre el suelo frío de mi habitación.

-Maldita sea la... -bufé -ahg, me duele la cabeza -sobé mis sienes tratando de apaciguar mi dolor -sentí algo de nauseas y corrí al baño antes de vomitara en todo el cuarto, me incliné sobre el inodoro y arrojé todo lo que había bebido la noche anterior en él -ahg, siempre me pasa lo mismo cundo bebo.

No soy como la gente normal, yo vomito es durante la resaca y no cunado estoy en plena borrachera, sin mencionar los dolores de cabeza y la tambaleadera de mi cuerpo.

Decidí que iría a dormir un rato más, así que luego de lavarme la cara me fui directo a la cama que se movía como un maldito barco en alta mar, conseguí conciliar el sueño un rato y soñé algo muy, muy extraño; Uriel vestido de vampiro venía y me decía que era uno verdadero, de esos que chupan sangre y todo, pero lo más extraño era que no me importaba, más bien me parecía fascinante; luego se acercaba a mi con lentitud y me besaba, un beso dulce y amargo como brandy y chocolate, algo que hizo que mi respiración se entrecortara y mi corazón se acelerara; deslizaba sus dedos por mi espalda y me acariciaba los muslos tiernamente, yo caí redondita ante la pasión que me envolvía, el calor de mi vientre se extendía por todo mi cuerpo y sus besos me embriagaban, me miró con esos chocolate profundos, mi cuerpo temblaba y mi mente pedía más y más, y luego...

Me desperté agitada, con la respiración entrecortada y el corazón acelerado, me pasé la mano por la cara y me restregué los ojos.

-Dios, ¿qué fue eso? -pensé tratando de calmar mi corazón acelerado -t... te... tengo que bañarme eso es, tengo que darme una ducha -vi el reloj, ya pasaban la diez, ya no había ido a la universidad y ya no vería a Uriel, bueno, mejor para mí porque con esta clase de sueño no tendría la cara para mirarle a los ojos

Me duché con agua fría y eso ayudó a despejarme la mente y a quitarme la resaca casi por completo, aunque mi estómago esta aun poco revuelto, ya no me dolía la cabeza. Me vestí con el maillot del ballet y encima unos jeans con ruedo roto, mis converse negras y la chaqueta, me recogí el cabello con forma de cebollita, cogí mi bolso de ballet y salí hacia el estudio de la abuela para bailar un rato y no perder mi día, tenía que practicar los pasos de la obra por lo menos un poco o sino Madame Angeliqué me estrangularía mañana, solo esperaba no encontrarme con Katy en el camino porque seguro me despellejaría por no haber ido a clases.

Caminaba por las calles con flojera y un poco de mareo, me fumé unos cuantos cigarrillos antes de coger el autobús que me llevaría hasta la plaza, no tenía muchas ganas de caminar tanto y sin mencionar que tendría que pasar por Warrent para poder llegar a la plaza.

Suspiré de alivio al ver que tenía un par de monedas en el bolsillo de la chaqueta y mi carnet estudiantil en el bolso, así no tendría que pagar el pasaje completo, me subí al autobús que estaba completamente vacío a excepción de una viejita que estaba sentada en el primer asiento con un par de bolsas de mercados, le pagué al conductor al entrar y me miró con mala cara cuando le mostré el carnet estudiantil, me dieron ganas de preguntarle “¿qué me ves bastardo?”, pero no tenía la energía para ponerme a pelear con nadie tan temprano por la mañana.

Me senté en el asiento más lejano al conductor, y vi por la ventana, estaba fría y se empañaba con mi aliento, vi el clima, estaba nublado y frío, a los árboles se les caían las hojas por el otoño, me encanta otoño, no es tan frío como en invierno ni tan caluroso y húmedo como en verano, la primavera estaba bien, pero no tanto como en otoño.

El autobús pasó de las destartaladas calles de mi vecindario a las hermosas de Warrent, con sus impresionantes casas y jardines que ahora estaban abarrotados de montañas de hojas ámbar y rojas, recordé que ámbar en ingles era mi nombre, que irónico porque yo odio todo lo que tenga que ver con el ingles, lo más seguro fuera que haya sido idea de mi padre ya que mi madre no es muy dada a los idiomas; mi padre, alguien que se parecía tanto a mi que me abrumaba, su personalidad, aspectos y gustos eran parecidos a los míos, como su amor por el otoño y por el ballet clásico, él era alguien que quería mucho a pesar de que me haya olvidado, era alguien que me había producido un gran dolor en el alma por dejarme, por tirarme y ya no incluirme más en su vida, lo perdoné ya que no soy rencorosa pero la herida quedó y lo peor era que mi madre, como mi padre, me abandonó también, pero el abandono de ella fue peor, ya que ella apenas me dirige la palabra era como vivir con una completa extraña.

Me di cuenta que el autobús se detuvo, ya había llegado a la plaza, me había enfrascado tanto en mis pensamientos que no me había dado cuenta que ya había llegado, el conductor me miraba con mala cara por el retrovisor así que me levanté y me fui, pero antes de bajarme le di los buenos días con una sonrisa, eso cambió su actitud y creo que hasta se sintió un poco avergonzado.

Comenzó a lloviznar así que corría a través de la plaza, en dirección al estudio de mi abuela, el viejo edificio era muy distinto a los que estaban a su alrededor pero eso le hacía tener una belleza única. Al llegar mi abuela me recibió tan alegremente como siempre, apretujándose con fuerza hasta casi dejarme muerta por falta de aire.

-Hola querida -su acento francés era parecido al de Madame, pero más cálido y animado -pasa, pasa, me extrañó que no vinieras el fin de semana pero que bueno que viniste hoy tus pequeños primos se escaparon de clases y vinieron aquí a bailar, pero por lo visto tu también hiciste lo mismo.

Sonreí -si, es que ayer en la noche fui a una fiesta y la resaca de esta mañana era tal que no me podía levantar -comenté caminando en dirección al estudio donde habían grandes espejos y la barra para calentar -pero ya se me pasó ahora solo tengo un poco revuelto el estómago.

-Ahg, hija... eres igual a tu padre a tu edad, pero el no tenía esa disposición para el baile como lo tienes tu, ten tómate algo frío antes de empezar -me tendió un vaso de jugo de naranja que tenía sobre el mostrador, me lo tomé de mala gana ya que no me gustaba mucho la naranja y seguí encontrándome a mis pequeños primos en el camino.

-¡Amber! -exclamó mi pequeño primo Anton, el mayor y único varón era muy lindo, de ojos azules muy claros y cabello casi amarillo, era muy animado, y lo mejor de todo es que no creo que termine siendo gay como la mayoría de los hombre que bailan ballet; me abrazó por la cintura con una sonrisa en la cara -prima que bueno que has venido me encanta que bailemos juntos.

-Toni -así le llamaba -vengo a bailar no a enseñarles.

-Pero Amber, por favor, bailas fabuloso y sería una pena para nosotros desperdiciar un momento como este.

-Les enseño gratis casi todos los fines de semana, hoy es lunes y ustedes deberían estar en clases.

-Tu también.

-Es cierto, pero si no voy a clases la universidad no va a llamar a mis padre porque jubilé por este día, a ustedes los espera un gran problema.

-En realidad a mi y a Sophia nada más, ya que Elisa se acobardó y decidió quedarse en clases.

-Peor aún, cuando la vean y a ustedes no, más rápido llamaran a tu mamá o al tío John.

-Bah, no me importa, aunque Sophi está un poco nerviosa, pero estoy seguro que si nos enseñas se le quita, por favor prima querida, por favor -me rogó sonriendo, él era el más rebelde sus hermanos, sus dos hermanas eran bastante más sumisas, Anton en cambio era más como yo, altivo y mucho más activo que sus hermanas, eso se reflejaba también en ballet que le faltaba poco para ser tan magnífico como el mío.

-Esta bien, pero si no me siguen el ritmo allá ustedes -contesté, él ensanchó su sonrisa aún más y corrió hasta donde estaba su hermana para traerla.

Mientras, me deshice de los jeans, las converse y la chaqueta, me puse las zapatillas. La puerta se abrió a mi espalda y entraron mis primos, Anton todo alborotado y Sophia, la más pequeña de los trillizos algo más calmada que su hermano llegó con una sonrisa tímida en su rostro.

-Hola, Amber -saludó a Sophia que se parece un poco a su hermano, rubia de ojos azules claro pero de contextura más pequeña, se acercó a mi y me dio un leve beso en la mejilla.

-Hola Sophi, entonces tu hermana se arrepintió y ustedes son unos prófugos, que vándalos -dije sonriendo, Anton rió pero ella se sonrojó un poco, lucía preocupada -tch, ya lo hicieron no se pueden arrepentir nunca de las decisiones que tomen, siempre se los digo -me levanté y me dirigí a la barra -ella no se meterá en problemas y ustedes si, pero ustedes bailaran y lo mejor de todo, yo le daré una clase hoy, la mejor de las mejores bailarinas les enseñará, deberían estar agradecidos -les dije con altanería.

-E... estamos agradecidos prima -contestó Sophia colorada -mucho, gracias por enseñarnos.

-Si, es genial, la aburrida de Elisa se va a arrepentir cuando le contemos que nos diste clase hoy -rió Anton y se colocó a mi lado -¿qué haremos primero?

-Tranquilo, no tan rápido primero calentaremos en la barra -dije y empezamos con algunos pliés.

Luego de eso practicamos algunos pasos más rigurosos, los niños lo hacían muy bien, especialmente Anton que me mostraba su técnica orgulloso pero yo le decía que le faltaba mucho para burlarme, Sophia tenía un poco de problemas para mantener el equilibro pero luego de que la corregía se esmeraba por hacerlo perfecto hasta que lo conseguía.

Pasaron algunas horas y ya eran como las 12; entonces me detuve con las clases de los chicos y les dije que iba a practicar mi parte de la obra del Cascanueces, ellos decidieron mirara el espectáculos fascinados y trataban de imitar los difíciles pasos, yo reía cada vez que los veía y les mostraba como se debían hacer correctamente.

-Es genial prima -comentó Anton sonriendo -quiero poder bailar contigo en una obra.

-Si sigues así, algún día lo podrás hacer pero si sigues así de altanero lo que conseguirás es que te toque un demonio de maestra como la mía -reí.

-Madame... mmm... ¿cómo era?

-Si esa misma, es maligna como el mismísimo demonio

-Pero ella es la mejor profesora de la universidad donde estas ¿no?, además que ella era famosa en sus años de juventud -comentó Sophia que hasta ahora se había mantenido cayada.

-Si, es la mejor -sonreí -pero es como el diablo esa mujer, bueno primos queridos ya son un poco más de la una -miré el reloj de la pared del estudio -me tengo que ir.

-No, no te vayas, practiquemos un poco más -rogó Anton.

-No, Toni, tengo que comer y ustedes deberían irse a su caso ya para encontrarse con su hermana

-Ahg, es verdad... -frunció el ceño y miró a Sophia -Sophi vamos a llamar a papá para decirle que comeremos con la abuela y después iremos a casa.

Ella asintió, yo me quité las zapatillas y me , me puse los jeans encima del maillot y las mallas, y me coloqué la chaqueta dejando el cierre abierto, me despedí de los chicos que lucían un poco tristes porque me iba y luego me despedí de mi abuela y le prometí que iría ese fin de semana.

-Bueno hija, venga cuando quiera que siempre serás bien recibida aquí -me dijo abrazándome -me saludas a tu madre.

-Y tu me saludas a papá -le dije antes de irme y ella asintió.

Tenía un poco de hambre, era la hora del almuerzo pero no tenía ni un centavo en el bolsillo para comprarme algo de comer, el poco dinero que tenía lo use en el autobús, suspiré, debí haberme quedado a comer con la abuela pero no quería hacerla trabajar de más y tenía miedo de que si mi padre venía me encontrara allí, el de vez en cuando la iba a visitar en la semana por eso elegí los fines de semana para ir al estudio de la abuela.

Caminé hasta la plaza, había más gente que cuando pasé esa mañana a pesar de estar lloviznando, a los árboles se le caían las hojas; decidí ir a sentarme a un banco, pero al cruzar la calle pise en un charco y me mojé los zapatos y el ruedo el pantalón, al sentarme en el banco sentí el suave rocío de la lluvia caer sobre mi rostro, dejé que me mojara un rato para que me refrescara la ideas, vi la gente pasar entre ellos una pareja gay que me pareció muy tierna, también vi un gato blanco de ojos verdes encima de un árbol que parecía estar muy cómodo.

Me vino a la mente el sueño que tuve con Uriel y sentí que me sonrojé un poco, no recuerdo haber sido besada por el de esa manera pero me lo imaginé en ese sueño, me hizo sentir algo que nunca había experimentado con otros hombre con los que he estado, incluso antes de que me desnudara por completo ya estaba muy excitada por sus besos, a ese paso no solo hubiera tenido un orgasmo, sino muchos.

-Pero fue sólo un sueño -susurré con pesar -ojalá fuera de verdad, pero estoy segura que no piensa en mi de esa manera y no creo que lo de ser vampiro sea verdad seguro que solo me lo imagine porque estaba disfrazado de esa manera.

viernes, 28 de mayo de 2010

Capítulo XIX: Reflexiones.

Llegué a mi casa alterado, con el corazón latiéndome a millón y muy decepcionado. Todo era demasiado confuso. ¿Cómo había podido enamorarme de la misma mujer que me amargó la vida hace tanto tiempo? ¿Cómo carajo Amber podía ser Amelia? ¿Y cómo DIABLOS no me di cuenta que era ella?

Caleb bajó las escaleras y me vio extraño al ver que me sobaba las sienes y no me despegaba de la puerta. -¿Por qué carajo tú llegas a esta hora?

-La vi, papá. La recordé.

-¿De qué hablas?

-Amber… Amber es Amelia.

-¿La que trajiste para acá la otra vez?

Solamente asentí.

-¿Cómo sabes que es ella?

-Porque la reconocí…

-¡¿En serio?! No me digas… Carajito, te estoy preguntando cómo la reconociste, cómo sabes que es ella.

Todo lo que pasó en la habitación de Amber pasó por mi cabeza como una flecha. –La besé –me sonrojé un poco y fui hacia la cocina.

-¡¿Qué tú qué?! –Caleb me siguió hasta la cocina con cara de horror.

-Cuando lo hice no sabía que era ella.

-¿Tú eres pendejo?

-Nos tenemos que ir de aquí… -negué con la cabeza y busqué cualquier cosa de beber en la nevera.

-Ah, no. Ahora vas a enfrentar ese problema. Tú me trajiste hasta aquí para buscar a esa mujer. Ahora debes matarla como lo has hecho siempre desde la primera vez, sino te lamentarás toda tu eterna existencia por no hacerlo.

-No puedo –dije sin mirarlo.

-Claro que puedes. La primera vez lo hiciste, y el resto de las otras veces también, ¿por qué ahora no?

-Simplemente no puedo –negué con la cabeza y bajé la mirada.

-¡No! Tiene que haber un por qué. Tú viniste desde tan lejos para lograr un objetivo, ahora tienes que hacerlo. Tienes que matar a la tal Amber esa.

-¡No puedo! –gruñí.

-¡¿Y POR QUÉ COÑO?!

-Porque… -suspiré. –Me enamoré de ella.

-No me jodas, Uriel. Tantos siglos y ahorita es cuando te vas a enamorar… Después de que le hiciste de todo. ¿No y que eres vampiro? ¿No y que no tienes sentimientos ni alma ni nada?

-Creo que se equivocaron con esa teoría…

-Bueno, me sabe a heces lo que sientas ahora. A lo mejor estás obsesionado con su sangre y ya.

-No es eso.

-Resuelve, Uriel. ¡Resuelve! ¡¿Quién te manda a estar enamorandote como un pánfilo?!

-Bueno, ¡¿sabes qué?! ¡Si es mi problema! –Subí a mi habitación y escuché unos cuantos regaños y sermones de Caleb, pero no les presté atención. Me di una ducha y quise salir, pero antes fui a la habitación donde tenía el banco de sangre; me alimenté por un rato mientras pensaba adónde ir. Luego de eso, decidí ir a un lugar lo más lejano posible de la ciudad. Subí a mi auto y empecé a manejar lejos de Shanksville.

Encendí la radio a mitad de camino, no quería escuchar el CD que estaba puesto. Necesitaba ir con la mente despejada mientras manejaba, pero la primera canción que pusieron fue la de Chayanne-quisiera ser. Recordé cuando Amber estaba a mi lado precisamente cuando íbamos por la carretera que acababa de tomar y me dijo que le gustaba esa canción.

-¡No me jodan! –le grité al equipo y cambié de emisora. La siguiente no tenía señal, muchas más estaban así y seguí cambiando hasta que llegué a otra, en esa pasaban perdido sin ti de Ricky Martin. –Bien buena la cuestión. Ahora ni la radio quiere dejarme pensar –me detuve a mitad de camino y le di un golpe al volante. La canción seguía sonando. Apoyé mi frente sobre mis brazos que estaban en el volante y respiré hondo. –Necesito pensar… -musité. La canción iba terminando: “Si me falta tu presencia, yo me pierdo buscándote. Cierro mi vida, cierro para mí el libro blanco de mi vida, el libro blanco de mi vida… Perdido sin ti…”, levanté la cabeza, miré el equipo del carro y lo maldije mil veces. –No me ayudes, hijo de tu empresa –fruncí el ceño y lo apagué. Me recosté del asiento y observé el lugar a mí alrededor. Me detuve precisamente frente al lugar favorito de Amber. Miré al cielo y dije: -me las vas a pagar –como si alguien allá arriba estuviese escuchándome.

Bajé del auto y caminé entre los arbustos y árboles por los que me guió Amber. Un lado de mí deseaba que me encontrara a Amber allí, y que estuviese bailando como la primera vez. Y el otro lado, rogaba por que ella no estuviese allí y no volver a verla.
Me senté en el mismo sitio que la última vez. Recordé los giros que Amber hacía, los brincos y el sonido de sus zapatillas sobre la grama. Era como si la estuviese viendo por segunda vez con el vestido rosa prestado, su cabello suelto y su despampanante reflejo brillando en el claro.

Esta vez, el clima estaba peor que aquel momento. Estaba nublado; era seguro que llovería y el frío era tan fuerte que erizaba la piel de mis brazos; sin embargo, recordaba la poca luz del Sol iluminando el río…, aquel espejo cristalino que observaba más de cerca a Amber que yo. Por un momento le tuve envidia, pero luego recordé que ese río no le había besado sus labios rosas, su cuello y más allá. Tampoco la había acariciado, ni la había hecho jadear y mucho menos desear más.

Esa noche, aunque Amber estaba disfrazada, lucía hermosa como siempre, incluso hasta borracha. Su piel blanca erizada por mi tacto, sus ojos grises rogándome y sus labios entreabiertos sedientos.

Me distraje viendo una gran mariposa negra volando frente a mí.

Amber había sido alguien hace mucho tiempo que yo odie demasiado; alguien que me dio asco y repulsión. Cuando la besé por última vez, sentí eso mismo. Hace mucho tiempo la torturé y la maté después de lo que me hizo; pero para esa época, ella no era la Amber que conocía sino Amelia. Ella iba a ser mi futura esposa cuando iba a ocupar el trono de mi padre después de su muerte. Aunque el puesto estaba en juego. Los principales caballeros que tenía mi padre para las guerras en la Era Medieval, éramos cinco. Cuatro eran mayores que yo y tenían mucha experiencia; pero desde que cumplí 3 años de edad, mi padre me entrenó para eso; él y yo sabíamos que algún día ya no estaría y alguien tendría que ocupar su lugar.

Un año antes de morir, contaba con que yo ganara el trono; no le importaba que fuese el menor entre los caballeros. Mi padre prefería que el reino cayera en manos de alguien de la familia en vez de cualquiera, pero también quería que ese alguien fuese un experto para las guerras como lo era él. Esa persona tenía que reinar a la perfección y yo apenas sabía un poco más de lo básico, pero eso no le importaba tanto. Él decía que yo era muy inteligente. Pero, uno de los requisitos para llegar al trono, era casarme; así que tenía que escoger una doncella, y yo escogí a Amelia.

Suspiré. Todo lo que había pasado en aquel tiempo corrió por mi cabeza como fluía el agua del río. Eran malos, muy malos recuerdos. No podía olvidar lo que pasó, ni mucho menos lo que hizo Amelia. Aún no entendía cómo pude haber olvidado su rostro. Era exactamente el mismo, nada cambiaba; ni siquiera la actitud. Era tan liberal y rebelde como Amber. Pero no eran la misma persona. Algo en Amber era diferente a Amelia…

Una gota de lluvia cayó en mi frente; me pasé la mano y me sequé. Vi hacia arriba y la nube era de color gris plomo; eso me hizo recordar el momento en que Amber cayó sobre mí y casi la beso.

Sencillamente no podía quitármela de la cabeza.

“¿Estoy enamorado de ella?”, pensé. Mi corazón se aceleró cuando me pregunté eso. “Entonces es cierto…”
Recordé la frase de Caleb: “¿Quién te manda a estar enamorándote como un pánfilo?”, sonreí. Después de todo, tenía razón.

El aguacero comenzó a caer y me mojó toda la ropa y el cabello. Me levanté y caminé al auto sin apuro; me subí y manejé de regreso. No quise ir a clases ese día, no sabía cómo iba a reaccionar si veía a Amber… Era algo extraño; tampoco sabía cómo se pondría ella cuando me viera y recordara lo que pasó anoche, aunque lo más probable era que no recordara nada. Había bebido demasiado. Tampoco quise ir a la casa; Caleb seguramente estaría esperándome con un collar de ajo y una daga de plata.

Me detuve en la plaza principal de Shanksville, bajé del auto y caminé por la acera. Aún llovía, pero no tanto como en el claro.

La gente paseaba por la plaza; algunos adolescentes se besaban detrás de unos arbustos, unos ancianos le daban pan a unas palomas y unos gays agarrados de la mano. Entorné los ojos al ver a los dos últimos; no se distinguía cuál de los dos era la “mujer” en la relación.

“Su problema será”, pensé mientras negaba con la cabeza.

Vi un gato blanco de ojos verdes observándome desde la rama de un árbol. Imaginé a Amber dándose cuenta de que el gato la miraba y ella le decía “¿Qué?”; me reí solo al pensar en eso y bajé por unas escaleras de la plaza. Me encontraba en el centro de ésta; había una enorme fuente sin funcionar, quizás por la lluvia. Le di media vuelta y observé algunas monedas en el fondo. Luego volteé la mirada hacia un banco, y allí estaba Amber sentada; llevaba puesto unos jeans con el ruedo un poco roto y mojado por la lluvia; tenía su maillot, una chaqueta y unos converse negros.